jueves, 28 de marzo de 2013

La industria Cinematográfica y Actor Jim Carrey

Cinematográfica

Noticia, Meryl Streep, Jim Carrey y Jeremy Renner ya trabajan en nuevas películas - 02/02/2013 08:25:08 p.m.

" Cada día multitud de intérpretes firman para formar parte del reparto de nuevas películas, en algunos casos hasta para ser gran cabeza de cartel de dichos títulos. La cuestión es que con apenas horas de diferencia se confirmó que Meryl Streep, Jim Carrey y Jeremy Renner iban a liderar nuevas películas, por lo que he creído que sería más interesante para vosotros hablaros de todas al unísono en lugar de ir desglosándolas de forma individual. Vamos allá.
Empecemos por Meryl Streep, ya que su intachable reputación y una carrera marcada por los elogios críticos y una buena acogida comercial de la mayoría de sus trabajos me obligan a darle preferencia sobre Carrey y Renner. Streep tendrá que volver a mostrar sus dotes en el musical, ya que ha aceptado dar vida a la bruja de la adaptación cinematográfica de "Into The Woods". Se trata de una adaptación cinematográfica del célebre musical creado por Stephen Sondheim en 1986. Su historia gira alrededor de una bruja (Streep) que quiere dar una lección a populares personajes del imaginario infantil como Caperucit Roja, Cenicienta o Rapunzel.
La protagonista de "Memorias de África" ("Out Of Africa", Sydney Pollack, 1985) no es la única artista de peso unida al proyecto, pues ya está garantizado que Rob Marshall será el encargado de dirigirla. Marshall cuenta con sobrada experiencia en estas lides, pero los resultados son un tanto irregulares, ya que suyas son tanto "Chicago" (2002) como "Nine" (2009). También vinculados al proyecto están los nombres de Anna Kendrick, Patrick Wilson y Allison Janney, pero ninguno de ellos está confirmado oficialmente. ¿Conseguirá repetir el éxito de "Los miserables" ("Les Miserables", Tom Hooper, 2012)? Ya veremos.
Jim Carrey era una de las mayores estrellas de Hollywood hace unos años, siendo el primer actor que llegó a cobrar 20 millones de dólares por aparecer en una película. Sin embargo, su gancho comercial hace tiempo que está en franco declive, pero sigue siendo más que suficiente para que su mera presencia garantice la financiación para proyectos un tanto peculiares. Ése es el caso de "Loomis Fargo", nuevo trabajo tras las cámaras de Jared Hess que estará protagonizada por Carrey.
Hess consiguió cierta notoriedad con el estreno de su "Napoleon Dynamite" (2004), pero su carrera nunca consiguió terminar de despegar. En esta ocasión echa mano de una historia real para intentar conectar de nuevo con el público: El robo a un banco en 1997 en el que los artífices se llevaron consigo más de 17 millones de dólares, aunque una investigación del FBI permitió que se recuperara el 95% de la cantidad sustraída.
Concluyo esta ronda relámpago de fichajes con Jeremy Renner, ya que el Ojo de halcón de "Los vengadores" ("The Avengers", Joss Whedon, 2012) va a ser el encargado de interpretar a Gary Webb en "Kill The Messenger". El dato así sin más entiendo que no os dirá gran cosa, pero la cuestión es que Webb era un periodista del San Jose Mercury News que acabó suicidándose por los efectos de una campaña de difamación contra su persona por haber relacionado a la CIA con un complot para el envío de cocaína de Nicaragua al estado de California.
Detrás de "Kill The Messenger" encontramos a Michael Cuesta, experimentado realizador cuyos trabajos más populares se encuentran en la televisión, ya que ha dirigido episodios de series como "Homeland" (2011-En emisión), "A dos metros bajo tierra" (2001-2005) o "Dexter" (2006-2013). ¿Cuál de los tres proyectos que os acabo de comentar os ha llamado más la atención?
Vía | The Film Stage, Coming Soon y The Playlist
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Es Noticia, Steve Carell, una torpeza sibilina - 31/12/2011 03:33:32 p.m.

