jueves, 3 de abril de 2014

Ridley Scott: Alien, el octavo pasajero, la obra maestra y Corazones de Hierro, el sonido y el estupor

Noticia, Ridley Scott: Alien, el octavo pasajero, la obra maestra - 31/01/2014 3:30:23

" A medio camino de desarrollar un proyecto sobre "Tristán e Isolda" que quedaría postergado sine die hasta que, casi treinta años después, lo retomara como productor en aquél olvidable filme dirigido por Kevin Reynolds y protagonizado por James Franco y Sophia Myles, Ridley Scott se encontró casi de casualidad con una producción que estaba llamada a colocarlo de la noche a la mañana y a escala planetaria en boca de unos entusiasmados cinéfilos que veían como el cineasta daba un salto de gigante con respecto a "Los duelistas" ("The Duellists", 1973) y se encumbraba como un referente ineludible de la ciencia-ficción cinematográfica contemporánea a caballo entre los formalismos estéticos del Kubrick de "2001: una odisea en el espacio" ("2001: A Space Odissey", 1968) y el sentido del espectáculo y lo comercial que George Lucas y Steven Spielberg habían desarrollado respectivamente en "La guerra de las galaxias" ("Star Wars", 1977) un filme que tuvo singular protagonismo en la decisión de Scott de rodar el que hoy nos ocupa y "Encuentros en la tercera fase" ("Close Encounters of the Third Kind", 1978).
"Alien, el 8º pasajero" ("Alien", 1979) cerraba una década en la que la ciencia-ficción como ya iremos viendo en el ciclo que le estamos dedicando había pasado de la búsqueda de una identidad que supiera estar a la altura de lo que Kubrick había impuesto con su magistral aproximación al género, a evolucionar de un modo inesperado en pos fórmulas que anunciaban el viraje hacia el espectáculo de masas al que buena parte de la producción anclada al sci-fi iba a rendirse una vez entrados los ochenta. Pero antes de que eso ocurriera, y queriendo postularse en unas actitudes que navegaran por senderos más o menos inexplorados, maclando los patrones del género con los del cine de terror, Ridley Scott firmaba una cinta fascinante, intensa, oscura, un prodigio de la narración, del diseño de producción y de la música que lleva treinta y cinco años huyendo sin despeinarse a ese paso del tiempo que tan mal ha sentado a otras propuestas muchísimo más recientes…incluso firmadas por él mismo no hace ni veinticuatro meses…
Con gran cantidad de literatura y los indispensables extras y documentales que acompañan a su imprescindible edición en Blu-ray o en su defecto, en DVD, y por más que durante breves momentos estuve planteándome el dar a esta entrada la estructura que han tenido otros artículos firmados por servidor en los que se rendía prolongada pleitesía a todo aquello que tenía que ver con la gestación y producción del filme en cuestión, he decidido centrar mi atención de cara a "Alien" en valorar de forma más o menos extensa, y del modo más personal posible, todo aquello que, con el paso del tiempo y los constantes revisionados de esta asombrosa obra de arte me han llevado, y siguen llevando a afirmar con contundencia que, a la hora de hablar de ella, sólo lo podemos hacer en términos de Obra Maestra del séptimo arte.
Espacios y formas para el terror

Nunca me habían gustado las cintas de terror porque, en última instancia, siempre se trataba de un tipo en un traje de goma. Bueno, sólo hay una manera de tratarlo. Lo más importante en un filme de este tipo no es lo que ves, sino lo que crees haber visto.
Ridley Scott
Pocas dudas pueden haber a la hora de aproximarse a un análisis valorativo de "Alien" acerca de que un alto porcentaje de la efectividad de lo que Scott termina consiguiendo plasmar en celuloide se debe a la acción directa de lo que el maravilloso diseño de producción de la cinta llega a concretar, ya estemos hablando aquí de lo que respecta a los muy diversos espacios que Ron Cobb planteó para componer la Nostromo como de lo que compete de forma exclusiva a la forma en la que H.R.Giger ideó al monstruo en sus diferentes etapas de crecimiento, instilando un terror imperceptible en el espectador gracias a la conjunción de ese orgánico y sexual aspecto que le confería el artista suizo con la forma en la que la cinta lo muestra en pantalla mediante fugaces planos que nunca llegan a dejarnos vislumbrar en su totalidad el asombroso trabajo que el oscuro y peculiar autor consiguió junto a Carlo Rambaldi responsable éste de lengua retráctil de la criatura.
Fascinante es también, y ya no sólo estamos hablando de aquello que es responsabilidad del diseño, la clara diferenciación que Scott y Derek Vanlint, el director de fotografía del filme, establecen entre las estancias asépticas de ese camión espacial que son el comedor y la enfermería en contraste con lo sucio y aterrador del resto de la Nostromo, compuesta como está de pasillos herrumbrosos llenos de cables y tuberías y ahogados por la plomiza y húmeda atmósfera con la que se caracterizan esos idóneos lugares para que el Alien campe a sus anchas. Aumentando la precisa narrativa de Scott, de la que no sobra ni un sólo plano, lo que del miedo natural hacia dichos espacios dimana del espectador, las escenas de la búsqueda del xenoformo por esos asfixiantes corredores y todo ese tramo final iluminado por la intermitencia de las luces de emergencia quedaron establecidos de forma inmediata como patrones sobre los que el género volvería una y otra vez en tiempos posteriores.
En el vacío SÍ hay sonidos

