Que opina? Oz, un mundo de fantasía, la magia que necesitamos - 07/03/2013 9:31:37
" El escepticismo es la postura más razonable antes de acometer el visionado de una gran superproducción de Hollywood. Hay casos en los que podremos encontrar grandes películas como "Skyfall" (id., Sam Mendes, 2012), pero lo más habitual es que no pasen de ser meros pasatiempos más o menos conseguidos o directamente mediocridades indignas de nuestra atención. El problema adicional es que son más comunes los casos en los que estos blockbusters de calidad discutible dan beneficios que los que obligan a sus productores a replantearse la situación, por lo que parece difícil que esto vaya a ir a mejor en el futuro. El último gran ejemplo que hiciera tambalearse a la compañía que había detrás fue "John Carter" (id., Andrew Stanton, 2012), y ahora existe cierto miedo en Disney sobre la posibilidad de que pase lo mismo con "Oz, un mundo de fantasía" ("Oz: The Great and Powerful", Sam Raimi, 2013).El gran problema para Disney es que han gastado la friolera de 325 millones de dólares entre costes de producción e inversión publicitaria y, por regla general, se entiende que se ha recuperado lo invertido cuando una película logra recaudar el doble de lo que ha costado. "Oz, un mundo de fantasía" tendría entonces que convertirse en una de las 63 películas más taquilleras de todos los tiempos todo ello sin contar los ajustes inflacionarios para no considerarse una fracaso o, como mínimo, una decepción. La gran diferencia entre "Oz, un mundo de fantasía" y "John Carter" es que la película de Sam Raimi cuenta a su favor para conseguirlo el ser un estupendo entretenimiento para toda la familia que cuenta con el cariño añadido de muchos espectadores hacia "El mago de Oz" ("The Wizard of Oz", Victor Fleming, 1939) y no un, siendo generoso, fallido intento de crear un universo propio como sucedía con la cinta de Andrew Stanton.
Me gustaría aclarar antes de nada que nunca he tenido una especial debilidad hacia "El mago de Oz". De hecho, ni siquiera me gustaba siendo niño y fue en un visionado ya como adulto cuando conseguí ver casi todas las virtudes que muchos adjudican a este clásico inmortal de la historia del cine. "Oz, un mundo de fantasía" intenta jugar con las mismas cartas en su función de precuela de la película de Victor Fleming, tanto en contenido un mensaje esperanzador pese a los obstáculos que surjan por el camino como en forma mucha atención al acabado visual, en especial a la viveza de algunos colores, algo llevado más al extremo en la cinta de Sam Raimi. Otra asunto distinto es que todo no esté igual de equilibrado ,un poco menos de metraje le hubiera venido muy bien a la cinta que ahora ocupa- y que "Oz, un mundo de fantasía" no consigue replicar la magia cinematográfica de "El mago de Oz", aunque eso no quiere decir que esté exenta de ella.
El ingenuo optimismo es cada vez más escaso en una época dominada por el cinismo o la desesperanza ante la crisis económica global que está afectando con especial fuerza a los españoles. "Oz, un mundo de fantasía" es una respuesta a esa necesidad de volver a creer en que todo se arreglará si colaboramos juntos en esa dirección. La experiencia vital antes de llegar a Oz del encantador sinvergüenza interpretado con soltura por James Franco sirve para recordarnos que el individualismo sólo te permitirá llegar hasta cierto punto, siendo imposible llegar a conocer la auténtica felicidad. Quizá por ello y por el simple lucimiento visual Raimi opta por remarcar la importancia del grupo dentro de Oz mediante una clara tendencia a la utilización de planos abiertos, sólo cerrando realmente el encuadre para escenas íntimas claves en la evolución interior del protagonista y del propio espectador.
