domingo, 24 de agosto de 2014

Obras maestras según Blogdecine | French Cancan de Jean Renoir y El último rebelde

Que opina usted? Obras maestras según Blogdecine | French Cancan de Jean Renoir - 23/06/2014 0:01:11

" "French Cancan" (id, Jean Renoir, 1954) es el segundo título de la trilogía temática creada por "La carroza de oro" ("Le carrosse dor", 1952) y "Elena y los hombres" ("Elena et les hommes", 1956), una trilogía no intencionada que conforma la particular visión que un cineasta como Jean Renoir que hace doblete en este especial de obras maestras tenía sobre el espectáculo como representación de la vida misma. Una visión y nada complaciente, aunque sí muy festiva, por lo menos en la que hoy nos ocupa, interpretada por uno de sus actores fetiche, Jean Gabin.
Cuando se habla de la obra de Renoir suele establecerse un punto intermedio en "El río" ("The River", 1951), primera película, considerada por muchos como la mejor de su autor, que realizó después de su muy interesante etapa americana, cuando viajó a la India antes de volver a su Francia natal. Dicho film supuso el encuentro del director galo con el color, y que encuentra una de sus máximas expresiones en el film que hoy nos ocupa, un canto a la vida, no exento de mirada crítica, y sobre todo al júbilo y la alegría de vivir.
Impresionismo pictórico
Es "French Cancan" una de esas películas en las que la puesta en escena lo es prácticamente todo. El film gira alrededor de la creación del famoso Moulin Rouge de París a finales del siglo XIX, y la película se aparta por completo de lo expuesto por John Huston es su imprescindible "Moulin Rouge" (id, 1952), y ya no digamos en lo que hizo a principios del nuevo milenio Baz Luhrmann, que no obstante podrían formar un curioso tríptico, separados en tiempo e intenciones, sobre el mítico local, en el que Renoir acerca el baile del can can a las clases burguesas estableciendo una más que incisiva mirada sobre las relaciones humanas.
Tanto en el tratamiento del color fotografía por parte de Michel Kelber como en la composición de planos, Renoir hace referencias más que evidentes a pintores del impresionismo, incluyendo a su propio padre, Pierre-August Renoir, pero sobre todo Edgar Degas, pintores que en su primera exposición fueron rechazados abiertamente por la crítica. Degas tenía entre sus temas predilectos el pintar bailarinas, como en el famoso cuadro "Clase de baile", evocado aquí en la parte central de la historia, donde Danglard, al lado de Nini (François Arnoul), una de sus "protegidas", intentan revivir el particular sueño de aquél.
Es fácil pues encontrar las referencias a los pintores impresionistas coetáneos de la época en la que se desarrolla la película, utilizados por Renoir para establecer en un contexto pictórico lleno de color, en el que establecer una muy inteligente fusión entre clases altas y bajas, otro de los temas constantes en muchas cintas del cineasta. En "French Cancan" ésta se realiza a través del júbilo que proporciona el espectáculo y el baile, como si el divertimento, el pasarlo bien, fuera la única forma de unir no sólo a ambos lados, sino a todo tipo de gente.
El amor, esa estrella fugaz
Y Danglard (Gabin) en el clímax que proporciona la sensación de haber llevado a buen puerto lo que más se desea, se mezcla en un alegre final entre el público que presencia el espectáculo que él ha creado, formando así parte de ese privilegiado lugar que es el patio de butacas. "French Cancan" muestra el lento crecimiento de un espectáculo, mostrando el interior de dicho mundo, pero sobre todo ensalza el disfrute del que finalmente presencia el producto final.
Por supuesto, las relaciones amorosas están presentes también en esta cinta de Renoir. Entre otros, historias de príncipes enamorados, entregados a jóvenes bailarinas que comprenden/aceptan el alcance de su poder. Danglard, como todo hombre experimentado en la vida y cierto tipo de vida, vive continuos romances con distintas mujeres, a las que convierte en estrellas a su capricho. Pero además, el director se sirve para establecer una terrible alegoría sobre la vida de la bailarina, y que puede extrapolarse hacia cualquier tipo de persona dedicada al espectáculo. Nini es el fututo, la sustituta de Lola, una impresionante María Félix, apodada no sin razón, la Bette Davis del cine mexicano.
Mujeres que sustituyen a amantes, y por ende, a las estrellas del espectáculo para ir pasando el testigo. Y en medio de todo eso, muy sutilmente se muestra a una mujer, casi anciana, y que no es más que una mendiga con la que Renoir realiza la reflexión más terrible de todas: el destino de las estrellas del espectáculo. Brillarán más de una noche, y de dos, y su luz se apagará, como si uno de esos cuadros citados perdiera toda su esencia y su color. Pero antes de que eso suceda, su brillo hará reír y soñar a todos.
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La noticia Obras maestras según Blogdecine | French Cancan de Jean Renoir fue publicada originalmente en Blogdecine por Alberto Abuín.
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Es Noticia, El último rebelde - 31/05/2014 10:13:44

