viernes, 4 de abril de 2014

Las aventuras de Peabody y Sherman, diversión a raudales y ficción: El día en que la Tierra se incendió, de Val Guest

Noticia, Las aventuras de Peabody y Sherman, diversión a raudales - 10/03/2014 10:00:33

" Bueno, esto sí que es inesperado. Quizás no tanto como lo que hace unas semanas compartía con vosotros acerca de "La LEGO película" ("The LEGO Movie", Philip Lord, Chris Miller, Chris McKay, 2014), más que nada porque ya en su momento comenté que el animado trailer que precedía a esta nueva producción de la Dreamworks parecía anunciar un filme con muchísimas posibilidades, pero inesperado a fin de cuentas cuando las esperanzas que servidor guardaba para con estas "Las aventuras de Peabody y Sherman" ("Mr.Peabody and Sherman", Rob Minkoff, 2014) no pasaban de considerarla un entretenimiento más.
Mucho me equivocaba pues cuando lo que pude disfrutar tanto o más que la "enana" de diez años que me acompañaba fue una producción que parece querer llamar la atención sobre algo que debería empezar a ser norma en las producciones animadas: el que las cintas de "dibujitos" se preocupen en igual medida de aludir tanto a los infantes que sin duda van a poblar las salas con un filme que combine humor y acción a manos llenas, como en atender a los adultos que los acompañen, estableciendo un diálogo a través de referencias y chistes que sólo ellos puedan llegar a aprehender.
En esa tónica se movía la citada cinta protagonizada por los muñecos LEGO y también lo hace el presente filme, una propuesta de endiablado ritmo, animación espléndida, enérgica dirección y un guión que, entre otras cosas, y dada la premisa que le sirve de hilo conductor, se posiciona como hábil vehículo educativo que intenta ir más allá de las típicas moralinas asociadas a la películas animadas, sirviendo como introducción a los más peques de versiones bastante aceptables e hilarantes, por supuesto de hechos históricos tan significativos como la Revolución Francesa o la Guerra de Troya.
El humor con inteligencia de "Las aventuras de Peabody y Sherman"

Todo ello se consigue, obviamente, a través de una trama que hace un uso bastante inteligente y plausible de los desplazamientos espacio-temporales evitando caer o al menos esa percepción se lleva el espectador sin entrar a analizar a fondo la cinta en las típicas incongruencias a las que terminan rindiendo pleitesía, sí o sí, las cintas de viajes en el tiempo. Tal hecho habla, y habla muy bien, del guión de Ted Key y Craig Wright, como también lo hacen esa infinidad de referencias que el filme recoge sobre la historia universal, la estadounidense y la cultura popular yanqui, por supuesto.
En estos últimos sentidos, "Las aventuras de Peabody y Sherman" son un deleite constante para el espectador atento que sepa ver aquella foto en la que aparece Kennedy, el flashback que comienza con la tienda de bicicletas de los hermanos Wright o, ya en el terreno más humorístico y ácido, los espectaculares "cameos" de un Espartaco con un sospechoso hoyuelo en la barbilla o un Bill Clinton que espeta una frase capaz de arrancar una sonora carcajada del público adulto asistente a la función tan capaz como que la arrancó de servidor o las incontables bromas que ocultan los diálogos de principio a fin.
Si a esta faceta del libreto añadimos la componente más orientada a los chavales, que se hace fuerte en el sempiterno mensaje de "aceptación de uno mismo y respeto a la diversidad", y completamos la jugada con una animadísima partitura de Danny Elfman que parece que cada vez que incursiona en la animación recupera las energías del pasado y una ingeniosa e irrefrenable realización por parte de Rob Minkoff, es de recibo pensar que, como ya dije en su momento, si Dreamworks maneja bien sus cartas, volvamos a encontrarnos en la gran pantalla, y en un futuro no muy lejano, con ese perro genial que es Peabody y su entrañable hijo Sherman. Esperemos que así sea.
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Es Noticia, Ciencia-ficción: El día en que la Tierra se incendió, de Val Guest - 20/09/2013 3:13:14

" Aunque en muchos géneros los años 60 del s.XX fueron terreno fértil sobre el que abonar y aquí podríamos citar desde el western y el surgimiento del spaghetti a los filmes bélicos pasando por los últimos momentos del musical de gran presupuesto o las grandes producciones con la Segunda Guerra Mundial de fondo no fue la ciencia-ficción uno de los que mejor floreció en aquella turbulenta década.
Período de transición que comenzaba como una natural extensión de los años 50, la década de los sesenta asistió en el género una continuación de lo que ya se había visto en los dos lustros anteriores, con filmes estadounidenses de bajo presupuesto y pocas pretensiones de entre los que iban despuntando de cuando en cuando esas pequeñas joyas que, como "El tiempo en sus manos" ("The Time Machine", George Pal, 1960) demostraban la voluntad de seguir innovando sobre el infinito tejido de lo que la ciencia-ficción era capaz de ofrecer. Pero conforme fueron transcurriendo los años, los movimientos sociales, el caos que siguió al asesinato de JFK y la entrada en la Guerra de Vietnam provocó que un género que siempre ha sido fiel reflejo de la época en la que se produce comenzara a dar muestras del descontento generalizado de la sociedad, virando de forma gradual del tono juvenil de los primeros momentos al más oscuro que se apreciará hacia el final de la década.
