jueves, 25 de abril de 2013

El Mago de Oz, en algún lugar del arco iris y en el salón. Stardust, la magia de Neil Gaiman

Interesante, El Mago de Oz, en algún lugar del arco iris - 24/03/2013 4:32:45

" Conocemos la historia, por supuesto. Pero es que Dorothy (Judy Garland) es una niña de Kansas que pronto abandonará ese escenario deprimido y desértico para sumergerse en el colorista y alucinante mundo de Oz en el que la esperan miles de aventuras y sorprendentes compañeros, incluso la amenaza sombría de una bruja malvada.
Fue L. Frank Baum un hombre distinto a los demás. Nació en Chittenago (Nueva York) en el seno de una família metodista en 1856. Fue simpático a la causa del sufragio femenino en su país, los Estados Unidos. Se afirma que eso tal vez le inspiró en su saga de Oz, sobre todo en su segunda aventura. Sorprendido por el éxito de sus libros en tal mundo de fantasía, quiso convertir la saga en un parque de atracciones. Murió en 1919 y dejó abiertas las bases para la imaginación visual que reinaría en el siglo que empezaba.
Hay algo de cierre en la novela del Mago de Oz de Baum. Indudablemente, el tiempo de Lewis Carroll y su Alicia o del memorable Peter Pan imaginado por James Barrie había quedado atrás. Para empezar, no estábamos en esa Inglaterra victoriana de imaginaciones infantiles estimuladas. Estábamos en los Estados Unidos cercanos y potenciados por la revolución de los magnates de la industria y el definitivo asentamiento de un capitalismo a pleno rendimiento en el siglo veinte.
La novela fue publicada en 1901 y contó con un éxito que sorprendió al autor. Nunca aspiró a ser escritor, acaso ésa fue una excusa que usó para usar mejor su tiempo como padre de cuatro hijos. Al cabo de un año, un musical era representado a lo largo del país, convirtiéndose Oz en una mitología popular, tan feriante como el propio cine, que pronto no sería ajeno a adaptarlo.
La película que nos ocupa es rara, por supuesto, y feliz. Como todas las producciones de la Metro Goldwyn Mayer es deliberadamente impersonal. "El Mago de Oz" (The Wizard of Oz, 1939) es en muchos aspectos una película ejemplar para niños, pero también una película nada imitada, nada aprendida en la industria actual del cine. Resulta curioso volver a verla, como si fuera ayer cuando descubríamos por vez primera al León Cobarde (Bert Lahr) o al Mago (Frank Morgan).
Sin embargo, y bien lo explica Dave Kehr, hay algo eterno, quintaesencial en ella, al menos para cuando uno la ve de niño. La Bruja Malvada es la bruja, como sucede con la versión de Blancanieves fruto de Walt Disney y sus animadores. El Hombre de Hojalata es el comparsa definitivo. La película no pierde en capas de teror, aún cuando es un musical feliz de la Metro Goldwyn Mayer, que tuvo a bien de encargar las canciones a Harold Arlen, un inspirado compositor que dejó para el recuerdo y los estándares de jazz la maravillosa Over the Rainbow.
Y entre sus directores, Norman Taurog , que rodó al menos un día -, Richard Thorppe, George Cukor y Victor Fleming, el que la firma. Nada importa, pero, al mismo tiempo, el estilo no sufre de notables incoherencias, ni el guión de alarmantes desmayos. No, y Judy Garland está inspirada, llena de emoción y velocidad sus escenas. Hay algo hermoso también en el uso esplenderoso, incontenible del technicolor con el que se bañan los fotogramas de esta película.
Empezando con un renovador blanco y negro, el mundo de Oz era también el mundo del cine pudiendo escribir una historia en la que el blanco y negro fuera una opción. Fue así, aunque ahora ya lo demos todo por sentado, como la gente entendió que el blanco y negro era también belleza e imaginación. El mundo de Oz se nutre de ese contraste, de esa excitación que sentían todos los estudios de Hollywood.
