Que opina usted? Parker, Statham a medio gas - 13/03/2013 12:52:02
" Directa, o indirectamente, la influencia de Donald Westlake y su Parker en el cine ha sido notable desde que el escritor, a través de su alias Richard Stark creara al personaje en 1962 en "El cazador", espléndida novela que conoció una primera adaptación en "A quemarropa" ("Point blank", 1967) por parte de John Boorman con Lee Marvin como Parker tan sólo cinco años después de su publicación y que volvería a ser llevada a la gran pantalla por Brian Helgeland en la estupenda "Payback" (id, 1997), cuya crítica por parte de nuestro compañero Alberto podéis encontrar aquí.Siendo la primera el epítome de lo que el personaje ha dado de sí en el séptimo arte sin que ello sirva para desmerecer a la segunda, con un Mel Gibson magnífico haciendo de ese bastardo frío y calculador que es Porter/Parker, y encontrando hoy por hoy las tres novelas gráficas de Darwyn Cooke publicadas por Astiberri como las mejores adaptaciones que se hayan hecho en cualquier disciplina de los trabajos de Stark tres obras maestras de obligada lectura, hacedme caso , este "Parker" (id, Taylor Hackford, 2013) que nos llega ahora de manos de Jason Statham se postulaba a priori como una oportunidad más de ver al actor repartiendo mamporros, pero ha terminado ofreciéndonos un irregularísimo y anodino filme situado en el lado opuesto del espectro tanto de "A quemarropa" como de "Payback".
Motivos para afirmarlo los encontramos a manos llenas ya desde el robo que sirve como prólogo a la cinta, y los máximos responsables de que "Parker" sea un espectáculo frío desprovisto de garra y sentido del ritmo son, a partes iguales, Taylor Hackford y John J. McLaughlin, realizador y guionista respectivamente. El primero firma una labor tras el objetivo que entronca a la perfección con su ecléctica y mediocre trayectoria, una en la que ha habido cabida para títulos tan dispares como "Oficial y caballero" ("An officer and a gentleman", 1982), "Eclipse total" ("Dolores Claiborne", 1995), "Pactar con el diablo" ("The devil"s advocate", 1997) o "Ray" (id, 2004). Con tamaña mezcolanza de géneros en su haber, Hackford no se perfilaba como el cineasta más adecuado para acometer el rodaje de una cinta que carece de brío, efectividad, intensidad y, en términos generales, de carisma, antes bien, parece en muchas ocasiones que el realizador no está más interesado en lo que filma que en rodar la vida sexual del escarabajo pelotero, y ni siquiera las contadísimas secuencias de acción consiguen levantar el decaído ánimo del espectador.
A ello tampoco ayuda como decía, la labor de McLaughlin. El firmante de libretos tan interesantes como los de "Cisne negro" ("Black swan", Darren Aronofsky, 2010), "Hitchock" (id, 2012) o algunos capítulos de la magnífica e incompleta "Carnivale" una de las mejores series que ha salido del seno de la HBO se dedica aquí a enhebrar un primer acto que extrae del material original de Stark aquello que le viene en gana para que el conjunto no huela demasiado a lo que ya habíamos podido ver en los filmes de Boorman o Helgeland pero, irónicamente, uno no puede parar de detectar las muchas semejanzas con aquellos y comparar la gran diferencia que se establece entre la desgana que aquí trasluce y la intensidad que desprendían sus antecesoras.
Aun así, los problemas del guión no han hecho más que empezar, y una vez trascendido el punto de inflexión que provoca en Parker las ansias de venganza, el libreto manda a paseo cualquier posible parecido tanto con la novela como con las anteriores producciones para, en un alarde de estulticia supina, dedicarse a errores tales como inventarse al personaje de Jennifer Lopez, desviar la atención sobre el que debería haber sido el protagonismo absoluto de Statham y tratar de convertir a Parker en una suerte de Robin Hood al que le interesa algo más que sobrevivir a toda costa y recuperar el dinero que es suyo. Al dibujar de forma tan lamentable a un anti-héroe tan prototípico como el que creaba Stark en sus novelas y querer suavizarlo, McLaughlin consigue lo que ni Boorman ni Helgeland habían alcanzado tratando al protagonista como se merecía, que Parker nos resulte un personaje tan poco atractivo como la trama que lo rodea y que su destino nos importe poco más que un pimiento.
Y aunque Statham trata de compensar como puede el entuerto en el que se mete el guionista, la cara de palo del actor y su imponente presencia física nada tienen que hacer ante la endeblez del personaje que se ve obligado a interpretar, quedando su Parker como una pálida sombra de aquel que encarnaran Marvin o Gibson. Eso sí, comparado con sus compañeros de reparto, el trabajo de Statham es, al menos, encomiable, porque el de JLo, Michael Chiklis o Nick Nolte raya en el más absoluto de los ridículos.
No es que acudiera al cine auto-engañándome y fuera creyendo que iba a ver la cinta definitiva sobre Parker para eso ya está "A quemarropa" o, según el propio Westlake, "La organización criminal" ("The outfit", John Flynn, 1973) pero sí esperaba un filme que, al menos, consiguiera hacerme pasar el rato y ofreciera, a la mínima de cambio, a Statham repartiendo palos a diestro y siniestro. Huelga decir que el británico no reparte hostias de forma tan recurrente como habría sido deseable, y aun más que las dos interminables horas de metraje suponen un entretenimiento tan anodino como olvidable.
