Noticia, Tierra prometida, no soy de gas natural - 16/04/2013 23:29:43
" Me hace gracia la campaña de promoción de una película como "Tierra prometida" ("Promised Land", Gus Van Sant, 2012) en nuestro país. La publicidad reza que nos encontramos ante una de las mejores películas del año, repito, una de las mejores películas del año, sin duda para arrastrar a la gente al cine, y de paso cometer el mismo error que cometen algunos de los personajes del film: mentir. Podría comprender que el film gustase a cierto tipo de espectador porque al fin y al cabo, público lo hay de infinidad de clases y todos tienen su tipo de película; pero de ahí a decir que es uno de los mejores films del año hay un abismo enorme. Dudo mucho que "Tierra prometida" vaya a parecer en las listas de lo mejor de lo estrenado en el 2013. Ni siquiera se encuentra entre lo mejor de sus artífices.Matt Damon y John Krasinski, a partir de una historia de Dave Eggers, han unido fuerzas para el guión del último trabajo del Gus Van Sant más amable y accesible, y sinceramente no entiendo cómo dos actores a los que les creo un mínimo de inteligencia, no han pulido las deficiencias de una historia tan simplona y facilona como la que narra Van Sant, o qué vieron de interés en la misma. Tal vez no encontraron otro escritor que se atreviese a arreglar tal guisa, si no, no me lo explico. Conviene citar que hablamos de la película que debía haber sido el debut en la dirección de Matt Damon, quien terminó desechando la idea por tener poco tiemo de preparación y por los consabidos conflictos creativos.
(From here to the end, Spoilers) Realmente saber el argumento de "Tierra prometida" por cierto, título más pretencioso de lo debido es saberlo practicamente todo sobre la misma. Matt Damon y Frances McDormand dan vida a dos representantes de una importante y poderosa compañía de gas natural que deben convencer a todos los habitantes de un pequeño pueblo, camino de la ruina, de vender lo que poseen para que la empresa siga expandiéndose. Los pobres lugareños son engatusados con falsas promesas de riqueza en el caso de que vendan, y amenazas de perderlo todo en caso contrario. Algunos aceptarán, otro no, pero todos dudarán cuando hace acto de presencia un ecologista que pone en tela de juicio a la empresa de gas natural y sus actividades.
La película desaprovecha todas y cada una de sus posibilidades. Todo en ella es leve y previsible, por tener no tiene prácticamente nada, salvo unas buenas interpretaciones de su elenco, y una acertada banda sonora de Danny Elfman, esta vez sin tanto protagonismo como en otras ocasiones. La más que visible denuncia a las grandes corporaciones que se aprovechan del azote en algunos sitios de la condenada crisis económica actual, es de lo más ligera que un servidor ha visto, como si no quisieran herir sensibilidades en este mundo tan políticamente correcto que nos ha tocado vivir si denunicas algo, hazlo con un par, poniendo toda la carne en el asador, y el conflicto del personaje al que da vida Damon darse cuenta que trabaja engañando a la gente está resuelto de un plumazo muy poco creíble.
"Tierra prometida" tiene un aspecto de telefilm que tira para atrás, y su factura poco más es. Gus Van Sant dirige sin pasión, sin ganas, sin fuerza, quizá poco interesado por el material, limitándose a colocar la cámara en los lugares adecuados y cumplir con su papeleta. Si en una de las anteriores colaboraciones entre director y estrella, la infumable "Gerry" (id, 2002), me resultaba insoportable lo pretencioso de la propuesta, en el caso que no ocupa es todo lo contrario, su simpleza me desborda. El posible disfrute del film está en los actores y sus increíblemente simples personajes, sin aristas ni claroscuros, por mucho que el personaje de John Krasinki, al que se ve venir a km de distancia, lo intente. Con personajes tan claros y nada complicados, las cosas suceden con total parsimonia y tranquilidad. "Tierra prometida" es un film sin sobresaltos, a pesar de su carácter de cinta comprometida.
Atrás quedan las posiblidades de un triángulo amoroso donde la preciosa Rosemarie DeWitt destaca por encima de todo gracias a su naturalidad, el amago de historia de amor entre el personaje de McDormand y el de Titus Welliver secundario que pasará a la historia por haber dado vida al humo negor de "Lost", ramificaciones argumentales echadas a perder en pos de los buenos sentimientos, aunque afortunadamente sin cargar las tintas el film es tan pobre que hasta rechaza esa opción. Como también está desaprovechado un actor de la talla de Hal Hoolbrook, con menos importancia de la que parece. Y soterrada, muy soterrada se queda esa defensa del individuo Gus Van Sant jugando a ser King Vidor, era lo que me faltaba, cuya defensa final se ve venir desde el inicio como solución al problema.