Y mientras esto ocurría al otro lado del charco, en el viejo continente el género iba discurriendo por derroteros bien diferentes. Buena prueba de ello son, por ejemplo, ese "Pueblo de los malditos" ("Village of the Damned", 1960) dirigido con inquietante maestría por Wolf Rilla o, cómo no, la cinta que hoy ocupa nuestro tiempo en este ciclo de ciencia-ficción, "El día en que la Tierra se incendió" ("The Day the Earth Caught Fire", Val Guest, 1961), un clara muestra de los muy diferentes patrones por los que se regía el género en tierras anglosajonas.
Levantada por la expresa voluntad de Val Guest, que tras intentar provocar el interés de varios estudios, tuvo que acometer el mismo la producción del filme, "El día en que la Tierra se incendió" es uno de esos "¿Y si?" que tan buenos resultados ha dado casi siempre en el seno del género, planteando en esta ocasión que pasaría si, debido a una coincidencia en esas recurrentes pruebas nucleares que tantos problemas acarreó a la humanidad según el cine de ciencia-ficción que siguió a la Segunda Guerra Mundial, el eje de rotación de la Tierra se viera alterado hasta tal punto que el Sol pasara de ser fuente de vida a motivo de nuestra extinción.
Haciendo gala en todo momento de una espléndida austeridad que juega a favor de lo que el espectador extrae del visionado, la magnífica puesta en escena de Val Guest un habitual del cine de género que ya había firmado para la Hammer las dos primeras adaptaciones de Quatermass saca un partido alucinante del formato anamórfico en 35mm en el que la cinta está rodada, aprovechando sobremanera las localizaciones naturales del Londres donde se desarrolla la acción para que el realismo sea la cualidad que mejor caracterice al filme.
Para ello, el guión de Guest y Wolf Mankowitz que se hizo acreedor del BAFTA nos presenta la historia a través de los ojos de un periodista, interpretado con poco acierto por Edward Judd, deteniéndose el realizador durante buena parte del metraje en la precisa descripción de la redacción del rotativo para el que éste trabaja. Vistas hoy, las escenas que transcurren en las oficinas del Daily Express nos permiten asomarnos a una forma de periodismo que dejó de existir hace décadas, constituyéndose la cinta como inesperado homenaje a la suma importancia que la profesión tenía antes de la era digital.
Tomándose su tiempo para describir con todo lujo de detalles a sus protagonistas, si bien he comentado que Judd no está a la altura de las circunstancias y su personaje de Stennings resulta bastante cargante no podemos decir lo mismo del gran Leo McKern el inolvidable Imperius de "Lady Halcón" ("Ladyhawke", Richard Donner, 1985) y de la deliciosa Janet Munro, ambos magníficos como el único amigo de Stennings y el objeto de la atracción amoroso/sexual de éste respectivamente, con la segunda desplegando una sensualidad irresistible y el primero demostrando por qué es uno de los mejores actores británicos de la historia aunque sea australiano de nacimiento.
Centrándose durante dos tercios del metraje en la vida periodístico-sentimental de Stennings, en las pesquisas que éste va indagando acerca de los extraños fenómenos naturales que comienzan a azotar el clima mundial, y en la escueta representación de los mismos muchos de los cuales son extraídos de imágenes de archivo sin que apenas se note su inserción es en el tercio final donde la vertiente catastrofista de la cinta muestra sus mejores cartas: aunque algún episodio absurdo como los de los vándalos invadiendo el piso de Munro hubiera sido perfectamente eliminable, la descripción que hace Guest del fin del mundo con una economía de medios asombrosa es lo mejor del filme junto con su terrorífico final.
(Atención spoilers) Al respecto de éste, cabe destacar que la copia que en su momento se estrenó en las salas británicas se aparta de la que pudo verse en las estadounidenses en un detalle aparentemente nimio que guarda una relevancia incuestionable: mientras una nueva serie de explosiones nucleares en Siberia pretenden corregir la inclinación del globo terráqueo, y Stennings termina su narración toda la cinta ha sido un enorme flashback, Guest nos muestra cómo se han preparado dos portadas para el periódico del día siguiente, una anunciando que las bombas han hecho su trabajo y otra comunicando al público el fatal destino que les aguarda camino del astro rey.