No resulta casual, claro está, que fuera precisamente el estudio de Disney uno de los grandes pioneros en el uso del color. ¿Y es que, de qué sirven los cuentos de hadas si no nos mantienen soñando, cantando, danzando y con la promesa de que llegaremos a un reino en el que podremos vencer a nuestros miedos y a nuestros feroces enemigos? De nada.
Pero también es un cuento raro. Hay una heroína femenina y hay un rey que no es más que estafa. Se salva al reino pero se lo hace a tenor de valorar el retorno a valores perdidos. La villanía no es la única sorpresa que nos guarda el final, también descubrimos que el Bien no es el retorno al estado previo sino al estado correcto. Pequeños detalles, sacados de la imaginación de Baum.
Esta película resiste la virtud de permanecer envejecida, anclada en un mundo. Desde su estreno, en 1938, ha seguido siendo un mundo al que merecía la pena volver con inocencia y sin rastro alguno de cinismo. A veces el cine es impersonal, carece de sellos, pero importa, porque sus imágenes y su ingenuidad y su magnetismo son fruto de accidentes felices.
Un poco como la vida en su proceso, un poco como el arte en sus resultados.
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Noticia, Cine en el salón. Stardust, la magia de Neil Gaiman - 08/03/2013 8:02:03

" El cine siempre ha mirado al cómic con ojos tiernos, y muchísimas son las producciones que podríamos citar del pasado siglo que sirven como paulatino antecedente a la actual y algo desmesurada fiebre por trasladar a la gran pantalla el imaginario de las viñetas. Con todo, por más que pudiéramos comenzar a citar aquí mucho de lo que el séptimo arte ha tomado prestado del noveno antes de la entrada en la actual centuria, podríamos afirmar que es "Blade" (id, Stephen Norrignton, 1998) la que da el temprano pistoletazo de salida que terminará desembocando en la inmensa proliferación de adaptaciones de cómic.
Afortunadamente no todos los títulos que terminan llegando al cabo del año a nuestros cines son de "tipos con mallas" y no lo digo en tono despectivo hacia estas, cuidado, encontrando su hueco y correspondiente cuota de público cintas que escarban en la vasta producción yanqui de tebeos para dar con historias susceptibles de ser traspasadas a 24 fotogramas por segundo. Y si abundantes son los nombres que podríamos sacar a colación como ejemplo del cine de superhéroes, no son menos aquellos que, sin contar con la presencia de héroes con asombrosos poderes, han sido capaces de encontrar el apoyo económico suficiente para ver la luz.
Y aquí podríamos hablar de "Camino a la perdición" ("Road to Perdition", 2002), la magnífica adaptación que hizo Sam Mendes de la novela gráfica de Max Allan Collins; "Una historia de violencia" ("A history of violence", 2005), fascinante aproximación de Cronenberg a la no menos espléndido volumen de John Wagner y Vince Locke; "American splendor" (id, Robert Pulcini, Shari Springer Berman, 2003), la vida de Harvey Pekar, uno de los mejores guionistas independientes que ha dado el medio; "Sin city" (id, Robert Rodríguez, Quentin Tarantino, Frank Miller, 2005) o cómo trasladar viñeta por viñeta el arte noir de Miller a la gran pantalla o, cómo no, el filme que hoy nos ocupa, el genial "Stardust" (id, Matthew Vaughn, 2007).
Stardust, la novela
Publicado en tres prestigios que después han sido reeditados hasta la saciedad en diferentes formatos, "Stardust" no fue sino la lógica conclusión de la colaboración que Gaiman y Vess habían comenzado años atrás en ese magistral número de "Sandman" que es "A midsummer night"s dream", número en el que los autores comenzaban a explorar las tierras de las hadas y la magia. Poco tiempo después de la premiada historia el primer y único cómic que ha sido galardonado con el World Fantasy Award Gaiman y Vess volverían a coincidir en "Los libros de la magia", cuatro prestigios centrados en la "historia de la magia del Universo DC" y en el que el arte del dibujante adornaría un número tres volcado, de nuevo, en el mundo de los duendes.