Unido a un diseño sonoro soberbio que hace del cadente latir de los motores de la Nostromo uno de los elementos indisolubles en la concreción de las muchas sensaciones de angustia que se derivan del visionado de "Alien", el trabajo de Jerry Goldsmith para los 117 minutos de metraje es uno de los factores fundamentales que convierten a la cinta de Scott en la extrema experiencia que termina siendo. Aún mutilada por un cineasta que inicialmente casi había obligado a la Fox para lo contratara a instancias de la fascinación que sentía por las sonoridades de "Freud" (id, John Huston, 1962) una banda sonora que, irónicamente, determinaría mucho del montaje sonoro final del filme, la partitura de Goldsmith es una de las más comprometidas con las imágenes que debía acompañar que el maestro llegó a componer a lo largo de su magnífica trayectoria.
Diametralmente opuesta al rescate de la opulencia sinfónica clásica que su amigo John Williams había llevado a cabo para dar empaque a las aventuras en aquella galaxia muy, muy lejana, la sobriedad en la utilización de instrumentos que ostentan los pentagramas de Goldsmith provocan la completa deshumanización de la cualidad sonora del filme, algo que ya habíamos podido observar "El planeta de los simios" ("Planet of the Apes", Franklin J.Schaffner, 1968) y que, a través de los sugerentes usos de la cuerda y el viento o la fría precisión del metal a la hora de describir las andanzas del extraterrestre a bordo de la nave, acerca a la cinta a una estrecha comunión con el miedo a lo desconocido y al vacío propios del espacio exterior.
Siete eran los diez negritos

(Pequeño spoiler) Ripley, Lambert, Dallas, Ash, Kane, Parker y Brett. Siete nombres que conforman una tripulación a la que Dan O"Bannon con la ayuda no acreditada de David Giler y Walter Hill dotó de tanta vida que resulta improbable que "Alien" hubiera sido el mismo filme de no haber contado con un rosario tan amplio y bien diferenciado de personalidades. Un muestrario que funciona tanto por la interacción de lo que Sigourney Weaver, Veronica Cartwright, Tom Skerrit, John Hurt, Yaphett Kotto y Harry Dean Stanton ponen en juego con sus constantes puyas, y perfilados comportamientos, como por la contraposición de los seis humanos cuando tienen que vérselas con la frialdad calculadora de Ash, ese androide al que Ian Holm insufla tan terrorífica vida. (Fin spoiler)
Como ya sucediera con la forma en la que rueda la Nostromo, convirtiéndola en un silente e imposible noveno pasajero, Scott es el directo responsable de que el libreto de O"Bannon y lo que éste dedica a la definición del alien funcione en tan espectaculares formas: rodando la práctica totalidad de lo que a los personajes concierne desde un punto de vista externo, la subjetividad propia del género de terror queda aquí reducida a los momentos de mayor impacto, y el recurso del cineasta de mostrar las reacciones de los personajes cuando interactúan con el extraterrestre es de una eficacia suma en secuencias puntales como los ataques a Brett, Dallas y Lambert o, cómo no, la del nacimiento del chest-burster, uno de los instantes más truculentos, espectaculares e inolvidables de los que el cine de género nos ha dejado a lo largo de la historia.
El genio de la luz…y las tinieblas