Y mientras los últimos planos del filme van concatenándose, escuchamos unas campanas de iglesia muy a la manera que las habíamos oído en los momentos finales de "La guerra de los mundos" ("War of the Worlds", Byron Haskin, 1953) que bien podrían vaticinar el fin del mundo o anunciar su salvación. Y si ya la duda con la que se cierra deja en el espectador esa desazón tan típica de los mejores episodios de "Dimensión desconocida" ("The Twilight Zone", 1959-1964), aún mayor habría sido de poder haber visto el final original, en el que ni siquiera se llegan a escuchar las citadas campanadas. De una forma u otra, un espléndido y muy reivindicable filme de lo que el género nos dejó hace ya más de cincuenta años.
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"The Day the Earth Caught Fire", el caluroso fin del mundo
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Que opina? Ciencia-ficción: El enigma...de otro mundo, de Christian Nyby - 16/08/2013 1:41:41

" El mejor filme de ciencia ficción que jamás se haya rodado.
Michael Crichton
Aunque a priori estuviera bastante lejos de mi intención llevar la contraria a una afirmación tan categórica de un escritor que nos dejó algunas de las mejores novelas de ciencia-ficción y una película que ya tocaremos en su momento que haya tenido ocasión de leer, en lo que se refiere a la valoración final de "El enigma…de otro mundo" ("The thing from another world", Christian Nyby, 1951) me veo en la obligación de posicionarme en una actitud bastante más relajada que el autor de "Esfera".
Para matizar esta postura os insto, obviamente, a seguir leyendo, si bien debo dejar claro antes de comenzar a analizar la cinta que, sin estar plenamente de acuerdo con la aseveración del norteamericano, sí que soy de los que piensan que el presente filme es una de las mejores y más tempranas muestras de lo que el género llegó a ofrecernos durante la prolija década de los cincuenta y que sin él, mucha de la ciencia-ficción que nos llegaría más tarde no habría sido la misma.
Relato de ese adorado escritor de ciencia-ficción del siglo pasado que es John Wood Campbell Jr. que apareció por primera vez en las páginas de "Astounding Stories" en 1938, en "Who Goes There?" se abordaba una peculiar invasión extraterrestre mediante la infiltración de un ente alienígena en una base del polo Sur y cómo, por su capacidad de asumir cualquier forma orgánica, éste va diezmando a los miembros de la expedición que, ignorantes, lo han introducido en su campamento.
Respetando en gran parte la construcción general del relato, "El enigma…de otro mundo" es tan fiel a las páginas desde las que deriva que mucho de lo que puede achacársele al texto original juega igualmente en detrimento de la apreciación de un filme que falla aunque siempre se quede muy lejos de hacerlo estrepitosamente en la creación de una atmósfera más opresiva, en generar un mayor estado de paranoia en sus protagonistas y, en última instancia, en transmitir algo de ese horror que las páginas de Campbell apuntaban con sus claras reminiscencias a los relatos de H.P.Lovecraft, en especial a esa genial novela llamada "Las montañas de la locura" que esperamos poder ver algún día llevada a la gran pantalla de la mano de Guillermo del Toro.
Pero no nos desviemos. Decía que el guión del filme, obra de Charles Lederer, se mantiene bastante cerca de lo que la lectura del texto original nos ofrece, aunque se aparte de ella en un punto que hubiera resultado fundamental a la hora de aportar mayor fuerza a la terrible criatura descrita por Campbell: no cabe duda de que fueron las limitaciones técnicas de la época las que llevaron a los responsables del filme a prescindir del carácter adaptativo del ente que los protagonistas encuentran encerrado en los hielos, optando en su lugar por una presencia física de clara inspiración "karloffiana" la criatura es clavada al monstruo de Frankenstein encarnado por el actor en el filme de James Whale.
Dejando atrás las diferencias entre adaptado y adaptación, si hay algo por lo que este filme ha acaparado la atención de los cinéfilos a través de las décadas es por las muchas dudas existentes alrededor de su verdadera autoría: producida por Howard Hawks y acreditada a Christian Nyby, editor de varios de los filmes más importantes del realizador estadounidense entre los que se cuentan "Tener y no tener" ("To Have and Have Not", 1944) o "Río Rojo" ("Red River", 1948), muchas son las voces que han argumentado que el papel de Hawks en este filme fue muchísimo más allá de lo que Nyby siempre quiso defender como suyo. Tanto es así, que Kenneth Tobey, el actor que aquí encarna con irregular convicción al Capitán Patrick Hendry, se refería al asunto en los siguientes términos:
Howard Hawks rodó toda la película, salvo una escena, rodada por Nyby, aquella en que cruzamos un umbral, y que me parece la peor de toda la cinta. Sé que Nyby siempre se ha atribuido la realización de la película, pero lo hacía para venderse.
Se puede decir más alto, pero probablemente más claro, no. Afirmaciones de uno de los principales intérpretes al margen, soy de los que opinan sin dudarlo que "El enigma…del otro mundo" es un filme Hawks cien por cien. Una opinión que se fundamenta en la inequívoca impronta que la cinta tiene a esa forma tan personal y tan estudiada que Hawks poseía a la hora de enhebrar el "grupo hawksiano" del que tantísimo se ha podido llegar a hablar cada vez que se ha estudiado el cine del director y que, según apuntaba Joseph McBride:
(…)siempre trata de un grupo de profesionales estrechamente ligados que intentan realizar una tarea difícil juntos mientras mantienen un código propio de conducta, rigurosamente definido. Ya sean pistoleros, aviadores, cazadores (…), la gente de Hawks se mueve en una sociedad cerrada en sí misma en la cual los esquemas de conducta son la habilidad personal, la lealtad al grupo y el autorrespeto.
