Noticia, James Cameron: Terminator, el hombre y la máquina - 03/04/2013 0:12:55
" Tras la debacle personal que le había supuesto "Piraña 2. Los vampiros del mar" ("Piranha 2. The spawning", James Cameron, 1981), un filme que, con el paso de los años, el cineasta ha descrito como "la mejor película de pirañas voladoras que se haya rodado"; James Cameron se encontraba en un momento determinante de su ínfima trayectoria como cineasta: podía dejarse llevar por la nefasta impresión que el rodaje de "Piraña" le había dejado o ignorar la experiencia y seguir insistiendo en llegar a ser un nombre en la industria cinematográfica. La respuesta a tal diatriba le llegaría, como a Stephen King las ideas para sus libros, en una pesadilla.Antecedentes: por envidia a "Star Wars"
22 años. Camionero, escritor de historias de ciencia ficción y aficionado a pintar miniaturas. En 1977 ese era el currículo de James Cameron. Una trayectoria que cambiaría radicalmente cuando el futuro cineasta viera con ojos envidiosos el éxito que acompañó a George Lucas con el estreno de "La guerra de las galaxias" ("Star wars", 1977), un filme que Cameron sintió que él podía haber firmado. Con gran resolución, estudio de forma obsesiva la forma en que Lucas y su equipo habían rodado los efectos visuales del filme, practicando en su salón con múltiples ideas y acudiendo de forma recurrente a la Universidad del Sur de California para aprender más sobre las técnicas de los trucajes.
Obsesionado con poder aunar ciencia y arte, Cameron unió esfuerzos con Randall Frakes y, consiguiendo 20.000 dólares de financiación de diversos dentistas locales (sic), ambos escribieron y rodaron "Xenogénesis" un corto de 11 minutos en el que se apuntalan de forma temprana algunas de las obsesiones que, tanto en términos argumentales como visuales, acompañarán siempre al cineasta canadiense y en el que eran muy evidentes ciertas deudas hacia los abismos de la Estrella de la Muerte de la saga galáctica. En el primer aspecto, el prólogo del corto deja claro, tanto por el carácter de las ilustraciones que le acompañan, como por la voz en off que lo introduce, la fijación de Cameron por la pugna entre hombre y máquina que tantas veces ha puesto de relieve de muy diferentes modos en todos sus filmes a excepción hecha de "Mentiras arriesgadas" ("True lies", 1994).
En el segundo, vemos en los diseños de "Xenogénesis" las semillas que después germinarán, de una parte, en los robots-tanque que aplastan cráneos humanos en el prólogo de "Terminator" ("The terminator", 1984) y, de la otra, el exoesqueleto que tanto protagonismo adquirirá en los finales de "Aliens, el regreso" ("Aliens", 1986) y "Avatar" (id, 2009). Como curiosidad acerca del corto valga traer a colación que, si bien la música del mismo está acreditada a Bernard Herrmann utilizando Cameron y Frakes fragmentos de "Jasón y los argonautas" ("Jason and the argonauts", Don Chaffey, 1963) el tema que se escucha al comienzo no es del habitual colaborador de Hitchcock sino de Jerry Goldsmith, correspondiendo esos primeros compases electrónicos al score de "La fuga de Logan" ("Logan"s run", Michael Anderson, 1976) una cinta que guarda ciertas concomitancias con el distópico futuro que el cineasta terminará imaginando para "Terminator".
Sirviéndole el corto para ser captado por Roger Corman y entrar a trabajar en sus estudios primero como constructor de miniaturas, después como diseñador, director o productor artístico en cintas tan diversas como "Los siete magníficos del espacio" ("Battle beyond the stars", Jimmy T. Murakami, 1980), la mítica "1997: rescate en Nueva York" ("Escape from New York", John Carpenter, 1981) o la infumable "La galaxia del terror" ("Galaxy of terror", Bruce D. Clark, 1981); sería todavía de la mano de Corman que Cameron se encontraría temporalmente en la silla de director de "Piraña 2" y cómo, en una noche en Roma durante la presentación de la cinta, le llegaría en un febril sueño la imagen de un torso metálico armado con cuchillos de cocina que se arrastraba de una explosión. Poco podía imaginar que al plasmar en una historia dicha pesadilla, Cameron cambiaría su vida para siempre.
