Información: Byzantium, anhelado regreso - 21/03/2014 6:00:55
" Si bien nunca llegué a formar parte plena de ese nutrido grupo de detractores que, considerándose auténticos amantes del cine de terror, renegaron desde un primer momento de cómo Neil Jordan había llevado al cine "Entrevista con el vampiro" ("Interview with the Vampire", 1994), sí que es cierto que mi actual fascinación hacia la propuesta del cineasta irlandés ha sido el resultado de un proceso gradual a través de las dos décadas que han transcurrido desde su estreno, yendo en paulatino aumento conforme a los diversos revisionados que he podido efectuar.Huelga decir pues que cuando hace dos años se supo que Jordan iba a embarcarse en una nueva producción con los chupasangres como protagonistas, basándose en esta ocasión en la obra teatral "Una historia de vampiros" de Moira Buffini, las expectativas de poder volver a encontrarnos con el cineasta que firmó la cinta protagonizada por Tom Cruise y Brad Pitt y cuya trayectoria desde entonces podría considerarse algo errática hacían de "Byzantium" (id, 2012) un filme esperadísimo, al menos en lo que al que esto suscribe respecta, claro.
Casi dos años después
Tras el "inexplicable" retraso en el estreno de "Byzantium" podemos encontrar similares términos a los que ya comenté en su momento para con "La cabaña en el bosque" ("Cabin in the Woods", Drew Goddard, 2012). Añadiendo aquí el limitado potencial comercial del filme de Jordan a la ecuación, la distribuidora internacional encargada de vender el filme pedía una cantidad indecente de dinero por el mismo y ninguna empresa española quiso arriesgarse a perder la inversión en estos tiempos tan poco proclives para las taquillas.
Transcurrían así pues los meses, llegaba el pase en nuestras tierras en el Festival de Sitges y "Byzantium" seguía sin encontrar quien quisiera distribuirla por el territorio español hasta que A Contracorriente Films se interesa por la cinta y considera la opción de hacerse con ella, algo que la distribuidora internacional sigue poniéndole complicado por el alto precio que continua pidiendo por ella a pesar del tiempo transcurrido desde su estreno en Reino Unido a principios de 2013.
Así las cosas, y tras unas arduas negociaciones, la afortunada intercesión de Canal +, que al igual que hiciera con la cinta producida por Joss Whedon, emitía en exclusiva el filme anoche, "Byzantium" llega por fin hoy a las pantallas españolas para desplegar sus muchos encantos. Y es que, con o sin sus retrasos, lo que es incuestionable es que la última propuesta cinematográfica de Jordan se acerca mucho al atractivo que ostentaban "El fin del romance" ("The End of the Affair", 1999), "El buen ladrón" ("The Good Thief", 2002) o "Desayuno en Plutón" ("Brakfast in Pluto", 2005), por citar tres ejemplos relativamente recientes.
"Byzantium", la elegancia
Si hay un apelativo que unifica a las tres cintas arriba citadas, y que recoge a la perfeccíón lo que pudimos ver años atrás tanto en "Entrevista con el vampiro" como en "Juego de lágrimas" ("The Crying Game", 1992) ese es elegancia, una cualidad de la que Jordan lleva haciendo gala desde los comienzos de su trayectoria en el mundo del séptimo arte recordemos, cómo no, "En compañía de lobos" ("The Company of Wolves", 1984), que encontraba quizás su máximo exponente en la adaptación de la novela de Rice y que en "Byzantium" vuelve a ser valor a destacar.
Un valor que dimana tanto de lo espléndido de la narrativa de Jordan y de su claridad expositiva, como de los ambientes en los que se sitúa la historia y cómo saca partido de ellos: las primeras, que siempre han dotado de fascinante atractivo al cine del irlandés, encuentran aquí sus mejores momentos en todas aquellas secuencias en las que el protagonismo recae sobre la azulada mirada de infinita melancolía que desprenden los ojazos de Saoirse Ronan, una actriz que vuelve a demostrar cuánto puede llegar a dar de sí en manos de un director hábil.