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Interesante, Cine en el salón. Horizonte final, terror en el espacio - 24/03/2013 9:34:22
" "Horizonte final" ("Event horizon", Paul W.S. Anderson, 1997) es una cinta cuyo recuerdo siempre estará ligado a la anécdota que vivimos el padrino de mi hija y un servidor cuando acudimos a verla un domingo en sesión matinal. No es, ni mucho menos tan divertida como aquella que viví cuando fui a ver por primera, y única vez, "Spy kids" (id, Robert Rodríguez, 2001) que algún día os contaré, pero es una anécdota que habla muy bien de la irresponsabilidad de algunos padres y si no queréis leerla, saltaos el párrafo siguiente.Como os decía, domingo, sesión matinal, y cinco minutos antes de comenzar la proyección la sala vacía a excepción hecha de dos amigos que hablan animados sobre cómo será la banda sonora que Michael Kamen ha compuesto para la cinta. A dos minutos para que comience la misma que, os recuerdo, fue calificada con la temida R en Estados Unidos mientras que aquí nos conformamos con no recomendarla para menores de 13 años, entran en la sala un padre con sus dos hijos: un niño de unos ocho años y una niña de unos cinco. Mi amigo y yo no salimos de nuestro asombro y nos acercamos al caballero para advertirle del contenido de la cinta que se dispone a ver con sus infantes, respondiéndonos él de forma tajante con un "yo sé lo que hago". Palabras premonitorias que, a la media hora de proyección se habrán vuelto en su contra cuando tenga que abandonar la sala con su hija llorando por las salvajadas que la cinta está mostrando. Un "se lo dijimos" vuela desde nuestros asientos cuando pasa por nuestro lado. La carita de acojone del niño lo dice todo.
Tras la medio interesante "Shopping" (id, 1994) y el inesperado éxito de taquilla que resultó ser la adaptación a la gran pantalla de "Mortal kombat" (id, 1995), una infumable cinta que demostraba, junto a tempranos ejemplos de la primera mitad de los noventa como "Super Mario Bros." (id, Annabel Jankel, Rocky Morton, 1993) o "Street fighter, la última batalla" ("Street fighter", Steven E. de Souza, 1994), que las fórmulas de los videojuegos y más los de estos títulos no iban a encontrar fácil acomodo en el séptimo arte; Paul W.S. Anderson se disponía a rodar, sin él saberlo, la cinta que sería el culmen de su carrera antes del rápido descenso a las ínfimas cotas de calidad que demostraría un año después con "Soldier" (id, 1998) y, desde entonces, con todo lo que ha tocado.
Es precisamente por la mera observación de todas las deleznables entregas de la saga "Resident evil" de las que se ha hecho cargo, "Alien vs. Predator" (id, 2004) o "Los tres mosqueteros" ("The three musketeers", 2011) que llama muchísimo la atención lo que, a nivel de dirección, es capaz de ofrecer esta brillante cinta que, mezclando ciencia-ficción y terror, trasladaba los postulados de las historias de casas encantadas a una inmensa nave en la órbita de Plutón: perfectamente planificada y con un espléndido sentido de la narrativa que no se abandona en aras de confundir al espectador con vacíos trucajes la dirección de Anderson en "Horizonte final" trasladaba al espectador la promesa de un cineasta llamado a cultivar prados menos estériles que los que le hemos visto en el resto de su trayectoria.
Pero claro, cuando se cuenta con un guión que tiene una historia interesante, y no se retroalimenta una y otra vez de los mismos clichés, resulta obvio que muy mal tienen que hacerlo el resto de equipos artísticos de la producción para que las sensaciones que transmita el metraje perviertan lo que el libreto tiene plasmado en sus páginas. Obra de Philip Eisner autor también de las "muy interesantes" "Ojos de fuego 2" ("Firestarter 2: rekindled", Robert Iscove, 2002) y "Crónicas mutantes" ("Mutant chronicles", Simon Hunter, 2008), el guión de "Horizonte final" sufrió una intensa revisión no acreditada por parte de Andrew Kevin Walker, escritor muy valorado por aquél entonces verbigracia al magistral trabajo hecho en "Seven" (id, David Fincher, 1995).