Asesino cibernético
Con la clara idea de rodar la "película definitiva sobre robots", Cameron volvía a California y, alojándose en el sofá de su amigo Frakes autor de la posterior novelización de "Terminator" el realizador escribiría el guión de una cinta cuyos derechos vendió por un dólar a la productora Gale Anne Hurd con la garantía de que sería él y no otro el que terminaría haciéndose cargo de la dirección. Tras aceptar la desaparecida Orion Pictures distribuir el filme siempre y cuando Cameron y Hurd fueran capaces de encontrar financiación, sería Hemdale junto con Orion y HBO la que aceptaría cubrir unos costes que, inicialmente previstos en 4 millones de dólares, terminarían alcanzando los 6,5 millones.
Como es de esperar, fueron mil y un detalles y anécdotas los que rodearon tanto a la pre-producción, con un Arnold Schwarzenegger inicialmente ligado al papel de Reesey O.J.Simpson como la letal máquina o la temprana decisión de Cameron y Stan Winston de no hacer que el robot fuera un "simple tío con un traje"; como los que tuvieron lugar durante el rodaje, marcado inicialmente por los nueve meses de parón para permitir que Arnie rodara la olvidable "Conan el destructor" ("Conan the destroyer", Richard Fleischer, 1984) un tiempo que Cameron aprovechó para refinar ciertas partes del guión de "Terminator" y aceptar el encargo de escribir el de "Rambo" ("Rambo: first blood II", George Pan Cosmatos, 1985), en última instancia radicalmente alterado por Stallone y el deseo de Cameron de rodar cuántas más escenas de noche mejor, algo que le ocasionó no pocos quebraderos de cabeza al productor; pero prefiero no cansar con datos fácilmente encontrables en la red para aprovechar este espacio y abundar en apreciaciones personales sobre la que siempre he considerado como una de las incursiones más importantes que el séptimo arte ha hecho en el reino de la ciencia-ficción.
Decía anteriormente que "Xenogénesis" mostraba de forma temprana algunas de las obsesiones temáticas en las que Cameron ha incidido una y otra vez a lo largo de su carrera. Retomando como eje principal de la narración el conflicto entre la humanidad y la tecnología, el cineasta rodea el núcleo de "Terminator" de otros dos factores que serán constante posterior en su filmografía: una protagonista de fuerte carácter y una sub-trama amorosa de gran incidencia en el transcurso del relato. Y es ahí, en la fortaleza de los personajes de Sarah Connor y Kyle Reese, en la extraordinaria química que se forja entre Linda Hamilton y Michael Biehn, y las reverberaciones épicas que la relación de ambos traerá para con la mitología del universo "Terminator" donde encontramos el primer pilar incuestionable sobre el que se sustenta la grandeza de esta producción.
Sabiendo que en la implicación del público y la empatía con los personajes descansa mucho del éxito de la cinta, Cameron no nos presenta a Sarah y a Kyle como los incombustibles "guerreros" que terminarán haciendo lo que sea por sobrevivir al constante asedio de la máquina, antes bien, el cineasta nos introduce al personaje encarnado por Hamilton como una joven despreocupada a la que le gusta pasárselo bien y que vive ajena a lo que el futuro le tiene deparado. Por su parte, la desnudez con la que Reese llega al tiempo presente de la acción puede ser leída como el evidente afán de engaño por parte de Cameron para que no se sepa quién es el que quiere matar a Sarah a fin de cuentas, tanto él como Arnie llegan sin ropas al presente, aunque también admite interpretaciones algo más sui géneris encaminadas a que, en igualdad de circunstancias entre asesino y salvador, el público conecte mucho más rápido con la humanidad que exuda la interpretación de Biehn.
Y si importante es cómo se nos presenta a cada personaje por separado, aún comporta mayor relevancia el momento en que los destinos de ambos se unen bajo el ensordecedor ruido de la discoteca "Tech noir" tecnología oscura, ¿pequeña broma del director hacia el mundo de las máquinas?: con la cámara ralentizada de forma progresiva, consiguiendo así transmitir al espectador las mismas sensaciones que se tiene "cuando uno vive un accidente en el que todo parece discurrir muy despacio", la conexión entre Sarah y Kyle y la poderosa frase que éste utiliza para hacerla reaccionar "ven conmigo si quieres vivir" se establece, primero, a un nivel de mera supervivencia para, después, en la magnífica secuencia en el motel, pasar a un plano de mucho más calado humano, revelándonos Cameron toda la verdad acerca del amor que los une a ambos y que ha provocado que Reese viaje en el tiempo.