Claramente adscrito a estos modos de descripción de los personajes, resulta sintomático que en la planificación del filme sean muy pocas las veces en las que la cámara encuadra a menos de cuatro personajes, reservándose dichos contados momentos a unos apuntes amorosos completamente inservibles que entorpecen sobremanera el avance de una trama que se mueve presa de un irregular ritmo, ora alocado y frenético, ora sosegado y de clara voluntad expositiva, un hecho que termina jugando en contra del tono final de una cinta que debería haber jugado mucho mejor sus cartas de temor ante lo desconocido e insuperable que resulta la criatura.
Dada su temprana fecha de producción, está claro que la relevancia de "El enigma…de otro mundo" en la configuración de los patrones que seguirán muchas de las cintas de género de la década, es indiscutible: aquí encontramos ya las semillas que después germinarán en la xenofobia alien, el poco creíble enfoque científico y el marcado tono militarista que, por ejemplo, podíamos observar en "La guerra de los mundos" ("The War of the Worlds", Byron Haskin, 1953) y que queda claramente rubricado por ese "Vigilad los cielos" con el que se cierra ominosamente un filme fundamental en la historia del género al que, además, hay que agradecerle el que sirviera de inspiración a John Carpenter para ese magistral título que es "La cosa" ("The Thing", 1982).
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"El enigma de otro mundo", ¿de Christian Nyby o de Howard Hawks?
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Que opina usted? Robert Zemeckis: Locos por ellos, histeria "beatlemaníaca" - 05/08/2013 0:16:46

" I wanna hold your hand gustó mucho en los pases previos, y no tuvo respuestas negativas. Las críticas fueron favorables, y pensamos que teníamos un éxito. Habíamos oído a los espectadores en Nueva York estallando en aplausos , cinco, seis veces durante la película. Entonces, de repente, se murió…Simplemente no había espectadores. Es lo peor que puede ocurrirte, estirar la pata…
Robert Zemeckis
Así reflexionaba años después Robert Zemeckis sobre el chasco que supuso su primer filme, "Locos por ellos" ("I Wanna Hold Your Hand", 1978), una comedia de adolescentes en torno a la mítica aparición de los Beatles en el Show de Ed Sullivan en la Nueva York de 1964 que el cineasta y su inseparable amigo Bob Gale habían escrito a mediados de los setenta una vez hubieron terminado sus estudios en la USC University of South California y se disponían a buscar suerte en el mundo del séptimo arte. Un mundo que hasta entonces se había mostrado receloso de aquellos dos chavales que sólo contaban bajo su brazo con el crédito de haber escrito un episodio de "Kolchack: the Night Stalker" (id, 1974-1975) y cuya oportunidad vendría de mano de cierto Rey Midas de Hollywood.
Durante sus años de universidad, Zemeckis y Gale que compartían, entre muchas otras filias, el gusto por el mismo tipo de cine, el representado por Clint Eastwood o Steve McQueen habían escrito un guión titulado "The Night the Japs Attacked", que narraba una historia extraída de la ola de pánico que invadió a California los días posteriores al ataque de la armada nipona sobre Pearl Harbor. Y si esta pequeña sinopsis os suena es porque, tras presentárselo a John Millius, antiguo alumno de la misma facultad, éste se mostró encantado y pensó que el cineasta idóneo para hacerse cargo del mismo era Steven Spielberg.
Toda vez hubo leído el guión y quedó prendado de él aunque mucho se rebajaría del humor negro y gamberro que inicialmente quedaba reflejado en las páginas del tratamiento de Zemeckis y Gale, Spielberg accedió a que "1941" (id, 1979), como terminaría llamándose la cinta, sería su siguiente filme tras "Encuentros en la tercera fase" ("Close Encounters of the Third Kind", 1977). Con el respaldo que el nombre del realizador de "Tiburón" ("Jaws", 1975) suponía para sus ansias de debutar en la gran pantalla, Zemeckis y Gale contactaron tras la escritura del guión de "Locos por ellos" con dos productoras que habían conocido durante el período de redacción del libreto de "1941" ya que suponían que por su edad, tanto Tamara Asseyev como Alexandra Rose habían sido beatlemaníacas tan sólo una década y media antes, y podrían mirar con buenos ojos el proyecto.
