martes, 23 de abril de 2013

A quemarropa, de John Boorman y agotador pero gozoso regreso a la Tierra Media

Que opina? Críticas a la carta | A quemarropa, de John Boorman - 23/02/2013 8:51:50

" La década de los sesenta fue, para el cine, una época de transición, de relevo generacional y de búsqueda de nuevas potencialidades narrativas y técnicas. En ese aspecto, "A quemarropa" ("Point Blank", John Boorman, 1967), es un film de su tiempo. El clima contestatario que se vivía en aquel momento en Estados Unidos, se extrapoló ,como no podía ser de otra manera, a la naturaleza de los nuevos films que aparecían. La crisis de los grandes estudios, el asentamiento de la televisión, así como la necesidad de evolución genérica, dieron una mayor libertad creativa tanto a directores como a guionistas. Al mismo tiempo, se hizo cada vez más palpable la influencia del cine europeo que, con sus marcados aires renovadores, se convirtió en un referente para toda la industria cinematográfica.
De este modo, una nueva generación de creadores fueron tentados desde Hollywood, que padecía de la rigidez de tiempos más gloriosos. El cambio necesitaba de todo el potencial de directores europeos como Peter Yates, Roman Polanski, Milos Forman, Karel Reisz o John Boorman. Ellos fueron algunos de los realizadores que desembarcaron en la meca del cine, en medio de un convulso panorama internacional.
Con la Guerra Fría como telón de fondo, la Guerra del Vietnam y la inminente desaparición de los preceptos de censura que habían imperado hasta el momento, la violencia se abrió paso en el cine a golpe de fotograma. De ello se nutre "A quemarropa", que muestra la agresividad de una nueva versión del sector criminal, con unos renovados personajes que recuerdan más a unos ejecutivos que velan por los intereses de sus corporaciones, en este caso, de la esquiva "organización".
El film noir, como vía expresiva y de estilización visual, fue uno de los géneros que experimentó una mayor transformación durante esta época. Si bien se considera, estrictamente, a "Sed de mal" ("Touch of Evil", Orson Welles, 1958) como la última película de cine negro, muchas de sus características esenciales fueron transformándose y adaptándose a una nueva estética y a una evidente tendencia iconoclasta por parte de los cineastas del momento. Este film de John Boorman, junto con "Bullit" ("Bullitt", Peter Yates, 1968) posteriormente o, de modo más evidente, "Código del hampa" ("The Killers", Don Siegel, 1964), son claros e ineludibles referentes de esta evolución. El neo-noir, que entronca también con el thriller, fue el término con el que se clasificaron estas películas y que sirvió para encumbrar un estilo que, periódicamente, vuelve a aplicarse.
Durante el rodaje en Inglaterra de "Doce del patíbulo" ("The Dirty Dozen", Robert Aldrich, 1967), Lee Marvin entró en contacto con John Boorman, entonces un director británico en ciernes. Éste había trabajado previamente para la BBC y había realizado la película "Catch Us If You Can" (id, John Boorman, 1965) al servicio del grupo pop The Dave Clark Five, en un intento de emular el éxito de "¡Qué noche la de aquel día!" ("A Hard Day"s Night", Richard Lester, 1964). Este realizador llegó a Hollywood, pues, con todo el poso de las vanguardias, auténtica revolución a nivel pictórico, musical y literario. En el cine era la francesa Nouvelle vague, la que encabezaba esta renovación. Su huella en "A quemarropa" es manifiesta, para un film que se observa, con el paso del tiempo, como un experimento o ejercicio estilístico, en el que la historia es justamente un vehículo y no una finalidad.
La cinta toma como base la novela The Hunter escrita por Donald E. Westlake, cuyo pseudónimo fue Richard Stark. Ésta fue la excusa para que Marvin y Boorman pudieran colaborar, algo que mutuamente deseaban y en lo que ambos pusieron mucho empeño. Su trama gira entorno a Walker, al que da vida Lee Marvin, un individuo que busca venganza después de ser traicionado por su entonces amigo y su mujer. La interpretación de Marvin en esta cinta, supone un acto total de deshumanización. Cuál autómata, ejecuta su particular vendetta desprovisto de expresión, como sucede también con el resto de personajes que representan los arquetipos más reconocibles del género del que toman forma. Destacan Angie Dickinson, con quien Marvin ya coincidió en "Código del hampa", así como John Vernon, Carroll O"Connor y Keenan Wynn, como sus principales antagonistas.
Un inicio delirante repleto de continuos y oníricos flashbacks, marca el desarrollo circular de una trama que empieza donde termina, en Alcatraz. Ésta fue la primera película que se rodó dicha prisión, después de su cierre definitivo como centro penitenciario en 1963. El ritmo del frenético montaje inicial, obra del veterano Henry Berman, va pausándose a medida que se manifiesta la futilidad de la venganza del protagonista. No en vano, el personaje de Lee Marvin es el que lleva a la muerte a aquéllos que persigue, pero en ningún caso, irónicamente, es él quien la consuma.
El sexo y el erotismo, por otro lado, también son representados con brusquedad y desapego. Existe un triángulo de relaciones, en más de un sentido. En estas escenas, el ritmo es entrecortado, interrumpido, frustrado. La pistola se convierte en una buscada analogía, como otra forma más de expresión de la violencia que impera en la película.
Los verdaderos personajes son el color y el sonido, en una cinta que persigue claramente el efectismo. El primero está presente no sólo en el entorno y en la iluminación, sino en el vestuario de los protagonistas, que parecen adaptarse a cada escenario, a cada situación. El desarrollo del argumento es también un desarrollo del cromatismo. Su valor sensorial aporta mucho más a la trama que los propios diálogos. Los verdes y los grises al principio, las tonalidades ocres más sensuales con la aparición de Angie Dickinson, pasando por el rojo del apartamento de Mal Reese ,interpretado por John Vernon, como preludio de la violencia que le sobreviene al personaje. Estas transiciones no sólo afectan al espacio sino también al propio Walker, que modifica su vestuario a medida que avanza su periplo.
El uso del sonido, concebido también como elemento transgresor y de ruptura con su utilización clásica, supone una alteración constante del ritmo de la película. El sonido ambiente es repetitivo, estridente y crispado, así como la actuación musical del film en la que el intérprete no canta, más bien chilla. La banda sonora fue obra de Johnny Mandel y es uno de los recursos más singulares de "A quemarropa". Todo ello confiere a la cinta una atmósfera de convulsión, de Fuente Artículo