(Alerta SPOILERS) La historia escrita por Eisner, que quería un ""El resplandor" en el espacio", toma así clarísimas referencias del filme de Kubrick en particular, y cualquiera de casa encantada que se tercie en general con especial atención en ciertos momentos a la saga de "Hellraiser", pero estas no pueden ocultar otra de las fuentes fundamentales de las que el guionista se hace eco a la hora de concretar la historia, "Alien, el 8º pasajero" ("Alien", Ridley Scott, 1979), cinta de la que toma "prestados" el número de tripulantes de la Lewis & Clark, siete, siendo en este caso el octavo el que interpreta Sam Neill, un octavo pasajero en toda regla que precipitará un final que, asimismo, también tiene sus deudas para con la conclusión de la mítica cinta de Scott.(Fin SPOILERS)
Pero más allá de sus obvias deudas, "Horizonte final" consigue enhebrar una historia que en la visualización de Anderson y el magnífico trabajo del diseño de producción encuentra la mejor forma de atrapar por las gónadas al espectador y pegarlo a la butaca o el sofá de su salón para hacerle pasar uno de los peores ratos que el cine de terror ha logrado transmitir en las dos últimas décadas. Con un gusto por el gore nada desdeñable, que no obstante queda parcialmente oculto bajo el maquillaje de la edición del filme, "Horizonte final" ofrece momentos de esos que permanecen en la retina del espectador mucho más allá de lo fugaz de su exposición en pantalla, y en este sentido ningún ejemplo es más intenso que las ocasiones en que Anderson nos muestra el lugar del que la nave regresó y lo que se trajo consigo.
Con ese "Liberate tutume ex infernis" como frase que se queda grabada a fuego en la memoria del espectador, y con los escalofríos asociados que provoca el recordar el momento concreto en el que cierto personaje la pronuncia, queda muy claro que, como filme de terror, "Horizonte final" no habría funcionado de no haberse apoyado en la espléndida labor de un reparto que aporta la dimensión necesaria para hacer funcionar la maquinaria que pone en pie el guión, contando al frente del mismo con la intensa presencia de un soberbio Sam Neill que se merienda al resto de sus compañeros, sin que ello juegue en contra de las sólidas interpretaciones de nombres como Laurence Fishburne, Joely Richardson, Kathleen Quinlan o Jason Isaacs.
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Que opina usted? Cine en el salón. El final de la cuenta atrás, tormenta temporal - 21/03/2013 3:38:08
" Fue a raíz de un comentario de uno de nuestros lectores en la crítica de "Oz, un mundo fantástico" ("Return to Oz, Walter Murch, 1985) y de mi propia respuesta a dicha apreciación que comenzó a gestarse una idea de la que esta crítica de "El final de la cuenta atrás" ("The final countdown", Don Taylor, 1980) es primer fruto: si Cine en el salón nace de la intención de ir comentando aquellas cintas que uno se sienta a ver por las noches en la comodidad de su sofá, ¿por qué no traer a estas líneas las muchas producciones que despiertan la nostalgia en el cinéfilo que creció durante los ochenta y que, por esa misma razón, siempre tenemos miedo de revisar pasadas las décadas?.Con la clara intención inicial de hablar sobre las cintas que vaya recuperando sin dejarme llevar por lo que pudieron significar en un momento dado de mi desarrollo como cinéfilo harina de otro costal será que lo consiga no se me ocurría mejor manera de empezar esta "sub-sección" de Cine en el salón que podríamos llamar algo así como "Nostalgia ochentera", con una película que años ha perdí la cuenta de las veces que he llegado a verla. ¿Los motivos decís?, en unos pocos párrafos.
"El final de la cuenta atrás" pertenece a ese corpúsculo de cintas que, con el apoyo del ejército norteamericano, funcionan al mismo tiempo como producciones "normales" en las que se inserta, con mayor o menor fortuna el semblante militar y, por otra parte, como panfletos descarados de las muchas virtudes de la vida castrense. Y aunque no llega a la flagrante y agotadora muestra que de la misma suponía "El motín del Caine" ("The Caine mutiny", Edward Dmytryk, 1954), no deja de ser cierto que el hecho de que entre un veinte y un treinta por ciento del metraje sean imágenes de operaciones a bordo del portaaviones que es protagonista silente de la cinta, resulta algo cansino cuando hay que valorar el filme en su totalidad.
Puesta en pie por voluntad expresa de Peter Douglas, que creía tener en sus manos un blockbuster veraniego, no debería extrañar a nadie que uno de los papeles principales de esta producción de 12 millones de dólares de presupuesto fuera a parar a su padre, un Kirk Douglas que encarna aquí al Capitán Matthew Yelland, máxima autoridad a bordo del U.S.S Nimitz, un portaviones que, de maniobras en las cercanías de Pearl Harbor se verá transportado a través de una extraña tormenta al 6 de diciembre de 1941, el día antes del ataque de la flota japonesa sobre la base hawaiana.
