sábado, 18 de mayo de 2013

Hay más cine ahí fuera (15-21 abril) y el salón. Delta force, estrambótico dos por uno

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Noticia, Hay más cine ahí fuera (15-21 abril) - 21/04/2013 13:29:22

" El tiempo pasa volando y ya vuelve a ser domingo, ese día de la semana en el que desde Blogdecine os proponemos una serie de artículos que hemos encontrado a lo largo de la blogosfera que, por un aspecto u otro, complementan el exhaustivo trabajo que los editores de esta página hacemos a diario para teneros informados sobre el mundo del cine. En la selección de esta semana hay espacio para una reflexión sobre los blockbusters, un merecido reconocimiento a uno de los mejores actores secundarios de Hollywood de las últimas décadas y muchas más cosas que os invito a descubrir.
"The Amazing Spider-Man" es una película que Sony hizo básicamente para que los derechos cinematográficos del personaje no volvieran a Marvel, pero la jugada les salió bien y ésta se convirtió en un notable éxito de taquilla. La secuela ya está rodándose y en De fan a fan nos ponen solución a una de las grandes dudas: El look de Jamie Foxx como Electro, uno de sus más longevos archienemigos.
No tengo problemas en reconocer que el boxeo en sí mismo no me interesa lo más mínimo, pero el séptimo arte ha ofrecido cintas apasionantes ambientadas en ese mundillo. En Domingo de cine nos proponen un repaso a los motivos por los que ese deporte tiene tantísimo potencial cinematográfico.
Son muchos los actores que a lo largo de la historia del cine han quedado marcados por su eficacia a la hora de dar vida a personajes secundarios en casi todas las películas en las que han aparecido, aunque luego también hayan destacado con algún rol principal. El caso de Bill Paxton se ajusta a la perfección a esa descripción y mi compañero Alberto ha querido hacerle justicia en 1001 experiencias.
Muchas veces tendemos a simplificar sobremanera a la hora de hablar de los blockbusters, ya que se suelen aglutinar a todos ellos como un único ente cuando las diferencias entre ellos pueden ser perfectamente equiparables al día y la noche. En Miradas de cine han iniciado un exhaustivo repaso a este hecho que se extenderá a lo largo de varios artículos, siendo los blockbusters de Disney el punto de partida.
Aún reciente está la noticia del fallecimiento de Jesús Franco, un cineasta único que no necesariamente bueno en la historia del cine español. El propio Franco calificó a "Drácula 0.9" (id, Emilio Schargorodsky, 2012) como la mejor película que se había hecho en nuestro país en muchos años. En La abadía de Berzano encontraréis una extensa entrevista a Emilio Schargorodsky, director de la película y colaborador de Franco en muchos de sus últimos trabajos.
Os recuerdo que podéis hacernos llegar vuestras sugerencias para ser incluidas en esta sección a través del siguiente formulario de contacto. Nos vemos por aquí el próximo domingo.

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Es Noticia, Cine en el salón. Delta force, estrambótico dos por uno - 08/04/2013 2:45:37

" Albergaba muy pocas dudas al respecto de que este paseo sin rumbo fijo que estoy haciendo por el cine de los ochenta me terminaría llevando a arribar a las costas de la Cannon. De hecho, en una inmensa lista de películas que me hice cuando se me ocurrió la idea de abrir esta "Nostalgia ochentera" figuraban cuatro producciones de los infames Menahem Golan y Yoran Globus. Lo que de ninguna manera tenía previsto era que el repaso a las cintas de la productora pasara por aceptar el reto lanzado por uno de nuestros lectores, y se tradujera en comenzar este mini-recorrido por seis de sus filmes revisionando "Delta force" ("The delta force", Menahem Golan, 1986), un filme que ha resistido horriblemente mal el paso del tiempo y que se hace fuerte en lo de "es tan mala que es buena" que el otro día aplicábamos a "G.I.Joe: la venganza" ("G.I.Joe: retaliation", Jon Chu, 2013). Pero no nos adelantemos.
Antes de continuar, vayan por delante mis más sinceros agradecimientos a mi antiguo y gran amigo Paco Fox por las acotaciones que ha tenido a bien compartir sobre todas las películas que voy a repasar.