Con la compañía de una sensual y voluptuosa Gemma Arterton, y puestas ambas en manos de Jordan, que sabe cómo sacarles partido desde el contraste con la parte masculina del casting atención especial merecen tanto Johnny Lee Miller como Caleb Landry Jones, la historia de "Byzantium", que sigue a dos vampiresas, sirve al cineasta para volver a innovar, como ya hiciera hace veinte años, sobre el saturado tejido de la mitología de los señores de la noche, despojando aquí a los chupasangres de todo elemento sobrenatural salvo de su necesidad de sangre para sobrevivir y, por supuesto, su inmortalidad.
En ese esfuerzo consciente por fijar su atención en un relato que no sea "uno más de tantos sobre el género", Jordan termina construyendo una cinta que merece la pena visionar y que atesora no pocos instantes de una belleza y una poética incuestionables. Quizás al relato le hubiera faltado algo más de empaque en la definición de ciertos personajes ese Noel interpretado por Daniel Mays pero sus muchas valías visuales hacen de él un vehículo de gran atractivo que vuelve a poner de relieve lo mucho que Jordan podría ofrecer al cine si sus intervenciones en este mundillo fueran algo más recurrentes.
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Que opina? Ridley Scott: Alien, el octavo pasajero, la obra maestra - 31/01/2014 3:30:23
" A medio camino de desarrollar un proyecto sobre "Tristán e Isolda" que quedaría postergado sine die hasta que, casi treinta años después, lo retomara como productor en aquél olvidable filme dirigido por Kevin Reynolds y protagonizado por James Franco y Sophia Myles, Ridley Scott se encontró casi de casualidad con una producción que estaba llamada a colocarlo de la noche a la mañana y a escala planetaria en boca de unos entusiasmados cinéfilos que veían como el cineasta daba un salto de gigante con respecto a "Los duelistas" ("The Duellists", 1973) y se encumbraba como un referente ineludible de la ciencia-ficción cinematográfica contemporánea a caballo entre los formalismos estéticos del Kubrick de "2001: una odisea en el espacio" ("2001: A Space Odissey", 1968) y el sentido del espectáculo y lo comercial que George Lucas y Steven Spielberg habían desarrollado respectivamente en "La guerra de las galaxias" ("Star Wars", 1977) un filme que tuvo singular protagonismo en la decisión de Scott de rodar el que hoy nos ocupa y "Encuentros en la tercera fase" ("Close Encounters of the Third Kind", 1978)."Alien, el 8º pasajero" ("Alien", 1979) cerraba una década en la que la ciencia-ficción como ya iremos viendo en el ciclo que le estamos dedicando había pasado de la búsqueda de una identidad que supiera estar a la altura de lo que Kubrick había impuesto con su magistral aproximación al género, a evolucionar de un modo inesperado en pos fórmulas que anunciaban el viraje hacia el espectáculo de masas al que buena parte de la producción anclada al sci-fi iba a rendirse una vez entrados los ochenta. Pero antes de que eso ocurriera, y queriendo postularse en unas actitudes que navegaran por senderos más o menos inexplorados, maclando los patrones del género con los del cine de terror, Ridley Scott firmaba una cinta fascinante, intensa, oscura, un prodigio de la narración, del diseño de producción y de la música que lleva treinta y cinco años huyendo sin despeinarse a ese paso del tiempo que tan mal ha sentado a otras propuestas muchísimo más recientes…incluso firmadas por él mismo no hace ni veinticuatro meses…
Con gran cantidad de literatura y los indispensables extras y documentales que acompañan a su imprescindible edición en Blu-ray o en su defecto, en DVD, y por más que durante breves momentos estuve planteándome el dar a esta entrada la estructura que han tenido otros artículos firmados por servidor en los que se rendía prolongada pleitesía a todo aquello que tenía que ver con la gestación y producción del filme en cuestión, he decidido centrar mi atención de cara a "Alien" en valorar de forma más o menos extensa, y del modo más personal posible, todo aquello que, con el paso del tiempo y los constantes revisionados de esta asombrosa obra de arte me han llevado, y siguen llevando a afirmar con contundencia que, a la hora de hablar de ella, sólo lo podemos hacer en términos de Obra Maestra del séptimo arte.
