jueves, 22 de mayo de 2014

El Gran Hotel Budapest, cuestión de modales y Añorando estrenos: Mercenarios sin gloria de André De Toth

Información: El Gran Hotel Budapest, cuestión de modales - 27/03/2014 4:53:20

" En el país imaginario de Zubrowka, un escritor (Jude Law) oye a Zero Muhammad (F. Murray Abraham) relatar su juventud, cuando fue un botones del Gran Hotel Budapest, que ahora posee. Entonces, siendo un refugiado de guerra (Tony Revolori) encontró en la figura de Monsieur Gustave (Ralph Fiennes) un guía y también algunos de los mejores días de su vida.
La última y mejor película de Wes Anderson desde "Academia Rushmore" (Rushmore, 1998) supone una gran noticia. Pese a estar rodeado de tediosos vindicadores, que han preferido la hipérbole al razonamiento, el cineasta ha encontrado una historia con la que explorar nuevos territorios e incluso temas. Resulta curioso ver como la Historia ha interesado de manera parecida a Wes Anderson y Quentin Tarantino, creadores, casi siempre, de mundos solipsistas, deliberadamente exentos de experiencia real.
En una entrevista excelente, el cineasta francés Arnaud Desplechin notó los parecidos entre ambos creadores, en principio disímiles por la diferencia entre las superfícies que tratan (mundos amables, de burguesía decadente y huidiza frente a los antihéroes sacados de novelas pulp e insertados en algún olvidado subgénero cinematográfico).
Pero lo cierto es que los parecidos existen y parece que en su madurez, ambos cineastas han encontrado en las piezas de época un estímulo para sus imaginaciones. "Malditos Bastardos" (Inglourious Basterds, 2009) es razonablemente inferior a la sofisticadísima "Django Desencadenado" (Django Unchained, 2012), pero ambas funcionan como experimento progresivamente mejorado, hasta alcanzar un formidable estudio de relación de personajes.
Curiosamente, lo mismo sucede con "El Gran Hotel Budapest" (The Grand Budapest Hotel, 2014) frente a "Moonrise Kingdom" (id, 2012). Esta última era un encantador romance adolescente, relato iniciático situado en los años sesenta y reinterpretado bajo códigos andersonianos, pero apenas parece un bosquejo de esta audaz y atrevida película, una de las más sofisticadas que he visto en mucho tiempo en salas y seguramente la más firme candidata a clásico de la filmografía de su director. En este sentido, coincido más con Sergio Benítez que con la moderada opinión (aunque también positiva) de Lucía Ros.
Ralph Fiennes se desvela como la mejor elección consciente que ha hecho Anderson desde el Gene Hackman de "Los Tenenbaum: Una família de genios" (The Royal Tenenbaums, 2001), otro actor de amplia experiencia y notoriedad que en manos de Anderson ofreció una versión inédita y dandy de sus registros. A su lado, un estupendo reparto donde el debutante Tony Revolori se ofrece como versión oriental y adorable de la mímica de Buster Keaton y Saoirse Ronan ejerce de inevitable femme andersoniana: ojos mapaches y personalidad audaz.
Entre las otras estrellas que ofrecen giros cómicos están Willem Dafoe, como un matón de cinco anillos, Edward Norton, de militar de buen corazón, y un divertidísimo Adrien Brody, siendo el vástago resentido de una millonaria.
Como sucede siempre en Anderson, sus colaboradores son parte inestimable y clave de su resultado. En este caso, la fotografía de Robert Yeoman, la deliciosa y elaboradísima banda sonora a cargo de Alexander Desplat y el diseño de objetos de Anne Atkins son parte orgánica de su trabajo.
Se ha hablado, con cierta inutilidad, del (sentido, no me cabe duda) homenaje que rinde la película al escritor Stefan Zweig. No dudo del corazón, sino de la cabeza: Anderson no ha sido un cineasta que busque ambiciones plenamente literarias porque nunca indaga en sus temas, y su cine es, ante todo, una cuestión de formas o, como sucede a muchos de sus personajes, una cuestión de modales. Es una gran noticia: este misterio hitchockiano demuestra que en modales, Anderson puede encontrar pocos discutidores.
Perplejidad y nostalgia
Y en esta cuestión de modales, caben nuevas y bienvenidas influencias. A su repertorio habitual de planos centrales, simétricos, escenografía cuidada y diseño de producción que nos permite visitar los decorados como felices observadores de una casa de muñecas, se suma un sentido del humor digno del más excelso Noel Coward y hasta un epílogo que bien parece hecho en arrabales cercanos al genio cómico (insuperado, naturalmente) de Ernest Lubitsch. Incluso Jeff Goldblum, convertido en un Tornasol cortesía de juego de luces, hace soñar con el Tintín andersoniano como una posibilidad.
Al final de la película termina también la lectura, Anderson, acostumbrado a organizar sus mejores relatos de manera episódica, otro rasgo que comparte con Tarantino, ofrece la más delicada (y sorprendente) elipsis justo cuando llega el horror , en un inocente, nada pretencioso blanco y negro. Es demasiado no solamente para el propio cineasta sino para sus criaturas lidiar con la llegada de la Historia: seguramente, la película sea un viaje a los territorios mentirosos de la memoria, repleta de frutos, a veces sombríos y otras dulces.
Al cierre, la melancolía es total, agradable, aceptada. Como un poco de L"Air de Panache en la cima de montaña
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La noticia El Gran Hotel Budapest, cuestión de modales fue publicada originalmente en Blogdecine por Pablo Muñoz.