Un poco de historia, muy poca, antes de entrar en materia
Tras haber cosechado cierto éxito en su Israel natal con películas de las que hoy no se acuerda nadie, Menahem Golan y Yoram Globus se preparaban para dar el salto a Hollywood, empujados por el reconocimiento que la Academia americana había tenido a bien concederle con la nominación a la Mejor Película de Habla no Inglesa por "Operación relámpago" ("Mivtsa Yonatan", Menahem Golan, 1977), filme que Golan había dirigido y escrito basándose en el secuestro de un avión de Air France por parte del Frente de Liberación Popular Palestino en 1976 y que dió lugar a la Operación Entebbe, nombre este último del aeropuerto ugandés donde aterrizó el aeroplano sobre dicha operación rodó Irvin Keshner una pasable tv-movie que contaba con Charles Bronson, Peter Finch y Yaphett Koto entre sus intérpretes.
Alentados, como decía, por el inusitado éxito de su filme una cinta poco menos que olvidable aunque sea de lo más digerible de la filmografía de productores los primos adquirieron una pequeña distribuidora que sería el primer paso para que Menahem realizara su sueño de levantar su propio gran estudio de cine. Un sueño que, arropado en el notorio mal gusto del que ambos hacían gala y no lo digo yo, lo dice un antiguo empleado en una jugosa entrevista que podéis encontrar aquí, los llevaría a producir sin ton ni son cerca de ¡100 películas! entre 1979 y 1990, ganándose el merecido apodo de los "Go-Go-Boys" que le puso la prensa norteamericana por su propensión a dar luz verde a TODO aquello que pasara por sus manos.
1984: Cannon meets Norris
En 1983 Golan y Globus tenían un encuentro de esos que marcarían a conciencia el devenir de sus decisiones como compañía, produciendo la primera de las varias cintas de acción que protagonizaría el hierático Charles Bronson. Con "Al filo de la medianoche" ("10 to midnight", J.Lee Thompson, 1983) como primera entrega de las cinco cintas que el actor llegaría a protagonizar para la Cannon, a ese "histórico" momento le "debemos" también el definitivo descenso a los infiernos de J.Lee Thompson, el cineasta responsable, entre otras, de las magníficas "Los cañones de Navarone" ("Guns of Navarone", 1961) y "El cabo del terror" ("Cape fear", 1962), que terminaría hundiéndose en la miseria ejemplificada en los infumables filmes de justicieros de Bronson o en esperpentos como "Las minas del rey Salomón" ("King Solomon"s mines", 1985).
Y si importante había sido para la pareja de israelitas conocer a Charles Bronson, igual o mayor relevancia supondría darse de bruces con cierto karateka de barba pelirroja que elevaría el cine de acción de la década a inesperadas cotas de patadas giratorias: Chuck Norris ya era famosete en el mundo del cine desde aquél combate en el Coliseo de Roma que lo enfrentara a Bruce Lee en la escena final de "El furor del dragón" ("Meng long guojiang", Bruce Lee, 1972), pero sería su intervención en las dos entregas de "Desaparecido en combate" ("Missing in action", Joseph Zito, 1983) lo que terminaría convirtiéndolo en leyenda viva cualquiera se lo discute a este buen señor del cine de género.
Sería tras las dos citadas entregas de aquellos horrendos títulos y después de "Invasión U.S.A" (id, Joseph Zito, 1985), filmes todos de una ideología con cierta tendencia a situarse a la derecha del Tea Party, que llegaría el ansiado momento de Menahem Golan de demostrar que su visión cinematográfica era capaz de convertir un filme de acción en verdadero arte, aunque para ello tuviera que renunciar a sus pretensiones de llegar a hacerse con la ansiada Palma de Oro de Cannes que tanto persiguió (sic). Era la hora de "Delta force" notése, por favor, la ironía de las dos frases anteriores.
Un cóctel…¡¡¡explosivo!!!
"Delta force", que recibe su nombre del grupo real de operaciones especiales antiterroristas del ejército norteamericano, nace originalmente como un remake de "Operación relámpago" por voluntad expresa de un Golan que quería acercarse de nuevo a la historia de la operación Entebbe, suavizando el politizado mensaje que la cinta original acarreaba recordemos aquí que Menahem se apellidaba en realidad Globus y que, nacionalista israelí profeso, cambió su apellido por el de Golan para hacer honor a las dos victorias del ejército de su país en los Altos del Golán sobre las fuerzas sirias tanto en la Guerra de los Seis Días (1967) como en la de Yom Kipur (1973).