Establecida la relación entre el viajero del tiempo y la madre del mesías el juego con las iniciales J.C resulta evidente, el segundo soporte de la cinta es la imponente presencia de Schwarzenegger. El fornido austríaco ya nos había dejado perplejos con su masa muscular en "Conan, el bárbaro" ("Conan the barbarian", John Millius, 1982), sacando Millius en aquella ocasión todo el partido al escaso conocimiento del inglés del culturista para dibujar al cimmerio definitivo. De similar manera, el Schwarzennegger que vemos en "Terminator" es una criatura pocas palabras y muchas acciones, y las escuetas maneras que se apropian de los movimientos y gestos del actor van encaminadas a una temprana decisión del mismo porque estos mostraran la "máxima eficiencia posible", logrando mediante esta intención desarropar de toda humanidad al depredador perfecto ese movimiento de ojos y cabeza que parecen los de una cámara de vigilancia y consiguiendo el ex-gobernador de California una de sus más sólidas interpretaciones.
Con el firme sustrato que supone el contar con una terna de intérpretes tan inesperadamente sólidos, "Terminator" cuenta como tercer pilar en la dirección de Cameron y el imparable ritmo que el realizador le imprime a la acción: con el único relajo de la tensión que supone la citada escena del motel, el frenesí de la persecución se apodera del espectador hasta tal punto que importa poco cuántas veces la hayas visto en el pasado, el pulso que el metraje establece con los nervios del respetable sigue estando intacto casi tres décadas después de su estreno. Por más que las formas narrativas de Cameron aún fueran bastante toscas, hay en "Terminator" la simiente de un cine que germinará con toda su potencia en "Aliens, el regreso", un cine que tras el inesperado éxito de la presente producción fue imitado y clonado hasta la saciedad, consiguiendo el canadiense de un plumazo pasar del relativo anonimato en el que se encontraba a una primera fila que ya nunca abandonaría.
Unificando interpretación y dirección, del equipo artístico que Cameron reunió para "Terminator" cabría destacar dos nombres: Stan Winston y Brad Fiedel. El primero había comenzado a sonar con fuerza dos años antes tanto por su nominación al Oscar al Mejor Maquillaje por "Heartbeeps" (id, Allan Arkush, 1981), infumable filme con el malogrado Andy Kaufman, como por su impresionante labor junto a Rob Bottin en la magistral "La cosa" ("The thing", John Carpenter, 1982), logrando aquí con el diseño del terminator unas cotas de perfección que hoy siguen sorprendiendo y estableciéndose como el referente ineludible al hablar del desarrollo de los efectos digitales como seguiremos viendo en sucesivas entregas de este especial de Cameron.
El caso de Fiedel es casi el opuesto al de Winston: compositor de texturas electrónicas que había comenzado su andadura profesional tres años antes del estreno de "Terminator" con "Pánico antes del amanecer" ("Just before dawn", Jeff Lieberman, 1981) y "Eyes of fire" (Avery Crounse, 1981) no estrenado en nuestro país, el éxito del filme de Cameron no le acompañó como sí hizo con muchos de sus compañeros de producción. Habiendo escrito un tema asociado ya por siempre al personaje y del que podemos escuchar muy diferentes versiones a lo largo del metraje, es muy probable que la variación en los gustos del gran público hacia las sonoridades sinfónicas que puso en marcha John Williams con "La guerra de las galaxias" y que tuvieron su auge durante los ochenta terminara dejando de lado a un músico que nunca supo amoldar sus modos compositivos al cambio de los tiempos, quedando relegado al olvido como pasara con Harold Faltemeyer o Giorgio Moroder.
Con un final esa tormenta que se cierne sobre Sarah en perfecta y terrorífica sincronía con el oscuro tono con el que se abría unos 100 minutos antes, "Terminator" da un espléndido mazazo al cine de ciencia-ficción bienintencionado y ligero que quedaba ejemplificado por "La guerra de las galaxias": en ese bisoño deseo de querer para sí el éxito que Lucas había conseguido con el arranque de su saga, Cameron se sitúa con su filme en el lado opuesto del espectro, esbozando en sus apocalípticas visiones uno de los futuros más tenebrosos para con la humanidad que se han visto en el cine. Un futuro que, como mandan los cánones, volverá en la segunda parte corregido y aumentado, y que aquí encuentra una exposición precisa y sintética que se aleja conscientemente de las inevitables paradojas que suelen ser norma habitual en el cine de viajes temporales.
Principio y fin se abrazan. Un círculo sin fisuras se cierra. Cameron pare una obra maestra del género.
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Que opina? Steven Spielberg dirigirá una miniserie sobre Napoleón con guión de Kubrick - 04/03/2013 8:43:18
" Steven Spielberg dirigirá una miniserie sobre la figura de Napoleón basada en un guión en el que trabajó el fallecido Stanley Kubrick, según declaraciones del propio cineasta recogidas por la prensa estadounidense."He estado desarrollando el guión de Kubrick para hacer una miniserie, no para una película, acerca de la vida de Napoleón", explicó a Canal Plus Francia el director de "Lincoln", que ya colaboró con Kubrick para rodar "A.I. Artificial Intelligence" (2001).