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Que opina usted? Añorando estrenos: Mercenarios sin gloria de André De Toth - 24/01/2014 1:31:38

" "Mercenarios sin gloria" ("Play Dirty", André De Toth, 1968) es la última película oficial del gran olvidado André De Toth, uno de esos directores considerados erróneamente de segunda fila, siempre ligados a la serie B, pero cuya filmografía es mucho más interesante y rica de lo que parece a primera vista. Cineasta admirado por directores tan actuales como Martin Scorsese o Quentin Tarantino quien dedicó "Reservoir Dogs" (id, 1991) a De Toth se han bañado adecuadamente de un cine hoy poco reivindicado pero nunca olvidado. Tras dejar buenas muestras de su nervio en los géneros del western y el Film Noir, con escarceos en el cine de aventuras, dejó su impronta en un film como el que nos ocupa y que, tras su celebrado "El doble espía" ("The Two-Headed Spy", 1958), representa la cruda visión que el director tenía sobre la guerra.
Heredera directa de un clásico mucho más conocido como "Doce del patíbulo" ("The Dirty Dozen", Robert Aldrich, 1967) por cuanto narra la historia de varios indeseables que deberán llevar a cabo una misión prácticamente suicida en la Segunda Guerra Mundial, pero que la supera con creces por apartarse por completo del tono de hazañas bélicas que posee el film de Aldrich. De Toth, que vio de cerca cómo funcionaban los nazis a finales de los años 30, no veía nada de honorable en un conflicto bélico y los personajes de su historia son todos despreciables, alejados del heroísmo tan típico de las producciones bélicas. Nihilismo puro y duro durante todo un film que además coquetea con el western europeo. Parte de la cinta se filmó en nuestra querida España.
(From here to the end, Spoilers) "Mercenarios sin gloria" está ambientada en África en territorio dominado por los nazis y en el que unos bidones de combustible, necesarios para Rommel, son el McGuffin del relato. En el mismo, el ejército británico reúne a bribones de todo tipo para que salgan a la misión de destruir el citado combustible, en realidad una misión de cobertura a la verdadera que va detrás de ellos. De Toth no deja títere con cabeza al criticar a los hipócritas altos mandos que ven la guerra como un negocio en el que anotarse los tantos de otros a sus órdenes, detalle éste insólito en la trama en su parte final cuando se da una orden terrible que pondrá en juego las vidas de sus hombres. El director extiende ese dibujo sin piedad a los protagonistas centrales del relato un grupo de mercenarios comandados por dos capitanes enfrentados en una lucha de egos, personajes a cargo de unos geniales y muy compenetrados Michael Caine y Nigel Davenport, en el que no faltan asesinos y violadores, unidos a la fuerza.
André De Toth se marca un ritmo que nunca decae y logra transmitir el asco que sentía por la guerra a través de un film totalmente claustrofóbico aun estando bañado casi todo el tiempo por un aplastante sol desértico. Las pocas escenas de acción son magníficas, en ellas De Toth revela una gran mano para la tensión, algo que también sucede en secuencias en apariencia de transición la subida del transporte por un dificultosa colina y en las que el director se toma su tiempo sin que ello afecte al ritmo, describiendo las dificultades que un guerrero en los films bélicos de De Toth no hay soldados, hay guerreros abandonado a su suerte se puede encontrar. A destacar la labor de montaje de Jack Slade y un no acreditado Alan Osbiston que a través de planos cortos descriptivos dotan de vivacidad a una película en la que la vida no es maravillosa.
De todos los personajes que conforman la fauna de "Mercenarios sin gloria", evidentemente los más ricos en matices son los dos principales, enfrentados al inicio por sus respectivos métodos ante situaciones difíciles, y que apenas se diferencian del resto a sus órdenes, algunos de los cuales no dudan en robar las pertenencias de sus propios compatriotas caídos en batalla, o intentar violar a la enfermera de una ambulancia secuencia bastante atrevida para la época, y más aún cuando la supervivencia de uno de los dos representa el interés económico del otro. El respeto y la inevitable necesidad de hacer las cosas estando de acuerdo ante la cercanía de la muerte marcan el tramo final de una película llena de ironía y sin ningún tipo de concesión. El desenlace es por derecho propio glorioso, subrayando el carácter totalmente absurdo de una guerra.
Poco antes de que Sam Peckinpah hiciese historia con el famoso inicio de "Grupo salvaje" ("The Wild Bunch, 1969) con la secuencia de unos niños torturando salvajemente a un escorpión, De Toth ya había mostrado algo parecido aquí, y que en cierto modo resumía la trama del film. Un grupo de árabes torturan a un escorpión que, viéndose rodeado por el fuego, se suicida con su propi aguijón. Un juego cruel entre adultos y sin ninguna razón de ser, como la propia guerra en sí.
Aunque André De Toth participó como director en un film de terror de los años 80, y que es mejor no citar, lo cierto es que pocas filmografías se cierran de forma tan grande como la suya. "Mercenarios sin gloria" hace honor a su título español el original, "Juego sucio", es muy significativo mostrando un film seco, emocionante, nada divertido pero sí muy entretenido, y con un punto de desencanto en su mirada hacia el ser humano. Su paralelismo con el citado film de Aldrich también se encuentra en el hecho de que el director de fotografía es el mismo, Edward Scaife. Atención también a la banda sonora del mítico Michel Legrand, y en la que se utiliza el famoso "Lili Marlene".
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La noticia Añorando estrenos: Mercenarios sin gloria de André De Toth fue publicada originalmente en Blogdecine por Alberto Abuín.

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Delito y corrupcion del Peru y Mundo

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