Para conseguirlo, Golan mezcló sin pudor alguno su gusto desmesurado por el tipo de cine que representaban "Aeropuerto" ("Airport", George Seaton, 1970) y sus secuelas, con los nuevos modos del género de acción de la década de los ochenta que para 1986 ya estaban plenamente asentados: sólo a través de tan ecléctica mezcla puede explicarse ese dos por uno al que hago referencia en el título de esta entrada. Con un arranque que muestra el final de la operación Eagle Claw un fiasco mediante el que la administración de Jimmy Carter quiso poner fin a la crisis de los rehenes de la embajada americana en Teherán, la misma crisis con la que arranca "Argo" (id, Ben Affleck, 2012), aunque el que así sea no se nos explique en ningún momento, "Delta force" se estructura en dos partes bien diferenciadas.
La primera, que ocupa algo más de una hora de metraje, es la que muestra el secuestro de un avión de la ficticia compañía aerea ATW, anagrama de la TWA, por parte de dos terroristas libaneses, dividendo Golan su discurso narrativo entre la creciente tensión a bordo del avión y el operativo que comienza a montarse en Estados Unidos para rescatar a los pasajeros. Este primer tramo de la cinta, basado directamente en el secuestro del vuelo 847 de la TWA de 1985, resulta bastante correcto y si pasamos por alto el descaro de alguna elipsis y lo risible de ciertas interpretaciones ya sean de actrices de la talla de Hanna Schygulla, ya de néofitos como el David Menachem que interpreta, es un decir, a uno de los dos terroristas, es fácil calificarlo como lo mejorcito que se rodó en la Cannon en toda su existencia.
Pero, ¡ay!, es tocar tierra el avión y pasar la cinta de thriller a desenfreno de acción e irse a tomar viento fresco toda la credibilidad del filme. Tomando aquí el guión las referencias reales de la citada operación Entebbe, es en la eterna segunda parte del filme donde asistimos a toda la pirotecnia descontrolada que la contención de la primera hora había evitado mostrar. Con el "todo vale" por bandera, a Golan se le va completamente de las manos el espectáculo de cinco pistas que intenta orquestar, y a cada minuto de proyección, la faceta "seria" de la producción deja paso cada vez más al absurdo humor derivado de las mil y una explosiones sin sentido, de las persecuciones carentes de lógica y de lo imposible que, en sí mismo, es ese héroe a prueba de balas interpretado, si me permitís la licencia, por Chuck Norris.
Con nuestro barbudo pegando tiros a todo bicho viviente, dando una única patada ¡lástima! y acabando con lo que se le pone por delante con su motocicleta ultraequipada, "Delta force" se va al garete irremisiblemente conforme se acerca su conclusión. Atrás quedan 128 minutos de metraje a los que una tijera y una buena mesa de edición les habrían sentado espléndidamente por los que se han paseado caras tan conocidas como las del ultra bronceado Robert Foster, bastante convincente como el otro terrorista libanés, o el ajado Lee Marvin en la que sería su última intervención en la gran pantalla, y en los que hemos tenido que soportar una y otra vez la machacona melodía que un Alan Silvestri en horas bajas compondría en los mismos modos sintéticos que ya le habíamos escuchado en "El vuelo del navegante" ("Flight of the navigator", Randal Kleiser, 1985) un año antes.
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Interesante, James Cameron: Terminator, el hombre y la máquina - 03/04/2013 0:12:55

" Tras la debacle personal que le había supuesto "Piraña 2. Los vampiros del mar" ("Piranha 2. The spawning", James Cameron, 1981), un filme que, con el paso de los años, el cineasta ha descrito como "la mejor película de pirañas voladoras que se haya rodado"; James Cameron se encontraba en un momento determinante de su ínfima trayectoria como cineasta: podía dejarse llevar por la nefasta impresión que el rodaje de "Piraña" le había dejado o ignorar la experiencia y seguir insistiendo en llegar a ser un nombre en la industria cinematográfica. La respuesta a tal diatriba le llegaría, como a Stephen King las ideas para sus libros, en una pesadilla.
Antecedentes: por envidia a "Star Wars"
22 años. Camionero, escritor de historias de ciencia ficción y aficionado a pintar miniaturas. En 1977 ese era el currículo de James Cameron. Una trayectoria que cambiaría radicalmente cuando el futuro cineasta viera con ojos envidiosos el éxito que acompañó a George Lucas con el estreno de "La guerra de las galaxias" ("Star wars", 1977), un filme que Cameron sintió que él podía haber firmado. Con gran resolución, estudio de forma obsesiva la forma en que Lucas y su equipo habían rodado los efectos visuales del filme, practicando en su salón con múltiples ideas y acudiendo de forma recurrente a la Universidad del Sur de California para aprender más sobre las técnicas de los trucajes.