Kubrick redactó el guión de este proyecto sobre Napoleón en 1961 pero lo abandonó por problemas de presupuesto y de producción, sostiene la publicación The Hollywood Reporter.
"Me resulta imposible explicarles qué voy a hacer con todo esto excepto decirles que espero hacer la mejor película de la historia", indicó Kubrick, que apostaba en esa misiva por dar al actor Oskar Werner el papel protagonista. EFE
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Que opina? Añorando estrenos: Odio entre hermanos de Joseph L. Mankiewicz - 05/02/2013 2:32:26
" Joseph L. Mankiewicz cometió durantes dos años seguidos una de esas proezas que rara vez se ven en los Oscars, ganar los premios a mejor guión y mejor director por "Carta a tres esposas" ("A Ltter to Three Wives", 1949) y "Eva al desnudo" ("All About Eve", 1950) esta, la película con más nominaciones en la historia, consiguió seis Oscars, entre ellos mejor película, siendo nominado además por el guión de "Un rayo de luz" ("No Way Out", 1950). Todo un logro que curiosamente está redondeado con una de las típicas injusticias de la Academia, no haberle nominado por su labor en "Odio entre hermanos" ("House of Strangers", 1949), magistral obra que suele quedar injustamente en un segundo plano cuando se habla de la obra de Mankiewicz, pero que poco o nada tiene que envidiar al film protagonziado por Bette Davis y sí es superior a los otros dos films citados. Se trata curiosamente de un film que en estos momentos es más actual que nunca al retratar la figura del banquero como un usurero que se aprovecha de los demás.Basada en la novela de Jerome Weidman, en el guión está acreditado el gran Philip Yordan el escritor de films tan apasionantes como "Johnny Guitar" (id, Nicholas Ray, 1954), "Agente especial" ("The Big Combo", Joseph H. Lewis, 1955) o "El hombre de Laramie" ("The Man From laramie", Anthony Mann, 1955), pero Mankiewicz le ayudó creando unos excelentes diálogos, no pudiendo colocar su nombre en los títulos de crédito debido a una de esas estúpidas reglas del gremio de guionistas de Hollywood. Lo cierto es que el realizador natural de Pensylvannia debió estar acreditado por su genio lleno de rabia en un guión cuya crítica social es punzante. El realizador, que decía que Ernst Lubitsch le enseñó todo lo que no hay que hacer en una película, lo contextualiza en un drama familiar con resonancias Shakesperianas y bíblicas, y en el que no faltan elementos del Film Noir, en cuyo subgénero podríamos incluirla también.
(From here to the end, Spoilers) "Odio entre hermanos", título español algo efectista el original, "Casa de estraños", es mucho mejor, más sugerente da comienzo con la salida de la cárcel de Max Monetti Richard Conte, sin duda lo más flojo de la película, a quien vemos dirigirse a un banco del que pronto sabremos que su padre era el dueño. Una tensa escena con su hermanos, que intentan sobornarle, dará paso a un tétrico momento a solas con Max en la casa de la familia, ahora abandonada. Allí, a modo de flashback se nos narrará qué sucedió hasta llegar a ese momento, preámbulo de una venganza familiar. El primer cambio visible es el carácter de Max; si en los primeros minutos su rencor le convirte en alguien temible atención a la brillante frase de uno de sus hermanos cuando Max rechaza el dinero: "me preocupa alguien que tira un fajo de billetes a la basura", en este "inicio de la historia" le vemos como alguien alegre, vividor y que haría cualquier cosa por mantener a la familia unida.
La familia protagonista de "Odio entre hermanos" es una de esas familias italianas que emigraron a los Estados Unidos, donde poco a poco y con mucho esfuerzo, algo que es citado continuamente en la película por el patriarca, lograron un imperio. Gino Maretti (Edward G. Robinson) pasó de una barbería a crear un banco en el que concede préstamos sin aval y luego cobra unos intereses desproporcionados, de lo cual Gino acumula su fortuna, mientras a sus propios hijos los tiene mal pagados. Pronto aparecerán los problemas el gobierno lleva a juicio a Gino y con ellos saldrá el verdadero carácter de cada uno. Mientras los hermanos de Max ven una oportunidad de salir de la tiranía de su padre, aquel se verá superado por la situación y por el amor que un hijo debe a su padre acabará en la cárcel donde germinará una profunda semilla de venganza. El odio que sólo engendra odio. El hermano enfrentado al hermano y al padre. Y un crescendo dramático de los que hacen historia.