Aunando todo lo anterior, conjugando factores que en muchos casos ya hubieran elevado el filme por si sólo a la categoría de notable, orquestando una función que y disculpen la frase manida no hubiera sido igual de no haber contado con él, y pariendo una temprana obra maestra con su segundo cargo como director, Ridley Scott sigue explorando en "Alien", y seguirá explorando a lo largo y ancho de su carrera las muchas y muy asombrosas posibilidades que el moldeado de la luz otorga a la creación de ambientes: combinado aquí con todas las herramientas a su alcance, las citadas secuencias de la persecución por los pasillos o el clímax, unidas a otras como la entrada en la nave alien o los también nombrados ataques del xenomorfo, son todos ejemplos de una espectacularidad sin par que demuestran que, a sus 42 años, y con todo el bagaje publicitario que arrastraba, Scott era ya un cineasta consumado.
Un hecho que también rubrica el magnífico uso de las elipsis a lo largo de la acción digno de estudio como va resolviendo los minutos posteriores al ataque del facehugger, la precisa dirección de actores, en cuya elección jugó un papel determinante el cineasta por su voluntad de contar con un grupo de profesionales en los que poder confiar más de la cuenta para así poder centrarse en otras tareas o, cómo no, la asombrosa y paradójica simbiosis que se da entre el carácter letánico inherente a la personalidad del filme y el ritmo imparable que Scott confiere al conjunto, no permitiendo que la desazón del espectador disminuya un ápice durante las dos horas de metraje.
Por todo ello, y por todo aquello que siempre se queda entre líneas y que uno se guarda por la dificultad de expresarlo con palabras, "Alien, el 8º pasajero" ha sido, es y siempre será, una obra maestra del séptimo arte y cima temprana de un director que, no obstante, escalará semejantes alturas con su siguiente producción, una a la que dedicaremos líneas igualmente sentidas la próxima semana y que se establece junto al presente hito cinematográfico como piedra angular de toda una forma de hacer cine sobre la que, desafortunadamente, Ridley Scott nunca ha llegado a volver.
Otra crítica en Blogdecine
"Alien", el terror de lo desconocido
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La noticia Ridley Scott: Alien, el octavo pasajero, la obra maestra fue publicada originalmente en Blogdecine por Sergio Benítez.

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Información: Corazones de Hierro, el sonido y el estupor - 25/01/2014 6:39:29