Obsesionado con poder aunar ciencia y arte, Cameron unió esfuerzos con Randall Frakes y, consiguiendo 20.000 dólares de financiación de diversos dentistas locales (sic), ambos escribieron y rodaron "Xenogénesis" un corto de 11 minutos en el que se apuntalan de forma temprana algunas de las obsesiones que, tanto en términos argumentales como visuales, acompañarán siempre al cineasta canadiense y en el que eran muy evidentes ciertas deudas hacia los abismos de la Estrella de la Muerte de la saga galáctica. En el primer aspecto, el prólogo del corto deja claro, tanto por el carácter de las ilustraciones que le acompañan, como por la voz en off que lo introduce, la fijación de Cameron por la pugna entre hombre y máquina que tantas veces ha puesto de relieve de muy diferentes modos en todos sus filmes a excepción hecha de "Mentiras arriesgadas" ("True lies", 1994).

En el segundo, vemos en los diseños de "Xenogénesis" las semillas que después germinarán, de una parte, en los robots-tanque que aplastan cráneos humanos en el prólogo de "Terminator" ("The terminator", 1984) y, de la otra, el exoesqueleto que tanto protagonismo adquirirá en los finales de "Aliens, el regreso" ("Aliens", 1986) y "Avatar" (id, 2009). Como curiosidad acerca del corto valga traer a colación que, si bien la música del mismo está acreditada a Bernard Herrmann utilizando Cameron y Frakes fragmentos de "Jasón y los argonautas" ("Jason and the argonauts", Don Chaffey, 1963) el tema que se escucha al comienzo no es del habitual colaborador de Hitchcock sino de Jerry Goldsmith, correspondiendo esos primeros compases electrónicos al score de "La fuga de Logan" ("Logan"s run", Michael Anderson, 1976) una cinta que guarda ciertas concomitancias con el distópico futuro que el cineasta terminará imaginando para "Terminator".
Sirviéndole el corto para ser captado por Roger Corman y entrar a trabajar en sus estudios primero como constructor de miniaturas, después como diseñador, director o productor artístico en cintas tan diversas como "Los siete magníficos del espacio" ("Battle beyond the stars", Jimmy T. Murakami, 1980), la mítica "1997: rescate en Nueva York" ("Escape from New York", John Carpenter, 1981) o la infumable "La galaxia del terror" ("Galaxy of terror", Bruce D. Clark, 1981); sería todavía de la mano de Corman que Cameron se encontraría temporalmente en la silla de director de "Piraña 2" y cómo, en una noche en Roma durante la presentación de la cinta, le llegaría en un febril sueño la imagen de un torso metálico armado con cuchillos de cocina que se arrastraba de una explosión. Poco podía imaginar que al plasmar en una historia dicha pesadilla, Cameron cambiaría su vida para siempre.
Asesino cibernético
Con la clara idea de rodar la "película definitiva sobre robots", Cameron volvía a California y, alojándose en el sofá de su amigo Frakes autor de la posterior novelización de "Terminator" el realizador escribiría el guión de una cinta cuyos derechos vendió por un dólar a la productora Gale Anne Hurd con la garantía de que sería él y no otro el que terminaría haciéndose cargo de la dirección. Tras aceptar la desaparecida Orion Pictures distribuir el filme siempre y cuando Cameron y Hurd fueran capaces de encontrar financiación, sería Hemdale junto con Orion y HBO la que aceptaría cubrir unos costes que, inicialmente previstos en 4 millones de dólares, terminarían alcanzando los 6,5 millones.
Como es de esperar, fueron mil y un detalles y anécdotas los que rodearon tanto a la pre-producción, con un Arnold Schwarzenegger inicialmente ligado al papel de Reesey O.J.Simpson como la letal máquina o la temprana decisión de Cameron y Stan Winston de no hacer que el robot fuera un "simple tío con un traje"; como los que tuvieron lugar durante el rodaje, marcado inicialmente por los nueve meses de parón para permitir que Arnie rodara la olvidable "Conan el destructor" ("Conan the destroyer", Richard Fleischer, 1984) un tiempo que Cameron aprovechó para refinar ciertas partes del guión de "Terminator" y aceptar el encargo de escribir el de "Rambo" ("Rambo: first blood II", George Pan Cosmatos, 1985), en última instancia radicalmente alterado por Stallone y el deseo de Cameron de rodar cuántas más escenas de noche mejor, algo que le ocasionó no pocos quebraderos de cabeza al productor; pero prefiero no cansar con datos fácilmente encontrables en la red para aprovechar este espacio y abundar en apreciaciones personales sobre la que siempre he considerado como una de las incursiones más importantes que el séptimo arte ha hecho en el reino de la ciencia-ficción.
