Noticia, Ridley Scott: Alien, el octavo pasajero, la obra maestra - 31/01/2014 3:30:23
" A medio camino de desarrollar un proyecto sobre "Tristán e Isolda" que quedaría postergado sine die hasta que, casi treinta años después, lo retomara como productor en aquél olvidable filme dirigido por Kevin Reynolds y protagonizado por James Franco y Sophia Myles, Ridley Scott se encontró casi de casualidad con una producción que estaba llamada a colocarlo de la noche a la mañana y a escala planetaria en boca de unos entusiasmados cinéfilos que veían como el cineasta daba un salto de gigante con respecto a "Los duelistas" ("The Duellists", 1973) y se encumbraba como un referente ineludible de la ciencia-ficción cinematográfica contemporánea a caballo entre los formalismos estéticos del Kubrick de "2001: una odisea en el espacio" ("2001: A Space Odissey", 1968) y el sentido del espectáculo y lo comercial que George Lucas y Steven Spielberg habían desarrollado respectivamente en "La guerra de las galaxias" ("Star Wars", 1977) un filme que tuvo singular protagonismo en la decisión de Scott de rodar el que hoy nos ocupa y "Encuentros en la tercera fase" ("Close Encounters of the Third Kind", 1978)."Alien, el 8º pasajero" ("Alien", 1979) cerraba una década en la que la ciencia-ficción como ya iremos viendo en el ciclo que le estamos dedicando había pasado de la búsqueda de una identidad que supiera estar a la altura de lo que Kubrick había impuesto con su magistral aproximación al género, a evolucionar de un modo inesperado en pos fórmulas que anunciaban el viraje hacia el espectáculo de masas al que buena parte de la producción anclada al sci-fi iba a rendirse una vez entrados los ochenta. Pero antes de que eso ocurriera, y queriendo postularse en unas actitudes que navegaran por senderos más o menos inexplorados, maclando los patrones del género con los del cine de terror, Ridley Scott firmaba una cinta fascinante, intensa, oscura, un prodigio de la narración, del diseño de producción y de la música que lleva treinta y cinco años huyendo sin despeinarse a ese paso del tiempo que tan mal ha sentado a otras propuestas muchísimo más recientes…incluso firmadas por él mismo no hace ni veinticuatro meses…
Con gran cantidad de literatura y los indispensables extras y documentales que acompañan a su imprescindible edición en Blu-ray o en su defecto, en DVD, y por más que durante breves momentos estuve planteándome el dar a esta entrada la estructura que han tenido otros artículos firmados por servidor en los que se rendía prolongada pleitesía a todo aquello que tenía que ver con la gestación y producción del filme en cuestión, he decidido centrar mi atención de cara a "Alien" en valorar de forma más o menos extensa, y del modo más personal posible, todo aquello que, con el paso del tiempo y los constantes revisionados de esta asombrosa obra de arte me han llevado, y siguen llevando a afirmar con contundencia que, a la hora de hablar de ella, sólo lo podemos hacer en términos de Obra Maestra del séptimo arte.
Espacios y formas para el terror
Nunca me habían gustado las cintas de terror porque, en última instancia, siempre se trataba de un tipo en un traje de goma. Bueno, sólo hay una manera de tratarlo. Lo más importante en un filme de este tipo no es lo que ves, sino lo que crees haber visto.
Ridley Scott
Pocas dudas pueden haber a la hora de aproximarse a un análisis valorativo de "Alien" acerca de que un alto porcentaje de la efectividad de lo que Scott termina consiguiendo plasmar en celuloide se debe a la acción directa de lo que el maravilloso diseño de producción de la cinta llega a concretar, ya estemos hablando aquí de lo que respecta a los muy diversos espacios que Ron Cobb planteó para componer la Nostromo como de lo que compete de forma exclusiva a la forma en la que H.R.Giger ideó al monstruo en sus diferentes etapas de crecimiento, instilando un terror imperceptible en el espectador gracias a la conjunción de ese orgánico y sexual aspecto que le confería el artista suizo con la forma en la que la cinta lo muestra en pantalla mediante fugaces planos que nunca llegan a dejarnos vislumbrar en su totalidad el asombroso trabajo que el oscuro y peculiar autor consiguió junto a Carlo Rambaldi responsable éste de lengua retráctil de la criatura.
