viernes, 26 de abril de 2013

Walter Hill: Calles de fuego y en el salón. Stardust, la magia de Neil Gaiman

Que opina? Walter Hill: Calles de fuego - 22/03/2013 11:27:00

" De todos los films de Walter Hill en los que él ha dejado bien impresa su pasión cinéfila, uno de los que se me antojan más apasionantes es "Calles de fuego" ("Streets of Fire", 1984), también uno de los grandes fracasos de su carrera, aunque el paso del tiempo le ha adjudicado al film la categoría de película de culto. Eso si restamos a todos aquellos que desprecian el film, puesto que nos hallamos ante un film que levanta odios y pasiones. Los primeros por su estética de videoclip y los segundos porque han escarbado un poco más. En cualquier caso ha sido un placer revisar una película que respira amor al cine y a la música, en concreto el rock and roll, por los cuatro cstados, amén de una sabia mezcla de géneros y otra demostración de la capacidad de Hill para narrar con la cámara, demostrando que la forma puede serlo todo, convirtiendo el visionado de "Calles de fuego" en todo un deleite para los sentidos.
Dado que Walter Hill se encontraba en un inmejorable momento profesional venía de cosechar un gran éxito con "Límite: 48 horas" ("48 hrs.", 1982), este podía permitirse casi cualquier cosa, y fue esta fábula musical, todo un cocktail de referencias que convenció a Joel Silver para producirlo. Son muchos los cambios que se hicieron antes de ser la película que todos conocemos. Para empezar, el papel de estrella del rock secuestrada fue ofrecido a nada menos que Paul McCartney, que lo rechazó por lo que el personaje se reescribió por completo y recayó en la por aquel entonces muy de moda Diane Lane una mujer que posee la virtud de volverse más guapa con el paso de los años. Por otro lado Hill quería utilizar temas clásicos del rock and roll, pero los productores optaron por crear una banda sonora completamente nueva. El resultado es uno de los films más redondos de su autor y una de las películas clave de la década de los ochenta.
(From here to the end, Spoilers) Los rótulo del inicio de "Calles de fuego" dejan bien claras las intenciones de Hill como cineasta y guionista, acompañado aquí por Larry Cross colaborador de Hill en cuatro de sus largometrajes, se trata de una fábula sobre el rock and roll, ambientada en otra época y otro lugar. No nos encontramos ante una fiel representación de los años 50, nada más lejos de la realidad, sino ante una historia enmarcada en un mundo imaginario, que retroate a los musicales, al western sobre todas las cosas, al thriller setentero, y es sazonada con cierta estética de videoclip muy de moda en aquellos años. En cierto modo "Calles de fuego" es un western urbano que cambia caballos por motos y diligencias por autobuses, todo ello con marchosas canciones que influyen además en la imagen y viceversa. Atención al montaje a sesis manos de James Coblentz, en uno de sus primeros trabajos para el cine, Freeman A. Davies, habitual colaborador de Hill, y Michael Ripps, que juntos logran una película a ritmo de rock Michael Bay podría aprender de aquí cómo narrar con planos cortos.
Ambientada en una ciudad enterrada entre sus propias sombras, con elementos decorativos retro y al mismo tiempo con un aspecto futurista claramente influenciado de película como "Blade Runner" (id, Ridley Scott, 1982), el film nos presenta a la estrella de rock Ellen Aim Diane Lane, que en aquellos años se hizo muy conocida gracias a Francis Ford Coppola que anima la función desde el escenario de uno de sus conciertos. Lane canta en playback, y la cantante real es Laurie Sargent, vocalista de The Attackers; la primera canción de una vibrante banda sonora en la que circulan temas compuestos por Bob Seeger o Tom Petty, entre otros. Hasta el título de la película proviene de un tema de Bruce Springsteen, quien en principio iba a prestarla para el soundtrack, pero cuando vio que la grabarían otros vocalistas no dio el permiso. Otro incidente acnécdota que sumar a la complicaciones que tuvo el rodaje, que encareció más de lo previsto en este tipo de films arriesgados siempre sucede la producción. Al caché de los actores, entre los que no hay estrellas, se suman los decorados y cómo no, la realización de una banda sonora completa con canciones y todo. El score fue compuesto por el habitual Ry Cooder después de que James Horner decidiese retirarse del proyecto tras componer tres bandas sonoras distintas.