Información: El hobbit: Un viaje inesperado, agotador pero gozoso regreso a la Tierra Media - 20/12/2012 11:33:41

" Con permiso de la adaptación del musical "Los miserables" ("Les Misérables", Tom Hooper, 2012), "El hobbit: Un viaje inesperado" ("The Hobbit: An Unexpected Journey", Peter Jackson, 2012) es el último gran estreno del año en nuestro país. No solo por recuperar para el cine el universo de J.R.R. Tolkien casi una década después de la ganadora de 11 Oscar "El señor de los anillos: El retorno del rey" ("The Lord of the Rings: The Return of the King", P. Jackson, 2003) sino también por presentar el nuevo juguete de Hollywood: los famosos 48 fotogramas por segundo.
Tras la proyección del último y potente tráiler de "El hombre de acero" ("The Man of Steel", Zack Snyder, 2013) arranca la primera entrega de la trilogía de "El hobbit" con un agradable sabor nostálgico. La música de Howard Shore, los escenarios de Bolsón Cerrado y Hobbiton, Bilbo y Frodo encarnados de nuevo por Ian Holm y Elijah Wood… como retroceder a 2003, cuando vimos por primera vez "La comunidad del anillo" ("The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring", P. Jackson, 2001), con las prescindibles novedades del 3D algo decepcionante comparado con el de "Prometheus" (Ridley Scott, 2012), por poner un ejemplo reciente, y es que a veces solo aporta espacio entre figuras bidimensiones y los 48 fps el doble de lo normal y al principio resulta raro, como ver una película pulsando el botón de avance rápido.
La excusa de que Bilbo está escribiendo sus memorias sirve a los guionistas Fran Walsh, Philippa Boyens, Peter Jackson y Guillermo del Toro para situar al espectador 60 años antes de los acontecimientos de "El señor de los anillos". Seguimos en la Comarca pero ahora es Martin Freeman quien interpreta a Bilbo, un personaje más joven y más acomodado, sin sed de aventuras. Al menos eso le dice a Gandalf (Ian McKellen) cuando el mago aparece y le ofrece formar parte de una expedición. Trece enanos liderados por Thorin (Richard Armitage) van a emprender un peligroso viaje hasta la Montaña Solitaria, la guarida del dragón Smaug, y recuperar el hogar de su pueblo. Jackson no va a arriesgar con una superproducción de doscientos millones de dólares, con dos partes más en camino, y desde el comienzo se dedica a reciclar ideas y recursos que funcionaron en la anterior trilogía.
Si en el prólogo de "La comunidad del anillo" se nos contaba la creación y la pérdida del Anillo Único, incluyendo una gran batalla en la que Sauron era derrotado, en "El Hobbit: Un viaje inesperado" toca ver el declive del reino de los enanos de nuevo el mensaje de la corrupción por el poder y la riqueza y la pérdida de Erebor ante la llegada del dragón; como ahí no hay un enfrentamiento entre ejércitos, más adelante se incluye un flashback sobre un sangriento combate donde Thorin demostró su valor y se ganó el apodo de "Escudo de Roble". Asimismo, en el viaje encontramos localizaciones similares, cuando no idénticas (Rivendel), pero las semejanzas con las anteriores películas no se quedan ahí, y no es por adaptar al mismo autor sino por falta de ideas y de valentía por parte de Jackson, que desde que ganó el Oscar se ha acomodado y parece seguir los pasos de George Lucas. Ejemplos de autoplagio: Gandalf enfadado en la casa de Bilbo (simulando que aumenta de estatura mientras oscurece la habitación), Bilbo descubriendo que el Anillo le hace invisible del mismo modo que pasó con Frodo, Thorin convertido en otro Aragorn, la escena en la que corta el brazo al orco es como la de Sauron perdiendo los dedos de la mano…
A la constante sensación de déj
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