Al margen de estos antecedentes encontramos la personalidad del propio autor, un Neil Gaiman que, habiendo crecido rodeado de cuentos y relatos de fantasía, lamentaba el hecho de que, una vez se hizo adulto, no hubiera lugar en la literatura para esa magia que había hecho volar su imaginación de infante. Fue "La princesa prometida", la maravillosa novela escrita por William Goldman, la que le convenció de que un cuento para adultos podía llegar a ser una realidad, encontrando aquí el gérmen de lo que terminaría convirtiéndose en "Stardust"
Considerando todo lo anterior, Gaiman y Vess llegan a "Stardust" con mucho terreno abonado para el fantástico cuento que aquí nos narra el autor inglés y en el que hay lugar para todos los elementos que alguna vez han podido aparecer en este tipo de relatos: brujas malvadas, hadas, castillos, príncipes, princesas y hasta piratas voladores que se dedican a la caza y contrabando de rayos.
Pero claro está, en manos del autor de "Los nuevos dioses", lo que tradicionalmente conocemos por cuento es trastocado en un fascinante viaje por una tierra mágica y llena de esplendor en la que, ni el príncipe es un viril noble de sangre azul, ni la princesa una frágil e indefensa joven, ni el amor el vínculo inicial que los une, cambiando Gaiman las fórmulas que siempre han regido los relatos para niños hasta convertirlas, como era su voluntad inicial, en algo que sólo un adulto podrá disfrutar plenamente, máxime si cada página viene acompañada de la extrema belleza y gracilidad que exudan las excelsas ilustraciones de un inspiradísimo Charles Vess.
"Stardust", la película
Medios diferentes requieren de mecanismos narrativos diferentes. Esto es algo que habría que tener siempre presente cuando se ha de juzgar la adaptación de una obra literaria al cine. Por mucho que la intención del cineasta sea fiel al texto, habrá algo del mismo que no sea traspasable a la gran pantalla. El ejemplo más cercano, y criticado hasta la saciedad, es el trabajo que Peter Jackson, Fran Walsh y Philippa Boyens hicieron con "El señor de los anillos" alterando la estructura de la novela de Tolkien, eliminando personajes y provocando que los amantes más puristas del seminal libro se rasgaran las vestiduras.
Vendidos los derechos a Miramax incluso antes de que la novela viera la luz en formato impreso, no sería hasta casi una década después cuando Matthew Vaughn decidiría que su siguiente filme tras el espléndido debut que fue "Layer cake" (id, 2004) sería la traslación del fascinante cuento de Gaiman. Consultado el inglés acerca de la posibilidad de hacerse cargo de la adaptación a guión de su obra, la negativa del autor a tener que "destrozarla para poder hacerla funcionar de cara a una película" hizo que finalmente fuera el propio Vaughn con la ayuda de Jane Goldman el encargado de tal tarea.
Y, de nuevo, volvemos a la idea anteriormente expuesta: el cine es un medio con mecanismos completamente ajenos a aquellos que hacen funcionar un relato escrito, y lo que funciona en uno nunca lo hará en el otro, y viceversa. Es por ello que, a la hora de aproximarse a la adaptación de "Stardust", Vaughn tuvo muy claro que tenía dos opciones: hacer una buena adaptación que contentara a los seguidores de la novela, o hacer una buena película que conservara la esencia del libro pero llegara a mucho más público. Con la segunda como clara vencedora de cara a poder encontrar una cuota de taquilla más amplia, hay que admitir que entre los cambios realizados del texto original de Gaiman hay muchos aciertos y algún que otro error.