Con todo lo que ello implica en términos de poder cambiar el curso de la historia gracias a la potencia de fuego de un navío moderno, el guión de la cinta, firmado a ocho manos, alterna todo el aparato militar que la implicación de la armada en el proyecto obligó a introducir ésta quedó tan contenta con los resultados de la cinta que llegaron a utilizar el cartel de la misma en sus oficinas de reclutamiento con un relato que en la simpleza de sus planteamientos sobre los desplazamientos en el espacio-tiempo encuentra, a mi parecer, una de sus mejores bazas: por mucho que se quieran sacar de la lectura de la acción las inevitables paradojas temporales con las que se pueden desmontar casi todas las películas que pelean con los viajes en el tiempo, resulta refrescante lo poco que se complicó la existencia el equipo de guionistas a la hora de abordar el mismo.
De esta forma, la linealidad argumental no da pie a muchas apreciaciones laterales, y si uno acepta el punto de inflexión de la trama, disfrutará sobremanera de ese "sorprendente" final que la cinta va preparando desde el primer minuto, contando para ello con la espléndida complicidad que supone la magnífica banda sonora compuesta para la ocasión por el insigne John Scott: aunque no llega a la altura de la maestría que alcanzará cuatro años más tarde con "Greystoke: la leyenda de Tarzán, el rey de los monos" ("Greystoke", Hugh Hudson, 1984), el score de Scott para el presente filme posee el que considero el mejor tema que ha salido de la batuta del músico inglés, aquél que se asocia al teniente Owen, personaje interpretado por James Farentino.
De un lirismo arrebatador en su versión final, la evolución de dicho tema y su utilización a lo largo del filme es lo que revela, antes que ningún apunte del guión hacia donde van los tiros del mismo, una muestra inequívoca de la importancia de la música en un filme y el mejor ejemplo de que no hay proyectos menores si el compositor se implica en ellos, algo que demostró hasta la saciedad Jerry Goldsmith a lo largo de su prolífica carrera.
Con un reparto que tiene por tercera cabeza visible a un Martin Sheen encarnando a un personaje inicialmente pensado para Michael Douglas todo hubiera quedado así en familia si el mayor de los Douglas no hubiera estado implicado en aquel momento en el rodaje de "El síndrome de China" ("The China syndrome", James Bridges, 1979) y que reunió a dos secundarios de lujo en Charles Durning y Katharine Ross, la funcional dirección de Don Taylor completa una cinta que las tres décadas transcurridas desde su estreno han elevado a la categoría de culto. Una calificación más que merecida para una producción sin ningún tipo de pretensiones más allá del mero entretenimiento, que no es poco.
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Noticia, Críticas a la carta | Payback de Brian Helgeland - 13/03/2013 5:49:09
" Dado que la última película pedida en Críticas a la carta fue la excelente "A quemarropa" ("Point Blank", John Boorman, 1967) a mi parecer un film fascinante, de esos que demuestran que la puesta en escena lo es todo, era casi previsible el hecho de que la elegida iba a ser su remake, "Payback" (id, Brian Helgeland, 1999), que si no me equivoco tiene un montón de adeptos entre la maravillosa comunidad de Blogdecine. La película tuvo muchos problemas en su postproducción, puesto que Brian Helgeland, que debutaba en la dirección con este largometraje, quería acercarse a la novela original con un producto en cierto modo atípico. Gracias a Richard Donner, Mel Gibson aceptó el papel puesto que quería apartarse un poco de los típicos héroes a los que daba vida, y le apetecía volverse un poco más canalla sin duda, Gibson es un actor que debería haber explotado más esa faceta; en cualquier caso el intérprete quedó encantado con el guión y aceptó que Helgeland la dirigiese.Pero los benditos productores piensan de otra forma, ya no son como antaño, que además de poner dinero para una película sabían de cine. Sin embargo esta vez don dinero manda, y en la prodcutora querían un film de acción al estilo de "Arma letal " ("Lethal Weapon", Richard Donner, 1987), así que pidieron eufemismo de ordenaron a Helgeland que filmase nuevas escenas y la hiciese más accesible para el público. El director les espetó que el no sabía hacer otra película, y justo dos días después de ganar el Oscar por el guión de la impresionante "L.A. Confidential" (id, Curtis Hanson, 1997) fue despedido siendo sustituido por otro realizador cuyo nombre es mejor no recordar. Con todo el nombre de Helgeland se mantuvo en los créditos y el montaje fue el que todos conocíamos hasta que en el 2006 se editó el director"s cut, que con diez minutos menos y algunos cambios es un film completamente diferente. Ver para creer.
