sábado, 11 de mayo de 2013

encuentros acuáticos en la 3ª fase y El atlas de las nubes, almas encadenadas

Que opina? James Cameron: Abyss, encuentros acuáticos en la 3ª fase - 17/04/2013 1:42:36

" Practico muchísimo el submarinismo. Me encanta estar en el mar, bajo él.
El éxito cosechado por "Aliens, el regreso" ("Aliens", 1986) tanto de taquilla 131 millones de recaudación a nivel mundial para una inversión de 18,5 millones como de crítica, era garante suficiente para que, afianzada su posición en el mainstream hollywoodiense, James Cameron pudiera hacer prácticamente lo que le viniera en gana para su siguiente filme. Pero esta libertad no siempre es bien gestionada y la laxitud de control por parte de una productora en términos de guión puede terminar jugando en contra de las formas narrativas del mejor de los cineastas si nadie pone a prueba la "estanqueidad" de la historia. Y si no, que se lo digan a Shyamalan.
La última constante
"Terminator" ("The terminator", 1984) y "Aliens" habían servido a Cameron para explorar el núcleo en torno al amor sobre el que hace girar todas sus películas, la fortaleza de sus personajes femeninos y, en el caso de la secuela del filme de Ridley Scott, el mal provocado por las corporaciones. A esta terna vendrá a incoporarse ahora un cuarto pilar sobre el que asentar la traslación de sus obsesiones y preocupaciones a la gran pantalla: la conciencia global y, hasta cierto punto, medioambiental.
Considerando que no será hasta "Avatar" (id, 2009) cuando este mensaje termine por cuajar del todo, y que en el ínterin entre "Abyss" y su último filme hasta la fecha esta conciencia medioambiental global no aparece por ninguna parte, el hecho de tenerla en cuenta como uno de los pilares temáticos básicos de su filmografía puede parecer una reflexión algo laxa, aunque a mi juicio no lo es tanto si observamos su extraordinaria conexión con el conflicto entre máquina y tecnología que sí está presente en todo el discurso del cineasta y que me guardé en el párrafo anterior para sacarlo a la palestra aquí.
Puesto en "Abyss" de manifiesto por la presencia de esa raza de extraterrestres que pretende salvar a la raza humana de si misma, algo que sólo se puede apreciar en la Edición Especial de la cinta de la que hablaremos más abajo, la sensibilidad del cineasta hacia temas medioambientales tendrá, como decía, su máximo exponente y desarrollo en "Avatar", llegando Cameron a apadrinar una campaña de reforestación a nivel mundial con la firme intención de plantar un millón de árboles a lo largo y ancho de nuestro planeta y haciendo coincidir el lanzamiento de su taquillero filme en 2010 con El Día de la Tierra.
Fascinante en lo visual…
Con un reparto carente de estrellas de esas que se hubieran llevado una buena tajada del presupuesto, Cameron tuvo a su disposición una cifra que, dependiendo de la fuente, oscila entre 47 y 70 millones de dólares; fondos que el cineasta pudo destinar, como iba diciendo, a sufragar todos los escollos técnicos y no fueron pocos que se encontró en el camino ya desde la pre-producción, con la construcción de dos gigantescos tanques de agua filtrada donde se llevó a cabo la mayoría de la filmación que dieron problemas graves desde el primer día.
Dichos problemas, unidos a todas las dificultades que acarreó el rodar bajo agua, no fueron sino la punta del iceberg de los 140 días que duró un rodaje que puso a prueba los nervios de todo el equipo con jornadas leoninas de 10 horas, llevando a Ed Harrisespléndido como siempre y Mary Elizabeth Mastrantonio al borde de la extenuación física y emocional y fraguándose de forma definitiva la fama de tirano de Cameron. Un director que, habiendo ya sobrepasado en 4 millones el presupuesto inicial, atrasó un mes la fecha de estreno inicialmente prevista debido a la post-producción, poniendo muy nerviosos a los ejecutivos de la Fox, que no veían del todo viable la aventura económica en la que habían embarcado al estudio.
Pero lo cierto es que, a nivel visual, "Abyss" es una experiencia alucinante: con el notable protagonismo de la fotografía firmada por Mikael Salomon un técnico al que después le hemos visto excelsos trabajos como la magistral "Hermanos de sangre" ("Band of brothers", 2001), vehículo de salida a la obsesiva filia de Cameron por los tonos azulados, todo lo que rodea al aspecto técnico del filme roza la perfección, destacando unos espléndidos efectos visuales que han envejecido estupendamente y que sacaban excelente partido de las muchas miniaturas utilizadas y un montaje vibrante que ponía en relieve el opresivo y claustrofóbico ambiente que Cameron tan bien había sabido construir.
…endeble en lo argumental
Lamentablemente, la perfección visual de la cinta no es correspondida por un guión a la altura, siendo sin lugar a dudas "Abyss" el libreto de más bajo nivel que Cameron ha concretado en su filmografía. Comencemos por aproximarnos a la base argumental, elemento común a ambas versiones del filme: desarrollando una idea que había tenido con 17 años en una clase de ciencias, Cameron no es precisamente sutil a la hora de establecer las referencias sobre las que se fundamente su libreto, y resulta muy evidente que el esquema del relato es herencia directa del de "Alien, el octavo pasajero" ("Alien", Ridley Scott, 1979).
