viernes, 23 de mayo de 2014

El Gran Hotel Budapest, cuestión de modales y con amor, Woody Allen salvado de nuevo por el surrealismo

Que opina? El Gran Hotel Budapest, cuestión de modales - 27/03/2014 4:53:20

" En el país imaginario de Zubrowka, un escritor (Jude Law) oye a Zero Muhammad (F. Murray Abraham) relatar su juventud, cuando fue un botones del Gran Hotel Budapest, que ahora posee. Entonces, siendo un refugiado de guerra (Tony Revolori) encontró en la figura de Monsieur Gustave (Ralph Fiennes) un guía y también algunos de los mejores días de su vida.
La última y mejor película de Wes Anderson desde "Academia Rushmore" (Rushmore, 1998) supone una gran noticia. Pese a estar rodeado de tediosos vindicadores, que han preferido la hipérbole al razonamiento, el cineasta ha encontrado una historia con la que explorar nuevos territorios e incluso temas. Resulta curioso ver como la Historia ha interesado de manera parecida a Wes Anderson y Quentin Tarantino, creadores, casi siempre, de mundos solipsistas, deliberadamente exentos de experiencia real.
En una entrevista excelente, el cineasta francés Arnaud Desplechin notó los parecidos entre ambos creadores, en principio disímiles por la diferencia entre las superfícies que tratan (mundos amables, de burguesía decadente y huidiza frente a los antihéroes sacados de novelas pulp e insertados en algún olvidado subgénero cinematográfico).
Pero lo cierto es que los parecidos existen y parece que en su madurez, ambos cineastas han encontrado en las piezas de época un estímulo para sus imaginaciones. "Malditos Bastardos" (Inglourious Basterds, 2009) es razonablemente inferior a la sofisticadísima "Django Desencadenado" (Django Unchained, 2012), pero ambas funcionan como experimento progresivamente mejorado, hasta alcanzar un formidable estudio de relación de personajes.
Curiosamente, lo mismo sucede con "El Gran Hotel Budapest" (The Grand Budapest Hotel, 2014) frente a "Moonrise Kingdom" (id, 2012). Esta última era un encantador romance adolescente, relato iniciático situado en los años sesenta y reinterpretado bajo códigos andersonianos, pero apenas parece un bosquejo de esta audaz y atrevida película, una de las más sofisticadas que he visto en mucho tiempo en salas y seguramente la más firme candidata a clásico de la filmografía de su director. En este sentido, coincido más con Sergio Benítez que con la moderada opinión (aunque también positiva) de Lucía Ros.
Ralph Fiennes se desvela como la mejor elección consciente que ha hecho Anderson desde el Gene Hackman de "Los Tenenbaum: Una família de genios" (The Royal Tenenbaums, 2001), otro actor de amplia experiencia y notoriedad que en manos de Anderson ofreció una versión inédita y dandy de sus registros. A su lado, un estupendo reparto donde el debutante Tony Revolori se ofrece como versión oriental y adorable de la mímica de Buster Keaton y Saoirse Ronan ejerce de inevitable femme andersoniana: ojos mapaches y personalidad audaz.
Entre las otras estrellas que ofrecen giros cómicos están Willem Dafoe, como un matón de cinco anillos, Edward Norton, de militar de buen corazón, y un divertidísimo Adrien Brody, siendo el vástago resentido de una millonaria.
Como sucede siempre en Anderson, sus colaboradores son parte inestimable y clave de su resultado. En este caso, la fotografía de Robert Yeoman, la deliciosa y elaboradísima banda sonora a cargo de Alexander Desplat y el diseño de objetos de Anne Atkins son parte orgánica de su trabajo.
Se ha hablado, con cierta inutilidad, del (sentido, no me cabe duda) homenaje que rinde la película al escritor Stefan Zweig. No dudo del corazón, sino de la cabeza: Anderson no ha sido un cineasta que busque ambiciones plenamente literarias porque nunca indaga en sus temas, y su cine es, ante todo, una cuestión de formas o, como sucede a muchos de sus personajes, una cuestión de modales. Es una gran noticia: este misterio hitchockiano demuestra que en modales, Anderson puede encontrar pocos discutidores.
Perplejidad y nostalgia
Y en esta cuestión de modales, caben nuevas y bienvenidas influencias. A su repertorio habitual de planos centrales, simétricos, escenografía cuidada y diseño de producción que nos permite visitar los decorados como felices observadores de una casa de muñecas, se suma un sentido del humor digno del más excelso Noel Coward y hasta un epílogo que bien parece hecho en arrabales cercanos al genio cómico (insuperado, naturalmente) de Ernest Lubitsch. Incluso Jeff Goldblum, convertido en un Tornasol cortesía de juego de luces, hace soñar con el Tintín andersoniano como una posibilidad.
Al final de la película termina también la lectura, Anderson, acostumbrado a organizar sus mejores relatos de manera episódica, otro rasgo que comparte con Tarantino, ofrece la más delicada (y sorprendente) elipsis justo cuando llega el horror , en un inocente, nada pretencioso blanco y negro. Es demasiado no solamente para el propio cineasta sino para sus criaturas lidiar con la llegada de la Historia: seguramente, la película sea un viaje a los territorios mentirosos de la memoria, repleta de frutos, a veces sombríos y otras dulces.
Al cierre, la melancolía es total, agradable, aceptada. Como un poco de L"Air de Panache en la cima de montaña
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La noticia El Gran Hotel Budapest, cuestión de modales fue publicada originalmente en Blogdecine por Pablo Muñoz.