(Huelga decir que, al menos en lo que a este párrafo se refiere, spoilers ahead) Entre las alteraciones más llamativas que Vaughn y Goldman llevan a cabo con "Stardust" están, de una parte, la compresión del prólogo, de casi cuarenta páginas en el libro y la adición del Capitán Shakespeare (hilarante Robert De Niro) como personaje puntal en el transcurso de la acción con guiño incluído en una de sus escenas a cierto pirata de "La princesa prometida" cuando en la novela su protagonismo se limita a un par de páginas y, de la otra, la completa reescritura del tercer y último acto. Escrito pensando en lo que funcionaría bien en la lectura, el antitético carácter cinematográfico del tramo final de la novela es trastocado por completo por Vaughn y Goldman, postergando el destino final de Septimus y haciendo que el personaje de Lamia adquiera un renovado papel de cara a un espectacular enfrentamiento final en el palacio donde habita con sus hermanas que en libro no existe. (Se acabaron los spoilers)
Con plena confianza por parte de los guionistas en que los cambios introducidos son fieles al espíritu de la novela y no alteran su magia en absoluto, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la grandeza que ya dimanaba del relato escrito lo hace igual de las maravillosas dos horas de proyección que Vaughn concreta en una cinta espléndida que, terminará convirtiéndose con el tiempo en un objeto de culto a la par de "La princesa prometida" ("The princess bride", Rob Reiner, 1987), sin que ello vaya en desmerecimiento, ni mucho menos, de esa maravilla del séptimo arte que es la cinta de Reiner.
Muchos y muy diversos son los valores que me llevan a pensar que el redescubrimiento de "Stardust" por futuras generaciones hará de ella un objeto de culto. Para empezar, resulta fundamental el que, tras haberla visto unas cinco veces desde que se estrenara en 2007, la cinta no haya perdido su capacidad para atrapar al espectador desde ese mágico un epíteto que voy a usar hasta la saciedad en las próximas líneas, mis disculpas adelantadas prólogo en el que se nos narra la historia de Dunstan, el padre del protagonista, con la voz en off en la versión original de Sir Ian McKellen.

A partir de ahí, el filme comienza a desplegar un entrañable carácter que es determinante a la hora de encariñarse sin ningún esfuerzo ya sea de Tristan, un espléndido Charlie Cox que sabe capturar toda la inocencia y determinación de este singular héroe; Yvaine, la estrella a la que pone rostro Claire Danes apunte irritante: horrible impostación del acento británico por parte de la actriz norteamericana; el Capitán Shakespeare, un papel con el que De Niro se lo pasa en grande aunque bordee peligrosamente las estupideces que le venimos viendo en la gran pantalla de un tiempo a esta parte; y, cómo no, de la pérfida Lamia, un desagradable personaje que en el bello rostro y las espléndidas cualidades interpretativas de Michelle Pfeiffer se convierte en una auténtica delicia.
Aportando su inmenso grano de arena a que la cinta capture la imaginación del espectador, la banda sonora de Ilan Eshkeri no es ajena a la portentosa magia que exudan las mejores secuencias del filme. Vale que los "préstamos" que toma el compositor londinense son demasiado evidentes tanto en el tema de Tristan, directamente extraído del que Shore compusiera para la canción del final de "La comunidad del anillo" ("The lord of the rings. The fellowship of the ring", Peter Jackson, 2001) como en el que hace crecer la tensión en la escena de la posada, que el músico extrae del tema de los cazadores creado por Wojciech Kilar para "Drácula" ("Bram Stoker"s Dracula, Francis Ford Coppola, 1993); pero ello no debería ser óbice para echar por tierra la solidez de una partitura rica en matices y rica en sus orquestaciones en la que brilla con luz propia el tema destinado a Séptimus, el magnífico prólogo y el momento en que Yvaine es "derribada" de los cielos.