(From here to the end, Spoilers) "Payback" adapta una novela de Donald E. Westlake actualmente en cartelera "Parker" (Taylord Hackford, 2013), que adapta otro de sus libros que ya había sido lleva al cine como hemos dicho por John Boorman. La premisa del mismo no varía en demasía del film original del 99: Gibson da vida a Porter, un ladrón que ha sido engañado por un compañero y su propia mujer, que le dan por muerto. Una vez recuperado, Porter hará todo lo que esté en su mano por recuperar 75.000 dólares que considera suyos. Es en el camino donde los cambios son sustanciales, puesto que hablamos de un film con un final completamente distinto, personajes que en la otra versión fallecían y aquí no, o directamente el villano de la función es otro. El personaje al que daba vida Kris Kristofferson desaparece siendo sustituido por Sally Kellerman como una voz al otro lado del teléfono; y hablando de voces, la voz en off también desaparece.
Me he quedado tan sorprendido por el hecho de que son dos films tan distintos una vez más el montaje es más que esencial en el cine que a pesar de que he avisado de spoilers me niego en rotundo a desvelar algunos tan sustanciales y llamativos, como esos cinco minutos finales tan violentos y cortantes, y en los que la ambigüedad es la reina de la función. Eso sí, me he divertido mucho con la extensión en los roles de Lucy Liu francamente graciosa en sus diálogos con Mel Gibson y Maria Bello por vitales motivos. Por no hablar de la escena en la que Porter le pega una paliza a su mujer, escena políticamente incorrecta y que hoy día leventaría suspicacias debido a su brutalidad. Si de algo puede presumir la versión del director es de no andarse con remilgos en cuanto a violencia se refiere. Ahí sí se recupera algo del estilo ochentero, incluso anterior la influencia de los films más violentos de Don Siegel es evidente, ya no solo por ese bar llamado Varrick que hace alusión a "La gran estafa" ("Charley Varrick", 1973), violencia como dios manda.
"Payback" versión del director es mucho más oscura, la fotografía de Ericson Core, quien probablemente hizo su mejor trabajo en este film, se trató de nuevo para conseguir otras gamas que fuesen más a tono con las intenciones de Helgeland de hacer un thriller sucio y nada complaciente. La banda sonora de Chris Boardman se cambia por los toques jazzisticos de Scott Stambler y el efecto logrado es mejor sin duda. Pero Helgeland no pudo acceder a todo el material que tenía filmado desde 1998 para reconstruir su película tal y como él quería, probablemente porque en la productora no saben guardar bien las cosas. En cualquier caso es algo que se nota un poco y afecta al ritmo del film, lo que por un lado ganamos lo perdemos por el otro. Y si comparamos a Gregg Henry con John Vernon en el film de Boorman, lo cierto es que el primero sale mal parado con su interpretación pasada de rosca y totalmente exagerada, más que un villano o un mal tipo parece un payaso de circo. Mientras Vernon infundía temor y era un oponente a la altura de Lee Marvin, en esta todo eso se pierde.
Con todo un servidor prefiere la versión del director a la estrenada en 1999 las nuevas escenas para aquella versión tuvieron que esperar nada menos que un año debido a que Gibson estaba filmando la cuarta entrega de "Arma letal", que nunca me pareció un mal film. La pena es que no hemos podido ver todo lo que Helgeland tenía filmado, y que por mucho que quisiese hacer un thriller distinto, las dotes de Helgeland como realizador no son ni mucho menos las que tiene para escribir. Si algo posee el film de Boorman es una arrolladora personalidad en la dirección, algo que aquí sólo se ve a ratos; Boorman convertía una trama mediocre en algo fascinante, aquí los defectos de la historia salen a la luz. Eso sí, ya le gustaría a muchos thrillers actuales ser como este.
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Que opina? Oz, un mundo de fantasía, vulgar truco de trilero - 10/03/2013 13:12:16
" Aunque sólo lleve aquí una semana, los debates internos que se han ido generando entre los redactores de este vuestro espacio de cine durante estos últimos siete días me han dejado en no pocas ocasiones patidifuso por su profusión, elocuencia y variedad argumentativa. En uno de ellos, establecido a dos bandas entre Pablo y Mikel, el primero comentaba que "cada vez estoy más en contra de hacer crítica convencional con las grandes producciones destinadas a los niños". Como quiera que fue un diálogo que se estableció a altas horas de la madrugada del viernes y que yo acababa de llegar del cine después de ver este "Oz, un mundo de fantasía" ("Oz, the great and powerful", Sam Raimi, 2013) con un tremendo dolor de cabeza más acerca de esto, en breves momentos, no añadí nada al respecto, reservándome para esta crítica que aquí arranca el abundar sobre una afirmación para la que la cinta de Sam Raimi viene como anillo al dedo.De un tiempo a esta parte he decidido someter mi natural curiosidad cinematográfica a un duro experimento y, a no ser que sea estrictamente necesario, intento acudir al cine a ver tal o cual producción sabiendo lo mínimo acerca de ella y con la expectación inalterada en uno u otro sentido. En este estado que podríamos definir como "cuasi virginal" he ido observando como la ausencia de toda la información que uno puede encontrar disponible a un clic de una parte, y la de una disposición previa, ya sea negativa o positiva, por la otra, ayudan sobremanera a que el visionado de una película sea algo mucho más cercano por supuesto, salvando las distancias a cómo acudíamos al cine a ver el superestreno del mes cuando éramos pequeños.