Si en el filme de Scott teníamos camioneros que viajaban por el espacio exterior en una nave de carga, en "Abyss" tenemos fontaneros especializados que se mueven por las profundidades del oceáno en una plataforma submarina. Si en "Alien" los personajes se encontraban con una nave abandonada que albergaba vida extraterrestre, aquí también la tendremos, aunque de talante bien diferente al del violento xenoformo imaginado por H.R.Giger.
Aderezando este esquema con la catástrofe de un submarino y la misión de rescate puesta en marcha por parte del ejército, Cameron va haciendo descansar el desarrollo del filme en una historia de amor que ni en sus momentos más dramáticos llega a convencer y que, paradojas de la vida, sirve de precisa traslación de la disfuncional relación matrimonial que le llevó al divorcio con Gale Ann Hurd; en un personaje femenino que termina desmontándose a sí mismo para poder hacer funcionar la componente romántica de la cinta y en unos secundarios cuya definición se aleja, y mucho, de aquella que el cineasta lograba con los marines de "Aliens".
Someramente equilibrados estos endebles mimbres con un par de excelentes set pieces como son el hundimiento de la grúa y toda la secuencia que empieza con la lucha entre Bud y ese Coffey encarnado de forma brillante por Michael Biehn puntualizada por la espléndida partitura de Alan Silvestri, es en el tramo final de la cinta donde todo lo que Cameron ha ido construyendo se deshace como un castillo de naipes, aunque no deje de ser cierto que aquí tiene mucho que ver todo el metraje eliminado en el montaje original que terminó viendo la luz en la Edición Especial.
30 minutos que cambiaron una película
Al contrario de lo que suele suceder normalmente, la intervención de la Fox no fue la determinante, al menos no la única, de que el montaje final que se exhibió en los cines perdiera aquellas escenas que daban algo sentido al gigantesco salto de fe que el espectador se veía obligado a hacer por cuenta del encuentro final entre Bud y los benévolos extraterrestres del "Arca" submarina. Manteniendo el control sobre el montaje final de la cinta, la duración de la misma, de casi tres horas en su corte inicial, produjo gran preocupación de cara a la distribución, y el estudio limitó a dos horas y cuarto lo que al final se podría exhibir en las salas, garantizando así más pases diarios y tranquilizando a aquellos que, a finales de los ochenta, no veían con buenos ojos cintas de tan larga duración.
Con todo, fue la ILM y la imposibilidad técnica de representar de forma convincente lo que se le pedía la responsable de que Cameron decidiera deshacerse del final inicialmente pensado y eliminara a lo largo del metraje todo aquello que conducía a él: durante la versión reconstruida para la Edición Especial de 1993, la acción va señalando durante el transcurso de la cinta que la catástrofe del submarino que abre la historia ha ido acrecentando la tensión a nivel mundial hasta el punto de situarla al borde de la Tercera Guerra Mundial.
La eliminación de dichas escenas respondía, como he señalado, al radical cambio que hubo que efectuar de cara al clímax final de la película: en él, y tras ser llevado de la mano por el extraterrestre a la nave, Bud observa como los seres pretenden castigar a la raza humana por el claro desdén hacia la vida que ha demostrado tener a lo largo de la historia, asistiendo impotente al "ataque" de gigantescos tsunamis de 300 metros de altura que amenazan con acabar con buena parte de la población sobre la superficie del globo terráqueo. Interrumpido el avance de las olas por las súplicas de Bud y el sentido mensaje con el que se ha "despedido" de su esposa, los extraterrestres deciden suspender sus genocidas intenciones y confiar en que el amor todo lo podrá.
Eliminado del montaje, lo que nos quedaba en 1989 era una brevísima aparación de los I.T con muy poco sentido que no remataba con la suficiente solidez las dos horas previas de metraje, quedando la sensación de que la adición de los extraterrestres no jugaba en favor de una cinta que habría funcionado bastante mejor como un thriller con la guerra fría de trasfondo y así lo demuestran sus mejores escenas que como un filme de ciencia ficción. Dichas sensaciones quedaban paliadas en parte por la Edición Especial aunque, siendo sincero, ni siquiera la explicación del papel que realmente juegan los seres de otro mundo ayuda a ignorar el fuerte matiz naïf que envuelve a toda la acción en general y a la inclusión de los alienígenas bioluminiscentes en particular. Un tono que, en el plano final, se torna en una ñoñez capaz de echar a perder todo dependerá del ánimo crítico del espectador las gratas impresiones que la cinta ha ido dejando dispersas aquí y allá.
Otra crítica en Blog de Cine
"Abyss", el clasicismo de James Cameron

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Noticia, El atlas de las nubes, almas encadenadas - 16/03/2013 14:39:37

" Aunque mi amplia experiencia como editor me ha llevado a despreciar los flashbacks, flashforwards y demás trucos engañosos, creo que si usted, querido lector, puede prolongar su paciencia solo un momento, encontrará que hay un método en este cuento de locura.
Timothy Cavendish (Jim Broadbent)
A simple vista sorprende que una producción como "El atlas de las nubes" ("Cloud Atlas", Tom Tykwer, Andy y Lana Wachowski, 2012) haya sido una de las mayores decepciones comerciales del año pasado. Un generoso presupuesto (100 millones de dólares) para trasladar a la gran pantalla un best seller, los directores de "Matrix" (1999) y "El perfume" ("Perfume: The Story of a Murderer", 2006), un reparto encabezado por actores tan populares como Tom Hanks, Halle Berry, Susan Sarandon y Hugh Grant, y una propuesta cargada de acción, romance y llamativos efectos visuales. Sin embargo, la película fue un fracaso en EE.UU. solo recaudó 27 millones de dólares, fue olvidada en los premios importantes, y también está pasando sin pena ni gloria por las españolas.