Con un diseño de producción y unos efectos visuales que sacan tremendo partido a su ajustado prespuesto de 70 millones de dólares para hacerlos lucir como el doble y una dirección funcional por parte de un Vaughn que, quién sabe si consciente o inconscientemente, no trata de imponer su personalidad al relato y deja que sea éste quien dicte lo que la cinta necesita en cada momento, "Stardust" es un sobresaliente escapismo que consigue a través de su candor hacer que el espectador se evada de la realidad durante su duración. Ni es un filme que vaya a cambiar vuestra vida, ni lo pretende, entroncando aquí con la idea de original Gaiman de crear un cuento que acerque a los adultos una magia que muchos creían perdida. Ya sólo por eso, siempre será merecedora del más entusiasta de mis aplausos.
En Blog de Cine
. "Stardust", fantasía sin garra
. "Stardust", un cuento en toda regla
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Es Noticia, La vida de Pi, el triunfo de la fantasía - 08/12/2012 12:55:59

" Algo que destaca Ang Lee en la mayoría de las entrevistas que ha concedido con motivo del estreno de su último film, "La vida de Pi" ("Life of Pi", 2012), es lo difícil que ha sido trasladar la novela de Yann Martel a la gran pantalla. Puede causar sorpresa tratándose de un best seller pero el objetivo era adaptar una historia cargada de filosofía que narra cómo un chico indio sobrevive a un naufragio y debe compartir una balsa con una cebra, un orangután, una hiena y un tigre. No es la clase de relato que se financia fácilmente y arrasa en taquilla. Directores de renombre como M. Night Shyamalan intentaron hacer la película y fracasaron. Lee tuvo más suerte, o quizá fue más valiente, y desde el pasado 30 de noviembre podemos ver su trabajo, el primero que ha filmado en 3D.
"La vida de Pi" arranca con una serie de planos en un parque zoológico; la cámara se detiene a observar a los animales mientras se suceden los créditos, invitando al espectador a fijarse en las maravillosas criaturas que habitan este (maltratado) planeta, un gesto que es toda una declaración de intenciones. Pi (Irrfan Khan) ha recibido la visita de un escritor en crisis (Rafe Spall), interesado en escuchar la extraordinaria historia de cómo Pi cruzó el océano pacífico. A través de flashbacks descubrimos el origen del nombre del protagonista (Piscine), su singular relación con la fe y diferentes dioses (pretende ser hindú, cristiano y musulmán al mismo tiempo), los esfuerzos de su padre por alejarlo de la religión, la chica de la que se enamora tras un exótico baile y cómo la familia debe viajar a América para vender los animales del zoo, que ya no pueden mantener.
Este primer tramo de la película es un tanto irregular, se interrumpe demasiado la narración de Pi y se alternan momentos de escaso interés con otros divertidos e inspirados, quizá por la necesidad de incluir pasajes del libro sin extender demasiado el metraje. Lee titubea y tarda en encontrar el tono con el guion de David Magee pero la naturalidad que desprenden los actores y el talento del realizador para captar la belleza y transmitir emociones le mantienen a uno pendiente de cada fotograma, ansioso por saber más sobre el viaje de Pi que es un viaje de búsqueda y de madurez. Desde la noche del naufragio, Lee se muestra más seguro, más inspirado, y el relato empieza a desplegar toda su magia. La secuencia de la tormenta es un prodigio, una de las más espectaculares de los últimos años.