Así las cosas, ¿qué sabía de "Oz"?. Pues poco más que el hecho de que venía dirigida por Raimi, que era una suerte de precuela de la magistral "El mago de Oz" ("The wizard of Oz", Victor Fleming, 1939), que venía protagonizada por James nuncadeberíahaberpresentadolosOscar Franco y mi adorada Rachel Weisz y que, horror, era una cinta de "los productores de Alicia". Aun sabiendo esto, y detestando como detesto la absurda e infumable adaptación que Tim Burton y Disney perpetraban hace tres años, decidí no hacerme ninguna idea preconcebida y acometer esta superproducción sin prejuicio alguno.
Desafortunadamente, y aunque lo intenté con ganas y durante la primera hora de metraje confié una y otra vez en que Raimi sería capaz de arreglar el cenagal en el que se iba hundiendo a cada minuto de proyección, me fue imposible evitar terminar profiriendo sonoros bufidos y ahogados bostezos que eran compartidos no ya por la pareja que me acompañaba a verla que salió de la sala tanto o más cabreada que un servidor si no por la parte más cercana a mi butaca de la sesión en la que me encontraba; finalizando, como decía más arriba, con un horrible dolor de cabeza también compartido provocado en buena parte por un 3D "incómodo" que se desenfocaba en no pocas ocasiones a la que la cámara hacía un barrido rápido por los coloristas escenarios virtuales creados para la ocasión.
Retomemos ahora el comentario de mi compañero Pablo y arrojemos algo de luz sobre mi opinión acerca de él. Si por crítica convencional entendemos aquella que maneja los valores habituales en los que solemos fijarnos a la hora de sopesar si una cinta "es buena o no", ya se sabe, dirección, interpretaciones, banda sonora, diseño de producción, fotografía, montaje… entonces tengo que admitir que voy a ser tremendamente convencional en lo que resta de discurso para con esta entrada.
Resulta tremendamente sencillo etiquetar a una producción Disney como infantil y pretender así que no pueda medirse por el mismo rasero que, por ejemplo, la última cinta de Terence Malick. Está claro que un porcentaje altísimo del público que irá a ver la primera nada tiene que ver con el que acudiría a ver la segunda. Pero habrá un sesgo que sí lo haga, y es precisamente para estos para los que entiendo que escribimos estas líneas, para unos lectores que suponemos tienen cierta formación cinematográfica. Y me parece que no recurrir a discretizar lo que funciona o no de cierto tipo de producciones por el mero hecho de pertenecer a un género concreto o ir orientada a un grupo muy específico de público sería limitar de forma drástica la labor del crítico y, por ende, lo que podríamos ofreceros.
No creo que por el mero hecho de ser una cinta de fantasía, la valoración de "Oz" deba quedar exenta de acercarse a lo irregular de la dirección de un Raimi que, conforme pasan los años, va acusando más y más su mal acomodo a las superproducciones, obcecado como sigue en adaptar aquellos tics que ya mostraba en "Posesión infernal" ("Evil dead", 1981) a una cinta con necesidades completamente opuestas la escena del camino del bosque oscuro es claro ejemplo de lo mucho que sobra aquí.
Dudo que vuestra opinión hacia nuestro trabajo fuera la misma si, llegado el caso, no pudiéramos sacar a relucir lo inane de la partitura de un Danny Elfman que se limita a repetir los mismos patrones orquestales que ya le hemos oído incontables veces, no encontrando aquí ese motivo con el que sí ha logrado otras veces insuflar vida propia a títulos como "Eduardo Manostijeras" ("Edward Scissorhands", Tim Burton, 1990) o "Big fish" (id, Tim Burton, 2003). O que, porque son argumentos que una cinta de este género no necesita valorar, nos viéramos obligados a evitar apuntar las pobres interpretaciones de la práctica totalidad del reparto, empezando por un James Franco con cara de alucinado al que le viene grande, muy grande, el papel de Oz quién sabe lo que Robert Downey Jr, originalmente elegido para este papel, habría hecho con el personaje y terminando con una Rachel Weisz que está completamente fuera de lugar.