En nuestro país se estrenó tarde el 22 de febrero, cuatro meses de retraso respecto a EE.UU. y sin demasiada confianza. La Warner no puso toda la carne en el asador para convencer al público de que debían ir al cine a ver "El atlas de las nubes" circula en Internet una copia en buena calidad desde final de año y tras tres semanas en cartelera ya está fuera del top 10 de la taquilla. Pero ya fue extraña la manera en la que se vendió el film internacionalmente. A solo tres meses del estreno, los realizadores decidieron grabar un vídeo en el que hablaban de la conflictiva financiación del proyecto una de las producciones independientes más caras jamás realizadas y confiaban en interesar al público con un extenso tráiler de casi seis minutos lo tenéis a continuación.
Cuentan los cineastas que una de las razones por las que no consiguieron convencer a los ejecutivos de Hollywood fue que el guion, basado en la novela de David Mitchell, era demasiado "complejo". Tras la presentación de "El atlas de las nubes" en el festival de Toronto salieron a la superficie otros "problemas", como la excesiva duración, el lamentable maquillaje de algunos personajes o el montaje de la película, alternando el desarrollo de seis historias de épocas diferentes como si transcurrieran de forma paralela, usando prácticamente a los mismos protagonistas. Pero también recibió críticas excelentes y en IMDb.com tiene una valoración de 7,8 sobre 10. Los directores realizaron una apuesta ambiciosa y, como suele ocurrir, las respuestas fueron muy variadas, hasta el punto de que el film ha sido incluido en listas del mejor y del peor cine de 2012.
Ése es posiblemente uno de los mejores regalos que podían hacer a los realizadores, porque encaja con lo que plantean en la obra: no hay derrota si se ha llegado a alguien, si se ha transmitido el mensaje. Es muy posible que los comentarios positivos generen curiosidad y "El atlas de las nubes" vaya ganando seguidores con el paso del tiempo, adquiriendo la categoría de título de culto. Pronto para decirlo pero creo que ocurrirá, hay en ella imágenes e ideas bellísimas que impactan y se quedan grabadas en la memoria. Por otro lado, no es en absoluto una película compleja, aunque pueda parecerlo superficialmente. Está planteada de forma confusa quizá voluntariamente, pero lo más probable es que los cineastas no encontraran una manera más creativa de adaptar el libro, se viaja atrás y adelante en el tiempo desde el siglo XIX al XXIII, se utilizan a los mismos actores para encarnar a varios personajes, se plantean conceptos filosóficos y espirituales…
Sí, es muy posible que para una parte importante del público potencial, "El atlas de las nubes" sea "compleja". Lo es, definitivamente, si la comparamos con la mayoría de las comedias románticas y los blockbusters de Hollywood. ¡Almas conectadas! ¡Karma! ¡Amor inmortal! ¡El individuo frente a la sociedad! ¡El miedo como método de control! ¿Somos REALMENTE dueños de nuestras vidas? ¿Somos libres o una nueva clase de esclavos? Alguno se habrá descubierto pensando, y eso es bueno, hoy en día incluso rompedor. No obstante, creo que el principal handicap de la película es su duración. Sin la certeza de que el visionado va a merecer la pena porque es parte de una franquicia de éxito o se haya creado una corriente de opinión muy favorable que convierta el estreno en un acontecimiento, mucha gente no está dispuesta a pagar una entrada para pasar tres horas en el cine. Aunque la alternativa sea perder la tarde viendo la tele, con Twitter o WhatsApp…
No digo nada nuevo, el público es cada vez más vago. Y el drama épico que proponen los Wachowski y Tom Tykwer es, me temo, un hueso duro de roer. La película requiere atención, paciencia y tiempo y más de un visionado para captar jugosos detalles, pero merece la pena. Dicho esto, "El atlas de las nubes" tiene defectos importantes. El arriesgado enfoque narrativo no termina de funcionar, los numerosos cortes para alternar los relatos rompen constantemente la progresión de la montaña rusa emocional en la que viajan estas almas interconectadas; a veces hay escenas tan breves que solo entorpecen y distraen. No considero que el maquillaje sea un aspecto fallido, la idea es que el espectador reconozca a los actores en las diferentes historias, independientemente del género, la raza y la edad del personaje. Esa decisión de los directores sí me parece discutible.
Como suele ocurrir con los puzles de historias, el conjunto es irregular, hay situaciones y personajes interesantes que tienen que compartir minutos con tramas menos inspiradas. Los segmentos ambientados en el año 1936 "Cartas desde Zedelghem", dirigido por Tykwer, la trágica creación de una obra de arte y un amor imposible y 2144 "Una Oración de Sonmi-451", orquestado por los Wachowski, un espectáculo a lo "Matrix" que habla de libertad y rebelión sobresalen por encima del resto, si bien hay momentos destacables en todos los demás la escena del crítico literario es impagable. El reparto se esfuerza por dotar de credibilidad a los variados personajes, siendo divertido ver a algunos de ellos en papeles totalmente insospechados Hugo Weaving es el intérprete que saca más partido a las transformaciones. Por la osadía de sus responsables, por lo inusual de la propuesta, por la visión romántica de la vida, por buscar la reflexión del espectador, recomiendo que os adentréis en la experiencia de "El atlas de las nubes".