Casi puedes sentir la lluvia y el viento, la experiencia, la emoción del momento, traspasa la pantalla. La imagen de Pi sumergido en el agua, mirando el hundimiento de esa inmensa tumba, eriza la piel. El muchacho ha esquivado el desastre pero lo ha perdido todo, está solo en medio del océano. Bueno, se encuentra solo en cierto sentido. Pi interpretado en esta fase de su vida por el debutante Suraj Sharma (elegido por Lee entre tres mil candidatos) comparte un bote con cuatro animales del zoo, que en poco tiempo se reducen a uno solo, un tigre de Bengala llamado Richard Parker. Para tener alguna oportunidad de sobrevivir, el joven debe encontrar la manera de domesticar a la fiera, y alimentarlos a ambos. Con el paso de los días, Pi descubre que necesita algo más que coraje, destreza, agua y comida para seguir adelante, necesita tener fe, confiar en que "alguien" allá arriba le vigila y le prestará ayuda cuando más desesperado esté, cuando todo parezca perdido…
Se ha dicho que "La vida de Pi" tiene un profundo mensaje religioso. Yo no lo veo así. Es una lectura que me parece que queda totalmente desmontada con la revelación final ante los japoneses que intentan averiguar la verdad sobre el naufragio. Puedes creer en Dios, Dioses, Papá Noel o el Ratoncito Pérez, si así eres más feliz, pero… no dejan de ser cuentos. Como el cine. Fantasías con las que aprender, emocionarse, alegrarse, olvidar o soportar los sinsabores, las decepciones y las amarguras de la vida, donde todo es más desagradable, doloroso, cruel y absurdo. Donde mueres y no hay nada más, donde el amor es solo una palabra, donde los fuertes abusan de los débiles, donde el azar puede hundir un barco y los hombres se matan entre ellos por miedo, desesperación o un poco de agua. Para mí, el mensaje de la película está en la conclusión del informe que lee el escritor; necesitamos creer en lo extraordinario, en la fantasía, aun cuando somos conscientes de que no es más que eso, para seguir adelante con la realidad.
Sigo recordando escenas de "La vida de Pi" una semana después de haberla visto, y cuanto más hablo de ella y más la pienso, más me gusta. Es lo que diferencia a las buenas películas de las que solo sirven para pasar el rato. No creo que Ang Lee haya realizado un trabajo redondo, aparte de lo comentado sobre la parte de la India, no está del todo acertado cerrando la historia, me da la sensación de que necesita subrayar las emociones y la magnitud de la aventura para asegurarse de que el público lo ha captado. Son minucias, desde luego, valorando el excepcional conjunto, en el que destaca la labor del reparto, la puesta en escena del director taiwanés, la fotografía de Claudio Miranda, la música de Mychael Danna y unos formidables efectos visuales. En resumen, id a verla y disfrutad de dos horas de puro cine.
Otra crítica en Blogdecine | "La vida de Pi", una experiencia inolvidable
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Información: Vampiros de verdad: Drácula de Francis Ford Coppola - 27/11/2011 12:12:07

" He cruzado océanos de tiempo para encontrarte
Cuando medio mundo quedó encantado, y el otro medio no, con la vuelta de Francis Ford Coppola a la saga de "El padrino", el famoso director ganador de cinco Oscars sorprendió con su siguiente proyecto, una adaptación de la mítica novela de Bram Stoker sobre el más conocido de los vampiros literarios y cinematográficos. La última adaptación oficial databa de 1979 a cargo de John Badham, y atrás quedaban las exploraciones de la Hammer, con Terence Fisher y Christopher Lee a la cabeza, y también las míticas creaciones de Tod Browning y F.W. Murnau, amén de un buen número de apariciones en películas no tan conocidas hablamos de uno de los personajes de ficción más llevados a una pantalla de cine, por lo que volver a un personaje tan tratado era, cuanto menos, curioso. Todo el mundo estaba expectante por saber si Coppola repetiría un fracaso del estilo de "Corazonada" ("One From the Heart", 1982) con el que comparte el hecho de haber sido rodadas íntegramente en estudio o, por el contrario era un éxito.
"Drácula" ("Bram Stoker"s Dracula", 1992) terminó siendo uno de los más grandes éxitos de su director en una época en la que los avances en los efectos visuales empezaban a cobrar una gran importancia recordemos que esta película está filmada entre "Terminator 2: el juicio final" ("Terminator 2: Judgment Day", James Cameron, 1991) y "Parque jurásico" ("Jurassic Park", Steven Spielberg, 1993), que todavía tienen el listón muy alto al respecto. Coppola utilizó efectos bastante artesanales para así poder abaratar la producción, pues en Columbia no iban a dejar que se pasasen del presupuesto asignado, que al final quedó en unos 40 millones de dólares. El origen de la película se encuentra en el acuerdo que Winona Ryder y Coppola tenían por aquel entonces, debido a que la actriz no "pudo" protagonizar "El padrino, parte III" ("The Godfather, part III", 1990) fue sustituida por Sofia Coppola, para desgracia de muchos y el director acordó con ella que le presentase un guión interesante en el que ambos pudiesen colaborar. Lo que en un principio iba a ser una miniserie de televisión dirigida por Michael Apted, terminó siendo la película que hoy todos conocemos. Afortunadamente.
