Noticia, Ridley Scott: Alien, el octavo pasajero, la obra maestra - 31/01/2014 3:30:23
" A medio camino de desarrollar un proyecto sobre "Tristán e Isolda" que quedaría postergado sine die hasta que, casi treinta años después, lo retomara como productor en aquél olvidable filme dirigido por Kevin Reynolds y protagonizado por James Franco y Sophia Myles, Ridley Scott se encontró casi de casualidad con una producción que estaba llamada a colocarlo de la noche a la mañana y a escala planetaria en boca de unos entusiasmados cinéfilos que veían como el cineasta daba un salto de gigante con respecto a "Los duelistas" ("The Duellists", 1973) y se encumbraba como un referente ineludible de la ciencia-ficción cinematográfica contemporánea a caballo entre los formalismos estéticos del Kubrick de "2001: una odisea en el espacio" ("2001: A Space Odissey", 1968) y el sentido del espectáculo y lo comercial que George Lucas y Steven Spielberg habían desarrollado respectivamente en "La guerra de las galaxias" ("Star Wars", 1977) un filme que tuvo singular protagonismo en la decisión de Scott de rodar el que hoy nos ocupa y "Encuentros en la tercera fase" ("Close Encounters of the Third Kind", 1978)."Alien, el 8º pasajero" ("Alien", 1979) cerraba una década en la que la ciencia-ficción como ya iremos viendo en el ciclo que le estamos dedicando había pasado de la búsqueda de una identidad que supiera estar a la altura de lo que Kubrick había impuesto con su magistral aproximación al género, a evolucionar de un modo inesperado en pos fórmulas que anunciaban el viraje hacia el espectáculo de masas al que buena parte de la producción anclada al sci-fi iba a rendirse una vez entrados los ochenta. Pero antes de que eso ocurriera, y queriendo postularse en unas actitudes que navegaran por senderos más o menos inexplorados, maclando los patrones del género con los del cine de terror, Ridley Scott firmaba una cinta fascinante, intensa, oscura, un prodigio de la narración, del diseño de producción y de la música que lleva treinta y cinco años huyendo sin despeinarse a ese paso del tiempo que tan mal ha sentado a otras propuestas muchísimo más recientes…incluso firmadas por él mismo no hace ni veinticuatro meses…
Con gran cantidad de literatura y los indispensables extras y documentales que acompañan a su imprescindible edición en Blu-ray o en su defecto, en DVD, y por más que durante breves momentos estuve planteándome el dar a esta entrada la estructura que han tenido otros artículos firmados por servidor en los que se rendía prolongada pleitesía a todo aquello que tenía que ver con la gestación y producción del filme en cuestión, he decidido centrar mi atención de cara a "Alien" en valorar de forma más o menos extensa, y del modo más personal posible, todo aquello que, con el paso del tiempo y los constantes revisionados de esta asombrosa obra de arte me han llevado, y siguen llevando a afirmar con contundencia que, a la hora de hablar de ella, sólo lo podemos hacer en términos de Obra Maestra del séptimo arte.
Espacios y formas para el terror
Nunca me habían gustado las cintas de terror porque, en última instancia, siempre se trataba de un tipo en un traje de goma. Bueno, sólo hay una manera de tratarlo. Lo más importante en un filme de este tipo no es lo que ves, sino lo que crees haber visto.
Ridley Scott
Pocas dudas pueden haber a la hora de aproximarse a un análisis valorativo de "Alien" acerca de que un alto porcentaje de la efectividad de lo que Scott termina consiguiendo plasmar en celuloide se debe a la acción directa de lo que el maravilloso diseño de producción de la cinta llega a concretar, ya estemos hablando aquí de lo que respecta a los muy diversos espacios que Ron Cobb planteó para componer la Nostromo como de lo que compete de forma exclusiva a la forma en la que H.R.Giger ideó al monstruo en sus diferentes etapas de crecimiento, instilando un terror imperceptible en el espectador gracias a la conjunción de ese orgánico y sexual aspecto que le confería el artista suizo con la forma en la que la cinta lo muestra en pantalla mediante fugaces planos que nunca llegan a dejarnos vislumbrar en su totalidad el asombroso trabajo que el oscuro y peculiar autor consiguió junto a Carlo Rambaldi responsable éste de lengua retráctil de la criatura.
Fascinante es también, y ya no sólo estamos hablando de aquello que es responsabilidad del diseño, la clara diferenciación que Scott y Derek Vanlint, el director de fotografía del filme, establecen entre las estancias asépticas de ese camión espacial que son el comedor y la enfermería en contraste con lo sucio y aterrador del resto de la Nostromo, compuesta como está de pasillos herrumbrosos llenos de cables y tuberías y ahogados por la plomiza y húmeda atmósfera con la que se caracterizan esos idóneos lugares para que el Alien campe a sus anchas. Aumentando la precisa narrativa de Scott, de la que no sobra ni un sólo plano, lo que del miedo natural hacia dichos espacios dimana del espectador, las escenas de la búsqueda del xenoformo por esos asfixiantes corredores y todo ese tramo final iluminado por la intermitencia de las luces de emergencia quedaron establecidos de forma inmediata como patrones sobre los que el género volvería una y otra vez en tiempos posteriores.
En el vacío SÍ hay sonidos
Unido a un diseño sonoro soberbio que hace del cadente latir de los motores de la Nostromo uno de los elementos indisolubles en la concreción de las muchas sensaciones de angustia que se derivan del visionado de "Alien", el trabajo de Jerry Goldsmith para los 117 minutos de metraje es uno de los factores fundamentales que convierten a la cinta de Scott en la extrema experiencia que termina siendo. Aún mutilada por un cineasta que inicialmente casi había obligado a la Fox para lo contratara a instancias de la fascinación que sentía por las sonoridades de "Freud" (id, John Huston, 1962) una banda sonora que, irónicamente, determinaría mucho del montaje sonoro final del filme, la partitura de Goldsmith es una de las más comprometidas con las imágenes que debía acompañar que el maestro llegó a componer a lo largo de su magnífica trayectoria.
