Es Noticia, Ridley Scott: Legend, fascinación - 13/02/2014 4:44:49
" No es un filme del futuro o el pasado. Ni siquiera se trata de una historia del ahora. El conflicto entre la oscuridad y la luz ha estado con nosotros desde la creación…y permanecerá con nosotros a través de la eternidad.Ridley Scott
Reflexionando acerca de la atmósfera oscura y opresiva que había caracterizado a "Alien, el 8º pasajero" ("Alien", Ridley Scott, 1979) y "Blade Runner" (id, Ridley Scott, 1982), Ridley Scott sintió que su siguiente proyecto tenía que poseer un espíritu más alegre y más orientado a la familia, de una naturaleza, en definitiva, completamente diferente a la de sus dos filmes previos. En contra de lo que se podría pensar por su maestría a la hora de mostrar ambientes saturados de tecnología, ésta nunca había interesado a un cineasta que se describía a sí mismo como un "anti-mecanismo" de corazón, y ya cuando dirigía "Los duelistas" ("The Duellists", 1973), había decidido que quería rodar una cinta inspirada en la mitología o los cuentos de hadas así como en sus fantasías infantiles.
Con el proyecto de "Tristán e Isolda" aparcado antes de comenzar el rodaje de "Alien" como ya vimos, Scott se inclinó por una historia de hadas original que no se basaría en ningún cuento en concreto aunque sus raíces pudieran encontrarse en el folclore británico y del norte europeo, con el clásico enfrentamiento entre los poderes de la luz y la oscuridad como núcleo y motor que moviera todo.
Reescrituras y más reescrituras
La "Leyenda de la Oscuridad", como inicialmente se le conocía, fue el resultado de la colaboración entre Scott y William Hjortsberg, responsable por ejemplo de la novela que Alan Parker adaptaría en la truculenta y fascinante "El corazón del angel" ("Angel Heart", 1987) y escritor que forjaría con éste trabajo una historia que evocaba sensaciones parecidas a aquellas que se derivaban de "La bella durmiente" o las que dimanaban de los cuentos de los Hermanos Grimm, relatos todos que Scott se había empapado antes de comenzar a trabajar en la redacción de un libreto que, no obstante, tenía más lugares comunes con el libro bíblico del Apocalipsis que con cualquier fuente mitológica.
De hecho, conceptos religiosos como la tentación, el pecado, el perdón y la redención son explorados en la cinta sin ningún tipo de arredros, con el unicornio como símbolo de Jesucristo así lo expresaban escritos alegóricos medievales y Darkness, el impresionante demonio interpretado por Tim Curry que se convirtió de mano de Rob Bottin en uno de los iconos más reconocibles del cine fantástico de todos los tiempos, encarnando tanto el reflejo del ángel caído como el símbolo pagano del deseo y la pasión animal, el sátiro.
Con un primer borrador de una oscuridad y caracter pesadillesco muy pertubadores, y que contenía una escena de sexo entre Lily, la princesa interpretada es un decir por Mia Sara y el señor oscuro, el guión de "Legend" (id, 1985) fue sometido a constantes reescrituras, que llegaron hasta quince versiones diferentes de un libreto que sólo estuvo terminado momentos antes de arrancar con el accidentado rodaje que se llevó a cabo en los estudios Pinewood. Un rodaje que, con un incendio de por medio que gracias a la pericia de Scott sólo atrasó tres días el planning inicial, parecía no obstante querer poner sobre aviso al cineasta británico y a los ejecutivos de la Fox y la Universal del calvario que le quedaba por pasar a la cinta antes de poder alcanzar los cines.
Montajes y remontajes
Por más que la experiencia de trabajar con el director en "Alien" había sido frustrante y gran parte de su trabajo se había quedado en la mesa de montaje en favor de ciertos temp tracks la música temporal que utilizan los directores mientras están editando un filme para servir como guía al ambiente musical que quieren crear que incluían un tema de Howard Hanson y composiciones suyas provenientes de "Freud" (id, John Huston, 1962), Jerry Goldsmith estaba muy ilusionado por poder escribir la música para "Legend", encantado como había quedado por el guión de Hjorstberg. Poco podía imaginar el maestro estadounidense que, superando lo que había tenido que padecer de cara a la cinta de ciencia-ficción, su trabajo para este cuento de hadas quedaría mutilado más allá del reconocimiento.
Y es que, toda vez la producción de la cinta se hubo completado y comenzó el arduo proceso de montaje, "Legend" entró en una espiral de la que salió muy mal parada. El primer montaje que Scott y Terry Rawlings sacaron de la sala de edicición se prolongaba durante 125 minutos, una duración que se quedaría en 113 antes de los primeros y desastrosos pases previos en Estados Unidos, unos pases en los que el público asistente se quejaba del sentimetalismo del filme y que sirvieron de justificante a la Universal para eliminar entre 20 y 30 minutos de los montajes finales que se estrenaron a uno y otro lado del charco: mientras que el que se veía en las salas europeas durante la segunda mitad de 1985 alcanzaba los 95 minutos de duración, lo que se estrenaba en Estados Unidos en la primavera de 1986 se quedaba en 89.