"Oz, un mundo de fantasía" hace gala de un tremendo despliegue de medios visuales muy efectivos en general, aunque haya algunos detalles, en especial al poco de llegar a Oz, que delaten su artificiosidad para sumergir al espectador en la trama. Raimi acierta de pleno al apostar por el blanco y negro y una imagen con un aspect ratio de 4:3 propio del cine mudo y que fue cayendo en desuso con la llegada del color para contarnos las peripecias iniciales del protagonista como un mago mujeriego de poca monta. Ya aquí se nos recuerda la utilización del 3D algo intrascendente cuando la acción tiene lugar en Oz como una tecnología exógena a esa época al aparecer en los márgenes negros de la imagen. Este detalle puede desconcertar a los espectadores que sólo estén habituados al cine moderno, pero su presencia va mucho más allá de ser un mero capricho de Raimi, ya que es el punto de apoyo de la naturaleza de "Oz, un mundo de fantasía" como homenaje al propio cine. Y lo mejor de todo es que lo consigue sin tener que decírselo de forma directa al espectador, sino incidiendo en los deseos de su protagonista y mostrando la capacidad de fascinación del séptimo arte pese a sus innegables raíces de "simple" ficción.
Uno de mis grandes miedos ante "Oz, un mundo de fantasía" es que cayera en la más baja forma del infantilismo a través de Finley el mono sirviente parlante y con alas y de otros elementos en los que la ingenuidad de su propuesta afectase al resultado final, pero lo cierto es que no hay nada realmente insoportable. Es cierto que la bondad de la bruja buena y sus seguidores puede resultar frustrante y que hay situaciones en las que Finley no deja de ser un secundario cómico pero de humor blanco no, blanquísimo bastante prescindible, pero no son más que pequeños bajones del guión de Mitchell Kapner y David Lindsay-Abaire a partir de la novela de L. Frank Baum que abría la extensa serie ambientada en el mundo de Oz. Eran otros tiempos y por aquel entonces lo habitual era remarcar al máximo la diferencia entre el bien y el mal, dejando un espacio casi inexistente para esos grises que tanto valoramos en la actualidad. Esto se traduce en pequeñas decepciones como que una, eso sí, radiante Michelle Williams no pueda desplegar todo su talento interpretativo, pero es un sacrificio en aras de un objetivo mayor: Hacer sentir bien al espectador sin caer en lo ofensivo hacia su inteligencia.
Puede que "Oz, un mundo de fantasía" diste mucho de ser una película perfecta, pero sí es un entretenimiento muy recomendable en los tiempos que corren. Con el pesimismo cada vez más presente en nuestra sociedad, estamos ante una agradable experiencia cinematográfica que ofrece un mensaje de esperanza a todos aquellos que estén pasando por un mal momento. Un sentido homenaje a la magia del cine, un espectáculo de primer nivel en lo visual y, sobre todo, una película en la que merece la pena emplear nuestro tiempo. No será un ejemplo del cine que realmente queremos, pero sí del que necesitamos en la actualidad.
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Es Noticia, Lincoln, el padre de Estados Unidos - 23/01/2013 14:53:18
" Steven Spielberg es uno de los realizadores más importantes del cine moderno, dotando siempre a sus películas de su sello personal, una inconfundible mezcla de gran conocimiento del cine de puro entretenimiento con un acabado artístico que para sí quisieran la gran mayoría de directores de Hollywood. Eso no quiere decir que a lo largo de su carrera no haya cometido varios errores, ya sea motivado por aspectos comerciales , la cuarta entrega de las aventuras de Indiana Jones- o inquietudes más personales , la vulgar "Amistad" (1997)-, pero la tónica dominante de los últimos años ha sido la de ir regalándonos buenas películas con chispazos ocasionales de auténtica genialidad y, de vez en cuando, sacando adelante largometrajes prácticamente redondos en los que hace honor a su título honorífico de Rey Midas de Hollywood. Este pasado viernes llegaba a España "Lincoln" (2012), su aproximación a la figura de uno de los presidentes clave de la historia de Estados Unidos en la que Spielberg vuelve a desplegar lo mejor de sí mismo.Es evidente que la historia siempre la escriben los vencedores, quedando el dibujo completo de lo realmente sucedido reducido a investigadores de lo sucedido que tienen que luchar contra la falta de interés de los organismos oficiales. Para algunos ya es una limitación suficiente como para que Tony Kushner coja el libro de Doris Kearns Goodwin y cambie cosas a su antojo no sólo para enaltecer la figura mesiánica de Abraham Lincoln, sino también para acercarlo a Obama en sus intentos de salvar una nación enferma. La abolición de la esclavitud frente a la recuperación de la crisis económica que amenaza con destruir el odioso sistema capitalista, pero hay muchos puntos oscuros para conseguir el bien común y eso es algo que Kushner y Spielberg prácticamente desprecian en una decisión que no daña para nada el resultado final, ya que su objetivo no es el verismo histórico de "Lincoln".