Diametralmente opuesta al rescate de la opulencia sinfónica clásica que su amigo John Williams había llevado a cabo para dar empaque a las aventuras en aquella galaxia muy, muy lejana, la sobriedad en la utilización de instrumentos que ostentan los pentagramas de Goldsmith provocan la completa deshumanización de la cualidad sonora del filme, algo que ya habíamos podido observar "El planeta de los simios" ("Planet of the Apes", Franklin J.Schaffner, 1968) y que, a través de los sugerentes usos de la cuerda y el viento o la fría precisión del metal a la hora de describir las andanzas del extraterrestre a bordo de la nave, acerca a la cinta a una estrecha comunión con el miedo a lo desconocido y al vacío propios del espacio exterior.
Siete eran los diez negritos
(Pequeño spoiler) Ripley, Lambert, Dallas, Ash, Kane, Parker y Brett. Siete nombres que conforman una tripulación a la que Dan O"Bannon con la ayuda no acreditada de David Giler y Walter Hill dotó de tanta vida que resulta improbable que "Alien" hubiera sido el mismo filme de no haber contado con un rosario tan amplio y bien diferenciado de personalidades. Un muestrario que funciona tanto por la interacción de lo que Sigourney Weaver, Veronica Cartwright, Tom Skerrit, John Hurt, Yaphett Kotto y Harry Dean Stanton ponen en juego con sus constantes puyas, y perfilados comportamientos, como por la contraposición de los seis humanos cuando tienen que vérselas con la frialdad calculadora de Ash, ese androide al que Ian Holm insufla tan terrorífica vida. (Fin spoiler)
Como ya sucediera con la forma en la que rueda la Nostromo, convirtiéndola en un silente e imposible noveno pasajero, Scott es el directo responsable de que el libreto de O"Bannon y lo que éste dedica a la definición del alien funcione en tan espectaculares formas: rodando la práctica totalidad de lo que a los personajes concierne desde un punto de vista externo, la subjetividad propia del género de terror queda aquí reducida a los momentos de mayor impacto, y el recurso del cineasta de mostrar las reacciones de los personajes cuando interactúan con el extraterrestre es de una eficacia suma en secuencias puntales como los ataques a Brett, Dallas y Lambert o, cómo no, la del nacimiento del chest-burster, uno de los instantes más truculentos, espectaculares e inolvidables de los que el cine de género nos ha dejado a lo largo de la historia.
El genio de la luz…y las tinieblas
Aunando todo lo anterior, conjugando factores que en muchos casos ya hubieran elevado el filme por si sólo a la categoría de notable, orquestando una función que y disculpen la frase manida no hubiera sido igual de no haber contado con él, y pariendo una temprana obra maestra con su segundo cargo como director, Ridley Scott sigue explorando en "Alien", y seguirá explorando a lo largo y ancho de su carrera las muchas y muy asombrosas posibilidades que el moldeado de la luz otorga a la creación de ambientes: combinado aquí con todas las herramientas a su alcance, las citadas secuencias de la persecución por los pasillos o el clímax, unidas a otras como la entrada en la nave alien o los también nombrados ataques del xenomorfo, son todos ejemplos de una espectacularidad sin par que demuestran que, a sus 42 años, y con todo el bagaje publicitario que arrastraba, Scott era ya un cineasta consumado.
Un hecho que también rubrica el magnífico uso de las elipsis a lo largo de la acción digno de estudio como va resolviendo los minutos posteriores al ataque del facehugger, la precisa dirección de actores, en cuya elección jugó un papel determinante el cineasta por su voluntad de contar con un grupo de profesionales en los que poder confiar más de la cuenta para así poder centrarse en otras tareas o, cómo no, la asombrosa y paradójica simbiosis que se da entre el carácter letánico inherente a la personalidad del filme y el ritmo imparable que Scott confiere al conjunto, no permitiendo que la desazón del espectador disminuya un ápice durante las dos horas de metraje.
Por todo ello, y por todo aquello que siempre se queda entre líneas y que uno se guarda por la dificultad de expresarlo con palabras, "Alien, el 8º pasajero" ha sido, es y siempre será, una obra maestra del séptimo arte y cima temprana de un director que, no obstante, escalará semejantes alturas con su siguiente producción, una a la que dedicaremos líneas igualmente sentidas la próxima semana y que se establece junto al presente hito cinematográfico como piedra angular de toda una forma de hacer cine sobre la que, desafortunadamente, Ridley Scott nunca ha llegado a volver.
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"Alien", el terror de lo desconocido
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La noticia Ridley Scott: Alien, el octavo pasajero, la obra maestra fue publicada originalmente en Blogdecine por Sergio Benítez.
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Es Noticia, Cine en el salón: Willow, un héroe diferente - 23/07/2013 1:06:37
" Con trece años, los que tenía cuando vi por primera vez "Willow" (id, Ron Howard, 1988), las ganas de que el cine de aventuras que tanto había disfrutado durante los ochenta no acabara nunca casi habían alcanzado su paroxismo. Y si digo casi es tan sólo porque el cénit de lo que el género daría de sí en aquella maravillosa década lo veríamos un año después con la dupla formada por "Indiana Jones y la última cruzada" ("Indiana Jones and the Last Crusade", Steven Spielberg, 1989) y "Batman" (id, Tim Burton, 1989).Pero me estoy yendo por las ramas. Volvamos a 1988 y a la cinta que, junto a la maravillosa "La princesa prometida" ("The Princess Bride", Rob Reiner, 1987), se convirtió en el claro referente de toda una generación a la hora de hablar de fantasía, un referente que, sin miedo a equivocarme, me atrevería a decir que se mantuvo intacto durante algo más de una década hasta la llegada de cierto director neozelandés y su trilogía tolkeniana.