Sea como fuere, dichos recortes incidieron de forma espectacular y negativa, claro está tanto en lo que a las intenciones de Scott y Hjortsberg para con la historia respecta, como en lo que compete a la fascinante banda sonora que Goldmisth compuso para este cuento lleno de magia y belleza visual, un trabajo que sufrió alteraciones tan brutales que, comparar el score que se puede escuchar de forma aislada en la edición en CD con lo que pudimos escuchar en el montaje estrenado en cines en 1985, es como querer comparar el día con la noche.
Los sonidos de la fantasía
Más allá de la mera componente visual asombrosa como ella sola, si hay un factor determinante que juega en favor de percibir a "Legend" como un cuento que atrapa irremisiblemente, ese es la partitura compuesta por Jerry Goldsmith. Escrita durante tres meses algo inaudito para una composición cinematográfica mezclando los sonidos tradicionales de la orquesta y el coro con una agrupación de hasta seis sintetizadores de diferentes modelos, la música del maestro es el perfecto reflejo de lo que el guión quería transmitir y la película, por una razón u otra, no llegó a alcanzar.
Cuento en sí misma, la música de Goldsmith combina romanticismo, impresionismo y el carácter atonal y dodecafónico que el maestro tanto gustaba de incluir en sus composiciones. El resultado es un score que no se lo pone fácil al espectador y que salta de forma brusca entre las melodías más bellas y los golpes de sonidos sintéticos y que, temáticamente complejo, va narrando la historia en modos mucho más precisos que lo que se puede llegar a extraer del visionado del filme, un detalle cuanto menos curioso que habla, no cabe duda, de la maestria de uno de los mejores compositores con los que ha contado el séptimo arte.
Cuando la cinta se redujo a su duración final, la música de Goldsmith fue salvajemente alterada, perdiéndose la cohesión interna de un proceso que había comenzado en la pre-producción otro detalle completamente anormal, el compositor siempre es de los últimos que se sube al barco de una producción y casi siempre lo hace cuando la cinta está montada en su práctica totalidad. Utilizando temas del temp track extraídos de "Psicosis II" ("Psycho II", Richard Franklin, 1983) (sic), no sería este el peor "feo" que se le haría al trabajo del músico ya que Universal, en un alarde de estupidez supina, consideró que para la versión americana de la cinta era necesaria una banda sonora más comercial y de estilo pop/rock, contratando a Tangerine Dream para hacer "más accesible a los jóvenes" la cinta.
Huelga decir que no fue así y siempre me ha gustado pensar que el batacazo que "Legend" se dió en la taquilla fue en parte debido al maltrato al que se sometió a una de mis composiciones favoritas tanto de Goldsmith en particular como de los años 80 en general, un trabajo magnífico que no se pudo apreciar en su totalidad hasta la edición que se llevó a cabo en 1992 y cuya íntima comunión con las imágenes sólo es valorable (y no de forma plena) en el Montaje del Director del filme que se lanzó al mercado doméstico en 2002.
La magia de "Legend"
Recuerdo el día como si fuera ayer: era un sábado por la mañana de 1990 y mi amigo Paco y yo nos habíamos acercado al enorme videoclub del que servidor era socio para alquilar un VHS con el que pasar la tarde sí, yo era de esos que prefería pasar la tarde viendo cine que dando tumbos por la calle. Al final, dos opciones eran las que más no tentaban: en una mano, "El torreón" ("The Keep", Michael Mann, 1983), una cinta de la que ya os hablé en su momento en Cine el salón. De la otra, una de esas atrayentes carátulas que tanto abundaban en los ochenta y con un nombre, el de Ridley Scott, sirviendo de principal reclamo.
Al final, como podéis imaginar, pudo más mi criterio que el de mi amigo, y "Legend" se vino a casa para posterior desesperación suya y gran regocijo mío: ya desde aquél primer visionado mutilado la versión a la que tuvimos acceso era, obviamente, la europea de 95 minutos, atisbé en el filme de Scott una magia que mi compañero de sofá no fue capaz de apreciar y que, aunque no se ha mantenido incólume a lo largo de los años como si han hecho otros muchos filmes de fantasía de los ochenta, sigue justificando el ocasional revisionado, ya en blu-ray y en sus 113 minutos, de una cinta que tiene un je ne sais quoi sobre el que nunca he sido capaz de poner el dedo.
