Interesante, Philomena, sensiblería facilona - 03/03/2014 10:12:15
" Es algo que llevamos observando tantos años como hace y no son muchos, pero lo terminarán siendo si nadie le pone remedio que la Academia de Hollywood decidió alterar la configuración de sus premios a la Mejor Película para, en lugar de las cinco candidaturas que podemos observar en cualquiera de las otras categorías, dar cabida a nueve títulos con los que, aparentemente, cubrir más terreno en la vasta oferta cinematográfica que podemos encontrar en las carteleras semana a semana a lo largo de todo el año.Lo que esto lleva provocando desde que la "norma" entró en vigor es la inclusión anual forzosa de películas que quedan muy lejos de rayar la supuesta excelencia a la que deberían acceder los títulos y personas galardonados, siempre y cuando uno no considere como si lo lleva haciendo desde hace años el que esto suscribe que los Oscar no son más que otros premios otorgados por un puñado de profesionales que, en la gran mayoría de los casos, obedecen a disquisiciones que nada tienen que ver con la calidad de la producción y sí con politiqueos, favores y quién sabe qué trejemanejes Weinstenianos.
"Philomena", una peliculita del montón
Y es que parece casi obligado que dentro de esa cuota de nueve títulos con el potencial para ser nombradas "película del año", la presencia de los hermanos Weinstein es irrenunciable, da igual que lo que los fundadores de Miramax y polémicos productores traigan bajo el brazo sea lo último de Quentin Tarantino o que áquel filme sobre el que han hincado sus dientes para su distribución internacional sea lo último de un reputado cineasta británico que, en manos de otro nombre, habría carecido de repercusión alguna.
Tanto es así que, si sólo atendierámos al guión firmado por Steve Coogan que además de protagonizar también produce la cinta no seríamos capaces de encontrar en él nada que lo separe de esas historias de "interés humano" que sirven de premisa de partida para este relato basado en hechos reales. Lo curioso del caso es que, en un momento dado de la acción, y en boca suya, podemos escuchar algo así como que "las historias de interés humano son el producto de gente ignorante destinado a gente ignorante". Si eso pretendía ser una ironía o un declaración de principios es algo que hasta a él se le escapa.
Lo que no es capaz de eludir una mirada de disposición crítica es que las aspiraciones últimas de "Philomena" pasan sí o sí por provocar en el espectador la lágrima fácil por mor de la utilización nada sutil de recursos típicos del drama que han sido usados hasta la saciedad ya en producciones para la gran pantalla, ya en aquellas destinadas a la caja tonta: ver aquí esos montajes que, en momentos clave, acuden a mostrar planos de ese hijo que la protagonista perdió de manos de las monjas de un convento, es caer muy bajo para un cineasta que ha tocado techo en no pocas ocasiones.
Y eso es quizás lo que más doloroso resulta de esta peliculita, comprobar como el responsable de cintas del estimulante calado de "Las amistades peligrosas" ("Dangerous Liaisons", 1988) y "Los timadores" ("The Grifters", 1990) o de la maestría de "Alta fidelidad" ("High Fidelity", 2000) se deja llevar por una acusada ramplonería de formas e invisibiliza su presencia hasta que resulta indetectable hace aún más evidente que la inclusión de "Philomena" en las candidaturas a los Oscar responderá a muchas cosas, pero ninguna de ellas tiene que ver con su elevada calidad.
Una calidad que, inexistente en guión y dirección, sólo cabe encontrar en las interpretaciones de Coogan y una espléndida como si alguna vez no lo estuviera Judi Dench y en la partitura de un Alexandre Desplat que, en la tónica sensible y emotiva que muchas veces le hemos escuchado al músico parisino, también lograba alzarse con la nominación a la dorada estatuilla. Una nominación que completa las cuatro que acaparaba la cinta y perdía en favor, en este caso, del espléndido trabajo de Steven Price para "Gravity" (id, Alfonso Cuarón, 2013); ésta sí, y con autoridad, la mejor película del año…por más que cierto calvo con espada no haya pensado lo mismo.
Otra crítica en Blogdecine
"Philomena", simpleza
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La noticia Philomena, sensiblería facilona fue publicada originalmente en Blogdecine por Sergio Benítez.