Y así fue. Viéndose fielmente reflejadas en las protagonistas femeninas de la historia, las productoras apoyaron a Zemeckis y Gale de cara a que la Universal consintiera desembolsar los ridículos 2,7 millones de dólares de presupuesto que iba a suponerle la cinta. Pero a pesar de la exigua cifra, los ejecutivos de la major no terminaban de convencerse de la viabilidad de la producción, y tuvo que ser el propio Spielberg el que, ofreciéndose como productor ejecutivo amén de tener que garantizar que, en caso de que Zemeckis estuviera haciendo un mal trabajo, él se encargaría de dirigir se convirtiera en factor determinante para la aprobación última de la filmación y producción, un proceso para el que Zemeckis iba a contar tan sólo con ocho meses.
La historia de "Locos por ellos" sigue, como ya he apuntado más arriba, a tres jóvenes cuya única pasión en la vida son los cuatro de Liverpool. El día antes de su actuación en el citado show de Ed Sullivan, el trío anda como loco en una tienda de música de Nueva Jersey haciéndose con el primer LP que se editó en Estados Unidos del grupo británico. Ya en esta escena, la cinta dibuja con pocos trazos los perfiles de las tres amigas. De una parte tenemos a Rosie una espléndida Wendy Jo Sperber, habitual de las primeras cintas de Zemeckis, enamoradísima de Paul McCartney que está dispuesta a lo que sea, hasta tirarse de un coche en marcha si hace falta, por tener una oportunidad de ver a su ídolo en carne y hueso.
En segundo lugar encontramos a Pam, una aparentemente virginal chica a punto de casarse a espaldas de sus padres que encarna con convicción y gran sentido del humor Nancy Allen, alzándose como lo mejor en el terreno interpretativo que podemos ver a lo largo del metraje. Por último, tenemos a Grace, encarnada por Theresa Saldana, una actriz de poco calado en el cine de los años que siguieron a la cinta ella sería la mujer de Joe Pesci en "Toro Salvaje" ("Raging Bull", Martin Scorsese, 1980) que, también encandilada por el grupo musical, lleva el interés por el mismo hacia el terreno periodístico, queriendo conseguir a toda costa una foto de George, Paul, John y Ringo que le permita dar la campanada en el mundo del cuarto poder.
Alrededor de ellas, la cinta irá presentando a todo un rosario de hiper-hormonados adolescentes que servirán a Zemeckis y Gale para dar un repaso por la chavalería de la época de una manera similar a cómo George Lucas había hecho un lustro antes en "American Graffiti" (id, 1973) tanto es así que la escena de los dos coches en paralelo con Bobby Di Cicco pasando de uno a otro está directamente sacada del filme de Lucas potenciando mucho más la comedia en detrimento de la inexistencia de las acotaciones dramáticas que sí tenía el título del responsable de "La guerra de las galaxias" ("Star Wars", 1977).
Con rostros semi-conocidos entre ese rosario como los de Marc McClure el Jimmy Olsen de "Superman" (id, Richard Donner, 1978), el citado Di Cicco del que hace poco hablé en "El experimento Filadelfia" ("The Philadelphia Experiment", Stewart Rafill, 1984) o el del extravagante http://www.blogdecine.com/criticas/cine-en-el-salon-el-experimento-filadelfia-los-anos-no-pasan-en-balde en la piel del alocado mitómano de los Beatles, "Locos por ellos" es un claro vehículo para el disfrute de los jóvenes, abundando Zemeckis y Gale en la construcción de gags que en no pocas ocasiones recurren al más puro slapstick las persecuciones por el hotel donde se aloja el grupo son el mejor ejemplo de ello y en potenciar al máximo posible el tono de alocada comedia que hace presa de la trama en todo momento.
Al contrario que en otras muchas óperas primas de diversos directores en los que la tosquedad suele ser norma, Zemeckis demuestra con la cinta un más que correcto conocimiento de los mecanismos cinematográficos, sirviendo como prueba de ello la forma en la que se van intercalando las diferentes tramas paralelas que se plantean en el hotel cuando las amigas se separan. Entre ellas la mejor es, sin duda, la que sigue a Pam en su incursión en la habitación de los cantantes, momento fundamental para el desarrollo del personaje y escena que muchos años después homenajeará Manuel Gómez Pereira en "El amor perjudica seriamente la salud" (id, 1997) con Penélope Cruz en lugar de esa Nancy Allen a la que la pasión por los músicos británicos lleva casi al orgasmo.
El problema es que tanto humor pretende acumular la cinta que al final sólo consigue arrancar la risa en momentos puntuales, dejando en el espectador una sensación de empacho algo molesta. Con todo, el debut de Zemeckis debería haber contado con mayor fortuna en una taquilla que ignoró por completo el título, saldándose su paso por los cines con poco menos de dos millones de dólares, un hecho que en otro caso habría sido suficiente para acabar con cualquier otro director pero que, en lo que respecta a Zemeckis sólo sirvió para aumentar su determinación de cara a convertirse en un nombre dentro del séptimo arte.