Fascinante es también, y ya no sólo estamos hablando de aquello que es responsabilidad del diseño, la clara diferenciación que Scott y Derek Vanlint, el director de fotografía del filme, establecen entre las estancias asépticas de ese camión espacial que son el comedor y la enfermería en contraste con lo sucio y aterrador del resto de la Nostromo, compuesta como está de pasillos herrumbrosos llenos de cables y tuberías y ahogados por la plomiza y húmeda atmósfera con la que se caracterizan esos idóneos lugares para que el Alien campe a sus anchas. Aumentando la precisa narrativa de Scott, de la que no sobra ni un sólo plano, lo que del miedo natural hacia dichos espacios dimana del espectador, las escenas de la búsqueda del xenoformo por esos asfixiantes corredores y todo ese tramo final iluminado por la intermitencia de las luces de emergencia quedaron establecidos de forma inmediata como patrones sobre los que el género volvería una y otra vez en tiempos posteriores.
En el vacío SÍ hay sonidos
Unido a un diseño sonoro soberbio que hace del cadente latir de los motores de la Nostromo uno de los elementos indisolubles en la concreción de las muchas sensaciones de angustia que se derivan del visionado de "Alien", el trabajo de Jerry Goldsmith para los 117 minutos de metraje es uno de los factores fundamentales que convierten a la cinta de Scott en la extrema experiencia que termina siendo. Aún mutilada por un cineasta que inicialmente casi había obligado a la Fox para lo contratara a instancias de la fascinación que sentía por las sonoridades de "Freud" (id, John Huston, 1962) una banda sonora que, irónicamente, determinaría mucho del montaje sonoro final del filme, la partitura de Goldsmith es una de las más comprometidas con las imágenes que debía acompañar que el maestro llegó a componer a lo largo de su magnífica trayectoria.
Diametralmente opuesta al rescate de la opulencia sinfónica clásica que su amigo John Williams había llevado a cabo para dar empaque a las aventuras en aquella galaxia muy, muy lejana, la sobriedad en la utilización de instrumentos que ostentan los pentagramas de Goldsmith provocan la completa deshumanización de la cualidad sonora del filme, algo que ya habíamos podido observar "El planeta de los simios" ("Planet of the Apes", Franklin J.Schaffner, 1968) y que, a través de los sugerentes usos de la cuerda y el viento o la fría precisión del metal a la hora de describir las andanzas del extraterrestre a bordo de la nave, acerca a la cinta a una estrecha comunión con el miedo a lo desconocido y al vacío propios del espacio exterior.
Siete eran los diez negritos
(Pequeño spoiler) Ripley, Lambert, Dallas, Ash, Kane, Parker y Brett. Siete nombres que conforman una tripulación a la que Dan O"Bannon con la ayuda no acreditada de David Giler y Walter Hill dotó de tanta vida que resulta improbable que "Alien" hubiera sido el mismo filme de no haber contado con un rosario tan amplio y bien diferenciado de personalidades. Un muestrario que funciona tanto por la interacción de lo que Sigourney Weaver, Veronica Cartwright, Tom Skerrit, John Hurt, Yaphett Kotto y Harry Dean Stanton ponen en juego con sus constantes puyas, y perfilados comportamientos, como por la contraposición de los seis humanos cuando tienen que vérselas con la frialdad calculadora de Ash, ese androide al que Ian Holm insufla tan terrorífica vida. (Fin spoiler)
Como ya sucediera con la forma en la que rueda la Nostromo, convirtiéndola en un silente e imposible noveno pasajero, Scott es el directo responsable de que el libreto de O"Bannon y lo que éste dedica a la definición del alien funcione en tan espectaculares formas: rodando la práctica totalidad de lo que a los personajes concierne desde un punto de vista externo, la subjetividad propia del género de terror queda aquí reducida a los momentos de mayor impacto, y el recurso del cineasta de mostrar las reacciones de los personajes cuando interactúan con el extraterrestre es de una eficacia suma en secuencias puntales como los ataques a Brett, Dallas y Lambert o, cómo no, la del nacimiento del chest-burster, uno de los instantes más truculentos, espectaculares e inolvidables de los que el cine de género nos ha dejado a lo largo de la historia.
El genio de la luz…y las tinieblas
Aunando todo lo anterior, conjugando factores que en muchos casos ya hubieran elevado el filme por si sólo a la categoría de notable, orquestando una función que y disculpen la frase manida no hubiera sido igual de no haber contado con él, y pariendo una temprana obra maestra con su segundo cargo como director, Ridley Scott sigue explorando en "Alien", y seguirá explorando a lo largo y ancho de su carrera las muchas y muy asombrosas posibilidades que el moldeado de la luz otorga a la creación de ambientes: combinado aquí con todas las herramientas a su alcance, las citadas secuencias de la persecución por los pasillos o el clímax, unidas a otras como la entrada en la nave alien o los también nombrados ataques del xenomorfo, son todos ejemplos de una espectacularidad sin par que demuestran que, a sus 42 años, y con todo el bagaje publicitario que arrastraba, Scott era ya un cineasta consumado.