Fantasía a lo grande con gente menuda
La idea de "Willow", salida de la otrora fértil imaginación de George Lucas, llevaba dando vueltas por la cabeza del director de "La guerra de las galaxias" ("Star Wars", 1977) desde antes incluso que esa galaxia muy, muy lejana se convirtiera en lo único en lo que podía pensar. Titulada originalmente "Munchkins" en honor a los simpáticos personajillos de "El mago de Oz" ("The Wizard of Oz", Victor Fleming, 1939), las intenciones de Lucas para con la cinta eran muy similares a las que tenía para con el universo galáctico "crear una mitología para una joven audiencia", cosa que con Luke, Han, Leia y Darth Vader había conseguido sobradamente.
Sería precisamente durante la producción de "El retorno del Jedi" ("Star Wars Episode VI: Return of the Jedi", Richard Marquand, 1983) cuando Lucas se aproximaría a Warwick Davis, el actor que encarnaba al ewok Wicket, para proponerle la posibilidad de interpretar a Willow, un héroe que "era una interpretación más liberal de mi constante idea de un tipo pequeño contra el sistema".
Tentado Davis, y a la espera de que la ILM desarrollara la tecnología de los efectos visuales lo suficiente como para poder acometer la empresa que supondría esta historia de fantasía, magia, grandes guerreros, amores desaforados y pequeños e inesperados héroes, el siguiente paso de Lucas fue captar la atención de Ron Howard, el actor reconvertido a director que había intervenido como intérprete en "American Graffitti" (id, George Lucas, 1973) y que, tras el éxito cosechado con "Cocoon" (id, 1986) estaba a la búsqueda de un proyecto de fantasía que dirigir.
Lucas delegaría así las labores de dirección como ya había hecho en la segunda y tercera entrega de su saga galáctica y asumiría el cargo de productor ejecutivo, aunque las malas lenguas dicen que su constante presencia en los rodajes superaba con mucho las atribuciones de su cargo, algo que Howard, como no puede ser de otra manera, siempre ha negado rotundamente. Asimismo, sería el cineasta el que, en estrecha colaboración con Howard y Bob Dolman, el guionista recomendado por el pelirrojo director, desarrollaría el guión basado en la historia que tantos años atrás Lucas había ideado.
El paso de gigante de ILM
Aunque ahora pasaremos a comentar los valores cinematográficos de "Willow", resulta inevitable hacer obligatoria parada en lo que la cinta significó de cara a la introducción de los efectos visuales digitales en el séptimo arte. Y todo porque, en un momento dado del guión, Willow, un Nelwyn y más abajo hablaremos de las poco casuales concomitancias entre el filme y "El señor de los anillos" aprendiz de mago se ve obligado a devolver su forma humana a una hechicera atrapada en el cuerpo de una cabra.
Dicha transformación, tal y como estaba reflejada en el libreto, exigía de parte del equipo de ILM liderado por Dennis Muren el visualizar el paso de cabra a avestruz, de avestruz a pavo real, de pavo real a tortuga y del galápago a tigre antes de llegar a la forma humana. Y aunque inicialmente se consideraron opciones como el stop-motion que sería utilizado en la criatura bicéfala que ataca el castillo de Tir Asleen o efectos ópticos tradicionales, Muren terminaría optando por un camino inexplorado, el del morphing digital.
Contando con una técnica cuyo desarrollo se puso en manos de Doug Smythe, el mismo que cuatro años después ayudaría a crear al T-1000 de "Terminator 2: el día del juicio final" ("Terminator 2: Judgement Day", James Cameron, 1992), el resultado que se logró con la puesta en escena de tan exigente transformación al menos exigente para los estándares de la época, claro esta supuso, no cabe duda, uno de los pasos decisivos para entrar en la era del CGI.
"Willow", una hija de su época
Al hablar antes de la pre-producción de "Willow" he pasado por alto de forma consciente un detalle que me iba a servir ahora. Y éste no es otro que el hecho de que a George Lucas le costó, y mucho, encontrar el estudio que estuviera dispuesto a financiar un filme de fantasía en un momento histórico en que la reputación del género había sido erosionada por los fiascos de taquilla que habían supuesto títulos como "Krull" (id, Peter Yates, 1983), "El dragón del lago de fuego" ("Dragonslayer", Matthew Robbins, 1982) o "Legend" (id, Ridley Scott, 1985).
Con la Metro y Alan Ladd Jr. finalmente respaldando la apuesta de Lucas, está muy claro que en el contexto histórico "Willow", por mucho que viniera apadrinada por el creador de "Star Wars", podría haber supuesto lo más parecido a un suicidio comercial que podamos considerar. En lo personal, teniendo en cuenta las opiniones que vertí en su momento con los dos primeros filmes citados anteriormente, y considerando que mi opinión acerca de la extravaganza de Scott no difiere en mucho de las otras, creo que no extrañará a nadie que tenga a "Willow" en similar y buena estima.
Una estima, que no ceguera, que sabe valorar las diversas fortalezas de la cinta y no tiene inconveniente en admitir sus debilidades en tanto no suponen para el que esto suscribe taras tan severas como para no poder disfrutar del ritmo que imprime la dirección de Howard a las espléndidas secuencias de acción, del sentido del humor que se deriva de la inclusión de ciertos diminutos personajes y de un Val Kilmer pletórico o de la épica que se refleja en la inspirada en las dos acepciones del término, como veremos después partitura de James Horner.
De entre aquello que podría achacársele a la producción y que los detractores han usado en alguna ocasión en su contra están, como apuntaba antes, las sospechosas similitudes entre la estructura de la trama y ciertos personajes con el relato enhebrado por J.R.R. Tolkien; un guión que en no pocas ocasiones cae en recursos algo arquetípicos y la impostada y falsa gravedad que se atribuye Patricia Hayes como la hechicera Fin Raziel que, en lo que a interpretaciones se refiere, sólo está superada por la notoria incapacidad de Joan Valley de poder ser considerada como algo más que un bonito rostro.
