sábado, 13 de junio de 2015

Discapacidad. Fundación anade lleva de nuevo la discapacidad a la gran pantalla y Critica de la pelicula Difret

Noticia, Discapacidad. Fundación anade lleva de nuevo la discapacidad a la gran pantalla - 24/05/2015 8:23:00

" La Fundación Anade ha convocado su VIII Festival Internacional de Cine sobre la Discapacidad, una iniciativa que como en ediciones anteriores cuenta con el apoyo de cineastas como Imanol Uribe y José Coronado, entre otros, y que se celebrará en Collado Villalba (Madrid), entre el 25 y el 28 de noviembre de este año.
Según ha informado la Fundación Anade, el objetivo de esta actividad es ""mostrar las verdaderas capacidades del colectivo de personas con discapacidad"" a través de historias o documentales que tengan que ver con la discapacidad.
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Información: Critica de la pelicula Difret - 19/05/2015 5:28:27

" Etiopía figura en la IMDB (la biblia de los cinéfilos, como es bien sabido) con 127 producciones realizadas a lo largo de toda su historia. De ellas, la inmensa mayoría son documentales que aprovechan el exotismo del bellísimo país del África negra. Zeresenay Mehari es un joven cineasta que tiene ya dos títulos como director, esta Difret y el cortometraje Coda. Lo cierto es que este filme, tan ingenuo como, en el fondo, impactante, no habría llegado a Occidente si no fuera porque ha contado con la coproducción de Angelina Jolie, que incluso tiene una intervención previa presentando la película.Difret es un drama basado en hechos reales, acontecidos a caballo entre los dos siglos últimos (XX y XXI, se entiende), en una zona rural, alejada de la capital, Addis Abeba, donde una joven de 14 años es raptada por un grupo de hombres, uno de los cuales la viola para tomarla como esposa. En Etiopía una (bárbara, porque no se puede calificar de otra forma) tradición permite, aunque sea ilegal, que un hombre que haya sido rechazado por la familia de la pretendida, pueda secuestrarla, violarla y, de esta forma, convertirla en su esposa. En este caso la niña, tras haber sido abusada, consigue huir con un rifle. Acosada por sus captores, disparará y matará a su violador, por lo que es acusada de asesinato. A partir de ahí, un despacho de abogadas de Addis Abeba, especializado en casos de maltrato de mujeres, tomará las riendas de su defensa, pero habrá de enfrentarse a la burocratizada y ultraconservadora administración etíope y al enorme peso de las tradiciones del país.Difret es una película formalmente de corte muy naïf (sí, ya sé que la Academia dice que se debe decir naif o naíf, pero perdonarán la pedantería de escribirla a la francesa, que queda tan chic…), pero a la vez, en su ingenuidad, resulta atroz. No sólo por el hecho relatado, una costumbre salvaje que cosifica a la mujer preteriendo su voluntad y abocándola a compartir toda su vida con quien no quiere, tras la barbarie sin nombre de una violación; no sólo por el hecho de que, incluso actuando en legítima defensa, la muerte del agresor se considere sin embargo como un asesinato; no sólo porque el Estado, con todo su inmenso poder, se ponga del lado del violador y de quienes quieren eliminar físicamente a la aterrorizada víctima y a su familia. Por todo eso, pero también por la ignominia del trato vejatorio recibido por el grupo de abogadas que intentan reivindicar algo tan simple como el sentido común: nadie puede ser obligada a vivir su vida con quien no quiere, y menos todavía tras haber sufrido una agresión sexual por el que la pretende.Claro que estamos en un país donde la igualdad de sexos es una quimera, por más que, digámoslo ya, Etiopía es una de las muy escasas democracias existentes en África. Pero democracia, y eso lo sabemos de sobra, no es sólo votar cada cuatro o cinco años a nuestros representantes, sino, entre otras muchas cosas, también actuar para que los derechos humanos (y no hay mayor derecho que el de no ser atacada en su indemnidad sexual) se cumplan a rajatabla.Así que esta obra pequeña, formalmente naïf, pero en el fondo tan dura, resulta ser una de las tan escasas muestras que nos llega de un cine, el africano, que ojalá se pudiera ver con más frecuencia en nuestras descreídas tierras occidentales, para comprobar hasta qué punto lo que a nosotros nos parece evidente todavía es objeto de lucha (¡y qué lucha!) en otros puntos del planeta.Mehari, en la dirección, muestra su competencia, si bien es cierto que su cine se nota un tanto acartonado en planificación y le falta cierta capacidad de elipsis. Con todo, son defectos menores cuando lo que se nos cuenta nos llega tan íntimamente. Al buen resultado no es ajena la interpretación de actores y (sobre todo) actrices amateurs, tan frescas y creíbles que a ratos pareciera un docudrama antes que un largo de ficción.Loor a Angelina Jolie por habernos permitido, con lo que se gasta en laca de uñas, ver recreado este pedazo de realidad de una sociedad anclada en tradiciones que nos remiten a aquella época en la que todavía no habíamos descubierto, como especie, que la primera obligación del ser humano es respetar al otro, con lo que se estará respetando a sí mismo.
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Información: Critica de la pelicula El maestro del agua - 05/05/2015 12:18:35