El Lincoln de Spielberg es una figura paterna para Estados Unidos del mismo modo que lo era el Nelson Mandela de Clint Eastwood en "Invictus" (2009), pero la forma de retratarlo difiere sobremanera: Lincoln es un padre preocupado dispuesto a lo que sea por imponer sus métodos y acabar con la esclavitud en Estados Unidos, mientras que Mandela funcionaba más como un progenitor distendido que confiaba en sus más cercanos para romper la barrera racial en Sudáfrica. Su objetivo tienes raíces muy similares, pero Eastwood apostaba por el poder integrador del deporte como eje del relato, mientras que Spielberg prefiere confiar en una apariencia de drama histórico de corte más académico, aunque evitando caer en los excesos trascendentales o los maniqueísmos que asolan a muchas propuestas de este corte.
El abultado metraje de "Lincoln" es uno de los grandes miedos de muchos a la hora de encarar su visionado, pero el fluido ritmo del que Spielberg dota al relato atrapa a un espectador al que controla sin caer en la manipulación, pasando del dramatismo más feroz a la comedia más liviana , intachables las escenas del trío liderado por James Spader- con indiscutible brillantez. Poco importa que todos sepamos que Lincoln consiguió abolir la esclavitud, ya que los mecanismos utilizados por Kushner y Spielberg consiguen elevar a la altura de la épica una simple votación política que en primera instancia parecía condenada a resultar repetitiva incluso en sus propios giros de guión , la solicitud al protagonista de que avale algo que sabe falso- . Es en este tramo final cuando hace acto de presencia el Spielberg más popular para engatusarnos y celebrar como nuestra la victoria personal del protagonista.
Sería imperdonable olvidar el brillante trabajo técnico de muchos de los colaboradores de Spielberg, pero sobre todo en el caso de Janusz Kaminski en la iluminación, aprovechando al máximo los contrastes para incidir en la fuerza mesiánica de Lincoln en sus escenas más íntimas , pienso sobre todo en la resolución de varias de las que comparte con su esposa- y dando vigor al conjunto. Spielberg, sabedor de contar con un equipo de primera, se atreve a abordar tramas de importancia de una forma un tanto minoritaria, restando esto un poco de empaque al conjunto. Y es que el Lincoln padre de familia es un personaje menos poderoso que su rol como salvador de su patria, pero estos detalles resultan esenciales para dar más relieve al personaje de un Daniel Day-Lewis merecedor de todos los premios habidos y por haber por su actuación aquí. Y es que su fuerza como orador , atención a la estupenda secuencia inicial- se resquebraja cuando tenía que lidiar con los suyos, también heridos , su hijo fallecido- y en peligro de descomposición , un desaprovechado Joseph Gordon-Levitt empeñado en alistarse al ejército que lidera su padre-, pero aquí es más débil, algo que se remarca a través de ciertos excesos dramáticos por parte de Sally Field que no siempre están resueltos con fortuna.