Pero, como decía, la dirección de un Howard más enérgico que lo que le hemos podido ver en mucha de su inane filmografía espléndida es, sin duda alguna, la huída del Poney Pis…la taberna de los daikini, el equilibrio entre héroe de aventuras y alivio cómico que personifica el Madmardigan de Kilmer, la agradable ternura que se desprende de las primeras escenas en la aldea Nelwyn, la sorpresa que supone una y otra vez observar aquello que Willow está dipuesto a sacrificar por esa "achuchable peque" que es Elora Danan, la espléndida combinación de diversos tipos de efectos especiales y la partitura de Horner, con ese tema central "inspirado" en la "Sinfonía número 3" de Robert Schumann, son sustentos más que suficientes para hacer de cada revisionado de "Willow" un genial viaje al pasado de hace dos décadas y media.
Que esto sea justificación suficiente para considerar al filme uno de los referentes inequívocos del cine de género de los años ochenta es algo que cada uno deberá ponderar pero, lo que tiene que quedar bien claro es que, en lo que a servidor respecta, siempre ha sido así y siempre así será.
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Críticas a la carta | "Willow", de Ron Howard
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Información: James Cameron: Aliens, el regreso, el infierno se llama LV-426 - 10/04/2013 0:54:33
" En términos técnicos quizás sea bastante rudimentaria con respecto a las películas de ahora; pero creo que desde el punto de vista narrativo es tan buena como podré llegar a ser.Unas notas musicales etéreas acompañadas de la marcialidad de unos lejanos tambores dan paso a las fugaces voces de un coro. Un título sobreimpreso en pantalla. Referencias sonoras al adagio del "Gayane" de Khachaturian seguidas de evocadores compases en los metales. Una nave que se mece al ritmo de la música flotando en la vastedad del espacio. Planos interiores que exploran los detalles de la cápsula a la deriva. No hace falta continuar. Lo que sigue es historia viva no sólo del género de ciencia-ficción, sino del séptimo arte. Con su segundo o tercer, según se mire filme, James Cameron se asienta cómodamente en el stardom norteamericano como uno de los mejores realizadores que surgen en los ochenta. Pero el camino hasta el estreno de "Aliens, el regreso" ("Aliens", 1986) no ha sido fácil.
El testigo de Scott
Con todo lo que en estos últimos 34 años se ha dicho respecto a "Alien, el 8º pasajero" ("Alien", Ridley Scott, 1979) no creo necesario hacer mucho hincapié en la suma importancia que la cinta de Scott tiene en el proceso de maduración que un sesgo de la ciencia-ficción cinematográfica sufrió a raiz de la magistral "2001, una odisea en el espacio" ("2001, a space odissey", Stanley Kubrick, 1969) durante buena parte de los setenta el otro quedaría marcado por cierta saga galáctica que todos conocemos, trascendiendo los modelos de la serie B.
Anclado en un realismo que queda patente de forma indiscutible a lo largo de su metraje, el modelo asentado por Scott, que será imitado hasta la saciedad, no es el que Cameron quiere usar para su segunda parte, un filme cuyos primeros pasos se dan durante la preproducción de "Terminator" ("The terminator", 1984), con un tratamiento previo escrito en cuatro días por el cineasta canadiense que será puesto en espera por la Fox ya que, por aquél entonces, todavía no ve viable una secuela de la mítica producción.
Convencidos tan sólo un año más tarde tanto por el éxito de "Terminator" como por las noventa páginas que ha logrado escribir en esos nueve meses de paralización del rodaje de su primera cinta en los que también puliría las imperfecciones del guión de ésta y escribiría el de "Rambo: acorralado parte II" ("Rambo: First Blood Part II", George Pan Cosmatos, 1985), la Fox termina dando luz verde a un rodaje que supondrá una auténtica prueba de fuego para el realizador, demostrando Cameron en su bisoñez que ya era uno de esos pocos directores capaces de crecerse ante las adversidades que terminaron rodeando todos y cada uno de los aspectos de esta producción de modesto presupuesto 18,5 millones de dólares con la que su director romperá moldes.
Las constantes de Cameron
Hablando sobre "Terminator" apunté que Cameron ha ido sustentando la totalidad de su filmografía en una serie de constantes que, con mayor o menor intensidad, calan el mensaje que en última instancia pretende transmitir el director y guionista. Y si en su ópera prima dichas constantes pasaban por contar con el protagonismo de una fémina de fuerte carácter y marcar el desarrollo del relato con una historia de gran repercusión en la trama, en "Aliens" Cameron suma a estas dos un motivo que en "Avatar" (id, 2009) alcanzará su máximo exponente: el mal derivado de las corporaciones.
Establecida la heroína de la acción en la cinta de Scott una Sigourney Weaver por la que Cameron tuvo que pelear contra la Fox para conseguir su participación en el filme y que ya quería entonces que su personaje muriera al final y variando la historia de amor hacia una de carácter materno-filial en la que ahondaremos más tarde, "Aliens" postula muy temprano en el metraje su posición con respecto a lo que las corporaciones son capaces de hacer con tal de conseguir un "maldito porcentaje".
Para ello, el realizador se apoya tanto en el personaje de Burke, que dibuja de tal manera que nos cae antipático nada más verlo algo a lo que no es ajeno el espléndido trabajo que realiza Paul Reiser, como en los más que obvios paralelismos que se establecen entre la intervención de los marines en la colonia atados a los designios de la Weyland-Yutani y la Guerra de Vietnam derivada de los intereses de las corporaciones norteamericanas en Asia, una comparación que además incide en cómo los sistemas coloniales han sido a través de la historia el vehículo idóneo para desarrollar dichos intereses.