" Durante la guerra de Vietnam, el joven soldado Eriksson (Michael J. Fox) es salvado de morir por su sargento (Sean Penn). Cuando éste y su unidad, decidan raptar a una inocente vietnamita (Thuy Thu Le) y violarla durante el camino a una misión, Eriksson deberá tomar partido ético en un clima de violencia y traición total.
¡Qué película tan terrible y horrible de Brian DePalma! Por supuesto, es un halago, porque ése es el argumento de la incomprensiblemente titulada "Corazones de hierro" (Casualties of War, 1987), melodramático nombre para el mucho más preciso "Víctimas de la guerra" que también puede interpretarse como "Bajas de la guerra". Aunque, bien mirado, es una película bien melodramática pero habla de muchas cosas , entre ellas el espanto, la falta de piedad, la vileza , pero ninguna hace referencia, siquiera simbólica, al corazón de hierro del título.
De DePalma solamente podemos esperar gran cine incomprendido, o mejor dicho, solamente apreciado por unos pocos que ahora se vuelven multitud. Pero incluso entre quienes lo tienen en estima, existe una tendencia, en mi opinión equivocada y muy relacionada con el prestigio que si han alcanzado, por diferentes medios y en momentos no menos distintos, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Steven Spielberg.
Dicho prestigio, sostiene un argumento insondablemente viejo y lamentable que diría que DePalma es todo estilo pero nunca ha logrado filmar una gran película o una película tan seria como las de aquellos. Lo que quiero decir es que pareciera que DePalma fuera el hacedor de unos cuantos (E inolvidables) thrillers llenos de erotismo y vitalidad, pero no es en mi opinión eso lo que lo distingue.
Lo que distingue a DePalma es la mirada. La de sus personajes, con qué frecuencia el centro de sus películas, y la suya propia, cargada de lucidez y, sí, mucha política. Porque es política, y no otra cosa, lo que hay en la sombría, brutal y perfecta "Impacto" (Blow Out, 1981) y es política lo que hay en este tremebundo relato de Vietnam.
Se quejaba, con cierta y bienvenida crítica airada, el maestro de críticos Jonathan Rosenbaum, en su reseña positiva, de que la película no sea, efectivamente, pacifista. Bien, tiene razón, pero es algo más importante, es una película sobre dos personajes enfrentados en el mismo lado de la contienda en la que la vejación es solamente una más (y no una concreta, específica, que señala y marca una vida).
DePalma reserva las simplezas a los secundarios, como bien detecta Rosenbaum, pero y hete aquí lo interesante, tanto visual como narrativa como guionísticamente todos los complejos matices están reservados para los antagónicos antihéroes de la película.
Desde principios de los ochenta, DePalma empieza a rodar, de un modo constante y con mayor sofisticación conceptual y energía, películas sobre mujeres y hombres que ven y callan y quieren saber o quieren entender. La prostituta encarnada por Nancy Allen en "Vestida para matar" (Dressed to kill, 1980) presencia algo y solamente es a través de un mirón (Keith Gordon) que resuelve su misterio.
De modo casi opuesto, John Travolta en "Impacto" no ve: Escucha, y es a partir de los sonidos que tiene que entender. Y en un juego, en última instancia barroco e inspirado, el pobre voyeur de "Doble Cuerpo" (Body Double, 1984) cree ver donde apenas vislumbra.
Al soldado de esta película le sucede algo en apariencia bien distinto. Escoge no ver, se da la vuelta. Ya no quiere mirar. No quiere mirar porque sabe: sabe que a sus espaldas están violando a una mujer inocente y frágil. ¡Y con qué súbita elegancia rueda DePalma el horror! Justo cuando el acto se repite, escoge dos elipsis y la profundidad de campo: el horror que su antihéroe ha escogido no ver.
Entonces, Eriksson quiere saber, pero no lo que ha sucedido sino como gestiona su conciencia moral. Es por esto que se trata de una de las películas en verdad más sofisticadas de su director.: no porque, ay, sea esta una "de guerra" y las anteriores "de intriga", sino porque lo que aquí está en juego es la propia conciencia de un individuo en una situación en donde, precisamente, hacer gala de ella es, al mismo tiempo, una ridiculez, algo decididamente impráctico y cuya denuncia es considerada irrelevante por todo el aparato militar.
Buscando formas de piedad y justicia, Eriksson trata de comprender cómo funcionan las cosas. Articulada como pesadilla, la película contiene una preciosa banda sonora de Ennio Morricone, con sus típicas y familiares recurrencias sonoras, en este caso un tema dedicado a la vietnamita que reaparece cada vez que el horror emerge, una vez más. Qué bien está Morricone con los cineastas de toma larga, sea DePalma o sea Sergio Leone.
Pero al evidente e interesante clima moral de Eriksson no contrapone un villano sencillo. El sargento, encarnado por un sobrenatural Sean Penn, es un loco patético que ha perdido todo el sentido. Lejos de amparar su locura como razón de barbarie, DePalma nos obliga a mirarlo, progresivamente desnortado, con sus ráfagas de saberse torturador y saberse bastardo y el resultado es tremendamente incómodo. Tampoco el público puede ser inclemente con el mal que encarna él, pues le hemos visto presenciar la muerte de un compañero en su rotundidad, una muerte con la que se define una condición diaria (de más asesinato y locura).
La película, además, contiene los clímax y momentum de intriga y suspense que caracterizan al director y que funcionan como pequeñas piezas de cámara. Los dos ataques al protagonista son tremendos, y en multitud de ocasiones, DePalma cambia de punto de vista: nos coloca en la mirada de Eriksson, del antagonista y hasta de un sacerdote metodista también en el Ejército.
Todo ello, además, muy bien estructurado: la película comienza y termina como lo que fue, una pesadilla. Así justifica la escena más hermosa, extraña y perdurable de la película. La vejada y casi destruida vietnamita camina llena de sangre por una vía del tren. Es un escape fútil porque sus captores están disparando contra los villanos del Vietcong. El malvado sargento grita ¡se escapa! y todos la disparan, ante la mirada atónita de Eriksson.
Es un instante de extraña belleza, de vida abriéndose paso, lastimosa y corajosa, en medio de una insensatez en la que todo se deprecia y en la que lo innombrable se traduce siempre en brutos, horrendos y reconocibles actos antes que las palabras que luego usaremos, porque la infamia, la atrocidad y la miseria suceden antes de poder expresarlas y a veces, ni así logramos medir su alcance nunca.
Cuando una mujer, que vagamente recuerda a la deshonrada, le dice a J. Fox pero la pesadlla ha terminado ¿no? Nuestra mirada está sacudida, intuyendo que la pesadilla y su paz serán solo un alivio temporal en un porvenir lleno de ecos, perpetuos, de la muerte y su estupor.
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La noticia Corazones de Hierro, el sonido y el estupor fue publicada originalmente en Blogdecine por Pablo Muñoz.