Llama la atención la oposición entre el acercamiento casi divino a la figura de Lincoln y que Spielberg no recurra a él como eje de todas las secuencias, siendo éste uno de sus mayores aciertos, ya que permite al espectador respirar un poco y conocer también otros detalles de interés, la mayor parte de ella gracias a un sentido Tommy Lee Jones. No deja de ser un personaje utilizado para matizar el caso real, ya que "Lincoln" nos recuerda que los cambios han de ser progresivos para ser posibles dentro de los cauces habituales y que los excesos condenan a toda buena idea al fracaso más absoluto. Es por aquí por donde se justifican prácticas censurables en la vida real como la corrupción o el riesgo de sacrificar vidas de inocentes para salirse con la suya, una muestra de picardía que, al igual que su propia familia, ayuda a mantener a Lincoln con los pies en el suelo. No seré yo el que celebré el saltarse la ley a la torera, pero nada hubiera cambiado si todo hubiera seguido los cauces de la normalidad establecida. Lincoln es un héroe, seguramente mucho menos puro que el que nos propone Spielberg, pero cada uno siempre tendrá a destacar unos recuerdos sobre otros y "Lincoln" no es más que un ejemplo de discriminación interesada como base para una gran película que también funciona a las mil maravillas como entretenimiento.
Estamos pues ante un estupendo largometraje que no tiene tanto interés en ofrecer una visión histórica certera como de indagar en la figura de Abraham Lincoln como referencia paterna de un país en proceso de autodestrucción. La portentosa actuación de Daniel Day-Lewis sirve como eje para que Spielberg nos ofrezca un fascinante , e impecable técnicamente- relato en el que no cae en el error de querer ser demasiado trascendental, pues no le tiembla el pulso para aplicar varias soluciones más propias de una producción de puro entretenimiento. Hay fallos menores , algún personaje queda un poco perdido en la grandeza de la propuesta- y la falta de verosimilitud histórica puede molestar a los puristas en la materia, pero "Lincoln" es un ejemplo de brillantez cinematográfica , aún dudo si por encima o no de la que era hasta ahora mi favorita personal para los próximos Oscar-, y eso siempre será lo más importante al hablar de una película que conflictos menores como sus logros como adaptación o las inútiles discusiones sobre su ideología.
Otra crítica en Blogdecine: "Lincoln", una verdad inconveniente
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Es Noticia, Critica de la pelicula Paradise: Faith - 09/11/2012 19:00:00
"Esta película se pudo ver en la Sección Oficial del Sevilla Festival de Cine Europeo 2012 (SEFF"12).Ulrich Seidl es un cineasta austríaco que se ha hecho un cierto nombre, al menos en su país y en los de habla germanófona, gracias a un cine que cabalga entre el documental y la ficción, de tal forma que sus documentales parecen ficciones y sus ficciones, documentales… Su último empeño es una trilogía titulada genéricamente Paradies (Paraíso), que contará con tres segmentos: Liebe (Amor), este Glaube (Fe) y Hoffnung (Esperanza).
En ellos Seidl explota distintas facetas cruciales del mundo de nuestro tiempo. En este capítulo, cuyo título internacional es Paradise: Faith, el tema es cómo la fe religiosa, cuando se convierte en el centro de la vida, puede llegar a convertirse en una obsesión que lo ocupe todo. La historia gira en torno a la vida de una mujer que, a raíz del accidente de su marido, que queda parapléjico, abraza de forma absoluta su fe católica; pero cuando el esposo, egipcio y musulmán, vuelve de su tierra para estar con su mujer, la reglada vida de ella, centrada de forma total en sus creencias y en un apostolado con frecuencia demasiado insistente, sufrirá graves desajustes.