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Es Noticia, Critica de la pelicula Django desencadenado - 26/01/2013 19:00:00
"Definitivamente, Quentin Tarantino es oxígeno para el cine; se podrá estar de acuerdo, o no, con sus excesos, con sus disparates fílmicos, con su gusto por la desmesura y el grandguignol, pero lo cierto es que desde que en 1992 llamó poderosísimamente la atención con su debut en Reservoir dogs, no ha dejado de darle aire a un cine que hoy por hoy, sin él, sería distinto, bastante más serio (en su sentido peyorativo: triste, amorfo) de lo que es.Tarantino sigue con su peculiar revisión de géneros, o de subgéneros, y ahora le ha tocado el turno al western. Más concretamente habría que hablar del espagueti-western, pues a esa variante itálico-española es a la que homenajea/tributa/parodia/remeda (táchese lo que no proceda, aunque me parece que todo procede…) en esta por lo demás, divertida, a fuer de desprejuiciada, Django desencadenado (la "de" es muda, como se encarga de repetir su protagonista).
Como es obvio, con Tarantino a los mandos, el resultado es algo inclasificable, que bebe sin recato en fuentes innúmeras, desde algunos sorbos del western clásico (en su parte de contenidos: el rescate de la mujer por parte de su hombre, la colaboración a todo trance del amigo fiel) con abundantes tragos del espagueti-western (formalmente, utilizando recursos del subgénero, desde los fulminantes zooms hasta los ralentíes en las escenas de acción; estilísticamente, con la abundancia de sangre y vísceras evisceradas, valga la redundancia, en las frecuentes balaceras; en contenidos, con personajes arquetípicos, de una pieza, blancos o negros, sin grises).
También, por supuesto, muestra sus bazas cultistas: el propio título juega con la contrafigura del Prometeo encadenado, el drama que la tradición atribuye a Esquilo. No digamos ya su fascinación por el universo nigger y los mitos de la blaixplotation, el cine de subgénero que durante la década de los sesenta y, sobre todo, setenta, hizo furor en la comunidad negra (vale, afroamericana, seamos políticamente correctos, hay que joderse…), y que está siempre presente en su cine, culminando en su Jackie Brown, que es blaixplotaition de luxe. No se pierdan de vista tampoco los afluentes de literatura popular del Oeste, como las novelas de Karl May.
Pero no hay que quebrarse demasiado los cascos en la búsqueda de guiños cinéfilos o cultistas: Tarantino es siempre dado a hacer un crisol, una mezcla abigarrada, donde todo sirve, todo vale, siempre que el resultado sea estimulante. Aquí la historia del cazarrecompensas alemán que libera al esclavo Django y, en pago a su colaboración para cobrar varias piezas, le ayuda a recuperar a su hembra, está sembrada de toda suerte de disparates que, sin embargo, funcionan en un conjunto que no se reputa realista sino con frecuencia surrealista.
Mención especial para el elenco de intérpretes: Jamie Foxx hace el que probablemente sea el personaje de su vida, por encima incluso del mítico Ray Charles al que dio vida en Ray; Christoph Waltz se confirma como uno de los actores de mayor carisma de su generación, en un personaje bombón, el de dentista-cazarrecompensas (o viceversa) con peculiar sentido de la justicia, pero en el fondo un hombre honesto y, sobre todo, un amigo leal hasta, literalmente, la muerte; Leonardo DiCaprio hace uno de los esclavistas más repugnantes que se han hecho en cine (y mira que los ha habido cabrones…), en franca rivalidad con el que aquí también compone Samuel L. Jackson, confirmando el dicho español de que no hay mejor cuña que la de la misma madera, un negro que odia a los negros y ama su papel de esclavo de los blancos, en una suerte de aberrante síndrome de Estocolmo; entre el extensísimo reparto de actores que aparecen en algunos casos apenas unos segundos, nos quedamos con los cameos de Bruce Dern o Franco Nero, éste en otro guiño al espagueti, pero también de otros veteranos como Robert Carradine o, visto y no visto, Russ Tamblyn, inolvidable en Siete novias para siete hermanos y West Side Story.
Película no apta para prejuiciosos y gente afín al purismo, Django desencadenado termina siendo una muestra desenfadada, abracadabrante, definitivamente outsider, sobre un género, el western (mejor un postwestern: es sabido que el género clásico feneció junto a John Wayne en El último pistolero, de Don Siegel, en 1976), del que este filme, a la manera de la arquitectura gótica, supondría su expresión flamígera o florida, aquélla que deja atrás al clásico para internarse en terrenos pantanosos como la desmesura y el barroquismo, que pueden gustar, o no, pero desde luego no dejan indiferente
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