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Interesante, Ciencia-ficción: El tiempo en sus manos, de George Pal - 17/07/2013 0:19:15

" Es comenzar a verla y llegar a la escena inicial de la cena en casa del protagonista y el mismo resorte de memoria que ha funcionado en los últimos treinta años vuelve a hacerlo con igual de rapidez: la "salita" de la antigua vivienda de mis padres, una pequeña televisión de aquellas que tenían dos mandos circulares para sintonizar las dos cadenas que por aquél entonces eran más que suficiente para tener sentados a los espectadores buena parte de la tarde y, en la pantalla, Jose Luís Balbín dando paso en "La clave" a la proyección de "El tiempo en sus manos" ("The Time Machine", 1960) la adaptación del relato de cien páginas de H.G.Wells que servía a George Pal para cerrar la mejor década de su trayectoria cinematográfica, legándonos a la postre la que, en humilde opinión del que esto suscribe, es tanto su mayor logro fílmico como una de las cumbres indiscutibles del género de ciencia-ficción de todos los tiempos.
Al contrario de lo que veíamos el otro día al repasar "La guerra de los mundos" ("The War of the Worlds", Byron Haskin, 1953), las intenciones de Pal en este segundo acercamiento a la obra del literato británico se alejan de los radicales cambios ejercidos en la traslación del relato de invasiones marcianas, optando aquí el director y productor por mantenerse fiel a la narración de Wells, situando para ello el arranque de la acción en el último año del s.XIX y estructurando la misma de igual manera a cómo se enhebra el texto original, con el único añadido notable de la secuencia del viaje en el tiempo. Una secuencia orientada, no cabe duda, a servir de escaparate, de un lado, a la Oscarizada labor del equipo de efectos visuales y, del otro, a hacer las veces de cimentación de la reflexiva parábola social que dimana del filme.
[…]cuando la inteligencia y la fuerza hayan desaparecido, la gratitud y una mutua ternura vivirán aún en el corazón del hombre.
Esta frase, que pone fin al relato de "La máquina del tiempo" es la que, a mi entender, sirve como mejor exponente del singular encuentro que, entre cinismo, pesimismo y optimismo, se daba en la personalidad de H.G.Wells: si bien la lectura del mismo deja claro la desalentadora mirada que el escritor inglés albergaba sobre el futuro inmediato de la humanidad allá por 1895, la exposición del distópico mundo dividido en dos castas alberga no obstante un pequeño hálito de esperanza, algo que Pal potencia sobremanera a la hora de reinterpretar las claves del texto "wellsiano".
Si "La guerra de los mundos" había sido un filme en el que el terror entendido desde la óptica de Pal era la tónica reinante, la mirada del productor, en conjunción con el guión de David Duncan, sobre "La máquina del tiempo" destina sus esfuerzos a aumentar el carácter aventurero del relato, una óptica que llevaría al realizador a cambiar de opinión con respecto a los intérpretes iniciales que consideró para el personaje de George de unos Paul Scoffield, James Mason o David Niven muy apropiados para encarnar a esta suerte de sosias de H.G.Wells a la mayor presencia atlética de Rod Taylor.
Declarado fan de la novela, Taylor trató, en sus propias palabras, "de combinar el carácter altamente intelectual de un brillante científico con el de un tipo atlético, fuerte y romántico, a la contra del clásico científico despistado" que, curiosamente, interpretaría dieciocho años después Malcom MacDowell como el escritor británico en la simpatiquísima "Los pasajeros del tiempo" ("Time After Time", Nicholas Meyer, 1979).
Consiguiendo de sobra su objetivo, sobre los hombros del inolvidable Mitch de "Los pájaros" ("The Birds", Alfred Hitchcock, 1963) recae toda la responsabilidad de sacar a flote la práctica totalidad del metraje, ejecutando el intérprete australiano uno de sus mejores trabajos y consiguiendo, con la encarnación de ese George vital, optimista y decidido, que el público caiga rendido a sus pies desde el primer minuto que le vemos en pantalla.
Rodada con un ínfimo presupuesto de unos 750.000 dólares nadie lo diría, Pal ejerció un control férreo sobre la producción de "El tiempo en sus manos", volcándose en la supervisión de decorados, vestuario, fotografía y guión, dibujando el storyboard completo, consultando hasta el más nimio detalle con el equipo de efectos visuales e imponiendo que el diseño de la máquina del tiempo, que tantas versiones diferentes había conocido en las portadas de la novela desde que se publicara por primera vez alguna llegaba a mostrarla como una bicicleta, recurriera a un look de marcado corte victoriano recordando a la forma de un trineo, uno de sus juguetes favoritos de la infancia.
Tan brillante fue el diseño de la máquina, que hoy por hoy es uno de los iconos más reconocibles del cine de ciencia-ficción, y sus apariciones fugaces en filmes como "Gremlins" (id, Joe Dante, 1984) o un raro anuncio de "Regreso al futuro" ("Back to the future", Robert Zemeckis, 1985), en el que Michael J.Fox comparaba a la creación de Pal con el Delorean, son sólo algunas muestras de la importancia que, en el género, llegó a tener tan impresionante prop.