Seidl tiene un problema que es bastante habitual en el cine moderno, el de la falta de economía en el lenguaje. Veamos: le hace falta toda la media hora inicial para decirnos que la protagonista es una fanática religiosa, una beata que todo lo ve a través del prisma de su religión; me imagino cómo lo haría, por ejemplo, Bresson, el rey de la sobriedad cinematográfica, y se me da que lo resolvería con un par de planos, una escena como mucho. ¿Por qué hay que insistir tanto hoy para transmitir un mensaje tan simple? Así la película se va a casi dos horas de metraje, cuando con hora y media iba que chutaba, y aún le hubiera sobrado tiempo.
Por lo demás, es cierto que el choque entre dos perspectivas de vida tan distintas tiene su interés, sobre todo porque el manso corderito que parecía el marido pronto empieza a sacar la patita de su propio fanatismo, y entonces tenemos ya a dos radicales enfrentados, con el correspondiente conflicto que llega, literalmente, a las manos.
Quizá lo más estimulante del filme sea, curiosamente, las escenas que no están insertas dentro de la cotidianidad de este particular matrimonio; nos referimos a aquéllas en las que la beata protagonista intenta catequizar a varias personas, algunas de ellas inmigrantes, donde se aprecia un grado de improvisación por parte de los actores (aunque partan de una idea previamente establecida) que enriquece la historia y le da un punto de vista que colinda a veces con el surrealismo. Véase la encendida discusión con la pareja de ancianos que conviven sin estar casados, o la del inmigrante en calzoncillos que no puede ponerse de rodillas para rezar y expone una hipótesis delirante sobre la supuesta facilidad de las mujeres para arrodillarse, o la de la rusa beoda con la que la protagonista se enfrenta incluso físicamente para que no se beba una cerveza.
Filme curioso aunque seguramente insuficiente, aporta una visión distinta sobre un fenómeno, la ultrarreligiosidad, que es típico de las sociedades, los tiempos convulsos. Y si es así, me temo que el terreno actual está más que abonado…
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Que opina usted? Críticas a la carta | Manhattan Sur de Michael Cimino - 09/10/2012 13:05:04
" Antes de empezar a hablar de "Manhattan Sur" ("Year of the Dragon, Michael Cimino, 1985) una advertencia sobre la edición de la misma en DVD en nuestro país: sencillamente lamentable. En cambio, la que podéis adquirir al otro lado del charco es simple y llanamente impecable, respetando el formato y adaptada a televisores 16:9 es realmente increíble que aún haya ediciones en DVD que no vengan adaptados para ese formato y con una muy buena calidad de imagen, no el estropicio de la edición española.Michael Cimino es uno de los realizadores más interesantes del cine estadounidense, surgido a principios de los 70, cuando Clint Eastwood le dio la oportunidad para dirigir "Un botín de 500.000 dólares" ("Thunderbolt & Lightfoot", 1974), para cuatro años más tarde tocar la cima con el éxito obtenido a raíz de "El cazador" ("The Deer Hunter", 1978), ganadora de varios Oscars que supusieron toda una garantía para que Cimino se enfrentase al proyecto por el que siempre será recordado para bien o para mal. "La puerta del cielo" ("Heaven"s Gate", 1980) fue el mayor fracaso económico de la historia del cine, llevando a la bancarrota a la United Artist y condenando a su director al olvido durante cinco años. Hasta que un día Dino de Laurentiis productor extraño donde los hubiera, ya que lo mismo financiaba una superproducción como un film de lo más cutre contactó con Cimino para ofrecerle dirigir la adaptación de una novela policíaca de Robert Daley.
(Spoilers) Daley había trabajado con Sidney Lumet en la estimulante "El príncipe de la ciudad" ("Prince of the City", 1981) y volvería a trabajar con él en la menos acertada "La noche cae sobre Manhattan" ("Night Falls on Manhattan", 1996), relatos duros y amargos que abarcan a su manera el tema de la corrupción policial como contexto de historias más personales y específicas. En "Manhattan Sur" tenemos triadas chinas, policías corruptos, asesinos a sueldo, jefes pasotas, y un policía, Stanley White nombre heredado de uno de los verdaderos policías que trabajaron como consultores en la filmación de la película cansado de que todo esté controlado por la mafia y que la policía mire hacia otro lado en el barrio de Chinatown.