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Que opina? Los Oscar más inmerecidos - 17/01/2014 7:49:29

" Aún estamos con la resaca del anuncio de las nominaciones a los Oscar, pero lo cierto es que yo no encontré ninguna gran sorpresa entre las aspirantes al premio. De hecho, me llamó mucho más la atención algunas de las elecciones entre las candidatas a los Razzie, pero bueno, hace ya años que estos galardones han perdido toda credibilidad. Sin embargo, volvamos de nuevo a los premios de la Academia de Hollywood, ya que a lo largo de su dilatada historia se han cometido auténticas burradas, tanto a la hora de elegir a las nominadas como cuando se han anunciado a los "mejores" de ese año.
Es por ello que he querido hacer una pequeña selección de los que considero que son los diez oscar más inmerecidos, aquellos que nunca debieron darse. Para ello he tenido en cuenta tanto la calidad del trabajo del premiado como la competencia que tenían ese año, por lo que quizá encontréis varias sorpresas entre mis personales elecciones a mí mismo me cuesta entender que haya acabado teniendo que dejar fuera ciertos premiados, pero os prometo que me he limitado a ser sincero y la única "trampa" que he hecho es que ante la duda, he optado por elegir el caso de la categoría que tuviera menos representación en la lista. Sin más que añadir, os invito a descubrir mi selección y a debatir al respecto en los comentarios.
Al Pacino mejor actor por "Esencia de mujer" ("Scent of a Woman", Martin Brest, 1992)
Los premios compensatorios son algo relativamente común en la Academia de Hollywood aunque también hay casos en los que se esperaba algo así y luego el galardón fue a manos de otra persona y hay ocasiones en los que se cometen errores tan clamorosos como el concedido a Al Pacino por su participación en "Esencia de mujer". Ni mucho menos quiero decir que se trate de una mala actuación, pero sí de una que depende demasiado de un par de escenas la del baile por ejemplo y que en el cómputo global jamás debió llevarse el premio.
Además, la competencia ese año tenía mucho nivel, ya que también teníamos nominados a Robert Downey Jr. en "Chaplin" (Richard Attenborough, 1992), Clint Eastwood por "Sin perdón" ("Unforgiven", Clint Eastwood, 1992), Stephen Rea por "Juego de lágrimas" ("The Crying Game", Neil Jordan, 1992) y Denzel Washington por "Malcolm X" (Spike Lee, 1992). Y es que Al Pacino debería tener al menos un Oscar en casa, pero es una injusticia bastante importante que lo tenga precisamente por liderar la cinta de Martin Brest. De hecho, ese mismo año también estaba nominado como mejor actor secundario por "Glengarry Glen Ross" (James Foley, 1992) y hubiese sido mucho más merecido haberlo ganado ahí.
"Brave" (Mark Andrews, Brenda Chapman y Steve Purcell, 2012) mejor película animada"
Un Oscar por ser la película de Pixar de ese año, así de sencillo. Y es que a veces se vive de las rentas y este es el perfecto ejemplo de ello. No es ya que no fuera la mejor y ya no es solamente cosa mía, que era la peor valorada por la crítica americana, sino que fácilmente era la menos buena de las nominadas, donde también encontramos a "¡Rompe Ralph!" ("Wreck-It Ralph", Rich Moore, 2012), "El alucinante mundo de Norman" ("ParaNorman", Chris Butler y Sam Fell, 2012), "¡Piratas!" ("The Pirates! Band of Misfits", Peter Lord y Jeff Newitt, 2012) y "Frankenweenie" (Tim Burton, 2012). Eso sí, parece que ya se le ha agotado el crédito, que este año la Academia ni tan siquiera ha nominado a la simpática "Monstruos University" ("Monsters University", Dan Scanlon, 2013) cuando lo merecía más que al menos una de las candidatas.
Mejor película para "Gigi" (Vincente Minnelli, 1958)
Hubo una época en la que parecía que no podían pasar muchos años sin que un musical se llevase el premio gordo para casa, aunque ninguno lo mereció menos que "Gigi". Ojo, es una película con la que disfruté, sobre todo por la presencia de Maurice Chevalier, pero es que ese fue también el año de "Sed de mal" ("Touch of Evil", Orson Welles, 1958) que no consiguió ni una triste nominación o "Vértigo" (Alfred Hitchcock, 1958) únicamente candidata en un par de categorías técnicas. Y si preferís que me centre en las nominadas, "Gigi" jamás debió batir a "La gata sobre el tejado de zinc" ("Cat on a Hot Tin Roof", Richard Brooks, 1958).