Como insinuaba algo más arriba, es la diferencia entre la sempiterna alegría y optimismo que dimanaba de George Pal y el cinismo declarado del que hacía gala Wells lo que, en su choque, convierte a "El tiempo en sus manos" en la maravillosa cinta que sigue siendo hoy, cincuenta y tres años después de su estreno. Conservando, como decía, la parábola social que expone el escritor con la existencia de los Eloi y los Morlocks y que tan acertadamente utilizarían Richard Price y Alexander Ignon en su guión para "Rescate" ("Ransom", Ron Howard, 1996) el vitalismo de Pal trata de evitar que la cinta provoque en el espectador las inmediatas reflexiones que sí incitan los renglones de Wells.
Ahora bien, ello no significa que en la construcción de la historia, el posicionamiento reflexivo de la producción no deje claro su carácter anti-belicista directamente heredado del activo pacifismo de Wells, algo que queda expuesto de forma diáfana en la citada secuencia del viaje en el tiempo, con el miedo por la bomba que tanto caracterizó a los años cincuenta, y que es reforzado una y otra vez por los constantes soliloquios del protagonista del relato, muchos de ellos casi calcados de las páginas del texto original, logrando Pal y Duncan no el devanar de sesos inmediato pero sí las muchas y muy interesantes lecturas posteriores que se han hecho a lo largo de las décadas sobre tan insigne producción.
No crean, no obstante, que el entusiasmo acerca de todo lo que rodea este maravilloso filme y no me he querido detener a exponer las mil virtudes de la espléndida partitura de Russell García es impedimento para poder apercibirme del rígido academicismo de formas con el que Pal marca a fuego su labor tras las cámaras. Pero, en contra de lo que otros podrán pensar, creo que en su claridad narrativa y expositiva y en la huida consciente de recursos más innovadores radica la fuerza de la cinta; una fuerza que, indudablemente, encuentra singular punto de apoyo en la cándida inocencia que transmite todo el metraje en general y, en particular, en la delicadeza que Yvette Mimieux pone en su interpretación de Weena, la Eloi que encandila a George.
"El tiempo en sus manos" es, por todas las razones expuestas, y las muchas que se han quedado fuera, un clásico del género no superado en muchos aspectos y no me hagan recordar el olvidable remake llevado a cabo por Simon Wells, nieto del escritor, en 2002, un filme que supuso la piedra fundacional sobre la que, de un modo u otro, consciente o inconscientemente, han descansado la práctica totalidad de las cintas de viajes en el tiempo.
George Pal siempre quiso rodar una secuela de su querida cinta, y aunque ésta nunca llegó a materializarse, en 1993 Rod Taylor, Alan Young y Whit Bissell dos de los amigos del personaje de Taylor en el filme intervinieron en "Time Machine: the Journey Back", 47 minutos parte documental, parte epílogo de la cinta, en los que, con guión de David Duncan, George regresaba al pasado para mantener una última conversación con su amigo Filby, cerrando así, en cierto modo, aquello que Pal había dejado tan espléndidamente abierto tres décadas antes.

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Información: Richard Donner: La profecía, una magistral pieza de terror - 14/05/2013 2:14:10

" Dick Donner era un director consumado. No existía posición en la que pudieras ponerle de la que no supiera salir. Su dedicación era extraordinaria. Se pasaba las mañanas, las tardes y las noches pensando en la película.
Harvey Bernhard
Rayos impactando sobre aviones, atentados terroristas, avionetas que se estrellan matando al piloto y a una madre con sus dos hijos que iban en un coche y que resultan ser la familia de aquél. Podría parecer que estamos hablando de un dramático filme de desastres, pero en realidad estamos repasando, de forma muy somera para qué entrar en detalles más escabrosos de las muchas muertes casuales que rodearon a la producción de "La profecía" ("The omen", 1976), la cinta que puso definitivamente en el mapa a Richard Donner tras esos titubeantes comienzos de los que hablábamos la semana pasada.
Inicialmente prevista para ser rodada bajo la producción de la Warner, ésta terminó desentendiéndose del filme en favor de la segunda parte de "El exorcista" ("The exorcist", William Friedkin, 1973), y fue la providencial intervención de Donner la que hizo que la cinta fuera a parar a manos de la Fox debido a la amistad que el realizador tenía con Alan Ladd Jr., que se hizo con los derechos del libreto un sábado y consiguió poner en pie la pre-producción en un tiempo récord de cuatro días, trasladando a Londres a gran parte del equipo creativo el martes siguiente.
Con el bagaje que había seguido acumulando en la televisión y acostumbrado como estaba a ejercer un control bastante exhaustivo sobre los capítulos que rodaba, Donner interpuso de forma temprana sus muchas objeciones acerca de una historia de terror al uso que evidenciaba de forma poco sutil su cariz fantástico. Así se lo hizo saber a su amigo "Laddie" y así logró cambiar el rumbo del libreto que David Seltzer había escrito en poco más de mes y medio, eliminando todas las referencias a aquelarres, gárgolas y dioses malignos, para convertir a "Anticristo" el nombre que recibía la cinta en sus comienzos en un "elegante thriller de misterio y suspense".
