Interesante, In Time, una pérdida de tiempo - 27/12/2011 6:16:09
" Para que unos pocos sean inmortales, muchos deben morir.En el nuevo futuro imaginado por Andrew Niccol ("Gattaca"), la humanidad ha logrado alcanzar la juventud eterna. A finales del siglo XXI (sin duda es un tipo optimista) nadie envejece más allá de los 25 años. En principio, por tanto, nadie tendría que morir salvo que sea víctima de un accidente o un crimen. Podría darse un serio problema con la superpoblación, pero en este mundo distópico el tiempo de vida se ha convertido en el nuevo dinero. Al cumplir los 25, toda persona tiene un año extra de vida, el resto del tiempo hay que ganárselo. Pero como ha ocurrido siempre, el reparto de la riqueza es tremendamente desigual, unos pocos tienen muchísimo y la mayoría tiene muy poco; los privilegiados son prácticamente inmortales mientras que la mayoría sufre para sobrevivir un día más. Así se mantiene el sistema. Hasta que el héroe de turno, íntegro e infalible, se cansa y decide reventarlo.
Como en los trabajos previos de Niccol (director también de "S1m0ne" y "El señor de la guerra"), el punto de partida de "In Time" es muy interesante, puede dar mucho juego, especialmente sacando partido de la comparación con la crisis económica. Pero otra vez, el cineasta se muestra torpe manejando las ideas expuestas al principio, es incapaz de desarrollar la potente premisa, recurriendo a la reiteración y el subrayado. ¡La situación es muy injusta, nadie debería morir en la pobreza cuando otros nadan en la abundancia! ¡Y hay que vivir cada día como si fuera el último! Ya, estupendo, ¿y qué más? Pues nada, relleno con exageradas escenas de acción, simplones personajes, gente guapa (los feos parece que han sido eliminados del sistema) y el típico romance de anuncio de colonia. El resultado es un producto deshonesto, absurdo y aburrido cuyo único propósito es robar tiempo al público. O sea, dinero.
Después de colaborar en la creación de Facebook en "La red social" y hacer el amor de mil maneras a Mila Kunis en "Con derecho a roce", el proyecto de actor llamado Justin Timberlake (que de momento solo ha demostrado ser capaz de interpretar una versión guay de sí mismo) encarna en "In Time" a uno de los muchos individuos que viven al límite de su tiempo, matándose a trabajar para poder sobrevivir un día más, en zonas pobres y marginadas llenas de ladrones y prostitutas, separadas de las lujosas ciudades de la clase alta por fronteras que solo los privilegiados pueden permitirse atravesar (en teoría, realmente puedes estrellar tu coche contra las barreras y seguir avanzando). Nuestro protagonista (cuya madre es por cierto Olivia Wilde, todavía en su gélido personaje de "Tron: Legacy") se juega el cuello evitando que un temerario millonario (Matt Bomer) sea liquidado por los matones del lugar (Alex Pettyfer, pasadísimo de rosca, da vida al líder de la banda). Tras una breve charla en un edificio al que los malos no pueden acceder (la puerta está cerrada con candado…), Timberlake recibe todo el tiempo del tipo al que ha salvado, quien le confiesa que está cansado de vivir y ver cómo los ricos roban y asfixian a los pobres. Así de fácil.
El protagonista, después de ser un tacaño regalando años a su desesperado mejor amigo (Johnny Galecki, conocido por la serie "The Big Bang Theory") y obligando a su madre a ir a buscarle el día de su cumpleaños, cuando la pobre mujer solo tenía dos horas en su reloj vital, decide abandonar su miserable gueto, atravesar todas las fronteras y llegar hasta el lugar donde viven los ciudadanos más poderosos. Allí gana siglos en una partida de póquer contra un "banquero" idiota (Vincent Kartheiser fracasa con un personaje que debería ser más sabio para todo lo que ha vivido) que tiene una hija ansiosa por escapar de ese palacio muerto y rutinario (Amanda Seyfried en piloto automático, recuerda a Scarlett Johansson en "La isla"). Timberlake la secuestra para poder escapar de un "guardián del tiempo" que se obsesiona con atraparle (Cillian Murphy, muy desaprovechado). Por supuesto, la pareja se enamora al instante y se convierten en unos modernos Bonnie & Clyde con la misión de un Robin Hood indignado. Mientras son perseguidos, y acontece una cadena imparable de disparates (el accidente con el descapotable, el atraco al banco, el pulso…), el espectador solo puede desear que todo acabe cuanto antes. Son 109 minutos menos de vida.