Con otros detalles del desarrollo de la acción subrayando los paralelismos anteriores la prepotencia de los marines con sus grandes armas siendo aplastada por una fuerza de tecnología muy inferior es otra clarísima referencia a Vietnam , y el firme propósito de firmar una secuela digna enfocada "más al terror que al horror", James Cameron concreta en "Aliens" el que quizás sea el filme más redondo de su trayectoria, acercándose cuando así lo necesita a la imaginería de su predecesora los primeros planos que vemos en el interior de la SULACO; la reproducción en el tercer y eliminado rollo de la cinta de la atmósfera del filme de Scott pero estableciendo al mismo tiempo toda una nueva iconografía que, en muchos casos, se sitúa por delante de la "Alien".
La tensión…al límite
Ya en "Terminator", Cameron se tomaba su tiempo para elevar la tensión en el respetable hasta la escena en el "Tech Noir", momento en el que por fin se muestra de forma clara quién es quién y secuencia a partir de la cual el ritmo de la cinta se mueve en continuo crescendo. En dicho título, la ruptura que establecía un antes y un después en el devenir de la acción tenía lugar transcurrida una media hora de metraje, un tiempo que, considerando como cánon el montaje del director de "Aliens" único que muestra las intenciones reales del realizador para con el filme se ve multiplicado aquí por dos.
No es hasta la hora y doce minutos de proyección que todo lo que el cineasta ha ido construyendo con una presentación de personajes ejemplar que será siendo marca de la casa de aquí en adelante y un planteamiento como secuela que funciona a la perfección, explota ante la atónita mirada de un espectador que, tras haber clavado las uñas en los reposabrazos, es transportado ahora por un mayestático espectáculo de adrenalina desatada.
Encarnado en una hora y veinticinco minutos articulados a través de cinco secuencias que ponen de relieve la absoluta y temprana maestría de Cameron a la hora de plantear y ejecutar secuencias de acción, es también en el rescate de los marines por parte de Ripley donde el personaje adopta su dimensión completa, jugando el cineasta a transferir el poder de aquél que lo tiene por naturaleza, el militar, a aquella que debe ostentarlo por las iniciativas que toma y las decisiones que adopta, creando de esta forma el guión a la perfecta heroína.
Hasta ese momento, el realizador ha jugado a placer con el espectador, estableciendo las necesarias relaciones con la mitología creada por Scott en la primera entrega de la saga a este respecto resulta muy llamativa la conexión que se establece entre los atuendos casuales de Parker y Brett con los personalizados complementos de los uniformes militares que lucen los marines, ambos orientados a romper con los estándares futuristas de la ciencia-ficción y cimentando, mediante dos de las escenas que no llegaron a las salas de cine, las constantes de su cine que aquí aparecen.
La primera de dicha escenas, eliminada a instancias de la Fox que justificó su sustracción para optimizar el número de pases diarios que la cinta podía tener en las salas sirve para contextualizar la fuerza con la que Ripley adoptará el papel materno con Newt; mientras que la segunda, que Cameron quitaría por petición de Gale Ann Hurd productora del filme y esposa en aquellos momentos del director, nos acerca a las ambiciones corporativas y sirve, además, de precisa explicación acerca de la aparición de los xenomorfos en la colonia.
Con la importancia que ambas tienen de cara a establecer firmemente el contexto en el que se mueve el guión, resulta incomprensible la afirmación de la Fox de que su desaparición así como la de la secuencia de las armas dron del montaje definitivo respondía a la notoria incapacidad de Cameron para arrancar la acción cuando, precisamente, el interés del cineasta se mueve en términos de establacer dos partes bien diferenciadas que, en perfecto equilibrio de tensión/acción, ayuden a componer un todo magistral en el que cada céntimo de dólar es exprimido al máximo en la pantalla.
¡¡Aléjate de ella…puerca!!
Volvamos para finalizar a esa hora y veinte minutos que deberían ser la envidia de cualquier filme de acción de tres al cuarto de los que se estrenan hoy en día, semana sí, semana también y que pasa por esas cinco secuencias que, decía antes, articulan la segunda y soberbia mitad de "Aliens".
Al adrenalínico rescate en el APC puntualizado de forma inmejorable, como el resto de la cinta, por el temazo compuesto por James Horner que sólo tuvo dos semanas para escribir la totalidad de una música que después fue destrozada en la mesa de montaje le sigue, con cierto respiro intermedio, la secuencia del ataque de los facehuggers en el laboratorio, fotografiada con precisión por un novato Adrian Biddle que saca un partido envidiable de la ambientación que aportan los aspersores de agua y las luces rojas de emergencia.
Tras éstas, el envite final sin descanso que comienza con el ataque de las hordas de aliens al cuartel general con la frenética huida por los túneles de ventilación una secuencia capaz de poner en jaque a los nervios del más pintado; sigue en la crispante incursión de una Ripley armada hasta los dientes en el nido de la reina alien, todo un dechado de virtudes desde el punto de vista narrativo con el que Cameron logra atenazar al público en su butaca, y culmina en el enfrentamiento final entre las dos madres de la historia.
Con un montaje soberbio que Ray Lovejoy colaborador de Kubrick en "2001" y "El resplandor" ("The shining", 1980) entregó tras dos días encerrado en el estudio de edición, la lucha que Cameron pone en pie, y que comienza con una de las frases más míticas de la historia del cine, es la conclusión idónea a una película ejemplar: en una esquina, el exoesqueleto depurado de aquél que ya vierámos en su "Xenogénesis"; en la otra, el espectacular diseño de la reina; en el centro, un cineasta que no necesita nada más para revestir el enfrentamiento de un espectacular tono épico derivado de la significancia que la escena reviste tanto para Ripley, como para un público que en el mejor de los casos habrá invertido cuatro horas y media las dos de "Alien" y las dos y media del montaje definitivo de ésta de su vida para asistir al que sin lugar a dudas era el cierre perfecto de una saga que nunca hubo de continuar.