Soy el primero que admite los muchos problemas de ritmo y guión que atesora la cinta a lo largo de su metraje, así como aquellos que conciernen tanto a su indefinición ¿es un filme para adultos? no, ¿es un filme para niños? tampoco, ¿es una producción destinada a los jóvenes? lo dudo como a lo que Tom Cruise y Mia Sara atañe. Pero, al mismo tiempo, soy incapaz de no valorar en su justa medida el alucinante diseño de producción de la cinta, la magia que desprende ese bosque completamente artificial en el que se desarrolla gran parte de la acción, el soberbio trabajo que hace Curry encarnando a ese imponente demonio rojo y el halo que envuelve a la totalidad de la producción de mano de una realización que, sin ser tan portentosa como en sus dos filmes anteriores, saca impresionante partido de los entornos por los que se mueve la trama.
Indescriptible como decía más arriba, la magia de "Legend" alude en última instancia a una serie de parámetros inconscientes que son lo que provocan que considere al filme como uno de los más fascinantes de Scott sin ser capaz de explicar con todo lujo de detalles el porqué. Quizás sea ahí donde resida la grandeza de una cinta que muchos consideran una obra maestra del género, en conectar con una parte primaria de nuestro entendimiento que no podemos verbalizar y que al final sólo acertamos a concretar en un "me gusta porque sí". Y a ver quién viene a discutir tan categórico criterio.
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Interesante, Elysium, premisas insostenibles - 18/08/2013 2:28:55
" Sobre el papel, "Elysium" (id, Neill Blomkamp, 2013) era una de las apuestas más sólidas de este verano que, si algo está sirviendo para demostrar, es que las fórmulas de los blockbusters muestran inequívocos signos de cansancio a los que nadie parece querer poner remedio. Sintómaticos han resultado los estrepitosos fracasos en Estados Unidos de mega-producciones como "Pacific Rim" (id, Guillermo del Toro, 2013) o "El llanero solitario" ("The Lone Ranger", Gore Verbinski, 2013), costosos filmes que se vieron superados en sus respectivos fines de semana por el efecto secuela de estupideces como "Niños grandes 2" ("Grown Ups 2", Dennis Dugan, 2013) o los inofensivos minions de "Gru, mi villano favorito 2" ("Despicable Me 2", Pierre Coffin, Chris Renaud, 2013).Y aunque aún sea pronto para poder arrojar luz sobre el buen funcionamiento del nuevo filme de Neill Blomkamp, me atrevería a apuntar que el hecho de que "Somos los Millers" ("We"re the Millers", Rawson Marshall Thurber, 2013) a priori, otra de esas comedias de las que se producen como churros al otro lado del charco…a priori, cuidado haya recaudado ya 51 millones de dólares cuando "Elysium" sólo ha recabado 42 en la taquilla estadounidense parece indicar que esta producción de ciencia-ficción no va a ser el éxito que se le preveía antes de su estreno, máxime cuando ya hay previsiones que la hacen descender más de un 50% en taquilla de cara a este fin de semana.
(ATENCIÓN, SPOILERS) Y si he querido empezar así la crítica de "Elysium" ha sido para evitar incluir antes del salto el que habría utilizado como indudable arranque de no ser por mi firme voluntad de que algún despistadillo pudiera destriparse lo que considero, por encima de otras apreciaciones que desgranaré a continuación, el peor error que comete la presente producción. Un error que, a la postre, termina jugando en contra de un filme cuyo guión no hace más que abundar una y otra vez en lo erróneo de su planteamiento inicial. Y es que "Elysium" pertenece a ese grupo de películas que, apilando cuantos más deus ex machina mejor, se desmotan en cuanto reducimos al absurdo el McGuffin que mueve toda la acción.
Estamos a mediados del siglo XXII, la Tierra está superpoblada y se ha convertido en un entorno hostil para el grueso de la raza humana, ya que la élite vive en Elysium, una impresionante estación espacial en órbita geo-sincrónica a la que todo terráqueo sueña con ir ya que, entre sus muchas ventajas, cuenta con unas plataformas médicas presentes en todos los hogares capaces de curar en segundos cualquier enfermedad. La existencia de estas plataformas provoca que desde la superficie del planeta se lancen naves-patera con inmigrantes ilegales hacia un lugar que, oh sorpresa, con toda su tecnología punta, carece de unas meras baterías antiaéreas para protegerse de la constante "amenaza" que supone la llegada de estos indeseables teniendo que recurrir a un agente llamado Kruger que, desde Los Ángeles, lance unos misiles al espacio exterior que destruyan los vehículos.
Por muy absurdo que pueda sonar, esto último se ve superado con creces desde el momento en que uno se plantea la siguiente pregunta: si aquellos que aún habitan el planeta quieren ir a Elysium a curarse, ¿porque no habilitar en cada hospital de las grandes ciudades una planta con las citadas plataformas médicas? Aquí podrían argumentarse factores como el alto coste de esa tecnología o el hecho de que, si se compartiera, la idiosincrasia de la estación Elysium perdería su razón de ser. Argumentos ambos muy válidos de no ser porque el desarrollo de la historia se encarga de destruirlos, y a conciencia, tanto por el hecho de que, repito, toda vivienda cuente con una de estas plataformas como porque, llegado el final, contemplamos atónitos como existen naves médicas repletas de los avanzados "cacharros".