Si algo dejó bien demostrado la trilogía de "El señor de los anillos", es que la fantasía es un género tan legítimo como cualquier otro y que, aún rodeada de todo el esplendor técnico y todo el despliegue de efectos visuales que se quiera, se puede contar una historia del mismo calado humano que cualquier drama "serio" sin que por ello la hondura y validez del mensaje que se pretende transmitir quede diluido lo más mínimo, siendo susceptible por tanto de una crítica que pondere con parámetros habituales su validez.
Las pretensiones de "Oz, un mundo de fantasía" no van, lamentablemente, en la misma dirección que las cintas de Jackson, y este circo de cinco pistas no pasa de ser un grandilocuente decorado incapaz de ocultar que su base sólo queda articulada por unos endebles mimbres. Unos cimientos que no servirían ni para poner en pie esa feria ambulante que abre un metraje que carece de momentos memorables, que discurre entre la incómoda barrera que separa el homenaje sentido y consciente de la burda copia y que plantea, ahora más que nunca, la imperiosa necesidad de que los grandes estudios decidan de una vez abandonar todas aquellas políticas empresariales que han terminado convirtiendo el sesgo más llamativo de este arte en la recurrencia de ciertas fórmulas "infalibles" destinadas a sacar dinero.
Resulta dolorosamente obvio el hecho de que por mucho que patalee desde este pequeño rincón de la blogosfera nada cambiará mientras este tipo de cine siga consiguiendo taquillajes millonarios, más, a este respecto, quisiera terminar apostillando mis serias dudas acerca de que, aunque ya se haya dicho por ahí que el guión de la secuela ya está en marcha, "Oz" consiga recaudar los 650 millones de dólares que la "harían rentable". ¿Me equivocaré?
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"Oz, un mundo de fantasía", la magia que necesitamos
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Interesante, Film Noir: La jungla de asfalto de John Huston - 12/01/2013 15:40:56
" La película con la que inauguramos el sugerente especial, que os anunció Alberto, es este film producido por la Metro Goldwyn Mayer en 1950 y dirigido por el gran John Huston. Con un guión del propio Huston y Ben Maddow, basado en la novela homónima de W. R. Burnett y con un magnífico reparto; esta cinta concentra la mayoría de ingredientes propios del cine negro. A los que se añade el de el atraco ,en este caso de una joyería,, como eje narrativo. Representado no sólo como un acto criminal, sino como un proyecto ejecutado gracias a la suma de capacidades de un equipo de profesionales del particular sector del delito. Este es uno de los mayores atractivos de la película, junto a la aproximación humana de unos personajes que, cual tragedia griega, están irremediablemente abocados al fracaso.La historia parte, como mencionaba, de una novela de William Riley Burnett, con el que Huston trabajó en el guión de la magnífica "El último refugio" ("High Sierra", Raoul Walsh, 1941), comentada por mi compañero Juan Luis. Su admiración por el escritor ,también autor del guión de "La gran evasión" ("The great escape", John Sturges, 1963), y las tramas fatalistas, están presentes en casi toda la obra del director. En el film de Raoul Walsh ya encontramos los elementos esenciales que conforman el discurso de "La jungla de asfalto", como son el robo y la presencia ineludible de un destino fatal. En la película que nos ocupa estos componentes se enfatizan y se recalcan, sobretodo a través del diálogo. Como ya hiciera Huston con "El halcón maltés" ("The maltese falcon", John Huston, 1941), considerada por muchos la cinta que inaugura el género noir, convierte sus ingredientes en arquetípicos. Otras películas posteriores, entre las que destaca especialmente "Atraco perfecto" ("The killing", Stanley Kubrick, 1956) ,con la que guarda no pocas similitudes,, muestran esta visión fatídica del acto criminal en la que el espectador se sitúa del lado del delincuente.
En su estreno, este film fue tachado de inmoral pues era evidente la intención del director de hacernos simpatizar con los criminales, en detrimento del cuerpo policial o de una profesión a priori respetable como la de abogado. A pesar de la, tal vez forzada, auto justificación final por parte del comisario de policía; esta cinta trata de profundizar sobre unos personajes que, hasta el momento, habían sido mostrados y denunciados como simples malhechores. Comprenderlos e incluso identificarse con ellos, despertó ampollas en la sociedad del momento. Sin embargo, es este punto de vista el que sigue fascinando y atrayendo a los aficionados a este género tan complejo como sugestivo.