Espacios y formas para el terror
Nunca me habían gustado las cintas de terror porque, en última instancia, siempre se trataba de un tipo en un traje de goma. Bueno, sólo hay una manera de tratarlo. Lo más importante en un filme de este tipo no es lo que ves, sino lo que crees haber visto.
Ridley Scott
Pocas dudas pueden haber a la hora de aproximarse a un análisis valorativo de "Alien" acerca de que un alto porcentaje de la efectividad de lo que Scott termina consiguiendo plasmar en celuloide se debe a la acción directa de lo que el maravilloso diseño de producción de la cinta llega a concretar, ya estemos hablando aquí de lo que respecta a los muy diversos espacios que Ron Cobb planteó para componer la Nostromo como de lo que compete de forma exclusiva a la forma en la que H.R.Giger ideó al monstruo en sus diferentes etapas de crecimiento, instilando un terror imperceptible en el espectador gracias a la conjunción de ese orgánico y sexual aspecto que le confería el artista suizo con la forma en la que la cinta lo muestra en pantalla mediante fugaces planos que nunca llegan a dejarnos vislumbrar en su totalidad el asombroso trabajo que el oscuro y peculiar autor consiguió junto a Carlo Rambaldi responsable éste de lengua retráctil de la criatura.
Fascinante es también, y ya no sólo estamos hablando de aquello que es responsabilidad del diseño, la clara diferenciación que Scott y Derek Vanlint, el director de fotografía del filme, establecen entre las estancias asépticas de ese camión espacial que son el comedor y la enfermería en contraste con lo sucio y aterrador del resto de la Nostromo, compuesta como está de pasillos herrumbrosos llenos de cables y tuberías y ahogados por la plomiza y húmeda atmósfera con la que se caracterizan esos idóneos lugares para que el Alien campe a sus anchas. Aumentando la precisa narrativa de Scott, de la que no sobra ni un sólo plano, lo que del miedo natural hacia dichos espacios dimana del espectador, las escenas de la búsqueda del xenoformo por esos asfixiantes corredores y todo ese tramo final iluminado por la intermitencia de las luces de emergencia quedaron establecidos de forma inmediata como patrones sobre los que el género volvería una y otra vez en tiempos posteriores.
En el vacío SÍ hay sonidos
Unido a un diseño sonoro soberbio que hace del cadente latir de los motores de la Nostromo uno de los elementos indisolubles en la concreción de las muchas sensaciones de angustia que se derivan del visionado de "Alien", el trabajo de Jerry Goldsmith para los 117 minutos de metraje es uno de los factores fundamentales que convierten a la cinta de Scott en la extrema experiencia que termina siendo. Aún mutilada por un cineasta que inicialmente casi había obligado a la Fox para lo contratara a instancias de la fascinación que sentía por las sonoridades de "Freud" (id, John Huston, 1962) una banda sonora que, irónicamente, determinaría mucho del montaje sonoro final del filme, la partitura de Goldsmith es una de las más comprometidas con las imágenes que debía acompañar que el maestro llegó a componer a lo largo de su magnífica trayectoria.
Diametralmente opuesta al rescate de la opulencia sinfónica clásica que su amigo John Williams había llevado a cabo para dar empaque a las aventuras en aquella galaxia muy, muy lejana, la sobriedad en la utilización de instrumentos que ostentan los pentagramas de Goldsmith provocan la completa deshumanización de la cualidad sonora del filme, algo que ya habíamos podido observar "El planeta de los simios" ("Planet of the Apes", Franklin J.Schaffner, 1968) y que, a través de los sugerentes usos de la cuerda y el viento o la fría precisión del metal a la hora de describir las andanzas del extraterrestre a bordo de la nave, acerca a la cinta a una estrecha comunión con el miedo a lo desconocido y al vacío propios del espacio exterior.