No cabe la menor duda de que la interpretación de Edward G. Robinson es uno de los elementos fuertes del film. Con una controlada intensidad el actor logra que su Gino Maretti sea adorable y odioso al mismo tiempo. Baste fijarse en instantes como el de la mujer que va al banco a pedirle dinero y Gino se lo da con toda la amabilidad del mundo, o en cómo trata a su hijo predilecto, Max, al que considera el más listo de los cuatro hermanos, y compararlos con sus intervenciones en el juicio, donde parece mostrarse por encima de la ley, o en el que le pide a Max, ya encarcelado que le vengue de sus hermanos. Es tan poderoso el personaje de Gino que Mankiewicz se encarga de hacerlo si cabe más presente cuando aquel ya está muerto, y lo consigue con la presencia de un retrato de Gino que parece tener vida propia única y exclusivamente por el encuadre en el plano. Tanto en el prólogo como en el epílogo, y sobre todo en la secuencia del velatorio, Gino parece estar hablando. La fotografía, en magnífico blanco y negro, obra de Milton Krasner, acentúa la tensión de dichos instantes y oscurece el relato.
No falta en la película una historia de amor, la que Max vive con Irene Bennett, interpretada por Susan Hayward, personaje que flirtea con las femmes fatales del cine negro, y cuya presencia supone la tabla de náufrago de Max. Los diálogos entre ambos son una muestra más del genio de Mankiewicz con la palabra, los mismos no dejan títere con cabeza en el sempiterno tema de las relaciones entre hombres y mujeres, y termina de redondear una película fascinante y llena de fuerza. Tan sólo cinco años después Hollywood lanzaría un remake de "Odio entre hermanos" en clave de western. Su título, "Lanza rota" ("Broken Lance", Edward Dmytryk, 1954), con una ironía sangrante, el guión, mucho más esquemático, ganaría el Oscar. De ella hablaremos en el ciclo del western.
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Información: La adaptación de Y, el último hombre ya tiene director - 12/01/2013 18:22:39
" Los cómics han sido una gran fuente de inspiración para el cine en los últimos años. Cierto que la relación entre ambos medios llevaba siendo productiva desde hace bastante tiempo, pero se ha intensificado durante el siglo XXI, con los superhéroes como principal estandarte, pero también sirviendo de base a producciones más singulares como la mejor película del año pasado. Uno de los títulos más destacados dentro del mundo de los cómics de los últimos tiempos es "Y, el último hombre" ("Y, The Last Man"), obra de Brian K. Vaughan y Pia Guerra y durante años se ha intentado sacar adelante su adaptación cinematográfica, y la confirmación de que Dan Trachtenberg va a dirigirla da alas a la idea de que podamos verla en un futuro cercano."Y, el último hombre" nos cuenta cómo un hecho inexplicable provoca la muerte de todos los mamíferos con el cromosoma Y con dos excepciones: El humano Yorick Brown y su mascota, el mono Ampersand, algo que obliga a instaurar una sociedad matriarcal. Es obvio que Yorick será visto por las mujeres supervivientes como un peligro, una oportunidad y mil cosas más, todas ellas en los 60 números que contó el cómic original. Y es que sí, estamos ante una historia cerrada con la que habrá que ver cómo lidian con él en Hollywood, porque mi gran miedo es que lo dividan en varias entregas y decidan no seguir adelante si la primera no cuenta con el éxito esperado. Vamos, lo que ha pasado en infinidad de ocasiones.
Lo cierto es que hace ya más de cinco años se anunció que D.J. Caruso, responsable de títulos como "Disturbia" (2007) o "Soy el número cuatro" ("I Am Number Four", 2011), iba a dirigirla, pero el proyecto no terminó de tirar hacia delante y prefirió centrarse en otros proyectos. La cosa cambia en el caso de Dan Trachtenberg, ya que no ha rodado ni una sola película hasta la fecha, habiendo centrado su carrera en la realización de spots publicitarios, aunque a algunos quizá os suene la pequeña adaptación en imagen real de los videojuegos de la saga Portal , podéis verla un poco más abajo- que él dirigió. Puede parecer una tontería, pero ese vídeo ha sido el principal motivo de que los jefazos de New Line hayan confiado en él para llevar a buen puerto el guión de Matthew Federman y Stephen Scaia.