Dudando que fuera tan sólo una percepción personal, el hecho de que mis compañeros de visionado la corroboraran a la finalización de la proyección, no hizo más que acrecentar mi indignación ante la pérdida de tiempo que había supuesto la cinta, sacando a la luz al tiempo otras indiscutibles flaquezas enmarcadas, como decía más arriba, en los constantes "por que si no pasa no hay más película" en los que se apoya el avance de la trama. Y aquí encontramos de todo un poco. Pasando por alto el que la capacidad de la cinta de sorprender sea nula en los primeros minutos uno intuye con claridad cómo va a terminar la función, hechos como que el sistema sanitario esté al borde del colapso pero el educativo produzca genios capaces de ver un código informático y saber de forma instantánea que está contemplando algo que personalmente me chirrió lo indecible no hacen sino abundar en las pésimas sensaciones con las que uno abandona la sala.
A debilidades como la citada, se suman otras muchas como el forzado carácter mesiánico del personaje interpretado con extrema desidia por Matt Damon; la inane historia de amor metida con calzador; esa acartonada villana sin escrúpulos que encarna con intensidad pero sin capacidad de convicción Jodie Foster o, en el terreno meramente artístico, la arquetípica banda sonora, cuyas incuestionables herencias "zimmerianas" nos retrotraigan una y otra vez al universo de cierto hombre murciélago.
Ante todo lo anteriormente expuesto, poco pueden hacer para levantar el filme algunas de las fortalezas de la producción, ya vengan estas de mano de unos diseños asombrosos y de unos efectos visuales que, una vez más, hacen de la suciedad la mejor manera de parecer verosímiles; de un irreconocible Sharlto Copley que es el único que parece divertirse con el desaguisado, construyendo un villano de indudable carisma; de aquellos momentos en los que la dirección de Blomkamp se esfuerza por encontrar fórmulas que sorprendan al espectador o en última instancia de que, inicialmente, la cinta quiera funcionar como siempre lo han hecho los grandes títulos del género, tratando de posicionarse sin conseguirlo como un vehículo de crítica social hacia la realidad del momento.
Otra crítica en Blogdecine
"Elysium", la decepción del año
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Noticia, Tim Burton: El planeta de los simios, ni rastro de personalidad - 11/08/2013 1:07:45
" "El planeta de los simios" fue un filme que tuvo un enorme impacto sobre mi cuando era niño (…). Me pareció un folklórico cuento de hadas. Por eso pensé que se podía explorar lo que se planteaba desde una perspectiva diferente. Es una clase de historia que permite ser replanteada y revisada para una nueva generación de espectadores que ya conocen el original, de manera que encuentren en ella aspectos que la película clásica omitía.Tim Burton
Llenas de buena voluntad y de una actitud claramente renovadora con respecto a la cinta original de Franklin J.Schaffner estrenada en 1968, las anteriores palabras de Tim Burton no hacen sino poner en evidencia, a raíz de los pésimos resultados artísticos cosechados por la cinta que hoy nos ocupa, la imposibilidad de mejorar una obra maestra indiscutible del cine de ciencia-ficción de todos los tiempos por no decir del séptimo arte en general, un filme atemporal a la par que sólo comprensible a través de la figura de su director y de la época en la que se rodó que, a título personal, nunca ha sido y nunca será susceptible de admitir nuevas miradas.
Como maniobra comercial al uso de las muchas que vemos al cabo de cualquier año, "El planeta de los simios" ("Planet of the Apes", 2001) se explica sin ningún tipo de problemas, algo que no se puede afirmar en ningún momento acerca de la decisión de un cineasta tan distante de los mecanismos del Hollywood comercial como es Tim Burton, cuya visión de cómo hacer películas y de lo que éstas necesitan está a años luz de coincidir con la que gastan las majors norteamericanas, algo que la presente reinvención no hablaremos de remake ya que no lo es puso en evidencia de forma dolorosa para aquellos que, hace doce años, acudimos a los cines con ganas de encontrarnos con un extremo alarde de originalidad que, lamentablemente, nunca llegó.
Como quiera que ya dedicaré tiempo y ganas a hablar del filme de Schaffner en el ciclo de ciencia-ficción, baste decir que tanto éste como el que dirige Burton parten de la base que supone la novela original publicada en 1963 por Pierre Boulle. Reimaginada cinco años después bajo la personalidad del director de "Patton" (id, 1970) y del legendario Rod Serling, con las páginas del literato francés encontramos muchos puntos en común en el fascinante filme que, al igual que el libro, parte de la idea de un mundo en el que el orden natural se ha invertido, siendo los monos los que controlan a los humanos. Pero si el libreto de Serling y Michael Wilson se aparta en no pocos momentos del relato original, en el tratamiento de William Broyles Jr., Lawrence Konner y Mark Rosenthal poco o nada hay de él más allá del sustrato básico.