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Que opina? Hay más cine ahí fuera (30 de julio-5 de agosto) - 05/08/2012 11:59:53
" Llega de nuevo el momento de la semana en el que echar un vistazo a la blogosfera en español para destacar aquellos artículos especialmente llamativos por un motivo u otro. En esta ocasión los protagonistas van desde Batman y Superman hasta Orson Welles, pasando por estrellas vendiendo su dignidad en diversos spots publicitarios o una reflexión sobre el género de la comedia. Os invito a descubrirlos.- Orson Welles es, además de uno de los protagonistas de una de mis películas favoritas, un referente a la hora de hablar del séptimo arte. Sin embargo, su carrera no empezó en el cine, y en En cine y otras catástrofes nos hablan de "Me and Orson Welles" (2008), una cinta de Richard Linklater que se centra en la época en la que Welles creó el Mercury Theatre, donde el director de "Ciudadano Kane" (Citizen Kane, 1941) la lió parda con una representación de "La Guerra de los Mundos".
- En Tendencias nos proponen una lista de lo más interesante: Los 10 anuncios con famosos más extraños jamás realizados, entre los que nos encontraremos, entre otros, con Nicolas Cage, Bruce Willis o Arnold Schwarzenegger. La pérdida absoluta de dignidad es algo de poca importancia ante el suculento cheque que recibieron a cambio de su participación.
- Ya os comenté mi predilección por La Abadía de Berzano, donde en esta ocasión podréis encontrar una jugosa entrevista a Carlos Díaz Maroto y Luis Alboreca, autores del libro de reciente publicación "Batman y Superman: Los mejores del cine".
- Nadie duda que la trilogía de "El Hobbit", adaptación de la entretenidísima novela de J.R.R. Tolkien, está entre los títulos más esperados por llegar a los cines de todo el mundo, pero en Gizmodo nos recuerdan que se han aprovechado un poco de todo al lanzar un modelo exclusivo de gafas 3D de la película. ¿Tiene algo de especial como que el 3D se vea mejor o cosas por el estilo? No, pero les sirve para intentar sacar algo más de dinero.
. Mi compañero Juan Luis ya nos comentó la trágica noticia el fallecimiento de Chris Marker, pero siempre viene bien echar un vistazo a su inmortal obra. En 1001 experiencias nos proponen un repaso a la misma, incluyendo la posibilidad de ver alguna e sus obras más destacada como "La Jetee" (1962) o "Sans Soleil" (1983).
- El género de la comedia sufre cierto menosprecio, en especial a la hora de establecer comparaciones con el drama, pero en Jot Down nos proponen una apasionante reflexión acerca de los motivos de que nos puedan gustar tanto desde las formas de humor más sofisticados como las que proponen las más descerebradas muestras de la comedia cinematográfica.
PD: Recordad que podéis hacernos llegar vuestras recomendaciones para ser incluidas en esta sección. Os garantizo que comprobamos todas las que nos llegan.
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Interesante, En tierra de sangre y miel, Angelina Jolie y la guerra - 23/04/2012 17:44:23
" Los conflictos bélicos casi siempre han sido revisitados en el séptimo arte desde una perspectiva masculina incluso en sus argumentos. El hecho de que la actriz/estrella Angelina Jolie haya elegido el conflicto de los Balcanes, con mujeres de protagonistas, como tema de su primera película tras las cámaras no debería sorprender a nadie. Jolie, a menudo interesada en asuntos humanitarios, no sólo ha dirigido "En tierra de sangre y miel" ("In the Land of Blood and Honey", 2011), también ha escrito el guión y ha participado como productora, imagino que por aquello de controlar el proyecto. En salas comerciales, en las que por cierto ha pasado desaparcibida, se ha estrenado una versión de poco más de dos horas, mientras que Jolie insiste en que hay un montaje de cuatro horas y media. Si el presente ya acusa problemas de ritmo y tiende al aburrimiento, no quiero ni imaginarme ese director"s cut.Toda ópera prima llevada a cabo por un actor es de una gran interés para el que suscribe, teniendo con ellos agradables sorpresas de saltos a la dirección Clint Eastwood, Ida Lupino, Mel Gibson, por citar tres ejemplos dispares y otras que no lo son tanto Sofia Coppola, Sean Penn, Dennis Dugan,…. En el caso de Angelina Jolie, limitada actriz con un Oscar injusto y un par de buenas interpretaciones me decanto por el segundo grupo, pues las limitaciones como realizadora son aún más evidentes que las de sus trabajos frente a la cámara. Un presupuesto de diez millones de dólares, actores desconocidos para el gran público y de procedencia yugoslava, rodaje en escenarios reales donde ocurrieron los hechos y buenas intenciones no llegan para salvar del desastre un film tan desequilibrado como "En tierra de sangre y miel".
La Guerra de los Balcanes ha supuesto el conflicto bélico más horrible ¿qué conflicto bélico no lo es? de la reciente historia en Europa. Un desastre de grandes proporciones que generó atrocidades de todo tipo y que Jolie centra en el abuso que sufrieron las mujeres bosnias, sometidas a crueldades por parte de los soldados serbios, desde violaciones a palizas. Lo realmente curioso de esto es que Jolie, teniendo un material tan terrible como el citado, no logra provocar en el espectador, al menos en el que esto suscribe, la más mínima emoción. No llega con que sepamos que lo que cuenta es horrible, hay que saber narrarlo. Para la ocasión, Jolie se inventa una forzada historia de amor, núcleo central de una película que se pierde queriendo abarcar más y con serios problemas de desarrollo dramático.