El western está presente en toda la obra de Hill, y en "Calles de fuego" no iba a ser menos, ya sea por el dibujo del personaje central Tom Cody, que encuentra en el limitado Michael Paré al actor ideal, con su aureola de romántica soledad y oscuro pasado conviene decir que la película iba a ser la primera de una trilogía con Cody como personaje central, pero el fracaso de la misma canceló dichos planes, o por las características de la misión que acepta, la cual parece recordar en todo momento al esqueleto argumental de "Centauros del desierto" ("The Searchers", John Ford, 1956). Un casi novato Willem Dafoe es el líder de los villanos que secuestran a Ellen, y Cody, antiguo amor de Ellen, que prefirió el éxito a la felicidad otro toque machista en el cine de Hill, la mujer que prefiere la seguridad material al amor, en uno de los primeros personajes femeninos algo relevantes en la obra de su autor cabalga hacia su rescate acompañado del marido de Ellen un seriote Rick Moranis y McCoy, un personaje que en principio iba a ser un hombre, pero se adaptó a Amy Madigan, que realiza una divertida composición, la otra cara de la moneda de Cody.
Como en la mayoría de los films de Hill, el amor no triunfa en sus historias, este deja siempre un poso amargo o simplemente es despreciado. Por mucho que se amen Ellen y Cody, cada uno debe seguir su camino, tienen vidas totalmente distintas y su historia es pasajera, como ese apasionante beso en la inspirada secuencia bajo la lluvia. Por eso en ese final que bebe de "Casablanca" (id, Michael Curtiz, 1943) Cody deja a su amor bajo el cuidado de su representante y marido, mientras parte hacia nuevos horizontes en compañía de McCoy. Un conclusión nada complaciente, y que remite de nuevo a la mitología del western, justo después del vibrante clímax, una lucha encarnizada entre Raven (Dafoe) y Cody, a hostia limpia y sin contemplaciones, arreglando sus diferencias, y también decidiendo el futuro del lugar, como hacían los hombres en otro tiempo y otro lugar, el del género de géneros, envuelto en una nueva forma de ver y disfrutar el cine, con la síntesis de Hill como principal baza y su capacidad para reducirlo todo al poder de la imagen. El público no estaba preparado y la película fue un fracaso, obligando a Hill a hacerse cargo de un proyecto que se convertiría en una de las peores películas de su filmografía.
Especial Walter Hill en Blogdecine:
"El luchador"
"Driver"
"The Warriors, los amos de la noche"
"Forajidos de leyenda"
"La presa"
"Límite: 48 horas"
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Es Noticia, Cine en el salón. Stardust, la magia de Neil Gaiman - 08/03/2013 8:02:03

" El cine siempre ha mirado al cómic con ojos tiernos, y muchísimas son las producciones que podríamos citar del pasado siglo que sirven como paulatino antecedente a la actual y algo desmesurada fiebre por trasladar a la gran pantalla el imaginario de las viñetas. Con todo, por más que pudiéramos comenzar a citar aquí mucho de lo que el séptimo arte ha tomado prestado del noveno antes de la entrada en la actual centuria, podríamos afirmar que es "Blade" (id, Stephen Norrignton, 1998) la que da el temprano pistoletazo de salida que terminará desembocando en la inmensa proliferación de adaptaciones de cómic.
Afortunadamente no todos los títulos que terminan llegando al cabo del año a nuestros cines son de "tipos con mallas" y no lo digo en tono despectivo hacia estas, cuidado, encontrando su hueco y correspondiente cuota de público cintas que escarban en la vasta producción yanqui de tebeos para dar con historias susceptibles de ser traspasadas a 24 fotogramas por segundo. Y si abundantes son los nombres que podríamos sacar a colación como ejemplo del cine de superhéroes, no son menos aquellos que, sin contar con la presencia de héroes con asombrosos poderes, han sido capaces de encontrar el apoyo económico suficiente para ver la luz.
Y aquí podríamos hablar de "Camino a la perdición" ("Road to Perdition", 2002), la magnífica adaptación que hizo Sam Mendes de la novela gráfica de Max Allan Collins; "Una historia de violencia" ("A history of violence", 2005), fascinante aproximación de Cronenberg a la no menos espléndido volumen de John Wagner y Vince Locke; "American splendor" (id, Robert Pulcini, Shari Springer Berman, 2003), la vida de Harvey Pekar, uno de los mejores guionistas independientes que ha dado el medio; "Sin city" (id, Robert Rodríguez, Quentin Tarantino, Frank Miller, 2005) o cómo trasladar viñeta por viñeta el arte noir de Miller a la gran pantalla o, cómo no, el filme que hoy nos ocupa, el genial "Stardust" (id, Matthew Vaughn, 2007).