Otra crítica en Blogdecine | "El atlas de las nubes", hasta el infinito y más allá
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Que opina? Críticas a la carta | A quemarropa, de John Boorman - 23/02/2013 8:51:50

" La década de los sesenta fue, para el cine, una época de transición, de relevo generacional y de búsqueda de nuevas potencialidades narrativas y técnicas. En ese aspecto, "A quemarropa" ("Point Blank", John Boorman, 1967), es un film de su tiempo. El clima contestatario que se vivía en aquel momento en Estados Unidos, se extrapoló ,como no podía ser de otra manera, a la naturaleza de los nuevos films que aparecían. La crisis de los grandes estudios, el asentamiento de la televisión, así como la necesidad de evolución genérica, dieron una mayor libertad creativa tanto a directores como a guionistas. Al mismo tiempo, se hizo cada vez más palpable la influencia del cine europeo que, con sus marcados aires renovadores, se convirtió en un referente para toda la industria cinematográfica.
De este modo, una nueva generación de creadores fueron tentados desde Hollywood, que padecía de la rigidez de tiempos más gloriosos. El cambio necesitaba de todo el potencial de directores europeos como Peter Yates, Roman Polanski, Milos Forman, Karel Reisz o John Boorman. Ellos fueron algunos de los realizadores que desembarcaron en la meca del cine, en medio de un convulso panorama internacional.
Con la Guerra Fría como telón de fondo, la Guerra del Vietnam y la inminente desaparición de los preceptos de censura que habían imperado hasta el momento, la violencia se abrió paso en el cine a golpe de fotograma. De ello se nutre "A quemarropa", que muestra la agresividad de una nueva versión del sector criminal, con unos renovados personajes que recuerdan más a unos ejecutivos que velan por los intereses de sus corporaciones, en este caso, de la esquiva "organización".
El film noir, como vía expresiva y de estilización visual, fue uno de los géneros que experimentó una mayor transformación durante esta época. Si bien se considera, estrictamente, a "Sed de mal" ("Touch of Evil", Orson Welles, 1958) como la última película de cine negro, muchas de sus características esenciales fueron transformándose y adaptándose a una nueva estética y a una evidente tendencia iconoclasta por parte de los cineastas del momento. Este film de John Boorman, junto con "Bullit" ("Bullitt", Peter Yates, 1968) posteriormente o, de modo más evidente, "Código del hampa" ("The Killers", Don Siegel, 1964), son claros e ineludibles referentes de esta evolución. El neo-noir, que entronca también con el thriller, fue el término con el que se clasificaron estas películas y que sirvió para encumbrar un estilo que, periódicamente, vuelve a aplicarse.
Durante el rodaje en Inglaterra de "Doce del patíbulo" ("The Dirty Dozen", Robert Aldrich, 1967), Lee Marvin entró en contacto con John Boorman, entonces un director británico en ciernes. Éste había trabajado previamente para la BBC y había realizado la película "Catch Us If You Can" (id, John Boorman, 1965) al servicio del grupo pop The Dave Clark Five, en un intento de emular el éxito de "¡Qué noche la de aquel día!" ("A Hard Day"s Night", Richard Lester, 1964). Este realizador llegó a Hollywood, pues, con todo el poso de las vanguardias, auténtica revolución a nivel pictórico, musical y literario. En el cine era la francesa Nouvelle vague, la que encabezaba esta renovación. Su huella en "A quemarropa" es manifiesta, para un film que se observa, con el paso del tiempo, como un experimento o ejercicio estilístico, en el que la historia es justamente un vehículo y no una finalidad.
La cinta toma como base la novela The Hunter escrita por Donald E. Westlake, cuyo pseudónimo fue Richard Stark. Ésta fue la excusa para que Marvin y Boorman pudieran colaborar, algo que mutuamente deseaban y en lo que ambos pusieron mucho empeño. Su trama gira entorno a Walker, al que da vida Lee Marvin, un individuo que busca venganza después de ser traicionado por su entonces amigo y su mujer. La interpretación de Marvin en esta cinta, supone un acto total de deshumanización. Cuál autómata, ejecuta su particular vendetta desprovisto de expresión, como sucede también con el resto de personajes que representan los arquetipos más reconocibles del género del que toman forma. Destacan Angie Dickinson, con quien Marvin ya coincidió en "Código del hampa", así como John Vernon, Carroll O"Connor y Keenan Wynn, como sus principales antagonistas.
Un inicio delirante repleto de continuos y oníricos flashbacks, marca el desarrollo circular de una trama que empieza donde termina, en Alcatraz. Ésta fue la primera película que se rodó dicha prisión, después de su cierre definitivo como centro penitenciario en 1963. El ritmo del frenético montaje inicial, obra del veterano Henry Berman, va pausándose a medida que se manifiesta la futilidad de la venganza del protagonista. No en vano, el personaje de Lee Marvin es el que lleva a la muerte a aquéllos que persigue, pero en ningún caso, irónicamente, es él quien la consuma.
El sexo y el erotismo, por otro lado, también son representados con brusquedad y desapego. Existe un triángulo de relaciones, en más de un sentido. En estas escenas, el ritmo es entrecortado, interrumpido, frustrado. La pistola se convierte en una buscada analogía, como otra forma más de expresión de la violencia que impera en la película.