Vía | Deadline
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Interesante, Los miserables, indiferencia musical - 25/12/2012 11:35:10
" Ha llegado un punto en la historia del cine en el que es prácticamente imposible llegar al día del estreno de una gran producción sabiendo lo mínimo sobre ella. La maquinaria publicitaria de Hollywood es la responsable de ello, pero es también normal que quieran hacer todo lo que esté en su mano para que los espectadores se mueran de ganas por ver esas producciones en las que se dejan una buena cantidad de millones. Sin embargo, aún es posible limitar casi por completo el impacto de la publicidad e incluso la fama previa de una obra basada en un libro de prestigio internacional. Eso es lo que sucedió en mi caso, ya que no he leído la novela de Victor Hugo, tampoco he visto ninguna de sus adaptaciones cinematográficas y el musical teatral del que parte "Los miserables" (Les Misérables, Tom Hooper, 2012) para mí nunca ha sido más que eso de lo que habla bien tanta gente. Cierto que había visto los dos avances que se lanzaron en su momento, pero poco más sabía de una película tan esperada como ésta.Canción sin emoción
Soy el primero en dejarme llevar en ocasiones por el poder del hype, pero las expectativas que soy consciente que algunas personas tienen con "Los miserables" se sale de toda escala, siendo una decepción todo aquello que no equivalga a un segundo advenimiento de Jesucristo, y ya siento deciros que el nuevo trabajo de Tom Hooper está muy lejos de estar a ese nivel. De hecho, no tengo reparo alguno en asegurar que la indiferencia fue el sentimiento que más despertó en mi persona, algo difícilmente perdonable en un largometraje en el que las canciones son la gran estrella de la función. Es cierto que la función emocional de la música varía mucho según nuestro estado de ánimo, pero me cuesta creer que ninguna buena canción busque dejar indiferente a su oyente.
Nada más lejos de mi intención está el criticar las canciones originales de la obra teatral, ya que son extremadamente pegadizas y en sus letras hay material suficiente para que "Los miserables" hubiera conseguido su objetivo de tocarnos la fibra sensible, pero no es el caso. ¿Qué es lo que sucede? Puede sonar contradictorio, pero las canciones son al mismo tiempo omnipresentes y , relativamente- secundarias. Hooper no parece confiar lo suficiente en el poder de la música y aligera el dramatismo de la mayoría de ellas. Tal vez sea un peaje de rodar las escenas en directo y los protagonistas no quisieron dejarse llevar por el torrente emocional de los temas que interpretaban, pero en muchas ocasiones son simplemente actores que cantan en lugar de recitar sus diálogos. Hay excepciones, ya sea gracias a la persona que lo interpreta, porque alguna situación sigue funcionando perfectamente así o porque Hooper finalmente se deja llevar por la fuerza de las canciones, pero esos oasis ocasionales sólo sirven para refrendar la extraña indiferencia que despiertan el resto.
Una dirección del montón
Los trabajos previos de Tom Hooper no invitaban a pensar en un trabajo de puesta en escena memorable. Acusado por algunos de telefílmico por su académico trabajo en "El discurso del rey" (The King"s Speech, 2010) e ignorado por muchos en "The Damned United" (2009), aún hoy su mejor película , aunque más por el trabajo de los actores y la fuerza de la historia-, no tengo el placer de haber visto su ópera prima, pero todo indica que está totalmente alejado de la grandilocuencia característica de los musicales. ¿Cuál fue entonces el motivo de su contratación más allá del sorprendente Oscar que se había llevado para casa? Aún tengo mis dudas, pero lo que queda claro tras ver "Los miserables" es que los productores se equivocaron al elegirlo.
No todo son pegas en el trabajo de Hooper, ya que sí demuestra su capacidad en instantes ocasionales, en especial cuando apuesta por la intimidad en ciertas canciones a través de los primeros planos sostenidos , una forma previsible pero efectiva para resaltar su componente emocional- o algunos momentos para resaltar la superioridad de Javert sobre Valjean, pero ahí acaban sus logros. La tónica dominante del resto se balancea entre pasar completamente desapercibido y los movimientos de cámara alocados que restan empaque a lo que vemos en lugar de insuflar esa energía que la película suplica cada dos por tres, por no mencionar los instantes en los que está a punto de provocar innecesarios mareos en el espectador.
Un esforzado reparto
El a priori impecable reparto de "Los miserables" no tiene demasiada culpa de que la película haya acabado siendo un espectáculo muy por debajo de sus posibilidades, pero sí es cierto que su tendencia a actuar en lugar de dejarse llevar por las canciones , hay que recordar que las canciones se grabaron en el momento y no a posteriori- resta mucha fuerza al conjunto. Mucho se habló de la presencia de Anne Hathaway cuando se lanzó el primer tráiler, ya que su desgarrada voz era muy llamativa, pero luego sólo esa canción suya realmente consigue llegar al corazón del público. Sin embargo, la cosa es mucho peor en el caso de los personajes interpretados por Amanda Seyfried y Eddie Redmayne, ya que la trama amorosa que comparten ya es de por sí uno de los puntos más débiles del guión de William Nicholson , se ven una vez a lo lejos y ya están perdidamente enamorados-, y eso destruye cualquier implicación personal por mi parte.