Incapaz por su carácter de blockbuster de moverse por los sesudos derroteros que hacía tanto el manuscrito de Boulle como su predecesora, la cinta de Burton se establece en los constreñidos parámetros de un filme de ciencia-ficción de alto presupuesto que pretende reventar taquilla por el mero hecho de contar con un director de renombre y una trama poco compleja que no exija demasiado de los potenciales espectadores. Y así, lo que aquí encontramos es una historia que sigue a un piloto espacial que, tras verse atrapado en una tormenta temporal, es transportado a un mundo futuro en el que los simios son dueños y señores de los destinos de unos humanos que son perseguidos y convertidos en esclavos y animales de compañía.
Manejándose con extrema torpeza por las inamovibles estructuras del cine comercial, Burton es incapaz de orquestar una cinta medianamente entretenida que, al menos en el terreno visual pueda superar lo inane del devenir de una historia que, carente de originalidad toda la que podía albergar ya se había gastado treinta y tres años antes, dedica sus vanos esfuerzos a atraer la atención de la platea con la resultona pátina visual del filme, coronada de forma indiscutible con un maquillaje soberbio por parte de Rick Baker que resulta lo único positivo del completo desaguisado que es la cinta en cualquier nivel que quiera analizarse.
Nada hay que encontrar pues en la dirección de un Burton que fue el último de una extensa lista de directores en ser considerado para la tarea por las manos de los ejecutivos de la Fox pasaron nombres como los de James Cameron, Chris Columbus, Sam Raimi, Robert Rodríguez, Joel Schumacher, Peter Jackson o Michael Bay, y del personal estilo del director no queda ni rastro dada su notoria y declarada indisposición ante los trabajos de encargo: ni las escenas de acción, rodadas con desgana, ni las de exposición, planteadas con mayor apatía, son capaces de captar la atención del respetable, y la sensación última que transmite la realización de Burton es la de haber desaprovechado sobremanera una cinta que, bien controlada, podría haberse insertado a la perfección en su trayectoria.
Haciéndose eco de los sinsabores de la dirección, el trabajo interpretativo es, salvo alguna que otra excepción, poco o nada relevante. Adheridos a la componente de nada de ésta última definición, encontramos a todos y cada uno de los actores que aparecen sin capas y capas de maquillaje y, como máxima expresión de la absoluta carencia de aciertos en el casting de la parte "humana" tenemos a un Mark Wahlberg que no está a la altura por mucho que Tim Burton lo defendiera en su momento a capa y espada, un actor cuyo discurrir por la cinta, en el rol de héroe a la fuerza que termina adoptando, no hace sino provocar gran añoranza de cara a el inigualable Charlton Heston de la anterior versión, no encontrando ni en la anodina Estella Warren ni en la anecdótica presencia de Kris Kristofferson ni el menor resquicio de interés por insuflar vida a unos personajes poco menos que inertes.
Harina de costal son varios de los rostros que se ocultan tras el maravilloso maquillaje simio de Baker. Y aquí dos son las presencias que sobresalen por encima de la correcta media que aportan gentes como Michael Clarke Duncan, David Warner o Paul Giamatti para el recuerdo queda la aparición de Charlton Heston, profiriendo en versión simio las mismas maldiciones que su Taylor exclamaba en ese mítico final del filme de Schaffner, las de Helena Bonham Carter y, sobre todo, la de la fiereza que encarna un inmenso Tim Roth, alumno aventajado de la "escuela de monos" que se montó bajo la dirección de un antiguo miembro del Circo del Sol para lograr que los artistas combinaran como lo hacen gesticulaciones humanas y simiescas.
No cabe tampoco buscar rasgos de brillantez en la anodina y funcional banda sonora de un apagado Danny Elfman, cuyo trabajo se acomoda en oscuras orquestaciones y un tema principal de ecos "salvajes" que, por muy bien que puedan llegar a ajustarse a las imágenes rodadas por Burton, palidecen en la comparación con la brutalidad que Jerry Goldsmith había arrancado a la orquesta en su significativa y rompedora partitura para la anterior versión, consiguiendo momentos de gran desasosiego todo el inicio en el desierto, el tema de la caza… que Elfman trata de emular sin lograrlo.