"La jungla de asfalto" ("The asphalt jungle", John Huston, 1950), es una película de personajes, de profusión de personajes. El protagonismo del colectivo está por encima del individual. Una característica común en el cine negro, especialmente en este subgénero de atracos. La humanización de sus intérpretes es uno de los aspectos que me sigue maravillando. Uno de los personajes, el experto en cajas fuertes Ciavelli, se nos muestra como un hombre de familia, con una mujer y un bebé al que alimentar. El conductor y camarero llamado Gus ,interpretado por un fantástico James Whitmore,, es un individuo amable con la espalda encorvada y con un desaforado afecto por los gatos. Éstos son dos ejemplos de personajes con los que uno empatiza desde el principio, de delincuentes que resultan realistas y cotidianos.
Durante toda la cinta somos partícipes de sus debilidades, sus vicios, del autoengaño del que son presos y que les lleva a su propia perdición. Cada uno de ellos tiene su particular talón de Aquiles. Las apuestas en carreras de caballos para el pistolero Dix Handley, intepretado por Sterling Hayden, las mujeres para el Dr. Riedenschneider ,Sam Jaffe, o el poder y el deseo de permanecer joven para el corrupto abogado Emerich, personificado en Louis Calhern; son algunos ejemplos de su perdición.
Un reparto excepcional, en el que destacan Sterling Hayden ,también actor en "Atraco perfecto",, Louis Calhern, James Whitmore, Sam Jaffe ,que recibió una nominación al Oscar por esta película, y John McIntire, entre muchos otros geniales secundarios. En plena era del mccarthismo, varios actores ,Sam Jaffe y Sterling Hayden sobretodo, e incluso John Huston, fueron investigados por el Comité de Actividades Antiamericanas bajo sospecha de comunismo. El casting femenino está encabezado por la extraordinaria Jean Hagen ,que también actuó en "Cantando bajo la lluvia" ("Singing in the rain", Gene Kelly & Stanley Donen, 1952), y, en sus primeros papeles, la explosiva Marilyn Monroe. Dos actrices que manejaban drama y comedia a la perfección.
Otro de los ejes fundamentales de la trama y, en general en el cine negro, es la presencia de la ciudad como escenario maligno y corrompido. En ella se concentran los peores aspectos de la sociedad, la hipocresía, la perversión, el egoísmo, la vulgaridad y, en última instancia, el mal. En directa oposición con el campo, la metrópolis representa un ambiente desencantado y sórdido en el que cualquiera se ve forzado al delito. La mayoría de secuencias de la película tienen lugar en ambientes cerrados, nocturnos. No aparece ni un solo escenario urbano en el que se represente tranquilidad o cotidianidad. La película empieza y acaba con la contraposición de estos dos decorados. El comienzo, las angustiosas calles desiertas de la ciudad y como conclusión, un prado abierto en el que reina el sosiego. El asfalto corrompe, la tierra fortalece.
La importancia de la fotografía y el encuadre son vitales en este género, heredero de la influencia del expresionismo alemán y el realismo poético francés. La cinta está compuesta, prácticamente en su totalidad, a partir de primeros planos en los que la cámara se sitúa en contrapicado. Las estancias se estrechan, los techos se sostienen cual losas encima de los personajes, como el cielo que está a punto de caer sobre sus cabezas. La sensación de opresión, de aprisionamiento de unos actores que parecen enjaulados, se consigue a través de estos elementos.
Es destacable la labor de Harold Rosson, director de fotografía en esta cinta y también de "Senda prohibida" ("Johnny Eager", Mervyn LeRoy, 1941) o "Duelo al sol" ("Duel in the Sun", King Vidor, 1946). La banda sonora o más bien, la ausencia de ella ,apenas escuchamos la melodía compuesta por Miklós Rózsa en sus primeros minutos,, es fundamental también para crear la atmósfera de la película. Este film supone, en definitiva, una producción inusual para la Metro Goldwyn Mayer, mucho más conocida por sus fastuosos musicales y la elegancia de sus dramas y comedias.
John Huston, Marilyn Monroe y Harold Rosson en el rodaje de "La jungla de asfalto"
Resulta imposible condensar todos los rasgos que constituyen el atractivo de esta cinta, al menos para mí. A pesar del clasicismo que se le ha achacado a este film, fruto de una etapa de la carrera de Huston marcada por las adaptaciones literarias y su labor como guionista; este director sabía como pocos hablarnos del fracaso y del autoengaño. Una crítica al ser humano y a la sociedad y, al mismo tiempo, una dignificación de un colectivo de habitantes que se mueven entre las sombras. No hay mayor enemigo que nosotros mismos.
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