Los dos Oscars consecutivos para bandas sonoras de Gustavo Santaolalla
Esta es la elección más personal y en la que difícilmente encontraréis mejores argumentos que el enorme rechazo que me provoca el trabajo del propio Santaolalla. Eso sí, me cuesta muchísimo más entender el premio por "Babel" (Alejandro González Iñárritu, 2006), mediocre cinta manipuladora hasta la médula y con una banda sonora poco inspirada que se limita a resaltar ese aspecto, que el de "Brokeback Mountain" (Ang Lee, 2005). Sólo concibo sus premios como una de esas modas pasajeras que hay a veces en los Oscar, pero es que normalmente se limitan a meras nominaciones para caer rápidamente en el olvido.
Mark Boal por el guión de "The Hurt Locker" (Kathryn Bigelow, 2008)
Tengo que reconocer que no soy uno de los mayores defensores de "The Hurt Locker" y que el Oscar a mejor película no hubiese ido para ella si de mi dependiera. Sin embargo, no fue algo especialmente injusto, pero sí lo fue la estatuilla a mejor guión original que recogió Mark Boal por su trabajo en esta película de Kathryn Bigelow. El libreto era su eslabón más débil el trabajo de dirección era lo que conseguía que no resultase algo molesto, pero la verdad sigue siendo esa y sólo el voto en bloque a la película hace comprensible su reconocimiento. De hecho, no debería ni haber estado nominado.
Cuba Gooding Jr. mejor actor secundario por "Jerry Maguire" (Cameron Crowe, 1996)
Una escena ¡Enséñame la pasta!, por muy mítica que sea, no te hace merecedor de un Oscar, sobre todo si lo demás que haces en la película es limitarte a no estorbar demasiado. Tanto Edward Norton por "Las dos caras de la verdad" ("Primal Fear", Gregory Hoblit, 1996) como William H. Macy por "Fargo" (Joel Coen, 1996), Armin Mueller-Stahl por "Shine" (Scott Hicks, 1996) o James Woods por "Fantasmas del pasado" ("Ghosts of Mississippi", Rob Reiner, 1996) eran más merecedores de esa estatuilla.
Mejor película para "Gente corriente" ("Ordinary People", Robert Redford, 1980)
Una película claramente superior a otros títulos que consiguieron llevarse para casa esa preciada estatuilla, pero eso no quita para que su victoria sea especialmente desconcertante. Creo que con decir que "Toro salvaje" ("Raging Bull, Martin Scorsese, 1980) y "El hombre elefante" ("The Elephant Man", David Lynch, 1980) estaban entre sus rivales es más que suficiente para entender la inclusión de "Gente corriente" aquí. Además, tampoco hubiera pasado nada si la estatuilla a mejor director de Robert Redford en el vídeo superior podéis ver su discurso de agradecimiento hubiese acabado en las manos de Martin Scorsese o David Lynch, la verdad.
Luis Bacalov mejor banda sonora por "El cartero y Pablo Neruda ("Il Postino", Michael Radford, 1994)
Hasta el último momento tuve dudas sobre cuál iba a ser la última elegida para esta lista, por lo que pedí consejo a mis compañeros y Sergio dio totalmente en el clavo al recordarme la enorme injusticia que se cometió al premiar al bonito tema central que Luis Bacalov compuso para "El cartero (y Pablo Neruda)" por encima del monumental trabajo realizado por James Horner para "Braveheart" (Mel Gibson, 1995). Con todo, estaba claro que la cinta de Michael Radford iba a llevarse al menos una estatuilla y se ve que los votantes quisieron reconocer la trágica historia detrás de su creación Massimo Troisi, su protagonista, aplazó una operación cardíaca para completar la película y murió al día siguiente de acabar el rodaje por culpa de un ataque al corazón con el premio "menos importante" de los cinco a los que aspiraba.
Roberto Beningni mejor actor por "La vida es bella" ("La vita
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Farandula y Espectaculo del Peru y el Mundo

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