Decía anteriormente que "Xenogénesis" mostraba de forma temprana algunas de las obsesiones temáticas en las que Cameron ha incidido una y otra vez a lo largo de su carrera. Retomando como eje principal de la narración el conflicto entre la humanidad y la tecnología, el cineasta rodea el núcleo de "Terminator" de otros dos factores que serán constante posterior en su filmografía: una protagonista de fuerte carácter y una sub-trama amorosa de gran incidencia en el transcurso del relato. Y es ahí, en la fortaleza de los personajes de Sarah Connor y Kyle Reese, en la extraordinaria química que se forja entre Linda Hamilton y Michael Biehn, y las reverberaciones épicas que la relación de ambos traerá para con la mitología del universo "Terminator" donde encontramos el primer pilar incuestionable sobre el que se sustenta la grandeza de esta producción.
Sabiendo que en la implicación del público y la empatía con los personajes descansa mucho del éxito de la cinta, Cameron no nos presenta a Sarah y a Kyle como los incombustibles "guerreros" que terminarán haciendo lo que sea por sobrevivir al constante asedio de la máquina, antes bien, el cineasta nos introduce al personaje encarnado por Hamilton como una joven despreocupada a la que le gusta pasárselo bien y que vive ajena a lo que el futuro le tiene deparado. Por su parte, la desnudez con la que Reese llega al tiempo presente de la acción puede ser leída como el evidente afán de engaño por parte de Cameron para que no se sepa quién es el que quiere matar a Sarah a fin de cuentas, tanto él como Arnie llegan sin ropas al presente, aunque también admite interpretaciones algo más sui géneris encaminadas a que, en igualdad de circunstancias entre asesino y salvador, el público conecte mucho más rápido con la humanidad que exuda la interpretación de Biehn.
Y si importante es cómo se nos presenta a cada personaje por separado, aún comporta mayor relevancia el momento en que los destinos de ambos se unen bajo el ensordecedor ruido de la discoteca "Tech noir" tecnología oscura, ¿pequeña broma del director hacia el mundo de las máquinas?: con la cámara ralentizada de forma progresiva, consiguiendo así transmitir al espectador las mismas sensaciones que se tiene "cuando uno vive un accidente en el que todo parece discurrir muy despacio", la conexión entre Sarah y Kyle y la poderosa frase que éste utiliza para hacerla reaccionar "ven conmigo si quieres vivir" se establece, primero, a un nivel de mera supervivencia para, después, en la magnífica secuencia en el motel, pasar a un plano de mucho más calado humano, revelándonos Cameron toda la verdad acerca del amor que los une a ambos y que ha provocado que Reese viaje en el tiempo.
Establecida la relación entre el viajero del tiempo y la madre del mesías el juego con las iniciales J.C resulta evidente, el segundo soporte de la cinta es la imponente presencia de Schwarzenegger. El fornido austríaco ya nos había dejado perplejos con su masa muscular en "Conan, el bárbaro" ("Conan the barbarian", John Millius, 1982), sacando Millius en aquella ocasión todo el partido al escaso conocimiento del inglés del culturista para dibujar al cimmerio definitivo. De similar manera, el Schwarzennegger que vemos en "Terminator" es una criatura pocas palabras y muchas acciones, y las escuetas maneras que se apropian de los movimientos y gestos del actor van encaminadas a una temprana decisión del mismo porque estos mostraran la "máxima eficiencia posible", logrando mediante esta intención desarropar de toda humanidad al depredador perfecto ese movimiento de ojos y cabeza que parecen los de una cámara de vigilancia y consiguiendo el ex-gobernador de California una de sus más sólidas interpretaciones.
Con el firme sustrato que supone el contar con una terna de intérpretes tan inesperadamente sólidos, "Terminator" cuenta como tercer pilar en la dirección de Cameron y el imparable ritmo que el realizador le imprime a la acción: con el único relajo de la tensión que supone la citada escena del motel, el frenesí de la persecución se apodera del espectador hasta tal punto que importa poco cuántas veces la hayas visto en el pasado, el pulso que el metraje establece con los nervios del respetable sigue estando intacto casi tres décadas después de su estreno. Por más que las formas narrativas de Cameron aún fueran bastante toscas, hay en "Terminator" la simiente de un cine que germinará con toda su potencia en "Aliens, el regreso", un cine que tras el inesperado éxito de la presente producción fue imitado y clonado hasta la saciedad, consiguiendo el canadiense de un plumazo pasar del relativo anonimato en el que se encontraba a una primera fila que ya nunca abandonaría.