Apuntaba mi compañero Mikel en su crítica de esta desastrosa película que Andrew Niccol ha ido perdiendo crédito en la industria norteamericana con el paso de los años (ninguna de sus películas ha sido éxito de taquilla, incluyendo la que nos ocupa); ya no es ese prometedor director que nos sorprendió con la elegante "Gattaca" y el guion de la inolvidable "El show de Truman" (dirigida por Peter Weir, no olvidemos), lo que ha podido llevarle a hacer demasiadas concesiones comerciales para poder realizar su cuarto largometraje. Lo cierto es que "In Time" ha llegado a los cines seis años después del estreno de (la fallida) "El señor de la guerra", y su siguiente proyecto es la adaptación a la gran pantalla de la novela "The Host" de Stephenie Meyer, la famosa autora de "Crepúsculo". Puede que resulte una película maravillosa… pero no es probable. Aunque cause tristeza decirlo, da la impresión de que Niccol ya ha dado todo lo que tenía que ofrecer como director y creador de universos propios. Un bagaje algo pobre el suyo, pero tiene un par de meritorios títulos en su filmografía de los que puede sentirse orgulloso, mientras que otros, muchos otros, solo pueden presumir del dinero que han logrado sus vacíos y olvidables productos.
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Que opina usted? Critica de la pelicula In time - 04/12/2011 19:00:00
"El cineasta neozelandés Andrew Niccol llamó la atención a finales del siglo XX con su Gattaca, una curiosa incursión en el cine de ciencia ficción, sección antiutopías. No era una gran película, pero es cierto que partía de una idea sugestiva, aunque después su plasmación en pantalla no tuviera la misma altura de su génesis. Con esta In time me temo que ha pasado algo por el estilo: Niccol escribe un guion partiendo de una premisa más que interesante, planteando un mundo futuro donde el dinero ha desaparecido, siendo sustituido como moneda de cambio por el tiempo. Todos los seres humanos no envejecen a partir de que cumplen los veinticinco años, pero desde ese momento sólo disponen de un año de vida, y todos sus pagos han de realizarse con esos segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, que les han sido otorgados. Por supuesto, pueden ganar más tiempo mediante el trabajo, aunque las condiciones son cada vez más duras; por supuesto también hay quien lo roba y quien se enriquece más o menos lícitamente con él.Pero esta antiutopía, que en principio plantea una sociedad impía, donde la pérdida del tiempo/dinero equivale, literalmente, a la muerte, no tiene después una concreción acertada en el desarrollo del guion ni en la realización de Niccol. Porque el guionista y director mete demasiados temas en la historia, desde una lectura una tanto pedestre del capitalismo feroz hasta una especie de trasunto de Robin Hood, aunque aquí el nuevo filántropo lo que hace es robar tiempo a los ricos para entregárselo a los pobres; también hay una suerte de reedición de los míticos Bonnie & Clyde, mona parejita de ladrones robando bancos con modelitos de diseño y sin despeinarse, así como conflicto intergeneracional entre un padre y una hija que (cosas del detenimiento del reloj biológico a los veinticinco años) aparentan tener la misma edad. Demasiado batiburrillo, incluida una cierta lectura de clase que, en este contexto de filme descaradamente comercial, suena bastante irreal, como a revolucionario de opereta, a rebeldía de baratillo. Por supuesto, todas esas temáticas heterogéneas están bañadas en la salsa del cine de nuestro tiempo, constantes escenas de acción que pespuntean la trama y la convierten prácticamente en una película de ese género.
Con todo, la propia idea original es tan atractiva, que ni siquiera la realización plana y sin ideas del propio Niccol consiguen acabar con su fascinante planteamiento. Y es que hay guionistas que deberían mantenerse haciendo lo que mejor saben, escribir, y dejar el cine para quienes sí están dotados para esa función; y para muestra un botón: el guion de El show de Truman, original de Andrew Niccol, fue llevado a la pantalla por Peter Weir, con un resultado muy superior a los empeños que el cineasta neozelandés se ha encargado de filmar directamente.
Justin Timberlake deja por una vez sus personajes de gamberrete más o menos simpático para hacer de proletario al que un golpe de suerte le introduce de lleno en la cr
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