Afortunadamente para Burton, "El planeta de los simios" se saldó en la taquilla con unos espléndidos resultados comerciales que la llevaron a convertirse en la segunda cinta más taquillera de la trayectoria del cineasta de Burbank sólo por detrás de "Batman" (id, 1989). Un puesto que ambas terminarían perdiendo de mano de dos títulos posteriores pero que no sirvieron para aliviar la incómoda situación de un cineasta que con su siguiente filme declararía con autoridad incuestionable el tipo de cine en el que mejor desarrolla sus filias y obsesiones. Un tipo de cine respecto del cual la cinta que hoy nos ha ocupado está en el extremo opuesto del espectro.
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Que opina? Tim Burton: Eduardo Manostijeras, una fábula magistral - 23/06/2013 0:02:03
" Atendiendo a la mentalidad empresarial por la que se suelen regir los grandes estudios norteamericanos, si algo estaba claro tras el asombroso éxito que había cosechado "Batman" (id, 1989) es que la Warner iba a querer poner en marcha con la mayor celeridad posible una inevitable secuela con la que volver a reventar la taquilla. Sabedores de que gran parte de la responsabilidad del éxito del filme recaía en Tim Burton, los ejecutivos de la major no tardaron en ofrecerle al realizador la dirección de la secuela sin saber que el cineasta ya tenía otros planes en mente que, tras algún que otro avatar, le llevaría a firmar el pináculo de su trayectoria en el séptimo arte.Concepción
"Eduardo Manostijeras" ("Edward Scissorhands", 1990) es la obra cumbre de Tim Burton, la que mejor define y expone sus obsesiones temáticas y sus filias visuales y en la que de manera más precisa se dibuja a los que, como ya hemos comentado en las anteriores entregas de este especial, son los auténticos motores del personal cine desarrollado por el norteamericano: los personajes. Unos personajes que transgreden el orden "natural" impuesto por la sociedad y que reinterpretan el concepto del monstruo cinematográfico y literario ya que, en palabras del director:
Yo crecí alimentado prácticamente por aquellos filmes de monstruos y ahora me doy cuenta de que las películas que hago, en el fondo, cuentan las mismas historias y utilizan personajes parecidos, aunque tengan una apariencia diferente.
Cuento de hadas soberbio que aglutina y trastoca referencias a títulos tan imprescindibles de la literatura infantil como "Pinocho" o "La bella y la bestia", la idea que terminaría transformándose en "Eduardo Manostijeras" se le ocurrió a Burton "por un dibujo que había hecho hace mucho tiempo. Sólo era una imagen que me gustaba. Me vino inconscientemente y estaba ligada a un personaje que quiere tocar pero no puede, que es creativo y destructivo a la vez…".
Gestación
Decidido a llevar a cabo la idea sobre ese trasunto de monstruo de Frankenstein que es Eduardo, Burton contactó con Caroline Thompson, escritora y guionista conocida por aquél entonces gracias a una novela en la que un aborto vuelve a la vida y cuyos gustos coincidían plenamente con los del excéntrico y oscuro cineasta. Pero su guión, planteado como la base de una modesta producción de 20 millones de dólares se encontró con un obstáculo que puso en peligro las intenciones del director, ya que la Warner se negaba a financiárselo.
Una decisión que pesó en el ánimo de Burton y que tenía tanto de represalia por la negativa del realizador de ponerse manos a la obra con la secuela de "Batman", como de paso atrás ante la extrañeza de una propuesta que, tras unos primeros momentos de incertidumbre halló acomodo en los brazos de otra grande de Hollywood, la 20th Century Fox, encontrando el cineasta en Scott Rudin el gran valedor que le otorgaría completa libertad y control sobre la producción en todos sus aspectos, desde los estadios previos pasando por la elección del reparto hasta llegar al rodaje.
(A partir de aquí, spoilers) Fundamentales en todas las cintas de Burton, pero en especial en esta, eran dos factores: el diseño de producción y el perfecto ajuste de los actores que se seleccionaran a los personajes que debían interpretar. Dejando a un lado el diseño, del que hablaremos más tarde, resulta incuestionable que si algo queda expuesto desde la terna de protagonistas hasta el último secundario que vemos en el filme es la ejemplaridad de la labor de casting ejercida por Burton y Victoria Thomas.
Primera toma de contacto entre el cineasta y el que terminará por convertirse en su actor fetiche, un Johnny Depp soberbio con el que Burton ha trabajado en ocho de los dieciséis largometrajes que ha firmado encabeza el reparto junto a una espléndida Diane Wiest y a la correctísima Winona Ryder, completando el elenco nombres como los de Alan Arkin, como ese padre al margen de todo del que volveremos a hablar o Cathy Bates en la piel de la ninfómana vecina del barrio que será uno de los desencadenantes del trágico final de un filme que, a la par que fábula, comedia y drama nunca oculta su condición de desaforada historia de amor.