Unificando interpretación y dirección, del equipo artístico que Cameron reunió para "Terminator" cabría destacar dos nombres: Stan Winston y Brad Fiedel. El primero había comenzado a sonar con fuerza dos años antes tanto por su nominación al Oscar al Mejor Maquillaje por "Heartbeeps" (id, Allan Arkush, 1981), infumable filme con el malogrado Andy Kaufman, como por su impresionante labor junto a Rob Bottin en la magistral "La cosa" ("The thing", John Carpenter, 1982), logrando aquí con el diseño del terminator unas cotas de perfección que hoy siguen sorprendiendo y estableciéndose como el referente ineludible al hablar del desarrollo de los efectos digitales como seguiremos viendo en sucesivas entregas de este especial de Cameron.
El caso de Fiedel es casi el opuesto al de Winston: compositor de texturas electrónicas que había comenzado su andadura profesional tres años antes del estreno de "Terminator" con "Pánico antes del amanecer" ("Just before dawn", Jeff Lieberman, 1981) y "Eyes of fire" (Avery Crounse, 1981) no estrenado en nuestro país, el éxito del filme de Cameron no le acompañó como sí hizo con muchos de sus compañeros de producción. Habiendo escrito un tema asociado ya por siempre al personaje y del que podemos escuchar muy diferentes versiones a lo largo del metraje, es muy probable que la variación en los gustos del gran público hacia las sonoridades sinfónicas que puso en marcha John Williams con "La guerra de las galaxias" y que tuvieron su auge durante los ochenta terminara dejando de lado a un músico que nunca supo amoldar sus modos compositivos al cambio de los tiempos, quedando relegado al olvido como pasara con Harold Faltemeyer o Giorgio Moroder.
Con un final esa tormenta que se cierne sobre Sarah en perfecta y terrorífica sincronía con el oscuro tono con el que se abría unos 100 minutos antes, "Terminator" da un espléndido mazazo al cine de ciencia-ficción bienintencionado y ligero que quedaba ejemplificado por "La guerra de las galaxias": en ese bisoño deseo de querer para sí el éxito que Lucas había conseguido con el arranque de su saga, Cameron se sitúa con su filme en el lado opuesto del espectro, esbozando en sus apocalípticas visiones uno de los futuros más tenebrosos para con la humanidad que se han visto en el cine. Un futuro que, como mandan los cánones, volverá en la segunda parte corregido y aumentado, y que aquí encuentra una exposición precisa y sintética que se aleja conscientemente de las inevitables paradojas que suelen ser norma habitual en el cine de viajes temporales.
Principio y fin se abrazan. Un círculo sin fisuras se cierra. Cameron pare una obra maestra del género.
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Es Noticia, Especial James Cameron en Blog de Cine - 27/03/2013 3:07:09

" Es un cineasta que levanta tantas pasiones como iras todavía recuerdo lo mucho que se le criticó aquél "I"m the king of the world" que vociferó al recoger el Oscar a la mejor película por "Titanic" (id, 1997) pero lo que es incuestionable es que sin su presencia el cine no sería hoy por hoy tal y como lo conocemos. James Cameron es una figura ineliduble al hablar de los cineastas cuyo paso dejará huella en la historia del séptimo arte, y en las próximas siete semanas daré buena cuenta de lo que sus ocho películas han supuesto en el devenir de la industria del cine desde los años ochenta.
Cameron es el realizador de las cifras y de las taquillas imposibles, el que a cada nueva cinta que rueda supera a la anterior en presupuesto y el que, habiendo conseguido pulverizar todos los récords habidos y por haber con "Titanic" volvería a reordenar la taquilla, doce años después, con "Avatar" (id, 2009). Tan sólo por eso, el director de origen canadiense merecería su entrada en el Olimpo de los cineastas más importantes de la historia, pero no sólo es el dinero el que lo ha llevado a estar dónde está.
Todas sus películas sin excepción ya explicaremos lo que pasó con la segunda parte de cierto filme protagonizado por divertidos pescaditos tienen una componente que las hace diferentes, un "sello Cameron" si así quisierámos llamarlo, que convierte a las dos entregas de ese cyborg venido del futuro, al enfretamiento entre un grupo de marines y una letal raza de extraterrestres, al encuentro en la tercera fase entre un albañil y una entidad del otro confín del universo, a la cinta de espías por antonomasia y sí, no tengo rubor en afirmarlo, al hundimiento más recordado de la historia y a la mejor película que se ha rodado en tecnología tridimensional en espectáculos soberbios que saben muy bien qué resortes tocar para llegar a todo tipo de público. Y eso es algo que no está al alcance de cualquiera.