" Es quizás mi comediante favorito, no tanto porque no valore los estilos personales (e incluso a su manera autorales: sus productos no tienen un sello, una serie de convenciones, sino que desarrollan un discurso creativo a partir de un arquetipo, como ocurría con los viejos comediantes de Hollywood y también con sus estrellas), pero Steve Carell tiene algo de Cary Grant, puede parecer realmente patoso sin que nunca llegue a parecer desmedidamente idiota, y también de Tony Curtis, puede parecer realmente idiota sin que nunca deje de parecer increíblemente encantador y sin que lo segundo nos haga estar algo desnortados sobre lo primero, que no tienen, pongamos, Adam Sandler o Will Ferrell, los otros dos titanes comedia activos en Hollywood.
¡Lo sé, lo sé! Steve Carell debería haber hecho cosas mejores teniendo esos papeles. Su remake de "La cena de los idiotas" (Dinner for Schmucks, 2010) fue bastante decepcionante y no digamos ya ese "Superagente 86" (Get Smart, 2008) que debería haber consagrado dos tradiciones increíbles, la del humor absurdo y tremendo de Mel Brooks con la entonación blockbuster que toda estrella de la comedia necesita desde la aparición titánica de Jim Carrey, y terminó siendo una versión un tanto descafeinada de sus talentos.
¿Cómo descubrimos a Carell? Yo le descubrí en "El reportero: la leyenda de Ron Burgundy" (Anchorman, 2003) haciendo un secundario memorable que se preguntaba que era el amor. Yo le descubrí a carcajadas, sorprendido por su medida cómico, por su acertado temperamento, por todo lo que yo le pedía a un comediante. Además Carell llegaba a tiempo, para contrastar con el histrionismo maravilloso de Ferrell, con hacer de la microgestualidad una fuente eterna de carcajada. Un año después repetiría como comparsa de Ferrell en un papel breve en "Melinda y Melinda" (id, 2004) y sería "Virgen a los 40" (The 40-year old virgin, 2004), haciendo de Appatow una de las voces centrales de la nueva comedia norteamericana.
Carell, sin embargo, pronto encontró los problemas sencillos de todo estrellato rutilante en un Hollywood que atiende muy poco a grandes matices actorales, sí a obligaciones convencionales y mucho a condiciones preestablecidas. Imitando con descaro la impavidez marca Wes Anderson (en concreto, cierto personaje de Luke Wilson en cierta película sobre hermanos), se marcó un gran secundario mimético en "Pequeña Miss Sunshine" (Little Miss Sunshine, 2006) y tuvo que afrontar el reto de sustituir a Jim Carrey en "Sigo Como Dios" (Evan Almighty, 2007), secuela de una película en la que él ya había tenido un pequeño papel.
Alarmado, descubrí que Carell había tomado una decisión incluso más suicida: sustituir al inmenso Ricky Gervais en la versión americana de "The Office" (2005-), interpretando el papel de Michael Scott durante seis años. El resultado fue sorprendente, al menos desde un punto de vista más o menos heterodoxo: aunque la película convertía en sentimentalismo lo que en la serie de Gervais era observación árida y desnortada, en gran medida gracias al amable personaje de Jim (John Krasinski), el Michael Scott de Carell era junto al Dwight de Rainn Wilson todo lo que valía la pena de la serie. Scott era un Carell en su máximo repertorio de fracasos vitales, poniendo su arquetipo al fondo del abismo, pero sin que perdiera un ápice encantador. Todo el amor de Gervais, cierto, se evapora en gran medida, pero la comicidad sutil y brillante de Carell se consagró.
Su carrera cinematográfica encontró un gran alivio animado con "Gru, mi villano favorito" (Despicable Me, 2010) y un registro de dramedia, en la irregular "Como la vida misma" (Dan in the real life, 2007) que encontró, al fin, una promesa satisfactoria en "Crazy, Stupid Love" (id, 2011), seguramente la mejor comedia romántica-a-gran-escala que ha planeado Hollywood en los últimos años. Demostrando su viveza y sus registros junto a Julianne Moore y Ryan Gosling, con ambos tiene una comicidad escénica admirable, Carell había limado y engrandecido un registro que dominaba pero cuyas películas le dejaban a él en una posición menor al resultado global. Si contamos con que "Date Night" (id, 2010) logró que el blockbuster y él lograran un resultado aceptable y que demostrara lo sencillo que es que Tina Fey y su carisma puedan levantar una propuesta más bien mediocre hasta hacerla muy agradable, tenemos lo que nos temíamos: Carell es un torpe maravilloso y su arquetipo empieza a dar frutos cada vez mejores.
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Información: Críticas a la carta | El show de Truman de Peter Weir - 25/11/2011 04:32:10 a.m.