Siete eran los diez negritos
(Pequeño spoiler) Ripley, Lambert, Dallas, Ash, Kane, Parker y Brett. Siete nombres que conforman una tripulación a la que Dan O"Bannon con la ayuda no acreditada de David Giler y Walter Hill dotó de tanta vida que resulta improbable que "Alien" hubiera sido el mismo filme de no haber contado con un rosario tan amplio y bien diferenciado de personalidades. Un muestrario que funciona tanto por la interacción de lo que Sigourney Weaver, Veronica Cartwright, Tom Skerrit, John Hurt, Yaphett Kotto y Harry Dean Stanton ponen en juego con sus constantes puyas, y perfilados comportamientos, como por la contraposición de los seis humanos cuando tienen que vérselas con la frialdad calculadora de Ash, ese androide al que Ian Holm insufla tan terrorífica vida. (Fin spoiler)
Como ya sucediera con la forma en la que rueda la Nostromo, convirtiéndola en un silente e imposible noveno pasajero, Scott es el directo responsable de que el libreto de O"Bannon y lo que éste dedica a la definición del alien funcione en tan espectaculares formas: rodando la práctica totalidad de lo que a los personajes concierne desde un punto de vista externo, la subjetividad propia del género de terror queda aquí reducida a los momentos de mayor impacto, y el recurso del cineasta de mostrar las reacciones de los personajes cuando interactúan con el extraterrestre es de una eficacia suma en secuencias puntales como los ataques a Brett, Dallas y Lambert o, cómo no, la del nacimiento del chest-burster, uno de los instantes más truculentos, espectaculares e inolvidables de los que el cine de género nos ha dejado a lo largo de la historia.
El genio de la luz…y las tinieblas
Aunando todo lo anterior, conjugando factores que en muchos casos ya hubieran elevado el filme por si sólo a la categoría de notable, orquestando una función que y disculpen la frase manida no hubiera sido igual de no haber contado con él, y pariendo una temprana obra maestra con su segundo cargo como director, Ridley Scott sigue explorando en "Alien", y seguirá explorando a lo largo y ancho de su carrera las muchas y muy asombrosas posibilidades que el moldeado de la luz otorga a la creación de ambientes: combinado aquí con todas las herramientas a su alcance, las citadas secuencias de la persecución por los pasillos o el clímax, unidas a otras como la entrada en la nave alien o los también nombrados ataques del xenomorfo, son todos ejemplos de una espectacularidad sin par que demuestran que, a sus 42 años, y con todo el bagaje publicitario que arrastraba, Scott era ya un cineasta consumado.
Un hecho que también rubrica el magnífico uso de las elipsis a lo largo de la acción digno de estudio como va resolviendo los minutos posteriores al ataque del facehugger, la precisa dirección de actores, en cuya elección jugó un papel determinante el cineasta por su voluntad de contar con un grupo de profesionales en los que poder confiar más de la cuenta para así poder centrarse en otras tareas o, cómo no, la asombrosa y paradójica simbiosis que se da entre el carácter letánico inherente a la personalidad del filme y el ritmo imparable que Scott confiere al conjunto, no permitiendo que la desazón del espectador disminuya un ápice durante las dos horas de metraje.
Por todo ello, y por todo aquello que siempre se queda entre líneas y que uno se guarda por la dificultad de expresarlo con palabras, "Alien, el 8º pasajero" ha sido, es y siempre será, una obra maestra del séptimo arte y cima temprana de un director que, no obstante, escalará semejantes alturas con su siguiente producción, una a la que dedicaremos líneas igualmente sentidas la próxima semana y que se establece junto al presente hito cinematográfico como piedra angular de toda una forma de hacer cine sobre la que, desafortunadamente, Ridley Scott nunca ha llegado a volver.
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