Nacimiento
Como todo cuento de hadas que se precie, "Eduardo Manostijeras" pone en contacto dos mundos completamente opuestos mediante la articulación encarnada en el personaje central. Y si algo tenía claro Tim Burton con respecto a cómo plasmar las ideas que bullían en su cabeza eso era lo que cada uno de esos mundos tenía que mostrar: huyendo de construir la colorista, kitsch y monótona urbanización en la que se insertará el elemento extraño que es Eduardo, Burton se propuso encontrar un escenario real y atemporal que encarnara al Burbank de los años 50 en el que él había crecido.
Encontrándolo en Lutz, una ciudad de Florida, es muy evidente que las intenciones del director para con las clónicas casas de una planta que definen el escenario en el que se desarrolla la cinta es la de ironizar de forma cínica sobre unos modos de vida que, tras las chillonas fachadas y los vivos colores, resultan de todo menos ideales y modélicos; y eso es algo que el metraje muestra una y otra vez, ya por mano del guión, ya mediante la desnaturalizada forma en la que Burton visualiza este irreal microuniverso que es abanderado del mensaje de rechazo hacia lo diferente que nutre el sustrato sobre el que se construye el relato.
Opuesto a la perfección geométrica de las líneas rectas que caracterizan la urbanización, el diseño de producción carga todas las tintas "burtonianas" en la concreción del castillo "encantado" en el que habita Eduardo, un castillo que mezcla goticismo y expresionismo con matices de las arquitecturas de Gaudí y que sirve de marco al encuentro entre Pegg, esa vendedora de Avon que es la encarnación aquí del hada buena de "Pinocho", y Eduardo, una criatura inacabada producto de la imaginación de un inventor al que pone ajado rostro el inigualable Vincent Price.
La inserción de Edward en la hipócrita sociedad que campa a sus anchas por el vecindario que él siempre ha observado desde la distancia se establece en tres tiempos que el filme va mostrando rodeados con un halo de atemporal magia: aceptación, ruptura y rechazo. En el primero, la morbosa fascinación por el extraño hace que tanto la familia Boggs como sus "amigos" acepten a ese freak que es el incompleto ser en el seno de sus reuniones sociales, intentando, en su pervertido sentido de la realidad, reeducarlo para convertirlo en una pieza "normal" más de la maquinaria que "mueve el mundo".
A través de aleccionadoras charlas uno de los pocos momentos en los que el patriarca toma relevancia en la trama, la promesa de un futuro mejor que le plantea la posibilidad de la apertura de un negocio, momento en el que el guión arremete de frente contra lo absurdo del sistema o los constantes intentos de Pegg de cambiar el aspecto del rostro de Eduardo, lacerado por las tijeras que son sus manos, Burton pone de manifiesto lo absurdo de un mundo en el que para ser aceptado es condición sine qua non nadar en el sentido de la corriente.
El segundo escalón de los tres que recorre el personaje, el de la ruptura, se expone tanto en el rechazo de Edward de las insinuaciones sexuales del personaje de Bates irónico el que la atracción por lo diferente termine en el rechazo desde lo diferente como en el robo en el que se ve envuelto el protagonista, de nuevo cargado de ironía, y la confusión que se genera cuando éste le salva la vida al pequeño de los Boggs y todos creen que le está atacando.
Muerte
Y llegamos así al final, a la expulsión de lo que Edward supone por parte de un corpúsculo social sobre el que Burton ha vertido todo su cinismo. Un momento que comporta el trágico final de una maravillosa historia de amor que ha ido desarrollándose a lo largo de la cinta entre los personajes de Depp y Ryder y que, habiendo alcanzado su más bella visualización en la secuencia del baile bajo la nieve de la segunda y ahora hablaremos del importantísimo papel que juega la música de Danny Elfman en esta escena y el resto del filme, se dirige inmisericorde hacia su inevitable destino. A fin de cuentas, no estamos aquí hablando de un personaje como la bestia del cuento, capaz de volver a ser humano a través de la redención, sino de un monstruo que es desterrado sin remordimientos por un grupo incapaz de ver la bondad y belleza que alberga su interior.
Abundando en todo momento en el tono fabulístico de la cinta, la partitura de Danny Elfman sirve al tiempo para puntualizar la "normal extrañeza" con la que Burton define a los habitantes de la urbanización. Y mientras estos son definidos con rítmicos compases, donde el habitual colaborador del cineasta vierte todos sus esfuerzos es en el alter-ego musical de Edward, para el que usa un sencillo motivo que parece salido de una caja de música al que, en los dos mejores momentos del filme, acompaña de unos bellísimos y angelicales coros.
El primero de ellos, como decía más arriba, es aquél en el que Edward talla un ángel en el hielo y Kim baila bajo los copos de nieve extraídos del bloque. El segundo, el gran final el tema de la banda sonora se titula así, "Grand finale", una secuencia que es un torrente de poéticas sensaciones y en la que la conjunción de música e imágenes provoca lágrimas de emoción en el más pétreo de los espectadores. Si esto es así, si eres de los que llora cuando la partitura de Elfman se dirige a su momento de mayor épica compositiva, es que "Eduardo Manostijeras" ha cumplido con la intención de Burton de crear un fuerte lazo de identidad entre el espectador y ese freak de bondad sin límites que es su mejor y más poética creación.