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Noticia, A Roma con amor, Woody Allen salvado de nuevo por el surrealismo - 02/10/2012 2:02:18

" En la película anterior de Woody Allen, "Midnight in Paris" (2011), el mejor momento lo ponía un surrealista, Salvador Dalí, encarnado por Adrien Brody. En "A Roma con amor" son los escarceos con el surrealismo del guion lo que salva al film de caer en el tópico y la anodina postal. Es una pena que el neoyorquino no se haya dejado llevar mucho más por la locura y el absurdo que solo apunta.
"A Roma con amor" ("To Rome with Love", 2012) se compone de varias historias intercaladas, todas ellas situadas en Roma y todas ellas, como indica su título, relacionadas con el asunto romántico. Como es lógico que ocurra en un film de multi-historia, algunas de estas tramas son superiores a otras y siempre queda una que entendemos que funciona de relleno o que se nos olvida con mayor rapidez.
Más surrealista, por favor
Como indicaba al inicio, me decanto por aquella que más se acerca al absurdo surrealista, la que incluye, además a Allen como actor. El cantante de ópera tan particular acapara sin lugar a dudas los mejores lapsos de la cinta y, lo más importante para mí, la escena más sorprendente de todas, aquella que logró que mi actitud hacia "A Roma con amor" cambiase y me hiciese acomodarme mejor en la butaca y meterme en el film con mayor tranquilidad y aceptación.
Allen no es nuevo en el empleo de la fantasía y del humor metalingüístico, como aquellos coros griegos de "Poderosa Afrodita" ("Mighty Aphrodite", 2012). No es la primera vez que rompe el realismo un hombre que ha hablado a cámara, que ha introducido muertos parlantes o actores que escapan de la pantalla. Pero el surrealismo, más europeo que norteamericano, puede escapársele o causarle miedo, por mucho que varias de sus fuentes estén en Europa. Por eso, más que una falta de imaginación para convertir a "A Roma con amor" en un puro relato surrealista, introduciendo muchos más elementos como la ducha, lo que creo percibir es una autocontención que le ha impedido seguir por ese camino que, en mi opinión, habría convertido al film en más original y sugerente.
Desiguales historias
La trama que protagoniza Jesse Eisemberg recuerda al Woody Allen de sus mejores épocas, especialmente por el retrato de la mujer seductora, pero dañina, que tantas veces ha protagonizado películas en las que él daba la réplica. Ellen Page es perfecta reflejando las dos vertientes, dándose aires de sabihonda mientras emana sexualidad. Aquí, un Alec Baldwin muy inspirado, pone en palabras la conclusión que durante todos aquellos films, Allen podría haber extraído de las relaciones que perseguía y perdía, y que Baldwin aprende demasiado tarde a través de un imaginado alter ego que lo introduce en un peculiar flashback.
Los otros dos cuentos contienen algunos de los destellos brillantes del film. No obstante, al cabo de un tiempo comienzan a resultar repetitivos y pierden la capacidad de sorprender, por lo que considero que se habrían beneficiado de una depuración mayor, en especial el que cuenta con Roberto Benigni. Los aprendizajes vitales que se pueden extraer de esta fábula están, como sucedía ya en "Si la cosa funciona" ("Whatever Works ", 2009), dichos de manera explícita, cuando lo mejor que puede hacer un autor es tratar de que lleguemos nosotros a esa conclusión.
La historia que menos interés acapara sobre el papel quizá sea la interpretada por Penélope Cruz. Pero la española tiene tanta gracia como actriz que consigue que los encuentros casposos y manidos estén entre las escenas que más carcajadas provocan en la sala ,la inevitable referencia al Vaticano nos mete en su bolsillo inmediatamente,.
De turismo por Roma
La banda sonora delata más al Allen turista que los encuadres de las calles más transitadas del Trastevere, la Fontana di Trevi o la Piazza de Spagna. Si su intención es cómica, las canciones están bien elegidas, pero dudo de que se trate de eso en todas las ocasiones. Al ser Roma una ciudad que desde aquí nos queda tan cerca y uno de los destinos turísticos más evidentes, rara será la persona que vea la película y que no haya paseado alguna vez por aquellas calles y, por lo tanto, es fácil sentir cierta identificación observando el film, lo que ayuda a disfrutarlo.
Conclusión
"A Roma con amor" me resultó, si no grandiosa ni lograda en todos sus aspectos, más agradable de lo que me esperaba, quizá por las expectativas tan bajas con las que acudí al cine a verla, desalentada por ese tráiler que arranca, como el largo, con el tosco humor que rodea al guardia de tráfico. Eso no impidió que fuese el día siguiente al del estreno ,no he tenido tiempo hasta ahora de ponerme con la crítica,, ya que supongo que me pasa como a los que abarrotaban esa sala y las demás: que es cita obligada, por mucho que nos haya decepcionado con sus trabajos anteriores.
Esta nueva entrega contiene momentos de humor y alguna frase grandiosa, casi todas dichas por el personaje al que da vida el propio director y en la línea del neurótico que siempre ha representado. En alguna de las tramas, "A Roma con amor" recuerda al Allen de sus mejores épocas, a ese que tanto estamos añorando y deseando que regrese.
Otras críticas en Blogdecine:
"A Roma con amor", todos dicen I love you.
"A Roma con amor", romance y fama en la ciudad eterna .
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Consulte Información en Farandula La cinta de estas características y La hija de Goldie Hawn
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Bitacoras.com

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