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Información: Cine en el salón. Arma letal 2, la acción en los 80 - 11/03/2013 8:47:01
" Hemos vuelto, somos malos, yo estoy loco y tú eres negroEs de suponer que a muchos de aquellos que no crecisteis durante los años 80 os cueste entender la fascinación que aquellos que sí lo hicimos tenemos hacia cierto tipo de cine del que se estrenó en tan fundamental década. Una comprensión que se hace aún más complicada si para colmo, como es el caso de "Arma letal 2" ("Lethal weapon 2", Richard Donner, 1989) se trata de un cine de acción cuyas fórmulas podrían parecer más que anticuadas para los que han "mamado" la forma de rodar y montar secuencias de Michael Bay desde que eran unos enanos. Dejadme deciros que, en lo que a servidor respecta, no hay punto de comparación entre una y otra y que, donde se pongan a esos dos realizadores llamados Richard Donner y John McTiernan que se quiten todos los Bay y allegados que puedan seguir apareciendo como moscas.
Y para muestra de ello, la secuencia inicial de esta segunda entrega de la franquicia producida por Joel Silver el mismo que después revolucionaría la industria de mano de los Wachowski y su "Matrix" (id, Larry & Andy Wachowski, 1999) : un grito de auténtico zumbado por parte de Mel Gibson da paso a una persecución en coche por las calles de Los Ángeles en la que la claridad narrativa se antepone a cualquier recurso estilístico. Donner siempre supo cómo y dónde colocar la cámara y, por supuesto, qué hacer con el material que tenía una vez pasaba con él a la mesa de montaje y el hecho de que en una persecución uno no se pierda y termine preguntándose quién diantres es el perseguido, quien el que persigue y a dónde narices va a parar todo esto y me estoy acordando ahora mismo de cualquiera de las escenas de Transformers o de la deleznable secuencia en Moscú de "La jungla: un buen día para morir" ("A good day to die hard", John Moore, 2013).
Ahora bien, estoy seguro que habrá muchos que podrían argumentar que por conseguir esa claridad en la exposición de los hechos las secuencias de acción que Donner pone en pie en "Arma letal 2" carecen de la espectacularidad y el endiablado ritmo del que sí hacen gala las secuencias de Bay y si no nombro a Greengrass, otro experto en meter más de un plano por segundo, es porque el británico si tiene muy claro lo que es la claridad en la narración. Nada más lejos de la realidad. Si alguien ve la citada secuencia inicial o cualquiera de las otras muchas que tiene la cinta el asalto a la caravana de Ricks, el derrumbe la casa de los pilares, el showdown y no se queda clavado al sofá es que tiene "horchata en las venas".
Factor tanto o más importante que la espléndida dirección de Donner a la hora de guardar en tan buena estima a las dos primeras entregas de "Arma letal" la tercera y cuarta son producciones bastante olvidables es, sin duda alguna, la genial química que desde el primer plano compartido de la primera parte el realizador de "Superman" (id, 1978) o "Los Goonies" ("The Goonies", 1985) supo crear entre sus dos protagonistas: Mel Gibson y Danny Glover. Imitando la fórmula que Walter Hill había puesto en pie con "Límite 48 horas" ("48 hours", 1982), pero a mi parecer extrayendo mejores resultados que los que éste obtenía de la combinación de Eddie Murphy y Nick Nolte, Donner consigue que la pareja de actores se conviertan en el epítome de las buddy movies, logrando que la desmedida locura y desenfreno de Riggs, el policía encarnado a la perfección por Mel Gibson, quede equilibrada de forma precisa por el comedimiento y el contrapunto cómico que ofrece de manera natural Danny Glover como Murtaugh.
Complementados en este caso por un Joe Pesci genial en su vis cómica más absurda, por un villano espléndidamente encarnado por el inquietante Joss Ackland, y por una rubia Patsy Kensit que sirve como mera comparsa de la función nada que ver con la sexualidad que después explotaría en la hipnótica "Beltenebros" (id, 1993, Pilar Miró), nada sería lo mismo en "Arma letal 2" si el guión firmado por Jeffrey Boam, autor de los libretos de "Indiana Jones y la última cruzada" ("Indiana Jones and the last crusade", Steven Spielberg, 1989) o "El chip prodigioso" ("Innerspace", Joe Dante, 1987), no cumpliera a las mil maravillas su función de entretener de principio a fin y de servir como perfecto vehículo continuista de la labor que Shane Black iniciara con la anterior entrega, dotando a sus dos protagonistas de algo más de trasfondo y equilibrando de forma soberbia comedia, acción, drama e intriga.
Con el mismo sonido urbano que Michael Kamen y Eric Clapton ya compusieran para la primera parte, "Arma letal 2" es un filme por el que casi no ha pasado el tiempo: es cierto que al verlo uno adivina sin dudas en qué década se rodó esos estilismos pero pasando por alto ese insignificante detalle, y otros como las formas de investigación de unos años en los que todavía no había móviles ni superordenadores de bolsillo, no resulta menos certero que la cinta de Richard Donner es un todo clásico en su género.
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