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Que opina usted? After Earth, la película - 20/06/2013 13:18:29
" Dos varapalos seguidos eran una dura prueba para los seguidores de alguien a quien muchos habíamos considerado y queremos seguir considerando como un genio del séptimo arte. Pero, lejos de darnos por vencidos, aquellos que admiramos el asombroso hacer de M. Night Shyalaman tras el objetivo quisimos ver un halo de luz cuando el realizador anunció que su próximo proyecto sería "After Earth" (id, 2013), un filme de ciencia-ficción protagonizado por Will y Jaden Smith con el que el cineasta de Philadelphia intentaría congraciarse con el público.Desgraciadamente, no ha sido así, y al descalabro en la taquilla americana que comentaba mi compañero Alberto hace un par de semanas, no han tardado en sumarse críticas que han echado por tierra la propuesta del director afirmando lindezas de todo tipo que han llevado a que acumule en Rotten Tomatoes un 11% o un 33% en Metacritic, valores nada esperanzadores de cara al estreno de la cinta el viernes que viene en nuestro país.
El argumento
Un aterrizaje de emergencia deja al joven Kitai Raige y a su padre Cypher atrapados en el planeta Tierra, 1.000 años después de que una serie de catastróficos eventos obligaran a la Humanidad a escapar de ella. Con Cypher herido de gravedad, Kitai deberá embarcarse en un peligroso viaje con el objetivo de mandar una señal de socorro, enfrentándose a un territorio desconocido, a nuevas especies de animales que ahora rigen el planeta y a una imparable criatura alienígena que se escapó durante el accidente. Padre e hijo tendrán que aprender a trabajar juntos y confiar el uno en el otro si quieren tener la oportunidad de regresar a casa.
El director
Tras unos titubeantes inicios que ahora casi nadie recuerda y que incluyen, por ejemplo, los créditos del guión de "Stuart Little" (id, Rob Minkoff, 1999), M. Night Shyalaman, un hindú de nacimiento criado en Philadelphia, daba la campanada con "El sexto sentido" ("The sixth sense", 1999) filme imitado hasta la saciedad con el que el cineasta demostraba ser poseedor de un portentoso sentido de la narrativa, rescatando ya aquí el espíritu "Twilight Zone" del que han hecho gala sus mejores producciones.
Tras la cinta de fantasmas, Shyamalan nos regalaría "El protegido" ("Unbreakable", 2000), su particular y magistral homenaje al mundo del cómic y primera muestra de la necesidad que desde entonces han acusado sus proyectos en lo que a revisión de los diálogos respecta. Dos años más tarde llegaría la que personalmente considero su obra maestra, "Señales" ("Signs", 2002), una cinta sobre la fe arropada en un relato de ciencia ficción que nos ofrecía una de las mejores interpretaciones que le hemos podido ver a Mel Gibson en toda su carrera.
Con "El bosque" ("The village", 2004) y "La joven del agua" ("Lady in the water", 2006) como últimos ejemplos de lo que la magia de su cine era capaz de ofrecer, por más que la primera fuera una idea estirada en exceso y la segunda volviera a pecar de algunos diálogos muy ridículos, nada nos podía preparar, sobre todo por los magníficos tráilers que la precedieron, para lo que Shyamalan nos reservaba con "El incidente" ("The happening", 2008).
De gran e impactante arranque, la cinta adolecía de unas interpretaciones lamentables horrible Zooey Deschanel y de un guión que no iba a ninguna parte, más o menos lo mismo que se podía decir de su siguiente filme, la olvidable "Airbender, el último guerrero" ("The last airbender", 2010), una producción de lo que sólo me atrevería a destacar la magnífica banda sonora de James Newton Howard.
El reparto
La verdad es que, a estas alturas, poco se puede decir de Will Smith que no se haya dicho ya de mil maneras diferentes: megaestrella que pocas veces se ha equivocado en sus elecciones aunque las veces que lo ha hecho, como es el caso que nos ocupa, ha sido de forma gargantuesca el actor afroamericano viene aquí acompañado de Jaden, su hijo de quince años al que vimos hace dostres en el remake de "The karate kid" (id, Harald Zwart) y con el que ya compartió cartel en la buenista "En busca de la felicidad" ("The pursuit of happiness", Gabriele Muccino, 2006).
Al lado de ellos, en papeles de poca relevancia dado el protagonismo casi absoluto de padre e hijo, Sophie Okonedo, la que fuera nominada por la magnífica "Hotel Rwanda" (id, Terry George, 2004), Zo
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