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Interesante, Fetiches - 25/03/2013 19:35:44

" Como muchos otros espectadores, no he dejado de preguntarme durante muchísimo tiempo por la tremenda excepción que supone en la Historia del Cine una figura como Stanley Kubrick. No deja de ser menos cierto que el adjetivo "irrepetible" se oye o se lee con cierta frecuencia cuando aparece algún nuevo artículo sobre él.
La presencia de estupendos estudios académicos sobre el cineasta norteamericano , como el de James Naremore , o de una biografía oficial más o menos completa y excelentemente documentada , como la que firma John Baxter , han ayudado, indudablemente, a que Kubrick se convierta en algo más que en un cineasta con un corpus de trabajo fílmico impresionante: en un auténtico y genuino mito, cuyas anécdotas leemos y repetimos con pasión.
Durante mucho tiempo, en mis años más ingenuos, me preguntaba por la razón por la cual no surgía una figura como Kubrick en la Historia del Cine. Muchas eran las razones obvias que me venían a la mente. ¿No era acaso Kubrick un cineasta marcadamente europeo? Sus generaciones posteriores no han sido así, de hecho, el cine norteamericano es ahora el masivo tanto en espectadores como en nuevos cineastas. Cabe señalar que las nuevas estéticas y voces asiáticas han jugado un gran papel en el cine de autor, cuya influencia está todavía por determinar.
Pero también Kubrick es un modelo extraño de cineasta. Para empezar, se tomaba muchos años para trabajar, algo que solamente se puede hacer con una buena fortuna y la complicidad de estudios de cine y productores. Para continuar, era un intelectual, de formación sólidamente europea, acaso el más europeo de todos los cineastas: conocía a Stendhal, tal vez su novelista favorito, tan bien como la palma de su mano, le apasionaban los rusos, la fotografía, la pintura del siglo diecisiete y diecicocho.
Es decir: era un cineasta que hablaba de lo que leía y lo hacía sin miedo. Además, sus adaptaciones literarias se hacían mediante un largo proceso de escritura de guión en el que solía estar implicado el autor de la obra. Echemos un vistazo al cine norteamericano reciente. Así que Kubrick no era solamente un talento magnífico sino un talento que tuvo un espacio y un lugar en el que desarrollar su complicada obra cinematográfica, ajena a las modas del mercado.
De hecho, en plenos años noventa, filmó su última y mejor película, "Eyes Wide Shut" (id, 1999) que, como dijo Scorsese, fue la más incomprendida y la que con el tiempo, obtendrá más reconocimiento. Sorprende que la película se mantenga incomprendida, al menos si la ve uno ajeno a las opiniones mayoritarias: se percibe en ella una amplia rabia modernista, un tono anacrónico, europeo y absolutamente humanista que nadie, ni sus más toscos e insistentes admiradores, supo ver en su obra, ampliamente calificada de "inhumana" por despistados espectadores que no parecen haber visto "Barry Lyndon" (id, 1974) como el gran y bello film sobre lo humano y la Historia que es.
Pero si uno ojea el panorama actual, decía, encontrará pocos cineastas con su libertad creativa. Si se verán rastros de su influencia en directores tan distintos como David Fincher o, el más prometedor de ellos, Paul Thomas Anderson. Pero todos ellos dependen, cuando no enteramente, de proyectos menores o alimenticios y parece improbable que logren desarrollar una carrera con la libertad que Kubrick lo hizo.
Y esto es paralelo al progreso de fetichización al que el cineasta y sus películas van siendo sometidos, año tras año, con lujosas reediciones en DVD y Blu-Ray, amplias remasterizaciones para festivales de cine y un trato señorial que, aunque merecido, no deja de ocultar una intención sospechosa. A fin de cuentas ¿para qué fetichizar tanto a Kubrick si rara vez se habla del contexto que lo hizo posible o de su amplio bagaje europeo en grandes foros?
Nos gusta pensar que existe la libertad individual y el relato mediático de Kubrick es un fetiche (de aquí que otros usen la palabra "irrepetible" sin preguntarse por qué) y también un clásico relato de libertad individual: mitificamos aspectos de su personalidad, sin preguntarnos qué clase de cultura (cinéfila y más allá) estamos creando y nos conforta pensar que fue único.