Los verdaderos personajes son el color y el sonido, en una cinta que persigue claramente el efectismo. El primero está presente no sólo en el entorno y en la iluminación, sino en el vestuario de los protagonistas, que parecen adaptarse a cada escenario, a cada situación. El desarrollo del argumento es también un desarrollo del cromatismo. Su valor sensorial aporta mucho más a la trama que los propios diálogos. Los verdes y los grises al principio, las tonalidades ocres más sensuales con la aparición de Angie Dickinson, pasando por el rojo del apartamento de Mal Reese ,interpretado por John Vernon, como preludio de la violencia que le sobreviene al personaje. Estas transiciones no sólo afectan al espacio sino también al propio Walker, que modifica su vestuario a medida que avanza su periplo.
El uso del sonido, concebido también como elemento transgresor y de ruptura con su utilización clásica, supone una alteración constante del ritmo de la película. El sonido ambiente es repetitivo, estridente y crispado, así como la actuación musical del film en la que el intérprete no canta, más bien chilla. La banda sonora fue obra de Johnny Mandel y es uno de los recursos más singulares de "A quemarropa". Todo ello confiere a la cinta una atmósfera de convulsión, de Fuente Artículo

Es Noticia, El código Hays o la autocensura de Hollywood - 20/01/2013 11:29:37

" Durante más de treinta años, un férreo sistema de regulación del contenido cinematográfico puso a los profesionales del momento al límite de su ingenio con el fin de evitar que sus films fueran presa de la censura. A pesar de ser un indudable período de represión, esta necesidad de esquivar la tijera, hizo aflorar toda una serie de recursos, de dobles sentidos, de referencias veladas. En determinados casos y en géneros como la comedia, dio pie a la sugerente habilidad de no mostrar o no decir abiertamente aquéllo que resultaba obvio. El código Hays fue un conocido reglamento que estuvo vigente desde 1934 hasta 1968 y fue concebido por William H. Hays, miembro del partido republicano y el primer presidente de la Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de América ,MPPDA,.
El cine, como toda expresión artística, no tardó en generar polémica. En plena década de los años veinte, a los controvertidos argumentos que pudieran aparecer en pantalla, se sumaban los escándalos de actores y directores fuera de ella. La prensa sensacionalista de la época fue un hervidero con todas sus explosivas tribulaciones, plagadas de asesinatos, de drogas o de muerte. La meca del cine fue representada nada menos que como un escenario de depravación e inmoralidad. Entre los sucesos más sonados, encontramos el de la supuesta violación y posterior fallecimiento de la desconocida aspirante a actriz Virginia Rappe a manos del cómico Roscoe Arbuckle. También fue muy divulgado el divorcio de la entonces célebre Mary Pickford, de su primer marido Owen Moore, mientras mantenía un romance con Douglas Fairbanks.
Con el propósito de evitar la intervención gubernamental y favorecer la autoregulación, los jefes de los estudios cinematográficos decidieron crear en 1922 la MPPDA, posteriormente denominada MPAA ,con la finalización de la Segunda Guerra Mundial, o Asociación Cinematográfica de Estados Unidos. William H. Hays fue nombrado su presidente y se le encomendó la misión de restablecer la buena imagen de Hollywood y, a la vez, dictaminar la moralidad de sus películas.
En 1929, con la ayuda del editor católico Martin Quigley y del sacerdote jesuita Daniel A. Lord, se elaboró el código de normas que, después de ser revisado por los dirigentes de los estudios, fue finalmente adoptado por la MPPDA en 1930. En primera instancia se le denominó The Production Code y más adelante fue nombrado para la posteridad como The Hays Code. Además de unos preceptos aleccionadores generales, enfocados en preservar la moral de las películas, se trazó una enorme lista de pautas de vigilancia que tenían en el punto de mira el sexo, especialmente, la violencia o la blasfemia.
La actriz Louise Brooks en el film "La caja de Pandora".
De este modo, las escenas de pasión quedaron reducidas a la mínima expresión. Manifestaciones como besos y abrazos debían eliminar todo rasgo de lascivia y, por supuesto, cualquier escena explícita. En particular los besos se convirtieron en algo tan casto que incluso eran cronometrados, sólo podían durar unos pocos segundos. El matrimonio como institución también debía ser protegida, muestra del carácter moralizante de las normas. Los crímenes en pantalla debían mostrarse sin exhibir toda su brutalidad y el uso de las armas quedaba reducido al mínimo indispensable. El empleo irreverente del lenguaje, especialmente si era percibido como una ofensa a la religión, era eliminado. Estos son algunos ejemplos de las restricciones que marcaba el código y que obligaban a los cineastas a soslayar toda referencia evidente.
Otras normas además resultaban de lo más rocambolescas, sobretodo las más curiosas tienen que ver con el desnudo. En este sentido, la mujer, su vestimenta o la falta de ella; eran supervisados minuciosamente. Las transparencias o telas que destacaran en exceso sus formas no estaban permitidas y el ombligo no debía mostrarse bajo ningún concepto. Los hombres también eran motivo de censura, pues se consideraba lascivo mostrar el vello en el torso y no era aconsejable exponerlo. Estas observaciones tienen que ver con el carácter más inflexible de los censores pero aún siendo exageradas, dejaron una larga estela de puritanismo que todavía hoy en día conserva el cine estadounidense.