Por su parte, Hugh Jackman y Russell Crowe cumplen a la perfección en el apartado vocal y mostrando las algo esquemáticas motivaciones de sus personajes, pero este punto, escasamente trabajado por Nicholson , al igual que el sentimiento revolucionario del pueblo francés previo a su alzamiento-, también afecta a su trabajo, ya que rara vez consiguen trascender esas limitaciones, aunque no es porque no den lo mejor de sí para lograrlo. Las grandes excepciones son una Samantha Barks que consigue que ignoremos el excesivo pagafantismo de Eponine, papel que ya interpretó en el teatro, y un Sacha Baron Cohen, correctamente secundado por Helena Bonham Carter como su esposa, a caballo entre lo simpático y lo gracioso como el mordaz delincuente al que interpreta.
En definitiva, "Los miserables" es un musical que sólo en raras ocasiones , la interpretación de "On my own" por parte de Samantha Barks- consigue transmitir al espectador las emociones latentes en sus muy pegadizas canciones. Nada malo puede decirse de unos actores que intentan dar lo mejor de sí para convertir a la película en un musical legendario, pero el errático trabajo de Tom Hooper tras las cámaras y la incapacidad para enganchar a un espectador primerizo , sospecho que los habrá ya vendidos de antemano ante lo que verán en pantalla- por parte de un guión que nunca crea el caldo de cultivo necesario para revolvernos por dentro acaba convirtiendo las excesivas dos horas y media de metraje en una experiencia mucho más vulgar de lo que aparenta.
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Noticia, El cuerpo, Hitchcock se revuelve en su tumba - 23/12/2012 11:31:29
" Soy el primero en salir en defensa del cine español siempre que sale el troll de turno diciendo que todas las películas que se hacen en este país son igual de malas. Soy especialmente vehemente cuando se trata de una producción de género, ya que salen algunas muy buenas de cuando en cuando , el año pasado llegué a nombrar a una como la mejor película estrenada en 2011-, pero lo que nunca haré será defender un largometraje por el mero hecho de ser español. ¿El motivo? Pues que también se hacen grandes bodrios o simplemente películas que no merecen la pena, siendo éste el caso de "El cuerpo" (Oriol Paulo, 2012), cinta que llegó este pasado viernes 21 de diciembre a los cines de toda España.No es ésta la primera vez que os hablo de "El cuerpo", pues ya os comenté mis dudas sobre su resultado final coincidiendo con la aparición de su último avance. La buena noticia es que ha acabado siendo mejor que la espantosa "XP 3D" (Sergi Vizcaíno, 2011), la propuesta de similares características de cine español que se estrenó también a finales de año, pero no lo suficiente para dejar de ser una mala película. Lo que está claro es que el principal causante de que todo se desmorone a su paso es el guión escrito por Oriol Paulo, cuyo único trabajo destacado en el cine , cuenta con sobrada experiencia en la televisión- hasta ahora había sido el libreto de "Los ojos de Julia" (Guillem Morales, 2010), un interesante acercamiento tardío al giallo que si funcionaba era más por la puesta en escena de su director que por el discreto trabajo de Paulo.
Sin embargo, ese era un punto habitual en los giallos de los años de gloria del subgénero , la primera mitad de los 70 del siglo pasado-, estando el guión de Paulo muy lejos de encontrarse entre los peores. Lo curioso es que Paulo ha querido seguir por esa línea, pero remontándose a la figura de un director clave para la proliferación posterior del giallo: Alfred Hitchcock, uno de los mejores realizadores de la historia, destacando sobre todo sus trabajos en el campo del suspense, siendo "Psicosis" (Psycho, 1960) la gran influencia sobre dicho subgénero. Hubo hasta varios casos que adoptaban el recurso de que el aparente protagonista moría sobre la mitad de la película , "La cola del escorpión" (La Coda Dello Scorpione, Sergio Martino, 1971), pero eso no es lo que ahora nos interesa, sino el hecho de que Paulo fracasa estrepitosamente a la hora de trazar un guión digno del cine del mago del suspense , aunque por momentos también trae a la memoria otras cintas como la notable "Las diabólicas" (Les Diaboliques, H. G. Clouzot, 1955)- .