Pero no, Kubrick fue, como todos los cineastas, fruto de unos acuerdos colectivos y de unas ventajas. Empezó en un tiempo en el que el cine europeo era proyectado en muchísimas salas norteamericanas y ya su magnífica "Atraco Perfecto" (THe Killing, 1956) fue celebrada por Cahiers Du Cinema, por un joven y audaz Jean-Luc Godard.
Y resulta curioso porque los sesenta fueron una década con muchas menos tecnologías de la información, mucho menos acceso y disposición de la cultura que ahora. Sin embargo, las instituciones contraculturales, las universidades con una vocación renovadora optaron por una reorganización liberal y experimental de la cultura, creyendo en el intelecto, en la belleza, en otros valores como forma de ver y sentir el cine.
Es por eso que toda la generación que llegó al cine norteamericano de los 70, contemporáneos a un Kubrick ya laureado como maestro, también conocía a Ingmar Bergman, Federico Fellini o Michelangelo Antonioni y se animó a convertir el cine en otra cosa. Kubrick se lanza a la Modernidad al final de los cincuenta, en una década donde ejercieron magisterio Robert Bresson y Roberto Rossellini en Europa y Nicholas Ray, Howard Hawks, Alfred Hitchcock y John Ford en los Estados Unidos.
Curiosamente, en el marco del cine actual solamente Kubrick ha sobrevivido como un cineasta vivo y de culto constante entre los jóvenes, al margen de los clásicos, enseñados en las universidades, o de los europeos, cada vez más marginados y olvidados por una cinefilia emergente. Y su fetichización contribuye a que imaginemos, de manera nostálgica y falsa, un pasado en el que todo fue mejor y que, por tanto, es irrepetible.
Pero ¿y si es mejorable? ¿Y si es distinto? La gran lección de Kubrick fue la de la ruptura con una tradición nacional y con un concepto de filmografía basada en géneros o en especialidades. Ninguna de sus películas repite apenas temáticas, a excepción de dos films de guerra con un tono opuesto y una distancia de tres décadas entre sí, y todas buscan un lugar nuevo en el cine mientras bucean en las tradiciones artísticas e intelectuales del pasado Europeo.
Es decir, su revolución moderna fue combinar tradición y modernidad. Y por eso conviene que hagamos de él un fetiche, una figura que no sucederá jamás, para que nos olvidemos de que hoy es muy difícil acceder al cine desde otros lugares que no sean los convencionales, que la industria apenas permite voces nuevas o guiones heterodoxos, que los rígidos sistemas de trabajo no ayudan y que, en general, una persona joven tiene pocas posibilidades de desarrollar su espíritu si quiere sobrevivir y aprender un mínimo de técnica. La añoranza del pasado y de Kubrick cobran, entonces, todo sentido.
Mientras nos prometen un pasado que no fue nuestro, nos roban el futuro. No está pasando solamente en el cine.
Y así nos va.
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Interesante, Tráiler de Frances Ha, lo nuevo de Noah Baumbach - 08/03/2013 0:58:33

" Ha regresado Noah Baumbach a quien los espectadores españoles conocen, fundamentalmente, por la agridulce "Una historia de Brooklyn" (The Squid and the Whale, 2005), "Margot y la boda" (Margot and the Wedding" y, en menor medida, "Greenberg" (id, 2010). Coguionista de Wes Anderson en "Life Aquatic" (The Life Aquatic with Steve Zissou, 2004) y "Fantástico Señor Fox" (Fantastic Mr. Fox, 2009), Baumbach es un cineasta atrevido siempre original.
Repite en el reparto con la maravillosa y talentosa Greta Gerwig, ahora protagonista además de ejercer de feliz coguionista del film. La historia es sobre otra aislada y nos lleva a una sensibilidad genuinamente mumblecore, el movimiento de cine subterráneo y directo del que Gerwig procede y cuyos frutos estamos viendo en el cine norteamericano como en las películas de Jay y Mark Duplass, otros dos cineastas procednetes de la misma sensibilidad. A mi su primera, olvidada y escasamente considerada y vista "Kicking and Screaming" (1995) no ha dejado de parecerme la mejor película de su director, pero me complace saber que sigue cada vez más melancólico y más eficaz.
El caso es que Baumbach ha cultivado un estilo muy particular de drama, con toques de humor cada vez más esquinados y desagradables, y con una exquisita y cercana sensibilidad y una muy rara preocupación por construir personajes que sean más o menos ciudadanos o seres humanos de este mundo. En esta película tiene, además, su retorno a los dramas femeninos tras una primera e irregular tentativa con "Margot y la boda", de manera más fallida y menos interesante.
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