Una mujer bosnia, Ajla una entregada Zana Marjanov y un hombre serbio, Danijel Goran Kostic recordando a Christopher Eccleston inician una relación justo antes de estallar la guerra, lo cual hará cambiar absolutamente todo. Ella pronto cae prisionera y es retenida por soldados al mando de Danijel, quien hace todo lo posible por proteger a Ajla, a la que guarda para sí. La película también abarca la historia de la hermana de Ajla, escondida con unos pocos para sobrevivir, y ahí el film se resiente, pues está lleno de elipsis absurdas, dejando incluso cabos sueltos. Es muy probable que el famoso director"s cut que Jolie defiende se pare más en el personaje de la hermana y estén mejor cuidados esos aspectos, pero uno juzga lo que hay, y esto no es más que un pobre intento de remover conciencias con personajes muy planos y poca convicción en su puesta en escena.
Poco importa que el director de fotografía sean Deam Semler ganador de un Oscar por la multipremiada "Bailando con lobos" ("Dances With Wolves", Kevin Costner, 1990) si Jolie no muestra ni un ápice personalidad a la hora de filmar. Que los escenarios estén impecablemente fotografiados nada tiene que ver con narrar con la imagen, de hecho, ese es el gran fallo de "En tierra de sangre y miel" al lado del pobre desarrollo de los personajes, los cuales carecen de evolución y no están bien definidos. En concreto el personaje de Danijel se resiente del mencionado desequilibrio por cuanto sus motivaciones no terminan de resultar claras y su supuesto viaje hacia la locura de la guerra no termina de cuajar. No resulta ni simpático ni odioso, al igual que el resto, que provocan indiferencia. Ni siquiera la presencia de Rade Serbedzija, que casi siempre hace el mismo papel, anima la función.
Así Jolie desaprovecha una gran oportunidad de hacer una película importante por lo que cuenta, cayendo en todo tipo de errores, desde la utilización de armamento y vehiculos que no existían en el conflicto un mal menor hasta el pobre uso del fuera de campo los fusilamientos de hombres o el episodio del bebé muerto, y sobre todo la incapacidad total y absoluta de emocionar, de hurgar en nuestras emociones mostrando el horror de la guerra. También se tambalea ese amago de historia de amor entre los protagonistas por su poco feeling o tal vez porque los actores parecen no estar dirigidos. Angelina Jolie parece haber seguido un manual para dirigirla la película posee todos los tópicos formales del género y más y se ha olvidado de que para narrar una historia humana sobre la supervivencia hay que poner un trozo de humanidad en ello, un trozo de corazón si se quiere decir así. Jolie parece tener un corazón muy, muy frío, o simplemente no vale para esto.
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Es Noticia, John Carter de Disney - 20/03/2012 5:45:05
" Cuando te vi, creí que era una señal de que algo nuevo podría llegar a este mundo…(Tars Tarkas)
Antes de "Star Wars", antes de "Avatar", existió "John Carter". Con ese rotundo eslogan trató a última hora la todopoderosa Walt Disney Pictures de arrastrar a las masas a las salas de cine, de manera desesperada, cuando ya se hablaba con seguridad de un fracaso en taquilla. Reaccionaron quizá tarde, después de que un tráiler montado por fans, y apoyado por el director Andrew Stanton, dejara en evidencia al departamento de marketing de la compañía, incapaz de convertir el estreno de la película en un acontecimiento. Desde luego, algo ha fallado, y de manera grave, a la hora de presentar esta superproducción en (falso) 3D que ha costado en torno a 250 millones de dólares (cifra considerada como oficial), no es normal que ante su inminente llegada a las carteleras la reacción general del público se balanceara entre la duda y la indiferencia. Ni rastro del desmedido entusiasmo que suelen despertar los blockbusters, como las reacciones que ha provocado el último tráiler de "Prometheus", por citar un ejemplo reciente.
"John Carter" debía haberse convertido en el primer gran éxito comercial de 2012, en un fenómeno popular, en el nuevo producto favorito de legiones de jóvenes y geeks de todo el mundo, tenía todos los ingredientes para lograrlo, pero no será así, lo más probable es que se la recuerde como uno de los estrenos más decepcionantes de este año. Gracias a la potente maquinaria publicitaria, la masiva distribución de copias (más de 600 en España) y el sólido apoyo de un sector de la crítica, supongo que en Disney podrán recuperar la elevada inversión realizada y poner en marcha la ya anunciada segunda parte, pero el resultado quedará lejos de lo que cabía esperar cuando se comenzó a gestar el proyecto, resucitado en 2007 gracias a la pasión de Stanton; desde los años 80, realizadores como John McTiernan, Robert Rodriguez o Jon Favreau fracasaron intentando adaptar al cine la obra de Edgar Rice Burroughs. Cien años después de su aparición en las páginas de la revista pulp "The All-Story" como protagonista de una historia inicialmente titulada "Bajo las lunas de Marte", las aventuras de John Carter llegaron por fin a la gran pantalla. ¿Demasiado tarde? Eso parece…
John Carter de Marte vio la luz en 1912 y las once novelas de la serie marciana de Burroughs (padre de "Tarzán") inspiraron a innumerables autores de historias fantásticas, su influencia queda patente en creaciones tan populares como "Superman", "Flash Gordon", "La guerra de las galaxias" ("Star Wars") o "Avatar", entre otras. De su imaginativo trabajo han partido prácticamente todos los que han narrado alguna historia épica espacial; John Carter fue el primer héroe interplanetario y el primer superhéroe. Pero la adaptación cinematográfica de Disney nos llega a principios de 2012, después de todas esas otras películas que han bebido del clásico de Burroughs, que se han servido de sus ideas, situaciones, personajes y escenarios, hasta gastarlos, hasta convertirlos en clichés. Lamentablemente, "John Carter" se ha estrenado ahora que estamos hartos de que George Lucas explote su saga galáctica y tres años después de que James Cameron reventara las taquillas con una historia similar al relato marciano. El John Carter literario fue original, fresco, extraño y asombroso; el John Carter cinematográfico no lo es, casi todo lo que ofrece lo hemos visto antes, y la sorpresa solo puede ser fingida (o fruto de la incultura, claro). Treinta años atrás, cuando Tom Cruise iba a ser Carter, el público no estaba tan saturado y el film podría haber logrado mayor impacto.