" Hoy cumple años Clinton Eastwood Jr. Nació un 31 de Mayo de 1930 y, obvio, cumple 84 años. Durante mucho tiempo, he tenido que soportar quizás el más evidente de los ridículos del periodismo cinematográfico en español.: del descubrimiento de Eastwood a su incontestable y totalizadora canonización. Pero esto es disculpable, entre otras cosas porque el señor Eastwood ha firmado más de una, de dos, de cinco, de seis obras maestras.
Pero no era un quejido en vano, lo prometo. Un lugar común que ha instalado en las cinéfilas y cinéfilos es la idea de que Eastwood es el último clásico. La imagen es tradicional: una estirpe legendaria, de la que el cineasta, en cuanto a representante anciano y sabio, se revela como especie única y en extinción. Nada más equivocado, nada más inepto, nada más pedante. Eastwood es, por encima de todo, el último rebelde.
Por clásico damos a entender varios conceptos erróneos. La primera es que la identidad clásica se forja en Hollywood, cosa falsa: parecido papel (¡clásico!) tienen, que sé yo, Jean Renoir, Roberto Rossellini y Luis Buñuel. Pero lo que resulta más irritante de esa etiqueta es lo tremendamente inconcreta que es: ¡qué diantres significa clásico!
¿Qué tienen que ver entre sí las poéticas de, pongamos, Howard Hawks y Delmer Daves? La visión del mundo misántropa de Hawks y sus odas al colectivo resistente frente a los espacios de individualidad en jaque, donde el grupo se devora entre sí, de Daves poco tienen que ver, más allá de un sistema de estudios. Ni siquiera hay cercanía visual.
Y a todo esto ¿de dónde desciende Eastwood? Busquemos su modernidad en dos lugares comunes esta vez acertados.: Sergio Leone y Don Siegel. Con ellos trabajó como actor, con ellos forjó su leyenda. ¿Y qué eran estos cineastas? Rebeldes. Leone trabaja con la emoción hasta su lado epifánico, barroco. Siegel, en cambio, hace un cine vivísimo, con patrones de montaje descaradamente modernistas.
Recordemos dos ejemplos heterodoxos de cada asociación: La muerte tenía un precio (Per qualche dollare piú, 1965). Rompiendo con los cánones de música y escenificación, Leone antepone la emoción a los órdenes visuales limpios, habituales. En su cine un primer plano da paso a un plano general. En su cine los ojos cobran vida. Como si fueran mitos precediendo el futuro final de la trilogía, los cazarrecompensas se despiden sabiendo que algo no ha terminado. Para Leone, la belleza surge de los pálpitos de la muerte.
Vamos con el otro maestro. Siegel. La jungla humana (Coogans Bluff, 1968), otra película olvidada que delinea el genio y la maestría de las que vendrían. El sheriff, encarnado por un Eastwood magistral y ya demostrando matices, entar en el club nocturno. El interrogatorio termina, previsiblemente, mal. Y Siegel lo expresa, además de con una gramática imaginativa (contrapicados desde la pista de baile, rectos planos secuencia para seguir al protagonista) con un montaje tenso, al límite, expresando anímicamente la furia, cada vez más desbocada, del héroe.
Lo aprendido y lo enseñado
Tenemos dos ejemplos de los maestros y parece imposible, en tan poco espacio, rendir pleitesía a una carrera tan repleta de excelencias. Pero escogeré, una vez más, una película heterodoxa. Una película como Impacto súbito (Sudden Impact, 1982). Eastwood dirige la ¡cuarta! entrega de su personaje mítico, Harry Callahan, cuya primera entrega es fruto del talento de uno de los dos maestros, Siegel.
Eastwood en esta película da una lección - única - de qué es lo que ha aprendido y lo que ha enseñado. En los momentos de tensión, la violencia dilatada, se atisba un superdotado aprendiz de Leone. La escena del café es un ejemplo perfecto de copia de ritmos y registros, también en el apartado visual.
Pero, y esto es lo más importante, para narrar la historia paralela a la venganza, la de una muchacha humillada que los aniquila, encarnada por una espléndida Sondra Locke, Eastwood recurre a Siegel. La violación inicial, en la feria, usa otro ritmo de montaje parecido al de su maestro, para expresar, en este caso, el espacio perdido y convertido en progresivo infierno, al mismo tiempo que euforia (de los atacantes) y pánico (de las víctimas).
Impacto Súbito nos da una muestra muy clara de quien es Eastwood: si se le pide una película más sobre Callahan, firma la más dura, moralmente ambigua y potente de las cuatro. Una donde el detective se humaniza, se enamora y llega a entender que puede que en la muerte existan razones, determinadas por previos climas de violencia y agresión. Por primera vez, deja escapar impune al criminal de la historia. Y su impunidad ya no es cuestionada.
Bien. Así ha sido Eastwood durante su larga y felizmente activa carrera. Cuando se le solicitan películas llenas de dureza, era capaz de entregar dramas románticos absolutamente tristes y desesperados. Cuando le pidieron más cine oscarizable, firmó cuentos de fantasmas llenos de delicadeza. Cuando parecía un estimable hacedor de westerns, prefirió narrar la desolación personal y racial de un legendario saxofonista. Cuando parecía no tener continuidad, firmó una difícil y asombrosa película sobre el cine como idea de muerte.
Y ¿ante este rebelde qué cabe pedir, qué cabe añadir? Salud, energía y si no parece demasiado irracional, felicidad. Pues la mayor lección, aprendida y ahora enseñada, ya la has venido impartiendo con éxito suficiente.
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La noticia El último rebelde fue publicada originalmente en Blogdecine por Pablo Muñoz.
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