La controversia con esta película surgió a raíz de su título original, "Bram Stoker"s Dracula" a punto estuvo de titularse "Francis Ford Coppola"s Dracula", pero al propio director no le pareció una buena idea, y de las declaraciones de su guionista James V. Hart si echamos un vistazo a su currículum, comprobaremos que éste es el mejor trabajo de su carrera, que aseguraba haber realizado una escritura totalmente fiel a la obra de Stoker. Absolutamente falso. Y ahí empezaron los problemas, pues numerosos fanáticos del libro, amén de literatos varios y autores teatrales conocedores profundos del original, aprovecharon para sacar sus colmillos y atacar sin piedad al film de Coppola, sin caer en la cuenta ignorancia, lo llamo yo que el medio cinematográfico posee herramientas muy distintas a las de la literatura. Además del hecho de que una cosa es la promoción de un film, y otra bien distinta el film en sí, prueba patente de que muchos espectadores juzgan una obra cinematográfica por cómo se la han vendido y no por lo que la obra es o les ha sugerido.
James V. Hart habló de más al afirmar esa fidelidad, pues a la vista está que no es así. Sin embargo eso no invalida para nada la película, la cual presenta unas novedades con respecto al original que también suponen una sorpresa al compararla con cualquier otra adaptación del mítico vampiro. Para empezar tenemos un prólogo, realmente fascinante, en el que vemos el origen de Drácula y su amor por su Elisabeta, su partida a la batalla y posterior reniego de la Iglesia, a la que representó siendo un feroz guerrero. Un prólogo lleno de fuerza en el que Coppola deja clara la intencionalidad teatral del relato, filmando una sangrienta batalla como si de sombras chinescas se tratase. Gary Oldman en un papel para el que fueron considerados Andy Garcia, quien lo rechazó por el alto contenido sexual de la película, Gabriel Byrne, Armand Assante, Antonio Banderas, Viggo Mortensen y Jeremy Irons, quien a punto estuvo de iniciar rodaje, Winona Ryder y Anthony Hopkins que llega a realizar tres papeles en la película protagonizan este pequeño segmento en el que se subraya el carácter romántico y sangriento de la historia. Amor y sangre unidos en un fatídico destino.
Destino que compartirán los mismos personajes siglos después. Oldman da vida a un Drácula envejecido a punto de trasladarse a Londres, y Hopkins y Ryder a personajes que bien podrían ser la reencarnación de Elisabeta Mina Harker o del hombre que condena el suicidio de aquella Van Helsing. Tres líneas narrativas que terminan confluyendo cuando Drácula en Londres deja mortales rastros de su existencia. El encuentro entre Mina y un Drácula completamente rejuvenecido gracias al poder de la sangre muestran a un Coppola muy inspirado que rinde homenaje al nacimiento del cine, el cual curiosamente coincidió con la publicación de la novela de Stoker. Imágenes del conde, cuya presencia parece recordar al Corleone de la saga más conocida de su realizador, paseando por las calles londinenses al ritmo de los fotogramas de un viejo cinematógrafo, y el posterior encuentro con su amada reencarnada poseen una fuerza arrebatadora que se repite en la escena del lobo, momento en el que Mina queda completamente fascinada por el conde, o la escena de la absenta, de una sensualidad y erotismo muy marcados. Al fin y al cabo "Drácula" es una historia de amor y sexo.