" Cuando echamos la vista atrás y vemos que la Academia de Hollywood premió como mejor película de 1998 a "Shakespeare enamorado" ("Shakespeare in Love", John Madden, 1998) nos entristecemos un poco al pensar que fue el año de películas como "Salvar al soldado Ryan" ("Saving Private Ryan", Steven Spielberg) una obra maestra más de su director, "La delgada línea roja" ("The Thin Red Line", Terrence Malick) una gran obra que gana con el paso del tiempo, "Un plan sencillo" ("A Simple Plan", Sam Raimi) gran film noir que supone la cima de su director, y cómo no, "El show de Truman", ("The Truman Show", Peter Weir), film que en cierto modo profetizaba sobre el poder de los reality shows, que se erigía como una de las mejores cintas de su estimable realizador, amén de ofrecer uno de los mejores papeles de Jim Carrey, hasta aquel entonces enfrascado en un buen número de personajes llenos de tics y muecas.
Que las película mereció más nominaciones sólo consiguió las de mejor director, mejor actor secundario y mejor guión es algo que ya se sabía entonces y que el paso del tiempo ha ido confirmando. Recientemente en la sección Respuestas, uno de nuestros lectores, el avispado luisss, fue aplaudido al resumirla con una sola palabra: vida. Pocas veces debo estar yo de acuerdo con un lector, pero es una palabra que la define a la perfección. "El show de Truman" es, a las puertas del 2012, mucho más actual y revolucionaria de lo que fue en el momento de su estreno. Un canto a la vida y una crítica sin cuartel al poder de la televisión y la lucha por las audiencias, pero sobre todo un retrato del ser humano con todo lo bueno y lo malo que tenemos, que es mucho.
El concepto de "Gran hermano", tan conocido en nuestro país gracias a un penoso programa de televisión que, temporada tras temporada, ha ido lobotomizando a los espectadores tontos, proviene de la famosa novela de George Orwell "1984", publicada en 1949, y que posee dos adaptaciones cinematográficas, "1984" (id, Michael Anderson, 1956) y "1984" ("Nineteen Eighty-Four", Michael Rsdford, 1984). Dicho concepto no se utiliza en la película pero su influencia está más que clara. No obstante, la idea de una vida de ficción paralela a la real tampoco es original en realidad ¿qué es original y qué no?; hay precedentes en la serie de televisión "Twilight Zone" y en alguna que otra novela de Philip K. Dick aún sueño con una adaptación de "Time Out of Joint", cuya premisa argumental es simple y llanamente impresionante. Andrew Niccol recupera la idea base para su libreto, y la premisa que propone aterra por su verosimilitud. Una empresa adopta un bebé al que convertirá en el protagonista del reality show más exitoso de la historia, todo un mundo creado para él, siendo totalmente inconsciente de que vive una farsa.
Considero un gran acierto en el libreto de Niccol el hecho de que el espectador sepa enseguida que Truman vive en un enorme plató tanto que puede apreciarse desde el espacio exterior al igual que la muralla china, y no juegue al suspense presentándonos ese detalle al final como si de uno de esos giros dramáticos de guión se tratase. A cambio se opta por descubrir la terrible verdad al poco de su inicio no obstante, ese foco que cae del cielo, y la angulación de la cámara, simulando monitores, son suficientes pistas al respecto, e impactar en el espectador simplemente con la premisa, que por sí sola ya resulta aterradora y capta nuestro interés. El film critica la curiosidad humana, el vouyeur que todos llevamos dentro, y ahí estamos frente a la pantalla, interesándonos por la vida de un pobre desgraciado al que no se le ha dado la oportunidad de elegir. Hay que alabar el trabajo de síntesis realizado en el guión, pues hablamos de una película que dura poco más de hora y media, y aúna en poco tiempo mucha información hábilmente dosificada.
Y es un acierto esa opción de la supresión del suspense porque resulta prácticamente absurdo. La vida de Truman no tiene nada de especial, y me refiero a la vida ficticia que vive desde su nacimiento. Weir y Niccol ya logran que nos involucremos en la historia porque reconocemos nuestro lado vouyeur, y porque en el fondo deseamos que Truman consiga su objetivo, salir de esa mierda de mundo dicho sea de paso que sirve como alegoría de un mundo ideal, aunque controlado por un ser superior, un dios muy particular, llamado Christof y por ende alcanzar el amor, representado en el personaje al que da vida una encantadora Natascha McElhone. Es ése el único y poderoso punto de inflexión en la historia, y que en cierto modo habla de la propia naturaleza del ser humano al creer en algo más que lo que vemos, a aspirar a algo mejor y por coherencia a luchar por nuestros sueños, sean posibles o no. Cualquiera de nosotros puede ser Truman, nos identificamos con él y no necesitamos protagonizar un reality show para ello. Sus miedos y temores son los mismos que los nuestros y la falsedad del mundo que le rodea es la nuestra propia, el querer disfrutar con los placeres y sufrimiento de los demás, olvidándonos de lo principal: disfrutar y sufrir por nosotros mismos. De sentir.
Por primera vez en la carrera de Jim Carrey, su histrionismo le queda a la perfección. Su actuación va acorde con todo el mundo en el que vive y en el que prácticamente es un producto más de marketing. La evolución de su personaje queda perfectamente captada en una interpretación llena de matices en la que el actor demuestra que es mucho mejor de lo que nos había hecho creer con sus papeles de payaso. Atención a la forma de saludar todas las mañanas a sus vecinos, la misma que usa al final con reverencia incluida y de connotaciones muy diferentes. Pocas veces se nos ha erizado la piel como el momento de la libertad de Truman, porque representa la nuestra propia. Por el camino queda un personaje odioso a cargo de una excelente, como siempre, Laura Linney, una arrebatadora música de Burkhard von Dallwitz y Philip Glass, y un Ed Harris glorioso. Todos al servicio de una puesta en escena de Peter Weir a base de planos que encierran a sus personajes en perfecta consonancia con lo que se cuenta. La liberación de Truman se produce fuera de campo, cuando la película ha terminado y el controlable espectador busca otro canal. No es difícil imaginar que Truman se encontrará con el amor de su vida. Y habrá sido su elección, porque el amor es, como la vida, una cuestión de voluntad.
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