Un hecho que también rubrica el magnífico uso de las elipsis a lo largo de la acción digno de estudio como va resolviendo los minutos posteriores al ataque del facehugger, la precisa dirección de actores, en cuya elección jugó un papel determinante el cineasta por su voluntad de contar con un grupo de profesionales en los que poder confiar más de la cuenta para así poder centrarse en otras tareas o, cómo no, la asombrosa y paradójica simbiosis que se da entre el carácter letánico inherente a la personalidad del filme y el ritmo imparable que Scott confiere al conjunto, no permitiendo que la desazón del espectador disminuya un ápice durante las dos horas de metraje.
Por todo ello, y por todo aquello que siempre se queda entre líneas y que uno se guarda por la dificultad de expresarlo con palabras, "Alien, el 8º pasajero" ha sido, es y siempre será, una obra maestra del séptimo arte y cima temprana de un director que, no obstante, escalará semejantes alturas con su siguiente producción, una a la que dedicaremos líneas igualmente sentidas la próxima semana y que se establece junto al presente hito cinematográfico como piedra angular de toda una forma de hacer cine sobre la que, desafortunadamente, Ridley Scott nunca ha llegado a volver.
Otra crítica en Blogdecine
"Alien", el terror de lo desconocido
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La noticia Ridley Scott: Alien, el octavo pasajero, la obra maestra fue publicada originalmente en Blogdecine por Sergio Benítez.
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Noticia, James Cameron: Avatar, el espectáculo absoluto - 15/05/2013 1:33:15
" Tienes que competir codo con codo con los otros épicos títulos de fantasía y ficción, los Tolkiens, Star wars y Star Treks. La gente desea tener una realidad alternativa con la que involucrarse y quieren que tenga el nivel de detalle que la hace rica y justifica la inversión del tiempo en ella. Quieren vivir en otro lugar. Como Pandora.James Cameron
Llegamos hoy al final del especial sobre James Cameron que nos ha acompañado durante las últimas nueve semanas y lo hacemos con un filme sobre el que podría afirmar lo mismo que ya decía el pasado miércoles en la introducción de "Titanic" (id, 1997): es tanto lo que se ha llegado a escribir y comentar sobre la película más taquillera de la historia del cine en los últimos cuatro años parece increíble que sólo hayan pasado cuatro años desde su estreno que resulta harto complicado veter alguna opinión que no se haya dicho ya por cualquiera de los miles de rincones de la blogosfera.
De constantes y préstamos
Ya que ha sido un discurso que he ido enhebrando a lo largo de todas las críticas que completan este especial, no voy a despedirme de la filmografía del cineasta canadiense sin volver a hacer hincapié en unas constantes que en "Avatar" (id, 2009) son quizás mucho más evidentes de lo que hasta entonces habíamos visto en cualquiera de sus filmes, quedando aquí conjugados al mismo tiempo en formas bien novedosas, bien especialmente intensas.
Comencemos por ejemplo por la especial fortaleza que el cineasta siempre ha imprimido a las féminas de su relato, una fortaleza que alcanzaba su máxima expresión de formas en "Aliens, el regreso" ("Aliens", 1986) y que aquí Cameron confiere no a uno, sino hasta a tres personajes. Una trinidad formada por Neytiri, la Na"vi encarnada por Zoe Saldana, la doctora Grace Augustine, una Sigourney Weaver con la que el realizador siempre había querido volver a trabajar, y Trudy, la piloto que interpreta Michelle Rodríguez.
Paradójicamente, la singular solidez que atesoraban por ellos mismos personajes como Ripley o Sarah Connor no se consigue aquí por la superposición de las personalidades de la terna de mujeres, más que nada porque salvo Trudy que muy poco importa dado su carácter secundario tanto Neytiri como Grace terminan perdiendo el fuerte empuje con el que se nos presentan por mor de un desarrollo que ablanda sus actitudes iniciales y que no queda plenamente justificado en la evolución de sus caracteres.
La escalada exponencial a la que Cameron somete tanto a sus envites contra el mal de las corporaciones aquí más cruentas que nunca por el masivo alcance de sus acciones como a la conciencia global/ecológica y el enfrentamiento entre hombre/naturaleza y máquinas, se dejan acompañar aquí de apuntes hacia otros temas sobre los que nunca había incidido tan de pleno como son el imperialismo yanqui, el militarismo derivado de él el propio Cameron admitió que "Avatar" era una crítica abierta hacia la guerra de Irak o la influencia de la religión.