Y esa es, entre otras, una de las mayores y más atemporales virtudes que atesora "La profecía", su capacidad para alejarse de los arquetipos que por aquél entonces caracterizaban al género de terror para, en el intento, dar con unas fórmulas que serían imitadas hasta la saciedad en los lustros por venir: siempre con la insinuación como norma, Donner rueda el guión de Seltzer haciendo constante hincapié en la impresión de que todo lo que pasa es producto de la acumulación de tenebrosas casualidades que sólo consiguen acrecentar el estado de paranoia que va haciendo presa de los personajes interpretados por unos excelentes Gregory Peck y Lee Remick. En sus palabras:
Tratamos la historia como si todo fuera una coincidencia…No podías decirle a Gregory Peck que una mujer había sido violada por un chacal y la había dejado embarazada. Tratamos de hacer creer que el ambiente que le rodeaba era de una locura total. Quiero decir, de una coincidencia tras otra hasta conducirlo a la locura. Y creo que esto fue lo que hizo que la película tuviera éxito.
Necesitando para ello la complicidad del público, el cineasta se rodeó de un equipo técnico de primera encabezado por nombres como los de Stuart Baird en el montaje, Gil Taylor en la fotografía un veterano que había trabajado con Hitchcock, Kubrick y que después filmaría junto a George Lucas "La guerra de las galaxias" ("Star wars", 1977) y, por supuesto, Jerry Goldmisth, el maestro de los pentagramas que conseguiría su ansiado Oscar con una partitura que sólo puede definirse como magistral y sobre la que volveremos en los párrafos siguientes.
El tiempo que Donner había invertido en la pequeña pantalla terminaría jugando en su favor, demostrando el cineasta una madurez en las formas y una creatividad visual que nada tienen que ver con aquellas que dimanaban de sus tres primeras películas. Y esto es algo que el metraje de "La profecía" demuestra una y otra vez: los créditos iniciales, puntualizados por el "Ave satani" de Goldsmith un tema sobre el que el compositor bromeaba acerca de querer lograr algo que pudiera cantarse en la ducha, dan paso al prólogo y a la modélica secuencia que le sigue, acompasada por la sublime "Piper dreams", un bello tema lírico que se contrapone al demoníaco carácter del que hemos escuchado anteriormente.
Y tras la calma que suponen estos momentos inciales, comienza el infierno. (De aquí en adelante, spoilers) La niñera de Damien, un espléndido Harvey Stephens que logró el papel tras patearle la entrepierna a Donner en las sesiones de casting, se suicida ante los atónitos ojos de sus padres, una primera muerte que Donner visualiza como hará con todos los "sustos" de la cinta, con una claridad que impide que el espectador pueda apartar la mirada. De hecho, bromea el director que, para hacer los mismos lo más efectivos posible alargaron el tiempo que la gente normalmente se tapa los ojos en el cine: si éste solía ser una cuenta mental hasta tres, ellos la llevaban hasta cinco, algo que queda plenamente expuesto en la decapitación del personaje de David Warner.
Pero no nos llevemos a engaño, "La profecía", como apuntaba más arriba, no es un filme de terror al uso y, por lo tanto, no se basa en los agotadores golpes de efecto que tanto daño han hecho al género. En lugar de recurrir a ellos, Donner se apoya en las miradas muchos son los primeros planos que aparecen a lo largo de la cinta y en la construcción de un ambiente psicológicamente opresivo puesto en valor por lo preciso de la labor interpretativa de todo el reparto en general y de una Lee Remick en particular que acusa sobremanera el desgaste al que le someten la presencia de Damien y de la sra. Baylock asombrosa Billie Whitelaw.
Con secuencias para el recuerdo como el asalto de los babuinos en el zoológico, la aproximación del coche de los Thorn a la iglesia Donner solicitó a Goldsmith un tema para esta escena que recordara al de que John Williams había compuesto para "Tiburón" ("Jaws", Steven Spielberg, 1975), la caída de Katherine Thorn, otro brillantísimo ejemplo de construcción del terror, o el ataque de los rottweilers en el cementerio; fue de Alan Ladd la idea de cambiar el final inicialmente previsto por otro que terminó resultando muchísimo más adecuado, y comercialmente más efectivo de cara a futuras secuelas, claro está.
Con Damien y Robert Thorn muriendo al final del primer tratamiento de Seltzer, la idea de hacer que aquél sobreviviera juega muy a favor del estado de desasosiego que transmite al público todo el metraje, y esa sonrisa final de Stephens que Donner no pretendía conseguir es la última vuelta de tuerca al magistral juego de confusión con el que se ha caracterizado toda la cinta hasta entonces y que, como comentaba más arriba, se levantaba por expreso deseo de un realizador al que la gloria le estaba aguardando a la "vuelta de la esquina".
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"La profecía", la de Richard Donner

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