George Raft y Paul Muni en "Scarface, el terror del hampa".
Durante sus primeros años de vigencia, se observó el código con cierta permisividad y ello favoreció a ciertas producciones que lograron esquivar sus directrices. En plena era de la Gran Depresión, los estudios no podían permitirse más pérdidas, por eso fueron reacios al principio a adoptar una serie de medidas que afectaban directamente a los géneros de moda, como las películas de gángsters o las comedias. Sin embargo, las amenazas de boicot por parte del sector católico de la sociedad americana y la retirada de fondos por parte algunos inversores influyentes, obligaron a los estudios a acatar el código en firme a partir de 1934. Estos años se denominaron como el Pre-Code Hollywood.
Algunas de las películas que sortearon de algún modo la censura en estos años fueron, entre otras, "El ángel azul" ("Der blaue Engel, Josef Von Sternberg, 1930) con una sensual Marlene Dietrich. Otros ejemplos comprenden la película "Carita de ángel" ("Baby face", Alfred E. Green, 1933), con Barbara Stanwych usando abiertamente sus encantos para ascender socialmente; o "El signo de la cruz" ("The Sign of the Cross", Cecil B. DeMille, 1932), centrada en la época del emperador Nerón, interpretado por Charles Laughton, se muestran sus excesos de forma manifiesta.
Barbara Stanwyck en la película "Carita de ángel".
Varios de estos films Pre-Code sufrieron la carga de la censura después de 1934. Un ejemplo es la película "Adiós a las armas" ("A Farewell to Arms", Frank Borzage, 1932), protagonizada por Gary Cooper y Helen Hayes, fue recortada a posteriori, de manera que sólo se conserva su versión censurada. Otros profesionales afectados por el código fueron los hermanos Marx ,conocida es la audacia de sus diálogos, o algunas actrices, como Jean Harlow o Joan Blondell, sobretodo ésta última fue vetada en numerosas ocasiones.
Sin embargo, algunos creadores encontraron de algún modo en la severa vigilancia del código, un aliciente para retar su ingenio. Y es que, en muchas ocasiones, las dificultades son un estímulo para el que no se rinde ante ellas. Por eso maestros como Ernst Lubitsch o Alfred Hitchcock, supieron sortear la censura con su irrepetible talento y desarrollarlo de manera impecable. Sus fantásticos diálogos o las acciones detrás de una puerta cerrada, son dos de los hitos de la magia de Lubitsch. También es particularmente insuperable la célebre secuencia del largo beso interrumpido ,recordemos que los besos sólo podían durar tres segundos,, en la que Cary Grant y Ingrid Bergman nos ofrecen una de las escenas más íntimas de la filmografía de Hitchcock en la maravillosa "Encadenados" ("Notorious", Alfred Hitchcock, 1946).
A la postre, la demanda de tramas más realistas y la evolución de la sociedad americana, dictaminó la desaparición del código Hays a finales de los años sesenta. Esta conclusión dio paso al sistema de clasificación por edades que se conserva hasta hoy en día. Además de observar esta etapa de la historia del cine como una época marcadamente restrictiva en muchos aspectos, creo que también debe apreciarse con admiración por el talento de tantos cineastas que convirtieron en irrepetibles sus maniobras de despiste. A pesar de que hoy en día se haya perdido bastante esta capacidad de sorprender al espectador y confiar en su intelecto ,también los tiempos han cambiado,, yo les diría que lo que la tijera ha separado, que lo recupere el hombre.
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Es Noticia, Woody Allen: ¿Qué tal, pussycat?, amargo debut cinematográfico - 10/11/2012 8:11:33

" Woody Allen es uno de los cineastas más conocidos, imitados, respetados y admirados del planeta. También uno de los más activos, estrenando una película por año, algo digno de elogio teniendo en cuenta su edad (nació el 1 de diciembre de 1935) y que escribe sus propios guiones. Debutó como director en 1969, y lo hizo para evitar que se repitiera la mala experiencia de su primer trabajo en el cine, como guionista y actor en "¿Qué tal, pussycat?" ("What"s New, Pussycat", Clive Donner, 1965).
Me consta que para mucha gente, Allen es uno de esos "autores" (léase con tono despectivo) que cuentan con el apoyo casi incondicional de la crítica y un público intelectual, que de vez en cuando hace algo que también gusta al resto de los mortales; casi por azar, añadirían algunos. Sin embargo, este (desproporcionado) retrato no comenzó a dibujarse hasta el estreno de "Interiores" ("Interiors", W. Allen, 1978), con el que el neoyorquino se esforzó por acercarse al estilo de su cineasta favorito, Ingmar Bergman. Era su séptimo largometraje como realizador y trató de hacer algo diferente, distanciándose de la legión de seguidores que fue acumulando durante su etapa cómica.
Allan Stewart Konigsberg comenzó a ganar dinero ya en su etapa de instituto, enviando chistes a diferentes periódicos de Nueva York con el alias de Woody Allen. Trabajó para una agencia de publicidad escribiendo frases ocurrentes que se ponían en boca de celebridades, fue guionista y cómico invitado en diferentes programas de televisión, grabó discos con sus mejores chistes y realizó giras por diferentes capitales de EE.UU. con sus espectáculos de "stand-up comedy" (o monologuista). Era una estrella cuando le ofrecieron entrar en el mundo del cine. "¿Qué tal, pussycat?" iba a suponer una estimulante colaboración entre Allen y Warren Beatty, autor de la idea original y del título, que era su frase para ligar, pero los productores se apoderaron del proyecto y lo condujeron en la dirección que se les antojó.