Y siempre ha sido así, incluidas las versiones de Murnau, Browning o Fisher, a las que Coppola rinde sendos homenajes en diversos instantes del film. Pero esta vez se hace hincapié en el lado humano de Drácula, quien recordemos, fue humano una vez. Ese es otro de los aspectos que diferencian esta adaptación del resto. Drácula es un eterno enamorado entristecido, primero por la muerte de su amada, y luego enfurecido por el hecho de que la Iglesia, a la que tanto defendió, rechaza el alma de Elisabeta por haberse suicidado. Su maldición, provocada por él mismo, será vagar a través de los tiempos en busca de su amor perdido la frase que inicia este texto me parece una de las más bellas jamás pronunciadas en una película, por todo lo que encierra y por ser un ejemplo perfecto de síntesis, dejar muertes allá por donde pasa, encontrar a su amor, y con ello el perdón de Dios en un clímax lleno de lirismo. Nunca la muerte del vampiro más famoso de todos los tiempos estuvo tan cargada de belleza, y aunque los colores, y en parte los decorados, evocan a los mejores títulos de la Hammer, Coppola es capaz de crear algo nuevo con un material tan manido.
La música del polaco Wojciech Kilar, de gran épica en algunos momentos y terroríficamente íntima en otros, llena cada plano del film, y es capaz de transportarnos a esa especie de mundo onírico creado por Coppola, donde se funden cine, teatro y literatura con inusual equilibrio, algo que muy probablemente ha enfadado a los más puristas de cada arte. Nunca una actriz tan mediocre como Winona Ryder estuvo tan sensual y atractiva, Anthony Hopkins da vida a un Van Helsing tan temible como el conde Drácula, terriblemente conservador y puritano, y Gary Oldman hace la interpretación de su vida, logrando que sintamos al mismo tiempo fascinación y repulsión. Al respecto cabe citar la muy inteligente decisión de que Mina es la única, junto con el espectador, que ve al Drácula humano. El resto de personajes sólo lo ven como un viejo decrepito Keanu Reeves, sin duda lo peor del film, dando vida a Jonathan Harker, en su visita al castillo en Transilvania, y cuya estancia es una muy barroca pesadilla, o un monstruo, al que también da vida un Oldman lleno de maquillaje, obra y gracia de Greg Cannom.
Coppola se reunió con el equipo en su rancho, días antes de iniciar rodaje y entre otras cosas, obligó a los actores a una lectura de la obra de Stoker en voz alta, algo que les llevó dos días enteros. El famoso realizador quiso que sus intérpretes estuviesen perfectamente familiarizados con el material. El resultado, dejando a un lado alguna laguna narrativa arreglada por la voz en off de Hopkins como uno de los narradores, algo que nunca gustó demasiado a Coppola y el penoso trabajo de Reeves, es firme y por decirlo de alguna manera, vampirizador. Y he ahí uno de los grandes aciertos de Coppola realizador. Su puesta en escena logra una conexión única, y muy elegante, entre el poder vampirizador del cine la escena de las sombras chinescas antes comentada y su personaje. Porque ante todo no estamos ante el Drácula de Stoker, al cual sin duda reconocemos, sino ante el de Coppola, ante una reinterpretación del mito. Y nos ha seducido como lo haría el más grande de los vampiros, dejando claro que su existencia y su poder sólo tienen una razón de ser: el amor.
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"Nosferatu"
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"Drácula", de George Melford
"Vampyr" de Carl Theodor Dreyer
"La marca del vampiro" de Tod Browning
"El regreso del vampiro" de Lew Landers
"Drácula" de Terence Fisher
"Las novias de Drácula" de Terence Fisher
"Planeta sangriento" de Curtis Harrington
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"La sangre del vampiro" de Henry Cass
"El beso del vampiro" de Don Sharp
"Drácula, príncipe de las tinieblas" de Terence Fisher
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"El baile de los vampiros" de Roman Polanski
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