Stardust, la novela
Publicado en tres prestigios que después han sido reeditados hasta la saciedad en diferentes formatos, "Stardust" no fue sino la lógica conclusión de la colaboración que Gaiman y Vess habían comenzado años atrás en ese magistral número de "Sandman" que es "A midsummer night"s dream", número en el que los autores comenzaban a explorar las tierras de las hadas y la magia. Poco tiempo después de la premiada historia el primer y único cómic que ha sido galardonado con el World Fantasy Award Gaiman y Vess volverían a coincidir en "Los libros de la magia", cuatro prestigios centrados en la "historia de la magia del Universo DC" y en el que el arte del dibujante adornaría un número tres volcado, de nuevo, en el mundo de los duendes.
Al margen de estos antecedentes encontramos la personalidad del propio autor, un Neil Gaiman que, habiendo crecido rodeado de cuentos y relatos de fantasía, lamentaba el hecho de que, una vez se hizo adulto, no hubiera lugar en la literatura para esa magia que había hecho volar su imaginación de infante. Fue "La princesa prometida", la maravillosa novela escrita por William Goldman, la que le convenció de que un cuento para adultos podía llegar a ser una realidad, encontrando aquí el gérmen de lo que terminaría convirtiéndose en "Stardust"
Considerando todo lo anterior, Gaiman y Vess llegan a "Stardust" con mucho terreno abonado para el fantástico cuento que aquí nos narra el autor inglés y en el que hay lugar para todos los elementos que alguna vez han podido aparecer en este tipo de relatos: brujas malvadas, hadas, castillos, príncipes, princesas y hasta piratas voladores que se dedican a la caza y contrabando de rayos.
Pero claro está, en manos del autor de "Los nuevos dioses", lo que tradicionalmente conocemos por cuento es trastocado en un fascinante viaje por una tierra mágica y llena de esplendor en la que, ni el príncipe es un viril noble de sangre azul, ni la princesa una frágil e indefensa joven, ni el amor el vínculo inicial que los une, cambiando Gaiman las fórmulas que siempre han regido los relatos para niños hasta convertirlas, como era su voluntad inicial, en algo que sólo un adulto podrá disfrutar plenamente, máxime si cada página viene acompañada de la extrema belleza y gracilidad que exudan las excelsas ilustraciones de un inspiradísimo Charles Vess.
"Stardust", la película
Medios diferentes requieren de mecanismos narrativos diferentes. Esto es algo que habría que tener siempre presente cuando se ha de juzgar la adaptación de una obra literaria al cine. Por mucho que la intención del cineasta sea fiel al texto, habrá algo del mismo que no sea traspasable a la gran pantalla. El ejemplo más cercano, y criticado hasta la saciedad, es el trabajo que Peter Jackson, Fran Walsh y Philippa Boyens hicieron con "El señor de los anillos" alterando la estructura de la novela de Tolkien, eliminando personajes y provocando que los amantes más puristas del seminal libro se rasgaran las vestiduras.
Vendidos los derechos a Miramax incluso antes de que la novela viera la luz en formato impreso, no sería hasta casi una década después cuando Matthew Vaughn decidiría que su siguiente filme tras el espléndido debut que fue "Layer cake" (id, 2004) sería la traslación del fascinante cuento de Gaiman. Consultado el inglés acerca de la posibilidad de hacerse cargo de la adaptación a guión de su obra, la negativa del autor a tener que "destrozarla para poder hacerla funcionar de cara a una película" hizo que finalmente fuera el propio Vaughn con la ayuda de Jane Goldman el encargado de tal tarea.
Y, de nuevo, volvemos a la idea anteriormente expuesta: el cine es un medio con mecanismos completamente ajenos a aquellos que hacen funcionar un relato escrito, y lo que funciona en uno nunca lo hará en el otro, y viceversa. Es por ello que, a la hora de aproximarse a la adaptación de "Stardust", Vaughn tuvo muy claro que tenía dos opciones: hacer una buena adaptación que contentara a los seguidores de la novela, o hacer una buena película que conservara la esencia del libro pero llegara a mucho más público. Con la segunda como clara vencedora de cara a poder encontrar una cuota de taquilla más amplia, hay que admitir que entre los cambios realizados del texto original de Gaiman hay muchos aciertos y algún que otro error.