Beatty abandonó el barco cuando Allen se vio obligado a reescribir el guion para incluir las sugerencias y exigencias de los señores que ponían la pasta, quedando el papel de sufrido Don Juan en manos de Peter O"Toole, al que se sumó el genial Peter Sellers y un plantel de hermosas actrices encabezado por Romy Schneider, Paula Prentiss, Ursula Andress y Capucine, que por aquel entonces era la novia de uno de los productores. Echando la vista atrás, Allen solo tiene buenas palabras para sus compañeros de reparto, el director y la ciudad de París, donde filmaron ahí se plantó la semilla para "Midnight in Paris" (2011), pero acabó harto de que modificaran y destrozaran su guion para hacer la película más accesible y comercial, llegando a ser la única vez en toda su carrera que insultó a alguien durante un rodaje (al productor Charles K. Feldman).
Sobre "¿Qué tal, pussycat?", Allen ha declarado que si se hubieran ceñido a su guion, "sería el doble de divertida y habría recaudado la mitad". Efectivamente, fue un éxito de taquilla, lo que le ayudó a seguir trabajando en el negocio y optar a nuevas oportunidades, a pesar de que para él había sido una experiencia desagradable (no olvidemos que idolatra el cine europeo, más artístico que el industrial de Hollywood). Estoy convencido de que la película habría sido más ingeniosa conservando el texto de Allen (hay situaciones y diálogos hilarantes donde se nota claramente su firma) y comprendo su rechazo personal hacia el film, pero el resultado final no es ni mucho menos un trabajo despreciable. Y es que solo por las tronchantes escenas donde interviene Sellers (la del poema bajo el balcón es de carcajada) ya merece la pena ver "¿Qué tal, pussycat?".
La trama no tiene complicación, O"Toole da vida a una versión cómica y elegante de un adicto al sexo, que desea reprimir sus impulsos para poder casarse con la mujer que supuestamente ama. Para ello acude a la consulta del Dr. Fassbender, interpretado por Sellers; el problema es que el psicoanalista es un absoluto perturbado y solo agrava los problemas del protagonista, que a su pesar va acumulando conquistas mientras aparenta formalidad y compromiso hacia su pareja. En cuanto a Allen, se limita con el personaje de Victor a componer el nervioso, cobarde y torpe tipo desafortunado con las mujeres que esperaban de él. La única labor de las actrices es resultar atractivas y mostrar deseo ante las miradas seductoras de O"Toole, así que cumplen. Cabe destacar un divertido cameo de Richard Burton pero si uno pestañea se lo pierde.
Realizada con escasa imaginación, con una puesta en escena enfocada por completo a lucir a los actores, la película cumple su propósito como ligero y simple entretenimiento al alcance de cualquiera, con Sellers y Allen encargados de hacer reír mientras O"Toole y sus "pussycats" se ocupan de que suba la temperatura. Hay que tomársela como lo que es y verla con el ánimo adecuado, porque si esperas que te alegre un mal día o que te mantenga pendiente de la pantalla de principio a fin, te has equivocado de título. Para terminar, a continuación os dejo con un extracto de la descacharrante conversación que mantienen el Dr. Fassbender y Victor en una escena en la que el primero intenta poner en marcha un extravagante suicidio y el segundo (que celebraba un triste 29º cumpleaños, justo el día que los cumplía realmente Allen) lo interrumpe para contarle su gran problema sentimental…
- Estoy enamorado de una chica y ella no me ama, ama o otro tipo. Y yo estoy en medio.
- Ya veo. Sí, sí…
- ¿Qué cree que debería hacer?
- Bueno, ¿porque no se compra un coche deportivo?
- ¿Un coche deportivo?
- Si, un pequeño y bonito biplaza. Francés, alemán, italiano. Y va por ahí "BROOOM". Usted sabe, a ellas les encanta. Signo de virilidad masculina. Tal vez necesite dos, quizá.
- No sé conducir.
- Bueno, atropella a unas cuantas personas. Lo principal es que consiga la chica. Eso es lo único que importa.
- ¿Sabe?, para ser doctor, suena terriblemente poco ético.
- ¿Poco ético? ¿Qué demonios me importa la ética? Mi padre, el más querido ginecólogo de Viena, mientras se lo llevaban por exposición indecente en la Sala de Opera Estatal, dijo, y cito: "Por favor no me lleven, no lo volveré a hacer."
- Brillante cita.
- Era un brillante pervertido.
- Oiga, es mi cumpleaños.
- Eso ya me lo dijo.
- ¿Podemos volver a él?
- ¿Qué pasa con mi funeral?
- Hagamos su funeral primero, luego mi cumpleaños.
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Que opina? Salvajes, lo peor de Oliver Stone - 04/11/2012 2:05:15

" Que ahora os esté contando esta historia no significa que al final de ella acabe con vida. Es de esa clase de historias.