Uno de los grandes males que asola al cine de género es la aparente necesidad de muchos por contar con un giro final que ponga todo patas arriba causando un gran impacto en un espectador que no se veía venir lo que acaba sucediendo. No tengo nada en contra de ello cuando los responsables de la película han ido dejando pistas a lo largo de la película, algo que puede traducirse en un desenlace un tanto previsible , tal y como pasaba en la reivindicable "Sinister" (Scott Derrickson, 2012)-, pero la sorpresa por la sorpresa es uno de los grandes cánceres que puede acabar destruyendo obras relativamente estimulantes hasta ese momento. El caso de "El cuerpo" cae de lleno en este último grupo , aunque sin ser para nada gran cosa hasta que llega el último acto-, ya que su disparatado giro final deja bien claro que Paulo no ha sido honesto con el espectador y ha creado todas las dudas posibles para que nadie se espere lo que acaba sucediendo, consiguiendo así que no tenga ningún tipo de sentido y tenga que echar mano de flashbacks que caen de lleno en el absurdo para intentar atarlo todo. Este tramposo recurso es lo que termina por destruirla, pero no es el único punto débil de la misma.
Hay que reconocer que si una cosa merece la pena salvar de "El cuerpo", eso es el trabajo de Paulo tras las cámaras, ya que sabe aprovechar la ambientación dentro de un instituto anatómico forense y el buen trabajo de Óscar Faura en el apartado fotográfico para que la película se caracterice por una elegancia visual que le hace a uno pensar más en un solvente thriller americano que una producción española relativamente modesta. Sin embargo, la inexperiencia de Paulo hace acto de presencia en determinados momentos faltos de inspiración o con tendencia a la reiteración , esos planos acusatorios hacia el personaje de Hugo Silva- o pequeñas torpezas en los saltos temporales para añadir riqueza a la acción presente. Fallos más comprensibles en una ópera prima e intrascendentes en comparación a los del guión del propio Paulo, donde imperan los lugares comunes, las soluciones de baratillo , el protagonista refugiándose en una sala aprovechando un despiste de sus vigilantes-, homenajes mal conseguidos a Hitchcock y unos personajes tan poco estimulantes que resulta imposible implicarse con ellos.
Los cuatro protagonistas , el resto son meros personajes de relleno que poco aportan más allá de ser necesarios en momentos puntuales- padecen del mal de una descripción deslavazada, aunque no afecta en igual medida al trabajo de los cuatro actores. La que peor parada sale es Aura Garrido, actriz por la que no siento especial simpatía, pero que aquí no tiene la oportunidad de hacer gran cosa al estar en casi todo momento bastante desconectada de la trama principal y sus apariciones acaban resultando cansinas por no ayudar en nada a que la historia realmente progrese. Muy alabado fue el trabajo de José Coronado en "No habrá paz para los malvados" (Enrique Urbizu, 2011), pero todo el talento, carisma y garra que demostraba allí quedan aquí reducidos a tópicos cansinos, un look que roza el ridículo y una actuación del montón.
Hugo Silva y Belén Rueda dan vida a un matrimonio recientemente extinguido por la muerte de la segunda, pero es la relación entre ambos la que vertebra el relato, ya que el primero ha encontrado una forma de acabar con la vida de la segunda que no deja rastro alguno. El crimen perfecto, uno de los ejes del cine de Hitchcock al igual que la persecución del falso culpable, algo que sucede aquí porque todo el mundo acaba creyendo que Silva ha robado el cadáver de su esposa para deshacerse de algún tipo de prueba inculpatoria. El problema es que Silva no logra esquivar las limitaciones de su personaje a la hora de darle una mayor complejidad dramática, limitándose en ocasiones a poner cara de circunstancias o alterar levemente su tono de voz, según esté más tranquilo o los nervios estén haciendo mella en él. Mejor parada sale Rueda, consciente de que tiene un papel para divertirse como mujer despótica que quiere que todo funcione a su manera, algo que la protagonista de "El orfanato" (Juan Antonio Bayona, 2007) sabe aprovechar en una interpretación que oscila entre lo dominante, chulesco y seductor, con una clara preponderancia de los dos primeros.
En definitiva, "El cuerpo" tiene un guión tan endeble y repleto de giros de tuerca poco verosímiles , el desenlace oscila entre lo vergonzoso y lo risible- que acaba destruyendo toda posibilidad de poder convertirse en una película salvable, hiriendo de gravedad también a la credibilidad de un cuarteto protagonista que no está suficientemente bien aprovechado. Oriol Paulo compensa parcialmente su libreto con una puesta en escena que, pese a ciertos errores de bulto, invita a tener cierto optimismo sobre su futuro, pero antes de nada que deje sus guiones en manos de gente más capacitada para ello.
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