(Huelga decir que, al menos en lo que a este párrafo se refiere, spoilers ahead) Entre las alteraciones más llamativas que Vaughn y Goldman llevan a cabo con "Stardust" están, de una parte, la compresión del prólogo, de casi cuarenta páginas en el libro y la adición del Capitán Shakespeare (hilarante Robert De Niro) como personaje puntal en el transcurso de la acción con guiño incluído en una de sus escenas a cierto pirata de "La princesa prometida" cuando en la novela su protagonismo se limita a un par de páginas y, de la otra, la completa reescritura del tercer y último acto. Escrito pensando en lo que funcionaría bien en la lectura, el antitético carácter cinematográfico del tramo final de la novela es trastocado por completo por Vaughn y Goldman, postergando el destino final de Septimus y haciendo que el personaje de Lamia adquiera un renovado papel de cara a un espectacular enfrentamiento final en el palacio donde habita con sus hermanas que en libro no existe. (Se acabaron los spoilers)
Con plena confianza por parte de los guionistas en que los cambios introducidos son fieles al espíritu de la novela y no alteran su magia en absoluto, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la grandeza que ya dimanaba del relato escrito lo hace igual de las maravillosas dos horas de proyección que Vaughn concreta en una cinta espléndida que, terminará convirtiéndose con el tiempo en un objeto de culto a la par de "La princesa prometida" ("The princess bride", Rob Reiner, 1987), sin que ello vaya en desmerecimiento, ni mucho menos, de esa maravilla del séptimo arte que es la cinta de Reiner.
Muchos y muy diversos son los valores que me llevan a pensar que el redescubrimiento de "Stardust" por futuras generaciones hará de ella un objeto de culto. Para empezar, resulta fundamental el que, tras haberla visto unas cinco veces desde que se estrenara en 2007, la cinta no haya perdido su capacidad para atrapar al espectador desde ese mágico un epíteto que voy a usar hasta la saciedad en las próximas líneas, mis disculpas adelantadas prólogo en el que se nos narra la historia de Dunstan, el padre del protagonista, con la voz en off en la versión original de Sir Ian McKellen.

A partir de ahí, el filme comienza a desplegar un entrañable carácter que es determinante a la hora de encariñarse sin ningún esfuerzo ya sea de Tristan, un espléndido Charlie Cox que sabe capturar toda la inocencia y determinación de este singular héroe; Yvaine, la estrella a la que pone rostro Claire Danes apunte irritante: horrible impostación del acento británico por parte de la actriz norteamericana; el Capitán Shakespeare, un papel con el que De Niro se lo pasa en grande aunque bordee peligrosamente las estupideces que le venimos viendo en la gran pantalla de un tiempo a esta parte; y, cómo no, de la pérfida Lamia, un desagradable personaje que en el bello rostro y las espléndidas cualidades interpretativas de Michelle Pfeiffer se convierte en una auténtica delicia.
Aportando su inmenso grano de arena a que la cinta capture la imaginación del espectador, la banda sonora de Ilan Eshkeri no es ajena a la portentosa magia que exudan las mejores secuencias del filme. Vale que los "préstamos" que toma el compositor londinense son demasiado evidentes tanto en el tema de Tristan, directamente extraído del que Shore compusiera para la canción del final de "La comunidad del anillo" ("The lord of the rings. The fellowship of the ring", Peter Jackson, 2001) como en el que hace crecer la tensión en la escena de la posada, que el músico extrae del tema de los cazadores creado por Wojciech Kilar para "Drácula" ("Bram Stoker"s Dracula, Francis Ford Coppola, 1993); pero ello no debería ser óbice para echar por tierra la solidez de una partitura rica en matices y rica en sus orquestaciones en la que brilla con luz propia el tema destinado a Séptimus, el magnífico prólogo y el momento en que Yvaine es "derribada" de los cielos.
Con un diseño de producción y unos efectos visuales que sacan tremendo partido a su ajustado prespuesto de 70 millones de dólares para hacerlos lucir como el doble y una dirección funcional por parte de un Vaughn que, quién sabe si consciente o inconscientemente, no trata de imponer su personalidad al relato y deja que sea éste quien dicte lo que la cinta necesita en cada momento, "Stardust" es un sobresaliente escapismo que consigue a través de su candor hacer que el espectador se evada de la realidad durante su duración. Ni es un filme que vaya a cambiar vuestra vida, ni lo pretende, entroncando aquí con la idea de original Gaiman de crear un cuento que acerque a los adultos una magia que muchos creían perdida. Ya sólo por eso, siempre será merecedora del más entusiasta de mis aplausos.
En Blog de Cine
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