Sin la posibilidad de saber aún si las dos entregas que completaran la trilogía sobre Pandora y la civilización Na"vi volverán a incidir en algunas de estas constantes, lo que no podemos evitar comentar es el motivo que más controversia generó y sigue generando entre los admiradores y detractores del filme. Y este no es otro que los muchos préstamos que la historia de Cameron toma de las más diversas fuentes.
Admitiendo el cineasta que a la hora de escribir el tratamiento que después se convertiría en "Avatar" se inspiró en "todas las historias de ciencia-ficción que leí de pequeño", incontables fueron las voces que se alzaron prontas a exponer y ensañarse contra las incontestables "influencias" que sobre el relato ejercían filmes tan variopintos como "Bailando con lobos" ("Dances with wolves", Kevin Costner, 1990) o "Pocahontas" (id, Mike Gabriel y Eric Goldberg, 1995).
Reconociendo la primera y nunca haciendo mención a la segunda que, seamos francos, era utilizada por las opiniones críticas hacia el filme para ridiculizar sus intenciones sería el propio Cameron el que más tarde afirmaría que títulos como "Jugando en los campos del señor" ("At play in the fields of lord", Héctor Babenco, 1991), "La selva esmeralda" ("The emerald forest", John Boorman, 1986) o "La princesa Mononoke" ("Mononoke hime", Hayao Miyazaki, 19970), habían jugado un papel determinante en la escritura de la historia.
Un espectacular mundo sintético
Dejemos de lado por un momento los comentarios acerca de la historia sobre la que volveremos en las conclusiones finales y centremos nuestra atención ahora en el terreno de lo estrictamente visual, un campo que siempre ha sido el mayor fuerte de Cameron en cualquier aspecto que queramos considerar y que en "Avatar" se eleva a la enésima potencia por la asombrosa experiencia que supone la inmersión en ese fascinante mundo que es Pandora.
Creado de la nada gracias al impresionante trabajo desarrollado por Weta que, obviamente, fue premiado por la Academia con el preceptivo Oscar la grandeza de lo que se muestra a los ojos del espectador queda medida de forma ejemplar por lo rápido que olvidamos, una vez llegamos a Pandora, que todo lo que estamos viendo NO EXISTE: desde la obviedad de los Na"vi hasta la última hoja de la frondosa vegetación que puebla la superficie del planeta fue creada ex-profeso para las dos horas y media casi tres si nos vamos a la edición extendida editada en formato doméstico de metraje.
Con la ayuda que supone la labor del departamento de efectos visuales y la tecnología desarrollada por su expreso capricho para rodar la cinta con unas cámaras especiales que al mismo tiempo que enfocaban a los actores permitía al cineasta ver el entorno virtual en el que se moverían en el filme, Cameron apoyaba "Avatar" tanto en una dirección soberbia que una vez más es perfecta en las secuencias de acción no creo que ni sus más acérrimos detractores sean capaces de negar la energía y fortaleza de la asombrosa batalla final como en la precisa labor de edición apreciable en todo momento y, en especial, en la citada confrontación entre las fuerzas militares humanas y los Na"vi.
Conclusiones finales
"Avatar" no es una película perfecta y por lo tanto no puede ser calificada como una obra maestra del séptimo arte. Para ello, Cameron tendría que haber dejado, y es algo que hemos apuntado en más de una ocasión a lo largo de este especial, que alguien le revisara la historia puliendo las notables imperfecciones que el desarrollo de la misma adquiere en el guión; un libreto que se detiene excesivamente en la inevitable historia de amor que siempre ha acompañado a los filmes del canadiense almibarada aquí hasta decir basta y que queda también debilitado por la completa ausencia de grises en la definición de los personajes.
Apoyada esta impresión tanto por el personaje encarnado por Sam Worthington con su habitual inhabilidad para transmitir algo lo que sea al respetable, como por ese militar de cabeza cuadrada interpretado por Stephen Lang, "Avatar" queda, a la espera de saber lo que nos depararán sus dos secuelas, como el más espectacular testimonio de lo que el cine de James Cameron ha supuesto para el séptimo arte.
Aceptando las carencias del guión y admitiendo que éste cumple el cometido básico de hacer avanzar la acción, la cinta que cierra este especial dedicado al cineasta es, como apunta el titular de la entrada, un espectáculo absoluto capaz de desencajar la mandíbula en más de una ocasión al que se le ponga por delante y sigue siendo y aquí no hay discusión posible un insuperado ejemplo de lo mejor que ha sido capaz de mostrarnos el cine norteamericano en esa abusada tecnología que es el 3D.
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