Para dicho personaje Cimino tuvo la espectacular idea de contratar a un actor que por aquel entonces se encontraba en la ascensión de su carrera y que hoy no necesita presentación de ningún tipo: Mickey Rourke. White es probablemente, a juicio de quien esto firma, la mejor interpretación de toda la carrera de Rourke, antes de ir de estrella chulesca y egocéntrica y echar su trabajo a perder actualmente parece recuperado, con una serie de matices que apartan a White de la típica imagen del policía protagonista de tantos films, y entrando por derecho propio en la galería de los más recordados a la altura de los más grandes. Así, sin más. Resulta muy gratificante observar, 27 años después, como la interpretación de Rourke no ha perdido ni un ápice de su fuerza, al contrario.
Stanley White, policía racista hasta la médula, vehemente en sus discursos impresionante el que le da a sus hombres en formación delante de él, enemigo de la desidia a la que los representantes de las leyes están acostumbrados por vagancia pura y dura, inconformista e incluso aprovechado. Y con todo eso, absolutamente arrollador en su carisma, el cual traspasa completamente la pantalla logrando llamar nuestra atención, casi obligándonos a que nos caiga bien inmenso el instante que llora delante de Tracy (Ariane). Pero el personaje de Rourke no cae bien sólo por su magistral interpretación, también por lo bien escrito que está, algo que hay que atribuir al propio Cimino y a Oliver Stone, coautor del guión, quien ya había escrito el film de Lumet mencionado, y al que le faltaban sólo un año para ser encumbrado por cierta película sobre Vietnam.
Su personaje se enfrenta directamente con el interpretado por John Lone, Joey Tie, algo así como la otra cara de la moneda de White, un hombre que hará lo que sea por salirse con la suya y luchar por aquello en lo que cree. Uno dentro de la ley, con reservas, y el otro completamente fuera de ella, antagonistas en un mundo en el que no es fácil vivir y sólo el más fuerte o influyente sale a flote. Cimino va encarando poco a poco y con un marcado crescendo dramático a los dos personajes hasta llegar a un clímax antológico, un duelo nocturno que parece salido de un western en el que dos personajes rabiosos gritan y corren el uno hacia el otro mientras descargan sus pistolas intentando matarse. Una poderosa secuencia que es la guinda perfecta a un trabajo de puesta en escena soberbio.
Michael Cimino en estado de gracia absoluto ayudado por el entonces muy prometedor director de fotografía Alex Thomson, con un sentido de la épica rara vez visto en el mal llamado cine moderno, cuidando hasta el último detalle de todo cuanto sale en pantalla. Cabe citar al respecto todas esas secuencias llenas de gente, ya sea en una comisaría, en las calles de Chinatwon o en Tailandia. Pero los planos de Cimino no resultan ampulosos, no cargan ni están sobrecargados, para ello hace mover a los actores por el set con una cámara que haría las delicias de Michael Mann, siempre pegada al cogote de los actores en determinados momentos. Todo está en su sitio, nada falta o sobra, la vida que respiran los personajes de "Mahattan Sur" huele a verdad por los cuatro costados, y sólo queda algo desdibujada en ese extraño epílogo que concluye con un plano congelado del rostro de White.
Violenta, salvaje, visceral, sin concesiones, "Manhattan Sur" emerge como uno de los mejores títulos de una década tan confusa artísticamente como los ochenta, y a veces me da la impresión de que no se ha tratado con justicia un título que para un servidor supone una de las cumbres del thriller. Una lección de narración cinematográfica en el sentido literal de la expresión, con una banda sonora de David Mansfield que se mueve entre lo lírico y lo épico. Como la película.
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