Tras una introducción donde se nos aclara que el exótico planeta Marte concebido por Burroughs, bautizado como Barsoom, es radicalmente diferente al auténtico, que hay vida y oxígeno, arranca "John Carter" con una secuencia de acción donde nos presentan a dos de los villanos de la trama, Sab Than (Dominic West) y Matai Shang (Mark Strong). La pieza impresiona, aunque solo sea porque el film acaba de empezar y ya tiene lugar una intensa batalla, pero desde este mismo principio uno no puede evitar sentir que le están contando algo que ya conoce, con otro envoltorio y otros disfraces. La sensación no desaparecerá, se mantendrá hasta el final y es posible que muchos espectadores desconecten de la narración por este motivo, incapaces de implicarse emocionalmente con una fórmula manida, llena de tópicos y diálogos que hemos oído mil veces. Para muchos, éste será el mayor problema de la película. No lo es. Debería dar igual que el combate de las naves marcianas se pareciera aún más al principio de "La guerra de las galaxias" o "Star Trek", ¿acaso no emociona y entristece el final de "El imperio contraataca" cada vez que lo vemos, sabiendo que todo se solucionará? El problema no es la falta de originalidad, es el enfoque de superproducción industrial, plantear "John Carter" como un rentable espectáculo de masas, la sucesora de "Piratas del Caribe" o "Prince of Persia" en lugar del ingenuo, salvaje, arrollador y romántico relato de aventuras que debía ser.
Desconozco hasta qué punto ha influido el estudio en el guion (firmado por Stanton, Mark Andrews y Michael Chabon, basado sobre todo en "Una princesa de Marte") y el montaje definitivo, pero sospecho que han tocado bastante con el objetivo de hacer la película más comercial y digerible. Hay decisiones narrativas que no parecen propias del director de "WALL·E". Por ejemplo, chirría bastante el inicio del film, presentando al espectador varias líneas espaciotemporales; al prólogo le sigue un combate en el planeta rojo, luego en la Tierra vemos que Carter (Taylor Kitsch) envía un telegrama a su sobrino (Daryl Sabara dando vida al mismísimo Edgar Rice Burroughs), que tras descubrir que ha heredado una fortuna se pone a leer el diario de su tío, revelándonos así todo lo que ocurre en Marte, siendo éste el verdadero comienzo de la película. Bastante farragoso. Es continuo el desafortunado desplazamiento del punto de vista, uno de los mayores errores en los que puede caer un cineasta, o al que se le puede arrastrar por la presión de recuperar un colosal presupuesto. El espectador debería compartir el viaje de Carter, su asombro y su progresión anímica, pero en lugar de eso se le lleva a presenciar un (potente) espectáculo de acción y efectos visuales salpicado de humor infantil y romance barato. Parece evidente que ésa fue la apuesta de Disney, y salimos perdiendo.
Pero "John Carter" no es un fracaso. Quizá lo sea económicamente pero desde luego no lo es narrativamente. Tiene mérito el trabajo de Stanton, considerando las circunstancias, se nota su talento en la puesta en escena y su pasión al recrear el universo ficticio de Burroughs. Atención a la escena de Carter masacrando marcianos mientras recuerda su trágico pasado; puro cine. Según he leído, si no arrancó antes el proyecto fue por esa excusa tan sobada de que la tecnología no había avanzando lo suficiente. Y yo me pregunto qué habría pasado con el género fantástico si todos hubiesen dicho lo mismo, esperando a que los ordenadores lograsen crear criaturas extraordinarias que pareciesen reales, por no hablar de la opción de hacer una película de animación, sin tantas limitaciones como en la acción real. Precisamente Stanton proviene de Pixar, sus anteriores largometrajes son animados ("Bichos", codirigida junto a John Lasseter, "Buscando a Nemo" y "WALL-E"), y estoy convencido que habría realizado una mejor adaptación en ese formato. No es casualidad que los seres digitales, como Woola o los Tharks (a los que prestan voz y movimiento Willem Dafoe, Samantha Morton o Thomas Haden Church), resulten más creíbles que los intérpretes de carne y hueso.
El proyecto de estrella que es Taylor Kitsch (pronto volverá a las carteleras con otra superproducción, "Battleship") cumple en la piel del protagonista, ese solitario harto de la guerra que redescubre la vida y el amor en Marte (en algún momento debería preguntarse si no está alucinando, cambiando a los norteamericanos por marcianos y a los indios por gigantes verdes con cuatro brazos). Tampoco fallan los demás actores (Lynn Collins, Ciarán Hinds, James Purefoy o Bryan Cranston) pero ninguno aporta nada especial, podrían haber sido sustituidos y no se notaría diferencia, seguramente a causa del mejorable guion y las constantes pantallas verdes, que deben restar magia durante el rodaje. La música de Michael Giacchino es una gozada (¿con rastros de "El planeta de los simios"?) y los efectos visuales son impresionantes (los monstruos marcianos parecen auténticos), maquillando la torpeza de Stanton en las escenas de lucha, donde cuesta ver qué está pasando y quién está ganando. Cameron no fue muy original con la historia de "Avatar" pero es un maestro filmando acción y en ese terreno tiene mucho que aprender el director de "John Carter". No ayuda que el protagonista resulte prácticamente invencible o que su gran misión sea… ¡evitar una boda! Pero así es la película. Irregular, amorfa, encadenada por las intenciones comerciales de Disney pero capaz de dar algunos saltos maravillosos que invitan a soñar. No sé si veremos algún día la adaptación de "Los dioses de Marte" pero si se hace, con Stanton, me apunto.
Otra crítica en Blogdecine: "John Carter", misión marte: protocolo avatar
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