" La primera película como director de largometrajes de ficción (previamente había rodado algunos cortos y documentales) del actor neozelandés, pero recriado en Australia, Russell Crowe, nos sorprende gratamente: no es una obra maestra, pero sí un filme sólido, un drama con irisaciones antibélicas, románticas y psicológicas más que aceptable.Año 1919: En Australia vive un matrimonio; él es zahorí, buscador (con éxito) de agua en las inertes tierras australes; ella ha perdido la razón al tiempo que a sus hijos, muertos cuatro años atrás en la batalla de Gallípoli, en Turquía, en el transcurso de la Primera Guerra Mundial, que entonces aún no era conocida con un ominoso ordinal. Tras la muerte de la enloquecida mujer, el hombre da en buscar al menos los restos de sus hijos en la lejana tierra otomana para devolverlos a las antípodas, para que descansen junto a su madre. Pero la búsqueda de los cuerpos de los tres jóvenes tendrán más dificultades de las previstas, incluida cierta viudita (que se aferra a no serlo, aunque quizá no sea más que para no acceder a casorios indeseados, a la manera de la Penélope de Ulises) que hará tambalear los esquemas del australiano.Lo curioso de El maestro del agua es que es un filme plagado de detalles. En la primera secuencia, cuando el jefe militar turco entra en la trinchera de los suyos para alentarlos ante la nueva (y decisiva) batalla en Gallípoli, su mano izquierda, al pasar junto a sus subordinados, los roza levemente, como si quisiera de esta forma infundir su aliento, su fuerza, también su congoja, a los suyos. Como ese detalle de buen cineasta hay varios a lo largo del filme, confirmando que en Crowe puede haber un director interesante, con cosas que decir y sabiéndolas decir, con intuición cinematográfica antes que capacidad para pegar un plano detrás de otro.Dentro de las buenas ideas de Crowe habrá que destacar la escena que cierra el filme, que obviamente no revelaremos, para no incurrir en un "spoiler", pero en la que un exceso de azúcar en el café llevará implícito un sutil mensaje…Es cierto que a veces se echa en falta una mejor planificación, como en las escenas de guerra, que resultan un tanto acartonadas, y también que a ratos el ritmo flaquea. Pero, claro está, poco es teniendo en cuenta la bisoñez del director y el hecho de que el conjunto funcione razonablemente, conjugando el neófito con habilidad el romance y la tragedia, la zozobra y la guerra. Es curioso como para Australia la batalla de Gallípoli es su equivalente (salvando las distancias que haya que salvar, lógicamente) al genocidio armenio, un momento culminante de la vida de la que entonces aún no era una nación pero que quizá tomó conciencia de ello precisamente al enviar a aquella sinrazón de guerra (perdón por el pleonasmo…) a la generación de jóvenes que debía tomar los mandos pocos años después, cuando fuera la generación dominante, y que sin embargo se quedó, contándose por decenas de miles, enterrada en los yermos páramos de los Dardanelos, en una guerra que se le daba una higa. Esa batalla constituye entonces un hito (para mal, pero también como conciencia de sí misma) de la Australia moderna, y como tal el cine y la televisión de aquel país la han llevado con reiteración a la grande y pequeña pantalla, desde la más famosa de todas, Gallipoli (1981), de Peter Weir, con un entonces casi desconocido Mel Gibson, hasta las recentísimas miniseries televisivas Deadline Gallipoli (2015), con Sam Worthington, y Gallipoli (2015), con Kodi Smit-McPhee (ya saben, el talentoso niño de La carretera, Déjame entrar y El amanecer del planeta de los simios).En el reparto Crowe resulta convincente en el papel del atribulado padre que concibe como única idea para el resto de su vida honrar la memoria de su mujer devolviendo al solar patrio los restos de sus hijos. De los demás nos quedamos con el buen hacer del actor y también director Yilmaz Erdogan, que compone un oficial turco que combina sorprendentemente dureza y misericordia.
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