O. (Blake Lively)
Tras la innecesaria continuación de uno de sus títulos más populares, "Wall Street: El dinero nunca duerme" ("Wall Street: Money Never Sleeps", 2010), Oliver Stone decidió embarcarse en la adaptación de una novela criminal, "Salvajes" ("Savages", 2012), un material prometedor en manos del autor de "Asesinos natos" ("Natural Born Killers", 1994) y "Giro al infierno" ("U-Turn", 1997). El problema es que del creador que dejó huella entre los 80 y los 90, y todavía detalles de gran cine en la década siguiente cabe destacar la irregular "Alejandro Magno" ("Alexander", 2004), que alterna momentos formidables con otros bochornos apenas queda el prestigio del nombre y los gastados trucos de un veterano profesional.
Resulta obvio que al guionista de "El precio del poder" ("Scarface", Brian de Palma, 1983) le atraen las historias criminales vinculadas al narcotráfico. De hecho, Stone no se limita a ocuparse de la puesta en escena sino que también colabora en el guion de "Salvajes" junto a Shane Salerno y Don Winslow, el autor del libro. Los protagonistas de la historia son tres jóvenes guapos de California que ganan una fortuna vendiendo marihuana; bueno, uno de ellos es quien la cultiva y la comercializa, otro interviene solo cuando es necesario ejercer la violencia y luego está la chica, que les proporciona sexo cuándo y cómo quieran (en los primeros de la película la muchacha se autodefine como una "guarra" y revela cómo lo hacen sus dos amores, a los que ve como "las dos mitades de un hombre perfecto"). El trío se considera algo más que amigos o un equipo, se ven como una familia. Es posiblemente el único detalle poco convencional del film.
Blake Lively encarna a Ofelia (aunque prefiere que le llamen O., simplemente, que Shakespeare da muy mal rollo) y es la encargada de narrar una historia que llega a parecer un amago de "Breaking Bad" (2008-2013) mezclado con el pijerío y la frivolidad de "Gossip Girl" (2007-2012). Tras una jornada de compras en un centro comercial la profundidad del personaje es apabullante, la chica es secuestrada por un cártel mexicano que había fracasado intentando llegar a un acuerdo con los protagonistas, a los que dan vida Taylor Kitsch y Aaron Johnson. Salma Hayek interpreta a la peculiar "madre" de la organización mafiosa y Benicio del Toro y Demián Bichir a sus dos secuaces de mayor confianza; el primero es el perturbado y el otro el tranquilo (reflejos oscuros de los jóvenes). Completa el potente reparto John Travolta, como un corrupto agente de la DEA que recibe un dinerillo por ayudar a los protagonistas Uma Thurman rodó escenas como la madre de O. pero fueron suprimidas para aligerar el metraje.
El primer gran problema de "Salvajes" es que son los villanos los que despiertan alguna simpatía. Los héroes son tan simples y caricaturescos como el resto, pero el trabajo interpretativo de Lively, Kitsch y Johnson queda reducido a posar ante la cámara y explotar su sexualidad (para deleite de sus fans y aburrimiento del que quiere ver cine). Chon es presentado como un rudo exmarine y eso ya da pie a situaciones con tiroteos, explosiones y persecuciones al más puro estilo Hollywood (y es tan majo que siempre puede contar con la ayuda de expertos mercenarios colegas); se supone que el muchacho está traumatizado por la guerra pero las fogosas sesiones íntimas con O. le mantienen cuerdo. Normal que se cabree cuando le arrebatan su droga sanadora y exija a Ben, el pseudo-macho del triángulo, que se deje de chorradas pacifistas y abrace su lado más bárbaro como única solución para recuperar a la chica y sobrevivir en una guerra inevitable.
Hayek, Travolta, Bichir y sobre todo Del Toro un fuera de serie, enciende la pantalla en cada aparición sostienen la película a base de carisma, eficacia y sentido del humor. Los esbeltos narcopijos contraatacan y ponen en jaque a los malvados mafiosos, una jugada que solo puede llevar a la destrucción de uno de los bandos. El guion y la puesta en escena han ido dando tumbos y apostando por diferentes tonos en un desesperado intento por encontrar un equilibrio imposible, pero uno se encuentra expectante ante lo que puede ocurrir y cómo se va a plasmar. "Salvajes" quiere ser ese libre espectáculo violento, palomitero y desquiciado que habría encajado perfectamente en la filmografía de Tony Scott, pero Stone no levanta el pie del freno y de vez en cuando necesita dar volantazos hacia un discurso realista y crítico a lo Steven Soderbergh. Por el qué dirán, me temo.
El desastre se consuma en el último tramo de la película, cuando se aleja del (acertado) desenlace de la novela y ofrece al espectador una sorprendente cabriola más propia del género fantástico. Nada le prepara a uno para la vuelta de tuerca final de "Salvajes", una de las decisiones más absurdas y lamentables en la carrera de Oliver Stone. Es casi increíble que se trate del mismo cineasta que alcanzó su plenitud artística con "JFK" (1991). La mayoría de los cineastas, especialmente los que llevan en activo varias décadas, de vez en cuando dejan a un lado sus inquietudes y sus obsesiones y filman algo accesible y cómodo, por diversas razones (dinero, reconocimiento, favores…); es parte del juego, comprensible. Lo preocupante en el caso de Stone no es que esté atravesando una mala racha, que esté encadenando largometrajes torpes y conformistas, sino que parece una versión desgastada y descafeinada de sí mismo, uno más en la industria, sin la pasión y el riesgo que le caracterizaban.
Otra crítica en Blogdecine | "Salvajes", la ley de la calle
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